Dos estudios recientes realizados en Brasil señalan un importante vínculo estadístico entre el consumo excesivo de alimentos ultraprocesados y los casos de muertes evitables, sumado a la aceleración del proceso de deterioro cognitivo en la población brasileña. En un artículo publicado en noviembre pasado en la revista American Journal of Preventive Medicine se estima que, en 2019, al menos 57.000 muertes prematuras en el país habrían sido causadas por la ingesta excesiva de alimentos ultraprocesados. Otro estudio, publicado en diciembre de 2022 en la revista científica JAMA Neurology, sugiere que el consumo exacerbado de este tipo de alimentos acelera en un 28 % el declive de la cognición general en adultos.
Los alimentos ultraprocesados contienen poco del valor nutritivo de sus ingredientes originales. Esta categoría genérica abarca un conjunto de alimentos a los que se ha añadido un alto contenido de azúcar, grasa, sal o compuestos químicos con el propósito de aumentar su durabilidad o palatabilidad. Entre los ejemplos de este tipo de comidas, se incluyen embutidos como tales las salchichas, los nuggets de pollo, las galletas rellenas, los refrescos, los snacks y los helados y otras golosinas industrializadas. Los alimentos ultraprocesados son altamente calóricos. La ingesta de una hamburguesa congelada de 80 gramos (g), por ejemplo, equivale a incorporar el 25 % de la cantidad diaria recomendada de grasa. Una lata de refresco representa el 12 % del total de azúcar que una persona debería consumir en 24 horas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define como muertes prematuras a aquellas que se producen entre los 30 y los 69 años y, por lo tanto, no están asociadas solamente con la vejez. Los accidentes de tránsito, los homicidios, las caídas y los envenenamientos figuran entre las causas más comunes de muertes evitables, además de las denominadas enfermedades no transmisibles, tales como los problemas cardíacos, la obesidad y el cáncer.
Con base en un modelo epidemiológico, los investigadores calcularon la cifra de muertes no naturales vinculadas al consumo de ultraprocesados en Brasil, en 2019. “Nuestro modelo considera al consumo de ultraprocesados de una población como factor de riesgo de muertes prematuras y relaciona este dato con la estimación de riesgo y muerte por todas las causas, según la literatura científica internacional”, explica el biólogo Eduardo Nilson, investigador asociado al Núcleo de Investigaciones Epidemiológicas en Nutrición y Salud, de la Universidad de São Paulo (Nupens-USP) y de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), en Brasilia, autor principal del primer estudio.
El trabajo consideró tuvo en cuenta la Encuesta de Presupuestos Familiares 2017-2018, realizada por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), como indicador del nivel de consumo de alimentos ultraprocesados en el país. La investigación estimó que el porcentaje diario de la dieta compuesto por ultraprocesados varía entre el 13 % y el 21 % en la población brasileña, según el sexo y la edad de los encuestados. Estos datos, sumados a la información suministrada por la base de datos DataSUS, del Ministerio de Salud, permitieron estimar que, en 2019, unas 57.000 muertes prematuras estaban asociadas al consumo de ultraprocesados. Esta cifra equivale a un 10,5 % del total de decesos prematuros de brasileños en ese período. Si se consideran solamente las víctimas fatales atribuidas a enfermedades no transmisibles, el consumo de alimentos industrializados representaría una porción sustancialmente mayor: el 21,8 % de las muertes dentro de esta categoría.
El artículo, que también contó con la colaboración de colegas de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp) y de la Universidad Católica de Chile, también proyecta cómo serían tres escenarios en los que los brasileños redujeran el promedio total de calorías obtenidas a través del consumo de este tipo de alimentos poco saludables. La reducción de un 10 % de la injerencia de estos componentes en la dieta evitaría 5.900 muertes prematuras. Una reducción de un 20 % ahorraría 12.000 muertes. Un recorte más significativo, de un 50 % del consumo de ultraprocesados, supondría la salvación de 29.300 vidas por año.
Los investigadores propugnan la adopción de medidas que desalienten la ingesta de alimentos ultraprocesados. Desde octubre del año pasado, la legislación brasileña comenzó a exigir la incorporación de un etiquetado frontal en los envases de los alimentos para informar del contenido elevado de tres nutrientes en su composición: los azúcares añadidos, las grasas saturadas y el sodio (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 319). Las grandes empresas tienen 12 meses de plazo para adaptarse a la nueva normativa. Para los pequeños productores, el plazo es de 2 años. “Otras disposiciones saludables incluyen la regulación de la comercialización de alimentos en el ámbito escolar y laboral, la adopción de subsidios destinados a la producción y venta de productos locales frescos y mayores impuestos para los ultraprocesados”, dice Nilson.
Para Gunter Kuhle, profesor de nutrición y ciencia de la alimentación de la Universidad de Reading, en el Reino Unido, quien no participó en el estudio, no puede descartarse que los consumidores de alimentos ultraprocesados tengan otros factores de riesgo, como el hábito de fumar o la falta de actividad física, que también propician la ocurrencia de muertes prematuras. “No sabemos hasta qué punto los alimentos ultraprocesados son responsables de problemas en la salud o si constituyen otro indicador de un estilo de vida poco sano”, reflexiona Kuhle, en el marco de una entrevista concedida a Pesquisa FAPESP.
