En la actualidad, las periferias urbanas en Brasil se rigen según tres tipos de “gobierno” o de regímenes normativos: el estatal, el religioso y el del delito. Si bien poseen lógicas distintas, son coexistentes. Esta constatación forma parte del proyecto de investigación intitulado “Las orillas de las ciudades”, coordinado por Gabriel de Santis Feltran, docente del Departamento de Sociología de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar) e investigador del Centro Brasileño de Análisis y Planificación (Cebrap). “Más allá de la Justicia estatal, hay normas que emanan del mundo del delito y de los religiosos, muy presentes y activos en las orillas urbanas”, afirma De Santis Feltran. “Si una persona está enferma, va al centro de salud; si su hijo se droga, los padres intentan convencerlo de convertirse; si le asaltaron la casa, va hacia el delito para intentar una reparación. Por lo tanto, de alguna manera, el delito también cumple su rol de justicia.”
Según el investigador, el desentendimiento entre estas lógicas distintas es uno de los principales factores para el desencadenamiento de la violencia. “En la investigación se considera que esas lógicas son todas legítimas a los ojos de nuestros interlocutores, los habitantes de las periferias”, dice De Santis Feltran, cuyo proyecto se llevó a cabo en el Centro de Estudios de la Metrópolis (CEM), uno de los Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepid) apoyados por la FAPESP.
Para los fieles, por ejemplo, el “gobierno” religioso puede ser más importante que el del Estado. Esa influencia en el cotidiano de la periferia pasó a verse fundamentalmente debido al crecimiento del cristianismo pentecostal, comúnmente referido simplemente como evangélico. La visión religiosa define la vida de los fieles, ya sea en sus hábitos cotidianos, tal como en el modo conservador de vestirse o en la manera de ver el mundo. “Cuando un fiel hace algo malo, es el diablo quien actúa. En una situación venturosa, es Dios el que se hace presente. Se trata de una forma de pensar que se transforma en una norma en la vida cotidiana.”
Para quienes integran la mayor banda delictiva de São Paulo, el Primer Comando de la Capital (PCC), la preocupación se relaciona con sus pares, quienes de acuerdo con el investigador, son como ellos: negros, jóvenes, pobres y habitantes de la periferia de la ciudad. El PCC fue creado en 1993, luego de la masacre de la cárcel de Carandirú. Surgió como una estrategia de supervivencia en las prisiones, a través de la cual los presos buscan la protección de miembros de la banda para protegerse de las torturas perpetradas por los agentes penitenciarios o por otros presos y asegurarse el acceso a las comidas y a las duchas, derechos en ocasiones suprimidos por los carceleros como forma de castigo. La acción de la facción ocurre mediante motines y actividades delictivas comandadas desde la cárcel, tales como asaltos, narcotráfico, secuestros y asesinatos.
“Ante el dominio de estas fuerzas, el principio de la legalidad se ve minimizado”, explica De Santis Feltran. “La violencia surge del descompás existente entre ambos mundos, porque las leyes que no son estatales siempre serán reprimidas por el Estado, y esto genera un duro un conflicto social”. En un artículo publicado a finales de 2014 en Caderno CRH, la revista de ciencias sociales editada por la Universidad Federal de Bahía (UFBA), Feltran afirma que los tres regímenes de “gobierno” –el del Estado, el religioso y el delictivo– regulan los mercados, ya sean legales o ilegales, e impulsan el crecimiento de la economía. “En el gobierno religioso, por ejemplo, los fieles les pagan al menos un 10% de sus sueldos a las iglesias en carácter de diezmo. En el caso del Estado son los impuestos, directos o indirectos, que todos tenemos la obligación de pagar. Y en el mundo de la delincuencia, el joven que gana comisiones de hasta un 50% vendiendo drogas gasta su dinero con mercaderías legales en los shopping centers.”
En líneas generales, este proyecto de investigación apunta a entender el conflicto social contemporáneo desde la perspectiva de los grupos fuertemente marginados, y todos ellos más o menos criminalizados: quienes viven en la calle o encarcelados, los usuarios de drogas y las prostitutas, entre otros, y sus familiares. La conclusión, según De Santis Feltran, indica que cuando se mira desde la óptica de los marginados, se observan todos esos regímenes actuando juntos. Y la norma estatal no siempre es la dominante, fundamentalmente en los casos de los más marginados, tales como los usuarios de drogas y las prostitutas.
Trabajan en total en el proyecto 17 investigadores etnógrafos, que actúan en ocho ciudades de distintos portes y de diversos estados, con preponderancia de Río de Janeiro y São Paulo. En las ciudades del interior, debido a que el estudio abarca a niños y adolescentes, los lugares investigados no pueden darse a conocer. “Trabajamos para formular junto a una amplia red de colaboradores nacionales e internacionales nuevos supuestos, a los efectos de entender cuestiones tales como la violencia, la delincuencia, la marginalidad y las drogas”, enfatiza el sociólogo.
