“Hijo de un portugués y una mestiza zamba”, “licenciado ‘mulato’ o ‘moreno’”, en palabras del sociólogo Gilberto Freyre (1900-1987); cuando tenía 15 años, el poeta Gonçalves Dias (1823-1864) fue enviado a Coímbra a estudiar derecho. Fue en esta ciudad portuguesa donde, en julio de 1843, influenciado por el romanticismo europeo, escribió su célebre poema Canção do exílio, donde puso de manifiesto la añoranza que sentía de su hogar. Sin embargo, a su regreso a Brasil, en 1845, el joven advierte que no está en el paraíso con palmeras y zorzales que exaltara en su obra, sino inmerso en un sistema esclavista que, desde su perspectiva, debía superarse. “Los hombres de color negro tienen las manos atadas con largas cadenas de hierro, con eslabones sucesivos y eternos, como una maldición que pasa de padres a hijos”, escribiría al respecto del Brasil monárquico en su texto Meditação, publicado en 1850 en la revista Guanabara, la más importante del romanticismo en el país.
“El primer grito abolicionista de la poesía brasileña”, según el poeta Manuel Bandeira (1886-1968), Meditación revela una faceta crítica poco conocida del autor que, a mediados del siglo XIX, junto al cearense José de Alencar (1829-1877), fue una figura clave del indianismo brasileño. “La obra de Gonçalves Dias ha sido leída con un sesgo reduccionista por la tradición crítica, que solo le prestó atención a la Canção do exílio y a los poemas indianistas. Pero él escribió solamente 14 poemas imbuidos en esta temática”, dice Wilton José Marques, profesor de literatura brasileña en la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar). “Su producción es mucho más extensa que eso. Es un poeta romántico en el sentido más amplio de la palabra”, prosigue el académico que, junto con Andréa Sirihal Werkema, docente de literatura brasileña en la Universidad del Estado de Río de Janeiro (Uerj), compiló el libro A ideia com a paixão: Gonçalves Dias pela crítica contemporânea (editorial Alameda, 2023).
La colección reúne 12 artículos sobre la vida y la obra del poeta. En uno de los textos, Ana Karla Canarinos, también docente de literatura de la Uerj, considera a Meditação como una obra precursora del ensayismo sociológico brasileño. Según la estudiosa, el texto en prosa poética se habría anticipado a los debates sobre los efectos de la esclavización en la formación del país que recién en el siglo siguiente sostuvieron intelectuales como Gilberto Freyre y el sociólogo Sérgio Buarque de Holanda (1902-1982). “Gonçalves Dias abogó por el fin de la esclavitud mucho antes que abolicionistas como Joaquim Nabuco [1849-1920]”, dice Canarinos.
“Es un texto virulento, con una perspectiva extremadamente negativa sobre el proceso de colonización portuguesa y de la elite política brasileña”, añade Marques, también autor del libro Gonçalves Dias: O poeta na contramão (EdUFSCar, 2010), publicado con el apoyo de la FAPESP. Según el investigador, los pasajes de Meditação que contenían críticas acérrimas a los políticos del período de la regencia solo salieron a la luz al editarse sus obras póstumas, entre 1868 y 1869. Sucede que, en general, los autores románticos no se arriesgaban a tratar el escabroso tema de la esclavitud, ya que muchos de ellos mantenían una relación de intercambio de favores con el gobierno, incluido Gonçalves Dias. En 1849, el poeta fue condecorado por Pedro II (1825-1891) con la insignia de Caballero de la Orden de la Rosa por su labor al frente de la revista Guanabara, que fundó con los escritores Manuel de Araújo Porto-Alegre (1806-1879) y Joaquim Manuel de Macedo (1820-1882). Además, por la misma época, se convirtió en el primer profesor de historia de Brasil en el Colegio Pedro II, de Río de Janeiro, y le dedicó al monarca su épica indianista inconclusa Os timbiras (1857). “Gonçalves Dias le cayó en gracia al emperador, con quien mantuvo una relación ambigua. No podía criticar al gobierno abiertamente, porque éste lo apoyaba”, comenta Canarinos al respecto del autor, cuyo bicentenario se cumplió en agosto del año pasado.
Para los organizadores de la colección, las escasas celebraciones en torno a la fecha ‒ con la excepción del estado de Maranhão, que festejó la efeméride con una serie de eventos ‒ no estuvieron a la altura de su importancia para la cultura brasileña. En opinión de Werkema, uno de los motivos de este olvido radica en que el estereotipo de país plasmado en poemas como Canción do exílio e I-Juca Pirama encuentra escaso eco en el siglo XXI, cuando en el campo de la literatura se debaten cuestiones tales como el decolonialismo y la deconstrucción de la idea de Estado-nación. “Este ‘cliché de la brasileñidad’, que pasa por alto el genocidio y la aniquilación cultural de los pueblos originarios, puede incomodar a los lectores contemporáneos”, señala. “Pero con esta tendencia de juzgar a un hombre del siglo XIX a la luz de un estándar ético y moral actual también se corre el riesgo de borrar sus contribuciones”.
