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CARDIOLOGÍA

Energía para el corazón

El aumento del azúcar en la sangre podría colaborar en la recuperación posterior a un infarto

Una de las posibles consecuencias de un infarto de miocardio es la resistencia transitoria a la insulina, una alteración que conduce a un aumento en las concentraciones de azúcar (glucosa) en el torrente sanguíneo. Usualmente, los médicos perciben a este efecto metabólico como algo negativo: ese cuadro normalmente se asocia al riesgo de desarrollar diabetes y a una mayor mortalidad. Un nuevo estudio indica que podría hallarse una solución donde antes parecía existir un problema. Los resultados más recientes detectados por el grupo del médico Andrei Sposito, cardiólogo y docente de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Campinas (Unicamp), indican que la resistencia a la insulina sería esencial para aportarle mayor energía al corazón, colaborando en la recuperación del órgano.

Los investigadores de la Unicamp extrajeron muestras de sangre de alrededor de 500 pacientes atendidos en el Hospital de Base de Brasilia, en dos instancias: durante las 24 horas posteriores al infarto y nuevamente, cinco días después. En los pacientes cuya resistencia a la insulina se incrementó inicialmente y luego fue disminuyendo en forma gradual y moderada al cabo de cinco días, la evolución del cuadro clínico resultó mejor, y la recuperación, más rápida. Pero esa alteración no se produjo en todos los pacientes, según los resultados descritos en un artículo aún no publicado, que forma parte de la tesis doctoral del médico Filipe Azevedo Moura, del grupo de Sposito, quien la defendiera en mayo de este año. En algunos pacientes, la resistencia a la insulina aumentaba súbitamente e inmediatamente disminuía muy rápido, o bien, se elevaba muy poco manteniéndose así por varios días. En esos casos, considerados extremos, la evolución del cuadro clínico era peor y el riesgo de fallecimiento se incrementaba. “Los datos señalan que no hay una conexión lineal entre la mortalidad y el aumento de la resistencia a la insulina”, dice Sposito. El mayor riesgo de complicaciones cardiovasculares estaba igualmente distribuido en los dos extremos de un gráfico con aspecto de U (arriba), en el cual la reducción de la resistencia a la insulina durante los primeros días posteriores al infarto es muy alta o muy baja.

La hipótesis del cardiólogo indica que ésa sería una manera que el cuerpo encontró para aportarle energía al corazón para su propia recuperación. El infarto surge por una obstrucción causada por placas de grasa (ateromas) que bloquean el ingreso de la sangre al corazón. Con la reducción del flujo sanguíneo, al órgano le falta oxígeno para producir ácidos grasos, el combustible ideal para que continúe latiendo. La solución consiste en usar glucosa. “Ese mecanismo parece ser una función del metabolismo. Hay un interés biológico por brindarle protección al corazón, aportando más glucosa y controlando su disponibilidad por medio de la resistencia a la insulina”, dice Sposito. Según el médico, la investigación abre nuevas posibilidades, cuyos mecanismos deberán dilucidarse mediante estudios ulteriores.

Para la médica Maria Lúcia Corrêa Giannella, endocrinóloga y docente en la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP), quien no intervino en el estudio, la hipótesis que contempla un efecto benéfico de la resistencia a la insulina es plausible. Pero ella duda ante la posibilidad de que sea un fenómeno coincidente, sin relación de causa y efecto. “La resistencia a la insulina aparece en situaciones de estrés intenso, como en el caso de un infarto de miocardio o infecciones muy potentes”, explica. Corrêa Giannella que en esas instancias se liberan hormonas que contrarrestan el efecto de la insulina, tales como el glucagón y el cortisol, a las cuales se las conoce como las “hormonas del estrés”.

Diagnóstico tardío
La relación directa entre la diabetes y el riesgo de problemas cardiovasculares ya ha sido demostrada en innumerables estudios, incluso del mismo grupo de la Unicamp. Un artículo que publicó Sposito en 2013 en la revista Current Medical Research and Opinion en colaboración con otros colegas de su institución y de la Universidad de Brasilia (UnB) señaló que la tasa de mortalidad como consecuencia del infarto era dos veces mayor entre los diabéticos que en los no diabéticos. Para los portadores no diagnosticados de esa enfermedad, que a causa de ello no realizan ningún tratamiento, el riesgo de muerte llega a ser hasta cuatro veces mayor. “Incluso el tratamiento con  medicamentos más simples, tales como los que distribuye el SUS [el Sistema Único de Salud], reduce a la mitad el riesgo de defunción”, dice Sposito.

Giannella recuerda que la diabetes tipo 2, que representa alrededor del 90% del total de casos de la enfermedad, tiene un inicio sutil y asintomático y por eso su diagnóstico puede que se produzca con varios años de retraso. En un estudio de 2014 realizado por la International Diabetes Federation (Federación Internacional de la Diabetes) se estimó que, tan sólo en Brasil, alrededor de 3,3 millones de diabéticos no están diagnosticados. “Es importante estar atentos a los factores de riesgo para la diabetes, para poder efectuar el diagnóstico y adoptar un tratamiento adecuado. Muchos descubren que padecen la dolencia recién cuando reciben atención médica por un infarto agudo de miocardio y las complicaciones pueden resultar fatales”, advierte la médica.

Artículo científico
FIGUEIREDO, V. N. et al. Diabetes mellitus unawareness is a strong determinant of mortality in patients manifesting myocardial infarction. Current Medical Research and Opinion. v. 29, p. 1423-27. 2013.

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