NELSON PROVAZIPresionados para producir conocimiento y publicarlo en revistas especializadas, los investigadores brasileños son desafiados constantemente demostrar una habilidad que va más allá del talento científico: la capacidad para escribir en forma lógica y correcta, y en inglés, que es el lenguaje de la ciencia. Pero la novedad surge en el crecimiento de la oferta de servicios e iniciativas destinados a prestar ayuda a los investigadores en esa labor, bajo la forma de workshops organizados por especialistas, servicios de traducción y revisión, y software capaz de dar forma a los artículos científicos.
El ejemplo que mejor representa esa tendencia quizá sea el de la empresa Publicase, que, además de ofrecer servicios de traducción y revisión de artículos, también creó talleres y cursos de capacitación para orientar a investigadores interesados en poner sus hallazgos en el papel. La empresa tiene como socias a las biólogas Marcia Triunfol Elblink y Andrea Kaufmann-Zeh, quienes trabajaron como investigadoras en el exterior y luego se encauzaron en la comunicación científica. A comienzos de la década pasada, actuaron como editoras, respectivamente, de las revistas Science y Nature. Publicase fue creada en 2007 y ya prestó servicios para muchas instituciones. Actualmente, con el apoyo de la FAPESP, se encuentra promoviendo un serie de workshops en las universidades de São Paulo (USP) y Estadual de Campinas (Unicamp).
En sus cursos, un pequeño grupo de investigadores pasa una semana abocado en la tarea de escribir un artículo. Trabajamos con dos o tres alumnos dedicados a cada paper. Comenzamos un lunes y para el viernes ya está escrito el artículo. En general son manuscritos que se hallaban guardados, dice Andrea. El trabajo se presenta en dos planos: en la organización estratégica del texto y en la corrección en inglés. Notamos que la cuestión principal no tiene que ver con el inglés, sino con la argumentación del artículo. Discutimos, entonces, cómo tornarlo interesante para buscar la publicación de más alto impacto, dentro de los límites de su propio contenido, afirma. Un obstáculo común, según Andrea, remite a una discusión existencial: ¿cuál es, finalmente, el cuestionamiento de aquel paper Mucha gente no logra definir con claridad cuál es su cuestionamiento, expresa. Nuestro trabajo consiste en rescatar y resaltar la relevancia de las preguntas y de los resultados. Denominamos a eso marketing científico, define. En los workshops, con una duración más breve, Publicase ofrece un arsenal de pistas al respecto de, por ejemplo, el formato adecuado para cada tipo de artículo o el modo de escoger la publicación que ostente el mayor prestigio posible. Según Andrea, un paper con una gran novedad permite soñar con revistas de gran impacto. Pero si el paso dado por el investigador, aunque sea interesante, es pequeño, puede valer la pena elegir un formato sobrio. La solución puede estar dada por producir el denominado short communication y apuntar toda la atención en el hallazgo. De esa manera, resulta más fácil cautivar al editor, dice.
La máxima atribuida a Ernest Hemingway, según la cual un escritor debe suprimir todo lo superfluo y enfocarse en lo esencial, ayuda a prevenir accidentes en la redacción científica. Un pecado común apuntado por las socias de Publicase es la utilización de lo que ellas denominan frases suicidas en los artículos. Aparecen cuando el autor decide mencionar que otros artículos ya han arribado a la misma conclusión. Si el editor percibe que no hay ninguna novedad, no se interesará, dice Andrea. Resulta más productivo mencionar la fortaleza del artículo. Por ejemplo, que realizó los experimentos con enfermos y no con voluntarios sanos como se describe en artículos anteriores. La farmacéutica-bioquímica Flávia Paina, quien acaba de doctorarse en la Facultad de Ciencias Farmacéuticas de Ribeirão Preto de la USP, contrató a Publicase para traducir al inglés un artículo sobre los efectos de dos antibióticos en el sistema hematológico de ratones. Las sugerencias de cambios redujeron el tamaño del texto. Me recomendaron que retirara las referencias sin relación directa con mi hallazgo. No lo medí, pero tuve la sensación de que el artículo quedó un 30% más breve, afirma Flávia, que ya remitió el artículo a una revista.
