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Estudios críticos

El historiador y su tiempo

Un nuevo trabajo de José Jobson de Andrade Arruda concilia teoría y práctica para discutir la historiografía

Historiografia_AbreALEXANDRE CAMANHOEn el taller del historiador, la historia es un arte minucioso. Requiere técnicas, instrumentos, herramientas con rigor científico y refinamiento literario; y una generosa pincelada de conocimiento teórico. No en vano se considera que la conciliación entre teoría y práctica constituye un gran desafío. Y en dicha conciliación reside la propuesta del historiador José Jobson de Andrade Arruda en el libro Historiografia: teoría e prática (Alameda, 2014), en cuyas primeras páginas surge la famosa frase de Goethe: “Amigo mío, todas las teorías son grises; solamente está lozano el árbol dorado de la vida”. El historiador advierte de ese modo que no hay que esgrimir los principios teóricos como “verdades absolutas”, pues la teoría se deslizaría hacia la ideología. Para Jobson, es necesario equilibrarse entre la precisión empírica y la teorización: “No es cuestión de ejercer la retórica teórica en el vacío; ni lo es únicamente la plétora de experimentos prácticos sin una costura teórica que los ilumine, pues la interpenetración entre teoría y práctica conduce al logos, esto es, a la razón comprensiva”.

Jobson entiende a la historiografía como un análisis crítico de las obras históricas, los historiadores y sus tiempos. “Historia e historiografía no son sinónimos. De un lado está la historia, y los historiadores procuran captar fragmentos del tiempo de esa historia. Del otro lado está la historiografía, que aspira a producir un conocimiento sobre la historia y sus circunstancias”, considera. El autor dedica los capítulos iniciales de su nuevo libro a la teoría, pero ilustra la práctica en los capítulos dedicados al análisis de las obras de intelectuales tales como Alice Canabrava (1911-2003), Fernando Novais y José da Silva Lisboa, el vizconde de Cairu (1756-1835). Aparte de los brasileños, hay dos historiadores extranjeros: Stuart Schwartz y Christopher Hill (1912-2003). El texto se completa con la aplicación del método historiográfico propuesto en dos temas referentes a la temática de los imperios ibéricos en la modernidad. “Frente a esta diversidad de autores de ayer y de hoy, pretendo destacar la posibilidad de aplicar el método historiográfico a distintas épocas, a diferentes intérpretes de la realidad. Pretendí entonces reposicionar cuestiones metodológicas mostrando trabajos empíricos que le dan sustentación a la teoría”, dice Jobson.

Fue un largo camino “de regreso a casa”. Doctor en Historia Moderna por la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP) en 1973, Jobson se dividió en otros tiempos entre Brasilia y São Paulo: mientras componía el cuerpo docente de cursillo Objetivo, fue director de Ciencias Humanas y Sociales Aplicadas del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), jefe del Departamento de Historia y del Instituto de Prehistoria de la USP, y promovió la fusión de los museos que actualmente forman el Museo de Arqueología y Etnología de dicha universidad. Durante las vacaciones escribía libros didácticos, tales como las series História moderna e contemporânea y História antiga e medieval. Posteriormente, el historiador transitó entre las ciudades de Bauru, Campinas y São Paulo, en la época en que se convirtió en vicepresidente de la FAPESP (1995-1997), en docente del Instituto de Economía de la Universidad de Campinas (Unicamp) y en editor de Editora da Universidade do Sagrado Coração ‒ Edusc.

Pese a que nunca se alejó oficialmente de la USP, Jobson, ahora con 72 años, está de regreso. Actualmente es profesor sénior del Programa de Posgrado en Historia Económica de la USP y líder del Grupo de Estudios Historiográficos Iberoamericanos, junto a la historiadora Laura de Mello e Souza, que se aloja en la cátedra Jaime Cortesão. El investigador se dedica en estos momentos a la finalización de una decena de artículos y tres libros. Historiografia, el primero de esta nueva cosecha, es fruto de Historiografía: Teoría y Práctica, la materia que dictó en 2012, y que le dio marco a su retorno a las aulas de la Ciudad Universitaria de la USP, en São Paulo. “Estaba alejado de la USP desde 1998”, dice. “Al volver me encontré con estudiantes brillantes, como Eduardo Peruzzo, Leandro Villarino, Roberto Pereira Silva y con el profesor Alberto Luiz Schneider, quienes incentivaron la transformación de ese curso que dicté en un libro, que aspira a contribuir con la formación de jóvenes historiadores.”

Para ese libro, Jobson reunió artículos antiguos que fueron totalmente reformulados, y también inéditos. Justificó la decisión de publicarlos como libro al considerar que, luego de 50 años de dedicación académica ininterrumpida y de investigación constante, aún tendría algo nuevo que decir, fundamentalmente a las nuevas generaciones.

Historiografia_VinhetaALEXANDRE CAMANHOA los jóvenes historiadores
La novedad que propone el investigador constituye una síntesis y, al mismo tiempo, una invitación. “La historia se encuentra en perpetua renovación. Y al cabo de un cierto tiempo, se produce una consolidación y un salto, una actualización del conocimiento. Desde la década de 1950, luego de la publicación de El Mediterráneo, de Fernand Braudel, prevaleció un determinado método, que privilegiaba la dimensión económica y social”, explica. “Después, a finales de la década de 1970, con Montaillou, de Le Roy Ladurie, otro salto generó un nuevo paradigma de interpretación de la historia, una ‘nueva’ historia, arraigada en la cultura”. Con todo, Jobson pondera que esas historias no son excluyentes: “Al contrario: dialogan entre sí”.

