Una vez más, en esta época del año, cuando las lluvias son más copiosas y frecuentes, los ríos y arroyos de la ciudad de São Paulo cobran visibilidad y se los recuerda cuando empujan hacia las calles el exceso de agua que ya no logran transportar. Los ríos tan sólo responden a la manera en que fueron encauzados a lo largo de décadas. “Al río que todo lo arranca lo llaman violento, pero nadie llama violento al lecho que lo oprime”, diría el dramaturgo alemán Berthold Brecht. Los ríos que surcan la mayor ciudad del país en general están escondidos y confinados en túneles de hormigón bajo las avenidas: a algunos se les modificó el curso ‒se los rectificó, dirían los ingenieros‒ y ya no se los recuerda como alternativa para un paseo de fin de semana.
La transformación de los ríos paulistas fue intensa y rápida. A comienzos del siglo XX, los paulistanos se divertían los domingos nadando, pescando o paseando en barco por el río Tietê, que en sus orillas albergaba clubes, restaurantes y espacios para salir de picnic. Esa alegría se fue acabando a medida que aumentaba el vertido de residuos de hogares y empresas en el río, que para la década de 1950 ya era, como ahora, una cloaca a cielo abierto, que expone la desidia ante la naturaleza y el desapego por la estética en la ciudad más rica del país. Desde 1995, el saneamiento del Tietê, el principal río que cruza la metrópolis, insumió el equivalente a 1.600 millones de dólares y redujo el alcance de la contaminación, que llegaba hasta la localidad de Barra Bonita, a 260 kilómetros de la capital, y hoy tan sólo llega hasta Salto, distante a 100 kilómetros; pero aún no cesa. En abril de 2013, el gobernador de São Paulo anunció la tercera etapa del programa de saneamiento del río Tietê, que prevé inversiones por valor de 2 mil millones de dólares y, si todo marcha bien, la recolección de efluentes cloacales pasará del actual 84% al 87%, y su tratamiento, del 70% al 84% en 2016. Se gastaron otros 439 millones de reales para descontaminar 137 de los 300 arroyos de la región metropolitana entre 2007 y 2013. Se calcula que cada segundo se arrojan 7 kilogramos (kg) de residuos en los ríos y arroyos del Gran São Paulo, todavía tenidos como zona de descarte, no sólo en lo referente a los desagües residenciales e industriales, sino también de escombros, botellas plásticas, muebles, neumáticos y autos viejos.
“São Paulo ahogó sus ríos”, lo resume el ingeniero y abogado Rodolfo Costa e Silva, coordinador de los programas de descontaminación del río Tietê y de recuperación de las costaneras de los ríos Tietê y Pinheiros. “Queremos descontaminar y mantener limpios los ríos”, dice. “Se trata de un saneamiento hídrico y urbanístico”. Los programas que coordina cuentan con la participación de los municipios del Gran São Paulo, empresas y organizaciones no gubernamentales, y contemplan la construcción de bicisendas, bulevares y parques a lo largo de 50 kilómetros de avenidas costaneras, así como la navegabilidad de los ríos, incluso conectando, por barco, los aeropuertos de Congonhas y Guarulhos.
La ciudad de São Paulo, con sus ríos maltratados, “constituye un ejemplo de lo que puede suceder cuando el poder de decisión se encuentra concentrado en unos pocos grupos de poder”, dice el historiador Luis Ferla, docente de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp). El profesor Ferla, un curitibano radicado en São Paulo desde 1992, fue uno de los curadores de la exposición O tempo e as águas: formas de representar os rios de São Paulo, en cartelera hasta el mes de marzo en el Archivo Público del Estado de São Paulo, y que presenta 17 mapas (varios de ellos reproducidos en este reportaje y en el sitio web de la revista), fotografías y libretas con registros del trabajo de campo de ingenieros y cartógrafos. Ni bien se ingresa a la exposición, un mapa de 5 metros de ancho por casi 2 de altura compara el curso original ‒y sinuoso‒ de los ríos Tietê y Pinheiros atravesando el Gran São Paulo en 1916, con el curso modificado, en 2013. La superposición de los trayectos sintetiza las ideas e intereses que determinaron una ciudad con ríos rectos, ocultos, malolientes, cruzados por puentes generalmente estrechos, para el paso peatonal.