Otra pista está relacionada con la carta destinada al editor, una especie de tarjeta de presentación anexada al artículo. Resulta común, según Marcia Triunfol Elblink, que los autores traten a la tarjeta de manera lacónica o burocrática. Es un error, porque la carta puede ayudar a salvar un artículo de ser archivado, dice. El autor puede poner de relieve el resultado de una investigación de manera más coloquial y audaz de lo que lo hace en el artículo, afirma. La carta también puede evitar que el artículo caiga en manos de un revisor prejuicioso. El investigador puede solicitar que el paper no sea enviado para su evaluación por competidores o contrarios, citándolos, dice Marcia. Fabio Klamt, docente de bioquímica de la Universidad Federal de Río Grande do Sul, quedó impresionado con la carta de presentación que Marcia le ayudó a reescribir, para un artículo que su grupo publicó en la revista Cancer. El texto hacía una poderosa defensa de mi hallazgo y el artículo fue aceptado para su publicación, afirma. Yo había escrito: este es el trabajo con el siguiente título, muchas gracias. Ella me sugirió una forma más audaz: a sus lectores les agradará el artículo, pues dice lo siguiente… El artículo trataba sobre el desarrollo de un marcador molecular para el cáncer de pulmón. El paper más importante en la carrera de Klamt, según su evaluación, no es el de la revista Cancer, sino uno anterior publicado en la Nature Cell Biology, que fue el resultante de un doctorado que realizó en Estados Unidos. En aquella ocasión contó con la ayuda de su supervisora norteamericana. Ahora solicitó los servicios de Publicase.
El mercado de servicios para autores de artículos científicos crece en todo el mundo. Desde 2008, Nature Publishing Group (NPG), la editora que publica la revista Nature, dispone de un servicio de edición de papers. El NPG Language Editing se encuentra dividido en dos categorías. En el servicio oro, el texto es retrabajado por dos editores expertos en el tema y revisado por otros dos profesionales. En el servicio plata, existe al menos un editor en el proceso. NPG no realiza traducciones, y deja en claro que el servicio no implica compromiso de aceptación del artículo por parte de las revistas de la editorial. Otro ejemplo es la empresa norteamericana American Journal Experts (AJE), que reúne una red de doctores en varios campos del conocimiento. AJE comenzó a operar en 2004, poniendo el énfasis en la edición, traducción y revisión de artículos escritos por investigadores que no tienen el inglés como lengua materna. Actualmente presta servicios más amplios, tales como la recomendación de periódicos acordes por cada tipo de artículo, y hasta una simulación de peer review, en la cual el paper se somete a la evaluación de un especialista que intenta anticipar las críticas que pudiera realizar el revisor. Nuestras recomendaciones permiten que el autor realice cambios en el manuscrito y aumente sus posibilidades de aceptación, afirma Lisa Pautler, directora de AJE. La empresa traduce manuscritos en seis idiomas, aunque de las traducciones de portugués a inglés son las más solicitadas, según Lisa. Los textos son traducidos por un editor especialista en el rubro y luego revisados por otro investigador que tiene el inglés como lengua nativa. Elsevier, una de las mayores editoriales de libros y revistas científicas, con sede en Holanda, creó un programa internacional de workshops para editores de revistas científicas y también para autores de artículos, llevado a varios países. Estos eventos forman parte de una colaboración de Elsevier con las instituciones de investigación clientes, dice Ana Heredia, editora de publicaciones científicas de Elsevier en Brasil. Sólo durante el año pasado, promovió esos workshops en Costa Rica, Panamá, Colombia, Perú, Chile, Uruguay y Brasil.
En las universidades estadounidenses resulta común que los grupos de investigación se encuentren asesorados por expertos en redacción científica, que los ayudan a dar formato a artículos, mejorar traducciones, preparar figuras y organizar referencias. Emilio Moran, director del Centro Antropológico para la Capacitación e Investigación en Cambios Climáticos Globales de la Universidad de Indiana, revela que la ayuda de una profesional encargada incluso de redactar la versión final de los artículos científicos, ha sido de gran importancia para la productividad de su grupo. Ella ayuda en varios frentes, tales como la parte gramatical y la revisión del inglés, aunque resulta común que tome el borrador redactado por el investigador con sus ideas generales y lo transforme en un artículo científico, dice Moran, quien ya llegó a compartir los servicios de esa redactora hasta con el Nobel de Economía de 2009, Elinor Ostrom, docente de la Universidad de Indiana. Aquél que produce mucho termina por no disponer del tiempo suficiente como para cuidar de los detalles de la preparación de un artículo. Los servicios de apoyo no eximen a los investigadores de aprender a escribir. El propio Moran es docente de una asignatura que exige que los alumnos de posgrado, como trabajo final, redacten un proyecto verdadero para su presentación ante las agencias de fomento.
NELSON PROVAZILas universidades norteamericanas están invirtiendo en writing centers y oficinas de edición, iniciativas destinadas a ayudar, desde a los alumnos de carrera de grado interesados en desarrollar el talento de la escritura hasta a los investigadores que procuran aumentar sus posibilidades de publicación. Entre las motivaciones, existe la preocupación por formar profesionales con mayor autonomía para la argumentación de ideas en un texto científico en inglés, que incluso es el idioma nativo de muchos de los que recurren a los servicios de estos centros, afirma Sonia Vasconcelos, investigadora del Programa de Educación, Gestión y Difusión en Biociencias del Instituto de Bioquímica Médica de la Universidad Federal de Río de Janeiro y autora de una tesis doctoral que versa sobre la barrera del idioma en la comunicación científica.