En el segundo artículo se informa acerca del descubrimiento de una asociación entre el consumo excesivo de ultraprocesados y un problema más sutil: el deterioro de la función cognitiva. El grupo estudió si una dieta abundante en comida industrializada podría acelerar un declive del dominio de las facultades mentales, especialmente las llamadas funciones ejecutivas. Más allá de su importancia para el raciocinio y la capacidad de resolución de problemas, estas funciones regulan las habilidades asociadas a la autonomía, tales como el control consciente de las actividades, los pensamientos y las emociones.
Los datos del trabajo fueron recabados entre 2008 y 2017 en el Estudio Longitudinal de Salud del Adulto (Elsa), que cuenta con financiación de la FAPESP y del Ministerio de Salud de Brasil. Se analizó la información de 10.775 personas de seis ciudades brasileñas: las capitales de los estados del sudeste [São Paulo, Río de Janeiro, Belo Horizonte y Vitória], a las que se sumaron Porto Alegre [Rio Grande do Sul] y Salvador [Bahía]. Todos los voluntarios eran empleados universitarios activos o jubilados, mayores de 35 años. El promedio de edad de los participantes fue de 50,6 años. Se realizó un seguimiento de cada uno de los voluntarios durante 8 años, y se los evaluó en tres momentos diferentes.
Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP
Inicialmente, las personas respondieron un cuestionario de 114 ítems referidos a sus hábitos alimentarios. Las preguntas tenían por objeto entender qué proporción de su dieta estaba compuesta por alimentos no procesados (tales como frutas, cereales integrales y vegetales frescos) y ultraprocesados. A continuación, los participantes fueron separados en cuatro grupos, según su nivel de ingesta de comida industrializada. El grupo que consumía más ultraprocesados, en general, estaba compuesto por los voluntarios más jóvenes, mujeres y blancos. Su nivel de escolaridad era mayor, fumaban menos y también bebían menos alcohol. Hacían menos actividad física y tenían menos comorbilidades, pero presentaban síntomas depresivos.
“En Estados Unidos, la tendencia marca que los individuos con menores ingresos consumen más ultraprocesados. Allá, estos productos son muy baratos. Aquí en Brasil, la tendencia es notoriamente inversa: cuanto mayor es el nivel de ingresos, también lo es el de ultraprocesados”, dice la bióloga Natália Gonçalves, investigadora del Departamento de Patología de la Facultad de Medicina de la USP, autora principal del estudio.
El rendimiento cognitivo de cada grupo fue puesto a prueba mediante exámenes de cognición. Los que obtenían más de un 20 % de sus calorías diarias comiendo ultraprocesados presentaron un índice de declinación general del nivel de cognición un 28 % más pronto que el grupo que extraía menos de un 20 % de su energía a través del consumo de ese tipo de alimentos. El deterioro de la función ejecutiva, más relacionado con el control de los pensamientos y las acciones, fue un 25 % más rápido en los individuos que ingerían mucha comida ultraprocesada.
Según los investigadores, las mermas cognitivas medidas en el estudio pueden dificultar, en parte, la realización de tareas tales como almacenar y relacionar información a corto plazo, retomar una actividad tras una interrupción o leer un texto en un ambiente ruidoso. El declive de la capacidad cerebral, sobre todo en las funciones ejecutivas, comienza a producirse, si bien que lentamente, a partir de los 25 años y se acentúa con paso del tiempo. “Esto es normal. Lo que estamos tratando de entender es si una buena alimentación, con pocos ultraprocesados, puede impedir que estos efectos aparezcan antes de tiempo”, comenta Gonçalves.
Los estudios que indagan en el vínculo entre dos parámetros como el consumo de alimentos ultraprocesados y la incidencia de enfermedades o muertes, tienen sus limitaciones. Apuntan una fuerte correlación estadística de que la alteración de una variable conduce a modificaciones en la otra. En este caso, la cantidad de comida industrializada ingerida parece tener que ver con la aparición de enfermedades y la cantidad de muertes prematuras. Sin embargo, estos estudios no consiguen demostrar cuál sería el mecanismo subyacente tras esta aparente correlación.
La geriatra Claudia Suemoto, de la Facultad de Medicina de la USP, quien coordinó el estudio Elsa sobre ultraprocesados y rendimiento cognitivo, espera poder superar pronto esta limitación. Se tomarán imágenes del cerebro de los voluntarios para comprobar si el consumo elevado de ultraprocesados puede causar eventos isquémicos o pequeños derrames cerebrales que, con el tiempo, podrían comprometer las funciones cognitivas. “De esa manera podríamos investigar posibles mecanismos que expliquen esa asociación desde un punto de vista estructural”, dice Suemoto.
Proyecto
Los determinantes del envejecimiento cerebral sano en el Estudio Longitudinal de Salud del Adulto (Elsa-Brasil) (nº 20/09468-9); Modalidad Proyecto Temático; Investigadora responsable Alessandra Carvalho Goulart (USP); Inversión R$ 4.202.332,88.
Artículos científicos
NILSON, E. A. F. et al. Premature deaths attributable to the consumption of ultraprocessed foods in Brazil. American Journal of Preventive Medicine. v. 64, n. 1. ene. 2023.
GONÇALVES, N. G. et al. Consumption of ultra-processed foods and cognitive decline in the Elsa – Brasil study: A prospective study. JAMA Neurology. 5 dic. 2022.