Jobson vivió empíricamente, como estudiante y como docente, la efervescencia intelectual de aquellos tiempos. Por una parte, en los años 1960 y 1970, asistió a una cierta hegemonía de la historia económica, de fundamentación marxista. Por otra parte, a partir de los años 1970 y hasta el año 2000, vio la predominancia de la historia cultural. “Es una cuestión de énfasis. De un lado prevalece la ideología. Del otro, el imaginario. Pero es necesario estar atentos a los argumentos de sus líneas que, desde mi perspectiva, no son excluyentes. Es posible dialogar. Esa síntesis constituye un nuevo salto: en eso estaba pensando al proponer algo nuevo en el libro. ¿Y qué tengo para decir? Pues bien, que la historia está viva. Y ahora nos invita al diálogo entre la cultura y la economía”, afirma el autor.

Si la historia económica partía de una perspectiva de gran angular (la macrohistoria), y la historia cultural de un foco muy específico (la microhistoria), Jobson les propone a los jóvenes historiadores una mirada más atenta hacia ambas cuestiones. “Les queda pues un movimiento complejo a los historiadores, como tarea inagotable: no descuidar los detalles, la filigrana, pero tampoco dejar de inscribirla en la pantalla amplia de la macrohistoria”, recomienda.

El investigador, autor de Uma colônia entre dois impérios: A abertura dos portos brasileiros 1800-1808 (Alameda, 2008), procuró privilegiar esos diálogos. Entre tantas experiencias, una quizá haya contribuido especialmente para culminar en esa síntesis. En ese momento, en el Instituto de Economía de la Unicamp, el historiador tomo parte en el proyecto temático intitulado “Las dimensiones del Imperio Portugués”, entre 2005 y 2010,      que contó con el apoyo de la FAPESP. Coordinado por Laura de Mello e Souza, trabajaron en dicho proyecto las historiadoras Leila Mezan Algranti y Vera Lucia Amaral Ferlini. El mismo congregó a investigadores con distintas vocaciones, y promovió el intercambio de ideas en el marco de reuniones periódicas. Pensando en la continuidad de ese diálogo entre la cultura y la economía, especialmente con las nuevas generaciones, Jobson dictará un curso de posgrado intitulado Historia Económica e Historia Cultural: Teoría y Práctica, entre marzo y junio de 2015, en colaboración con la socióloga Maria Arminda do Nascimento Arruda, actualmente prorrectora de Cultura y Extensión Universitaria de la USP.

Desde hace tiempo, Maria Arminda, que es la esposa de Jobson, es su principal interlocutora intelectual. Otra interacción intelectual sumamente significativa se concretó con el historiador Fernando Novais, profesor emérito de la USP, a quien le dedicó uno de los capítulos de Historiografia. “A Novais le encantan los chistes. Y decía bromeando, pero con fundamento: ‘Soy un marxista pascaliano’. La explicitación de ese fundamento fue mi idea en el capítulo”, comenta el investigador. “El libro de Jobson es sumamente importante, sin lugar a dudas. También escribo sobre historiografía, pero partiendo de una línea diferente. No son oposiciones, sino distintos abordajes”, comenta Novais, autor de Aproximações: Estudos de história e historiografia (Cosac Naify, 2011) y del clásico Portugal e Brasil na crise do antigo sistema colonial 1777-1808 (Hucitec, 1979).

Temporalidades entrelazadas
Pensar historiográficamente es pensar las temporalidades. O mejor dicho, la “transtemporalidad”. Según el historiador, el tiempo astronómico marca la historia que pasa, la sucesión de minutos que se tornan horas, y que se tornan días. Pero está también el tiempo del historiador, enclavado entre el pasado y el presente, entre temporalidades entrelazadas. “El historiador mira hacia el pasado, capta fragmentos del pasado y los torna inteligibles en el presente. Pero el historiador es una persona real, implicada en su tiempo y en su contexto, con una formación intelectual, una familia, una ideología, una religión, una realidad; en definitiva, una vida”, dice Jobson. De este modo, para entender una obra histórica, es necesario entender al autor de esa obra, sus influencias, sus referencias, sus raíces. “No existe un baúl de huesos en la historia. Esos huesos tiene ADN. Y dicen mucho.”

Quizá a diferencia de la idea común, el historiador no se vuelve sólo para escrutar el polvo del pasado, entre los pergaminos o las osamentas. Al contrario, ese intelectual sería un pensador de un pasado, pero arraigado en el presente, con la mira en un horizonte en el futuro. “El historiador tiene un futuro en mente, a veces más inmediato, otras veces más lejano. Por ejemplo, con la transformación económica del país. Un historiador que estudió la formación económica de Brasil como Caio Prado Júnior, ¿observaba sólo el pasado? No. Tenía un presente, pero tenía fundamentalmente un futuro en mente”, asevera. “Celso Furtado, Gilberto Freyre, Florestan Fernandes, Sérgio Buarque de Holanda, los retratistas, los grandes intérpretes de Brasil, todos tenían la mira puesta en el futuro. En el fondo, querían transformar el país. Ésa es la dinámica dialógica de la transtemporalidad que está en la mente del historiador. Ésa es la propia historiografía”, concluye.

 

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