Light y las pestes
A finales del siglo XIX, el miedo a la muerte fue el principal argumento para modificar los cursos de los ríos de la villa de São Paulo, inalterados durante siglos. Se pensaba que el agua estancada en las riberas, donde ya se vertían desagües residenciales y se acumulaban despojos de animales de granja, formando las denominadas islas de lodo, podría propiciar la propagación de epidemias tales como la fiebre amarilla y la fiebre tifoidea, que asolaban a los habitantes de las principales ciudades paulistas. Por eso los ingenieros que comandaban la Comisión de Saneamiento de Vegas e inmediatamente después, la Comisión de Saneamiento del Estado, ordenaron la rectificación de los cauces y la apertura de canales en los ríos Tamanduateí y Tietê, para lograr que fluyan con mayor velocidad y evitar enfermedades. En un artículo publicado en 2012, el historiador Janes Jorge, docente de la Unifesp que participó en la planificación de la exposición, notó que las epidemias comenzaron a amainar, fundamentalmente debido al descubrimiento de sus reales agentes causantes, aunque el mal olor perduró: en 1927, el río Tietê recibía alrededor de 30 toneladas de desechos por día. Otras ciudades, tales como Chicago, Washington, Londres y Moscú, sufrieron problemas similares a medida que fueron creciendo, hasta que se construyeron las estaciones de tratamiento de efluentes cloacales.
La ciudad de São Paulo se expandía velozmente, en sintonía con el aumento de la producción de las haciendas cafeteras en el interior del estado: el total de residentes pasó de 15 mil en 1850 a 30 mil en 1870, 240 mil en 1900, 580 mil en 1920 ‒cuando São Paulo ya se había consolidado como polo comercial e industrial‒, 1,3 millones en 1940 y 6 millones en 1960. El crecimiento urbano acelerado impulsó la ocupación de las zonas ribereñas de vegas, áreas naturalmente inundables, donde se permitió la construcción de casas y fábricas, y el avance sobre los brazos de los ríos: el arroyo Saracura, afluente del Anhangabú, fue el primero en ser cubierto y desaparecer, en 1906. Cada vez más cercados, los ríos desbordaban más allá de sus límites naturales y las crecientes se tornaron más intensas, frecuentes y dañinas, justificando acciones más radicales de reencauzamiento de los ríos. Al principio, mediante propuestas como la del ingeniero sanitarista Saturnino de Brito, en 1926, se planificaba el alineamiento de los principales ríos como modo de adecuar sus diferentes usos ‒transporte, ocio, pesca, abastecimiento de agua, control de inundaciones y producción de energía eléctrica‒, pero las cosas no salieron de ese modo.
“Los proyectos de rectificación de los ríos paulistanos fueron empobreciéndose y los intereses de los habitantes quedaron al margen, a causa de una serie de circunstancias políticas y económicas”, dice Jorge. “Las correcciones favorecieron casi exclusivamente a la producción de energía eléctrica, las autopistas y la apropiación privada de los terrenos ribereños”. Los planes iniciales se diluyeron, en gran medida, a causa de la influencia de la empresa canadiense The São Paulo Trainway, Light and Power Company, más conocida como Light, que ostentaba el monopolio de la producción y distribución de la energía eléctrica en la región de São Paulo. Para garantizar más agua para la central hidroeléctrica de Cubatão, Light había invertido el curso del Pinheiros y recibido el derecho a ocupar sus márgenes.
Un decreto firmado en diciembre de 1928 establecía que “la línea máxima” de la crecida de 1929 delimitaría la zona que sería para Light. Varios investigadores creen que la empresa abrió las compuertas de la represa de Guarapiranga para ampliar el área inundada y acaparar más tierras, aun cuando esto potenció los daños de una de las peores inundaciones que sufrió la ciudad. “Desde entonces, un inspector de tierras prohibió a la gente el uso de la vega ribereña, ya sea para jugar al fútbol o llevar a las cabras a abrevar”, dijo la geógrafa Odete Seabra en una entrevista que le concedió al periódico O Estado de S. Paulo en 2009. En su tesis doctoral, que presentó en la Universidad de São Paulo en 1987 y que hoy constituye un estudio clásico acerca de la ocupación de las orillas de los ríos Tietê y Pinheiros, Seabra demostró, valiéndose de testimonios, documentos y noticias publicadas en los periódicos, cómo Light agravó la inundación, liberando el agua de sus represas. Ella cree que la empresa se arrogó el monopolio y, abriendo y cerrando a voluntad las compuertas de la represa de Guarapiranga, ahuyentó a los barqueros que explotaban la arena y las piedras del Pinheiros. Luego, se buscó resolver los litigios con los propietarios de las tierras cercanas a los ríos mediante la construcción de las avenidas ribereñas, que consolidaron la ocupación de las orillas de los ríos. Para reducir las crecidas, que siguieron ocurriendo, la solución fue profundizar el canal del Tietê. Entre 2002 y 2006, el río fue dragado un promedio de 2,5 metros, mediante la extracción de 9 millones de metros cúbicos de tierra y basura, a un costo de 1.100 millones de reales, disminuyendo significativamente la probabilidad de desbordes.
