El pediatra austríaco Hans Asperger (1906-1980) adquirió fama por haber estudiado y caracterizado una forma de autismo que lleva su nombre, el síndrome de Asperger. En 1944, cuando publicó su estudio sobre el síndrome, que recién sería reconocido internacionalmente en la década de 1980, se le prestó escasa atención al hecho de que hubiera trabajado muchos años en la Viena nazi. Sus eventuales lazos con el régimen de Hitler y sus políticas de higiene racial generaron controversias, pero no se los investigó a fondo. Por falta de evidencias y basándose en declaraciones del propio Asperger, la imagen del médico quedó como la de un opositor al nacionalsocialismo alemán. Ahora surgen informaciones menos favorables. Con base en documentos históricos inexplorados, que incluyen archivos personales de Asperger y análisis clínicos que él escribió sobre sus pacientes, el historiador Herwig Czech, de la Universidad de Viena, reveló que el pediatra adhirió al régimen nazi y como recompensa tuvo oportunidades profesionales, convirtiéndose en docente universitario. Según el estudio de Czech, Asperger participó en organizaciones afiliadas al partido nazi, legitimando públicamente las políticas de higiene racial y cooperó con el programa de eutanasia infantil, contrariando la idea de que intentaba proteger a los niños que estaban a su cuidado: su benevolencia no se extendía a aquéllos que no tenían perspectivas de desarrollo o que desafiaban los modelos de educación o disciplina (Molecular Autism, abril de 2018). Para Asperger, la clínica de eutanasia Spiegelgrund de Viena era “necesaria”.
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