El tema de las fuentes de poder en las periferias fue objeto de un debate realizado a finales de abril, en el cual docentes e investigadores de distintas partes del mundo se reunieron en la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP) para discutir los modelos de gobierno y gobernanza en las grandes metrópolis como São Paulo, París, Londres, Milán y Ciudad de México. Fue el cuarto seminario internacional del CEM, cuyo objetivo fue la búsqueda ‒mediante estudios de caso‒ de regularidades y diferencias entre las referidas ciudades. Entre los elementos comunes de los análisis de los investigadores se encuentra la escasa presencia federal en las políticas públicas que inciden directamente sobre la seguridad en las ciudades analizadas.
Distintos caminos
Durante la década de 1990, São Paulo fue el primer estado brasileño en implementar la política de encarcelamientos masivos y en crear un régimen de seguridad máxima en las prisiones, además de haber sido el primero en asistir a la expansión de la mayor y más organizada banda delictiva del país, el PCC. Más de 20 años después, De Santis Feltran destaca que dicho modelo, en vez mermarla, le ha dado impulso a la delincuencia. Por otra parte, estudios realizados anteriormente muestran que en la década de 2000 el mundo del delito fue responsable por una disminución significativa –de alrededor del 70% en el estado de São Paulo entre 2000 y 2010– de los homicidios de jóvenes negros (considerándose la suma de negros y mulatos de la categoría del IBGE) y habitantes de favelas, al proteger a esas comunidades e impedir los asesinatos por venganzas entre los integrantes de la organización.
Para la investigadora Nancy Cardia, coordinadora adjunta del Núcleo de Estudios de la Violencia (NEV) de la USP, también un Cepid, la relación del PCC con el entorno en la periferia de São Paulo es más compleja y opera únicamente sobre una parte de la población. “Los homicidios siguen perpetrándose y eso muestra que el PCC no determina quiénes mueren o quiénes no”. Cardia dice también que el encarcelamiento hace que crezca el problema en el estado, al tejer una red de vulnerabilidad ‒que comprende a presos y familiares– y sacar a esas personas de la cercanía de la relación familiar que, según la investigadora, podría ayudar en la reintegración de los presos y, de esa manera, reducir la reincidencia de esas personas en el sistema carcelario y en la delincuencia. “Creamos un sistema perverso en el cual aseguramos la reincidencia debido al surgimiento de esas organizaciones y a la administración de esos lugares.”
De Santis Feltran recuerda que el modo de operar del “mundo del delito” varía de acuerdo con el contexto. En São Paulo, por ejemplo, existen más semejanzas entre la capital y el interior que si se compara con Río de Janeiro. “Las políticas de seguridad son estaduales”, recuerda. “En el estado de Río, con otra historia local y un mayor énfasis en el control militarizado de los territorios –ya sea por parte de las bandas delictivas o por el Estado–, existen al menos tres organizaciones delictivas importantes, además de las milicias”. Mientras que el PCC monopoliza el territorio paulista y se propaga por otros estados, Río es dominado por un oligopolio: el mercado de drogas está liderado fundamentalmente por las organizaciones Comando Rojo (CV, del portugués Comando Vermelho), Amigos de los Amigos (ADA) y Tercer Comando. “Por eso no ha habido una pacificación en las disputas de Río como en São Paulo”, explica João Manoel Pinho de Mello, profesor de economía del Insper, de Río de Janeiro, quien estudia delincuencia y políticas públicas.
Otra configuración peculiar carioca es la ocupación de las favelas por parte de las Unidades de Policía Pacificadora (UPPs), lo cual ha venido ubicando a la seguridad como el buque insignia de las políticas de Estado y ha obligado a los demás atores sociales de esas áreas a readecuarse ante de un escenario de ocupación militarizada. “La venta de drogas, por ejemplo, sigue llevándose adelante en todas las favelas de Río ocupadas por las UPPs”, comenta De Santis Feltran. “Pero no puede hacerse más empuñando fusiles”. Así y todo, las relaciones en las periferias brasileñas son más complejas y requieren de otros estudios para su dilucidación, destaca Carida. “Es difícil hallar una sola explicación o una más sencilla acerca de lo que ocurre en ellas. Se trata de una situación de transición y de construcción de la sociedad y de las ciudades.”
Proyecto
CEN – Centro de Estudios de la Metrópolis (nº 2013/07616-7); Modalidad Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepid); Investigadora responsable Marta Arretche (FFLCH-USP); Inversión 7.124.108,20 (para todo el proyecto).
Artículo científico
FELTRAN, G. S. Valor dos pobres: A aposta no dinheiro como mediação para o conflito social contemporâneo. Caderno CRH. v. 27, p. 495-512. 2014.