Archivo Público del Estado de São PauloCascadas ocultas
“Comenzamos a alejarnos de los ríos cuando ellos dejaron de cumplir la función de comunicación y transporte”, dice la historiadora Iris Kantor, de la USP. “Para el final del siglo XVIII había una cultura de valorización de los ríos como forma de transporte de mercaderías e individuos hacia el interior”. Una prueba de ese uso estratégico de los ríos, opina Kantor, es la Carta geographica de projeção espherica da Nova Lusitania ou América Portuguesa e Estado do Brasil, elaborada por el astrónomo oriundo de Minas Gerais, Antonio Pires da Silva Pontes Leme, con base en 80 mapas, concluida en 1798, por encargo del gobierno portugués, que estaba interesado en consolidar las fronteras de su colonia en América. “Mis colegas geógrafos dicen que, comparativamente, ese mapa contiene informaciones muy detalladas sobre los cursos de los ríos, muchos de ellos aún hoy poco visibles en las imágenes satelitales”. Los ríos todavía son importantes para el transporte de personas y mercaderías tan sólo en la región norte del país, a raíz de la dificultad para construir y mantener carreteras en medio de la selva.
Al seleccionar el material del período colonial para la exposición del Archivo Público, el equipo se topó con un mapa impresionante, intitulado Planta do rio Tietê ou Anemby na capitania de São Paulo desde a cidade do mismo nome até à sua confluência com o rio Grande ou Paraná. Kantor desconfió de la autenticidad de su autoría ‒el nombre de José Custódio de Sá e Faria se hallaba escrito con lápiz en el reverso del mapa‒, consultó la obra de la historiadora Isa Adonias y la base digital de la Biblioteca Nacional, de Río de Janeiro, y determinó que el mapa sería una edición anónima de una antigua carta hidrográfica del Tietê realizada en 1789 por el cartógrafo paulista Francisco José de Lacerda e Almeida, quien mensuró a lo largo del curso del río Tietê y de sus afluentes entre 1788 y 1789, a pedido del entonces gobernador de Mato Grosso. La versión encontrada es algo posterior a 1810, pertenecía al archivo del desaparecido Instituto Geográfico de São Paulo y contiene mucha información de naturaleza histórica y etnográfica que no constaba en el mapa original de 1789. El mapa señala las cascadas, puertos y haciendas que los viajeros atravesarían rumbo al río Paraná. “Es un verdadero itinerario práctico de navegación, en el cual se indican los lugares y puntos del recorrido fluvial y terrestre por donde las canoas y el cargamento debían transportarse o ser empujados con cuerdas por los brazos de los pilotos y tripulantes”, señala Kantor.
El mapa registra el salto de Itapura, casi en la desembocadura del Tietê, una de las alrededor de 150 cascadas del río, ocultas por los embalses de las centrales hidroeléctricas que transformaron también a otros ríos de São Paulo y de otros estados, generando energía, pero también provocando la acumulación de sedimentos y reduciendo la diversidad de peces y otros organismos acuáticos. “Las ciudades del interior no deben hacer las mismas tonterías que hicimos en São Paulo”, advierte Jorge. Sin embargo, lo que por ahora se percibe es que las ciudades del interior intentan modernizarse canalizando, tapando o entubando ríos que cuando aparecen, exhiben una carga creciente de contaminación.
En 2002, solamente un 17% de los desagües domiciliarios generados en los 645 municipios del estado de São Paulo se trataba antes de descargarse en los ríos, reduciendo así la calidad del agua y la diversidad biológica, según informa un estudio coordinado por Luiz Antonio Martinelli, del Centro de Energía Nuclear en la Agricultura (Cena) de la USP, con sede en la localidad de Piracicaba. En 2006, Juliano Groppo y Jorge de Moraes, del mismo grupo, comprobaron que persistía la degradación de la calidad del agua de la cuenca del Piracicaba, una de las más perjudicadas según el estudio anterior. “Las agencias encargadas de la calidad del agua dicen que el tratamiento de aguas cloacales se ha expandido, pero no notamos una mejora palpable en los ríos de la región”, dice Martinelli. “No sé dónde se encuentra el problema. Ahora contamos con un buen marco legal, pero hay algo que no está funcionando. Debemos detectar dónde fallamos”. En 2013, con base en muestras recogidas en 360 sitios del estado, Davi Cunha y otros investigadores de la USP de São Carlos y de la Compañía Ambiental del Estado de São Paulo (Cetesb) verificaron que la calidad del agua continuaba situada por debajo de los límites impuestos por la legislación.
¿Ríos vivos nuevamente?
