Japón despuntó en un ranking de mala conducta científica −el de los 10 investigadores del mundo con la mayor cantidad de artículos retractados− en el cual cuenta con la mitad de los casos. Según una encuesta realizada por el sitio web Retraction Watch, el primer nombre de esta lista es el anestesiólogo Yoshitaka Fujii, investigador de la Universidad de Toho. Alcanzó el récord de 183 artículos retractados, después de una averiguación culminada en 2012 que indicó que había publicado artículos con datos fraguados durante casi dos décadas. También el anestesiólogo Yuhji Saitoh, del Hospital General de Kureha en Fukushima, coautor de varios artículos con Fujii, aparece en el 8º lugar en el ranking, con 39 retractaciones, empatado con el endocrinólogo Shigeaki Kato, investigador de la Universidad de Tokio hasta 2012, cuyos documentos tenían varias imágenes manipuladas: cuando comenzó a investigárselo, Kato les ordenó a sus asistentes que borraran la evidencia de sus computadoras. Un escándalo reciente clasifica a otros dos investigadores japoneses: Yoshihiro Sato, con 43 retractaciones, y Jun Iwamoto, con 39. Sato, un neurólogo del Hospital Mitaga en la pequeña ciudad de Tagawa, adulteró 33 ensayos clínicos a lo largo de 15 años, la mayoría en tratamientos capaces de prevenir fracturas óseas en ancianos y pacientes con enfermedad de Parkinson. Durante mucho tiempo había generado sospechas entre colegas de otros países por describir en sus artículos resultados muy elocuentes sobre la eficacia de las vitaminas y la velocidad con la que reclutó voluntarios para su investigación clínica; en un caso, pudo reunir más de 500 pacientes en una aldea en tan solo dos meses.
Y un grupo de médicos y estadísticos de Escocia y Nueva Zelanda halló evidencias inequívocas contra el investigador. Demostraron que las características de los grupos de pacientes de diferentes ensayos realizados por Sato eran muy similares, lo que sería imposible que ocurriera accidentalmente, encontraron varias incongruencias estadísticas y constataron que los resultados eran mucho más expresivos que los observados en otros ensayos clínicos con las mismas terapias. “El grupo de Sato fue extraordinariamente productivo y notable por llegar a conclusiones muy positivas “, dijo el Dr. Mark Bolland, investigador de la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda, en la publicación de los hallazgos sobre la naturaleza fraudulenta de la investigación japonesa en la revista Neurology en diciembre de 2016.
La revista, editada por la Academia Americana de Neurología, retractó tres artículos de Sato. Entre los daños causados por la falsificación, Bolland ha enumerado el desperdicio de recursos en nuevos ensayos para tratar de replicar los hallazgos del neurólogo y la creencia exagerada en el poder de las vitaminas para combatir la osteoporosis; por ejemplo, las pautas de prevención de esta enfermedad en Japón fueron influenciadas por Sato.
Muerte
Las razones que llevaron a Yoshihiro Sato a convertirse en un fraguador contumaz siguen siendo misteriosas, ya que murió en enero de 2017, durante el curso de las investigaciones. Un informe reciente en la revista Science plantea la posibilidad de que la muerte no haya sido natural, tal como se informó. Sato había mostrado signos de problemas psiquiátricos y se habría suicidado, declaró a Science el abogado de su asociado Jun Iwamoto, experto en medicina deportiva de la Universidad de Keio en Tokio. Iwamoto, miembro de la junta de la Sociedad de Osteoporosis de Japón, dice que no participó directamente en las investigaciones que dieron lugar a la retractación de los 39 artículos que se le atribuyeron, pero admitió que tenía un acuerdo con Sato por el cual los dos firmaban conjuntamente los artículos redactados por sus grupos, en una estrategia irregular de inflar su rendimiento académico. Tres meses antes de su muerte, Sato se responsabilizó por los fraudes, solicitó la retractación de algunos de sus artículos y eximió a los colaboradores de la culpa, admitiendo que firmaron los artículos sin haber contribuido a ellos.
Además de la alta incidencia de fraude en serie, su enfoque en la investigación biomédica es también un rasgo japonés. El resto del ranking de Retraction Watch está compuesto por investigadores de diferentes disciplinas y países: un anestesista alemán, un psicólogo holandés, un ingeniero eléctrico estadounidense, un científico informático taiwanés y un químico chino. Si hay un rasgo común entre los estafadores es el género: todos son hombres. “Esto corrobora los hallazgos de una investigación realizada en 2013 que indica que existe una tendencia entre los investigadores varones a tener artículos retractados por fraude”, señaló Retraction Watch en la presentación de la clasificación. Michiie Sakamoto, quien investiga la producción científica de Jun Iwamoto en la Universidad de Keio, declaró a Science que el respeto por la jerarquía es una característica exacerbada en el entorno académico japonés y está en la raíz del fraude en serie. “En Japón, nadie duda de la palabra de un profesor”, dijo. “Creemos en las personas y no creemos que sea necesario crear reglas rígidas y observarlas “. El resultado, explica, es que los estafadores solo fueron cuestionados cuando habían estado activos durante mucho tiempo. En el caso de Sato, la demora en verificar la fabricación tuvo otros ingredientes. En 2003, publicó un artículo basado en un estudio de 40 pacientes con una enfermedad muy rara, atendidos durante tres años. Un neurólogo del Reino Unido envió una carta a la revista diciendo que estaba sorprendido por la gran cantidad de personas con una enfermedad que solo había visto dos veces en su vida, pero atribuyó el fenómeno a una probable prevalencia anómala de la enfermedad en la población japonesa.
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