Según Werkema, Gonçalves Dias actuó en varios frentes. Aparte de poeta, fue dramaturgo e investigador itinerante, por ejemplo. “Pensó en la cuestión indígena no solo desde una perspectiva literaria, sino también etnográfica [lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 179]. Llevó a cabo diversos estudios y proyectos sobre el tema en el Instituto Histórico y Geográfico Brasileño, como el Dicionário da língua tupí, chamada língua geral dos indígenas do Brasil [1858]”, comenta Marques. También fue miembro de la Comisión Científica del Imperio (1859-1860), junto con geólogos, geógrafos, astrónomos, zoólogos y botánicos, con quienes viajó a los territorios de Ceará y Amazonas. En aquella ocasión, incluso llegó a enviar objetos etnográficos a Río de Janeiro, posteriormente incorporados al Museo Nacional.
Según Leonardo Davino de Oliveira, profesor de literatura de la Uerj, Canção do exílio, cristalizó una imagen de Brasil que trascendió la literatura. El poema, extremadamente musical, escrito en versos redondillas y sin adjetivaciones, encabeza el primer libro de Gonçalves Dias: Primeiros cantos (1846-1847). Sus versos fueron incorporados al himno nacional y forman parte de la memoria emotiva de los brasileños. “En aquel período posterior a la Independencia, nuestros colores, nuestra fauna y nuestra flora se cantaban jubilosamente, para diferenciarnos del colonizador”, analiza el investigador.
En el siglo XX, con todo, el poema se convirtió en un “problema” que los escritores y compositores populares debieron afrontar como parte del proceso de construcción de la identidad nacional: autores tales como Oswald de Andrade (“Mi tierra tiene palmares”), Murilo Mendes (“Mi tierra tiene manzanos de California/ donde cantan los tangaras de Venecia”), Carlos Drummond de Andrade (“Un zorzal/ en la palmera, a lo lejos”) y Ferreira Gullar (“Mi patria bienamada tiene palmeras/ Donde cantan los pájaros”), urdieron parodias, relecturas y reinterpretaciones. “Los modernistas del siglo XX tenían una visión crítica del siglo XIX y revisaron el poema de Gonçalves Dias en innumerables oportunidades”, comenta Oliveira, quien en el libro hace un repaso de las repercusiones de los célebres versos gonçalvinos en la música popular brasileña.
Están presentes, por ejemplo, en la marchinha intitulada Minha terra tem palmeiras, un éxito del carnaval de 1937. La canción, firmada por el dúo integrado por João de Barro (1907-2006) y Alberto Ribeiro (1902-1971), fue interpretada por la cantante Carmen Miranda (1909-1955). También en Marginália II (1968), de Gilberto Gil y Torquato Neto (1944-1972), una canción escrita en el contexto de la contracultura y de la dictadura militar (1964-1985), cuyos versos dicen “Mi tierra tiene palmeras/ donde soplan vientos fuertes/ De hambre, de miedo y mucho/ Sobre todo de muerte”. En 1984, todavía bajo el régimen de facto, la cantante Gal Costa (1945-2022) grabó la canción Ave nossa, de Béu Machado y Moraes Moreira (1947-2020): “Mi tierra es tumultuosa/ Provoca llanto y desencanto/ Pero mantiene un hilo de esperanza/ Cuando canta y cuando danza/ En el trino del zorzal”. Además, como enumera el investigador en el artículo, el poema es el título del álbum Canção do exílio (1984), del sambista Paulo Diniz (1940-2022), y también comparte nombre con la canción de Ubiratan Sousa y Souza Neto, grabada en 1987 por la cantante Alcione en el ritmo marañense del tambor de crioula. “Es un poema dirigido a todos quienes, en algún punto, se sienten desterrados”, considera Oliveira.
En noviembre de 1864, el buque que zarpó del puerto de El Havre (Francia), para llevar a Gonçalves Dias de regreso a Brasil tras una nueva estancia en Europa, naufragó en las costas de Maranhão. Aunque deseaba pasar los últimos años de su vida en su tierra natal, como dice en los versos “Dios no permita que muera/ sin haber regresado allí”, el anhelo del autor no se materializó. Con su salud ya debilitada a los 41 años, el poeta fue la única víctima de la catástrofe, donde posiblemente también se extraviaron los originales de Os timbiras y, supuestamente, la mayor parte de su trabajo etnográfico elaborado durante el período de la Comisión Científica del Imperio.
Años más tarde, sería homenajeado por el escritor Machado de Assis (1839-1908), con un extenso poema en el que una “virgen indiana” entona un canto fúnebre en homenaje al poeta. “¡Muerto, muerto está el cantor de mis guerreros! ¡Vírgenes del monte, suspirad conmigo!”, escribe en A Gonçalves Dias, del libro Americanas (1875). En 1901, se inauguró un busto del marañense en el Passeio Público de Río de Janeiro, ocasión en la que el propio Machado de Assis declaró: “La canción está presente en todos nosotros, como las demás canciones que él ha ido difundiendo por la vida y por el mundo […] todo lo que los ancianos escucharon en su juventud, luego los jóvenes, y en adelante oirán otros y otros más, mientras la lengua que hablamos sea la lengua de nuestros destinos”.
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