“Debemos entender los momentos históricos”, sugiere el arquitecto Fernando de Mello Franco, secretario de Desarrollo Urbano de São Paulo, quien en 2005 finalizó su doctorado sobre la ocupación de las vegas y planicies fluviales de la cuenca de São Paulo, en la Facultad de Arquitectura de la USP. Mello Franco subraya que São Paulo ya no es una ciudad de paso para comerciantes, migrantes e inmigrantes. “Atravesamos un momento de inflexión, con nuevos conceptos, como el de urbanismo del paisaje, en el cual se entiende que la transformación del territorio no se realiza prioritariamente para facilitar la producción, sino para promover la vida. El paisaje no es un regalo, no lo disfrutamos como lo hacía un viajero del siglo XVI: somos nosotros los que lo construimos”.
Ahora se intenta rescatar algo del paisaje perdido. En 2014 se iniciará la construcción de una ciclovía sobre el río Pinheiros, prevista en el programa de recalificación de las avenidas costaneras, que conectará la Ciudad Universitaria con el parque Villa Lobos. Y para finales de 2014, según Costa e Silva, culminaría la primera etapa de saneamiento del Tietê, que comprende la limpieza y acondicionamiento de los afluentes y arroyos de ocho localidades cercanas a su cabecera ‒Arujá, Mauá, Poá, Ferraz de Vasconcelos, Suzano, Mogi das Cruzes, Biritiba-Mirim y Salesópolis‒ que albergan a alrededor de 1 millón de habitantes. “Descontaminar no consiste sólo en cesar con los vertidos en los ríos”, dice. Se trata de una operación compleja, que también implica la recuperación del caudal de los ríos, la reducción de la sedimentación, el control del drenaje y el incentivo a la forestación como forma de elevar la permeabilidad de las áreas urbanas. En noviembre de 2013 se analizaba la sustitución de las bocas de tormenta, que dejan pasar basura que termina en los ríos, por rejillas, que retienen buena parte de los residuos. “Estamos trabajando para las ciudades”, añade. “No sirven de nada los inventos que las ciudades y sus residentes no desean”.
A medida que los resultados se tornen visibles, Costa e Silva pretende promover campañas públicas destinadas a evitar que los residentes arrojen desperdicios en los ríos, ya que ahora, los carteles de educación ambiental no surtirían efecto, pondera, frente a la actual desmoralización de los ríos. Y los habitantes de São Paulo ya se movilizan para revalorar los arroyos y ríos de la ciudad. A comienzos de 2013, la geógrafa Janaina Yamamoto Santos, directora del núcleo de patrimonio cartográfico del Archivo Público, participó en una marcha después del Carnaval que recorrió el trayecto cubierto del arroyo de Água Preta, en el barrio de Pompeia.
El río Tamanduateí ‒conocido también como Sete Voltas y utilizado en el siglo XVII por los habitantes de la por ese entonces villa de São Paulo para transportar ladrillos, lozas, frutas y cereales, en canoas de madera‒ actualmente corre entubado bajo Avenida do Estado, una de las más áridas de la ciudad de São Paulo. “El Tamanduateí podría contar con bicisendas y árboles, pero tan sólo es una cloaca, y de lo más fea. ¿Por qué tiene que ser así?”, plantea Jorge. “Todos aceptan que São Paulo debe ser necesariamente fea, pero no es así. Ahora podemos conciliar el desarrollo urbano con la estética”.
Proyecto
Implementación de la tecnología de sistemas de informaciones geográficas (SIG) en investigaciones históricas (13/ 05444-4); Modalidad Ayuda Regular al Proyecto de Investigación; Coordinador Luis Antonio Coelho Ferla – Unifesp; Inversión R$ 51.907,60.
Artículos científicos
JORGE, Janes. Rios e saúde na cidade de São Paulo, 1890-1940. História e Perspectivas. v. 25, n. 47, p. 103-24. 2012.
JORGE, Janes. São Paulo das enchentes, 1890-1940. Histórica. n. 47, p. 103-24. 2012.
KANTOR, Iris. Mapas em trânsito: projeções cartográficas e processo de emancipação política do Brasil (1779-1822). Araucaria. v. 12, n. 24, p. 110-23. 2010.
CUNHA, D.G.F. et al. Resolução Conama 357/2005: análise espacial e temporal de não conformidades em rios e reservatórios do estado de São Paulo de acordo com seus enquadramentos (2005–2009). Engenharia Sanitária e Ambiental. v. 18, n. 2, p. 159-68. 2013.
MARTINELLI, L.A. et al. Levantamento das cargas orgânicas lançadas nos rios do estado de São Paulo. Biota Neotropica. v. 2, n.2, p. 1-18. 2002.