En Brasil, este tipo de iniciativa comienza a florecer, pero por ahora se encuentra restringida al problema más apremiante que es la traducción y revisión del inglés. Éste es el caso de Espacio de la Escritura de la Unicamp, una oficina creada en 2006 para ayudar a los investigadores de las áreas de humanidades e ingenierías en la publicación de trabajos en otros idiomas. Ya se han traducido y revisado mediante la intervención de la oficina, un total de 1.007 trabajos. Existía el diagnóstico de que investigadores de las áreas de física, química y medicina publicaban bastante en el exterior y no necesitaban ayuda. Nuestro enfoque eran las áreas con menor inserción internacional, expresa Alcir Pecora, docente de teoría literaria de la Unicamp y coordinador del Espacio de la Escritura. El saldo del trabajo fue bastante positivo en las carreras de ingeniería. La Facultad de Ingeniería de Alimentos responde por un 23% de los artículos traducidos, seguida por la Facultad de Ingeniería Agrícola, con el 14%. Para el campo de las humanidades y ciencias sociales el resultado fue más moderado. La profesora Antonia Bankoff, de la Facultad de Educación Física de la Unicamp, y usuaria del Espacio de la Escritura, alaba la agilidad en las traducciones. Logré publicar más y colocar una mayor cantidad de estudios en congresos internacionales, afirma.
Los dos empleados de la oficina capacitados para ayudar a los investigadores en la selección de buenas revistas sólo realizan este trabajo según demanda. Quisiéramos hacer más, pero la evaluación de la calidad de las traducciones monopoliza nuestro tiempo, afirma Pecora. La Unicamp prepara refuerzos en la estrategia de perfeccionar las habilidades de redacción científica de los investigadores. Este año, ofrecerá nuevos workshops con Publicase y un seminario con Carl Schwarz, director de la editorial Elsevier, dirigidos a estudiantes de posgrado. La intención es ampliar las iniciativas para un público cada vez mayor dentro de la universidad, dice Edgar de Decca, vicerrector de la Unicamp.
La USP prepara un programa de gran alcance para ayudar a los investigadores a publicar más y mejor. Según Sueli Mara Soares Pinto Ferreira, directora técnica del sistema Integrado de Bibliotecas (SIBi), la iniciativa constará, en principio, de dos frentes. Uno será la promoción, en colaboración con la Prorrectoría de Investigación, de siete workshops durante este año, organizados por Publicase. El segundo será la oferta de herramientas informáticas capaces de ayudar a los investigadores en la organización de la bibliografía de su artículo y darle formato, por ejemplo En el futuro, la USP adquirirá software que ayuden a los editores de revistas científicas de la universidad en la detección de plagios, además de automatizar el flujo editorial y generar estadísticas de acceso y descargas. También ofrecerá servicios de traducción y revisión gramatical, aparte de la creación de un writing center. Y, cuando todo se encuentre implementado, invertiremos también en herramientas que nos ayuden a medir el impacto de la producción científica generada por estas iniciativas, expresa Sueli.
La Universidad Estadual Paulista (Unesp) elaboró en el marco de su programa de internacionalización un pliego que ofrece ayuda económica continua para la revisión y traducción de artículos, y el eventual pago de tarifas de publicación en revistas científicas internacionales y en congresos. La iniciativa comenzó en 2001 y, desde entonces, alrededor de 200 docentes utilizan la ayuda cada año. De los dos mil artículos traducidos o revisados, un 75% tuvo aceptación para publicación. Según el profesor Erivaldo da Silva, quien coordina el programa en la Prorrectoría de Investigación de la Unesp, el 90% de las traducciones o revisiones corresponde al inglés. Dentro del universo de pedidos, el 65% obedece a traducciones completas y el 35% a revisiones. Los pedidos de traducción completa provienen principalmente de las ingenierías y humanidades, mientras que en áreas tales como la física y la química son más comunes los pedidos de revisión, afirma. Carlos Alberto Sampaio Barbosa, docente del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias y Letras de Assis, utilizó un monto en ese marco para traducir al español un capítulo de un libro sobre la repercusión de la Revolución Mexicana en Brasil. El impacto de una publicación en inglés o español resulta mucho mayor. Y en mi área, pocos colegas del exterior leen en portugués, afirma.
La utilización de servicios de traducción y revisión del idioma es común entre los investigadores brasileños, ya que las incorrecciones en el texto suelen servir como argumento para el rechazo de artículos, independientemente de su mérito. Carlos Eduardo Ambrosio, docente de la Facultad de Zootecnia e Ingeniería de Alimentos de la USP, en Pirassununga, ya ha utilizado los servicios de Publicase y de American Journal Experts para realizar revisiones en inglés de sus artículos científicos. Esto tiene un doble objetivo: evitar cuestionamientos al respecto de la corrección de la lengua y ayudarlo en su trabajo de editor de la revista científica nacional Pesquisa Veterinária Brasileira. Resulta beneficioso que un nativo del idioma inglés marque los errores. Muchas veces los editores no lo hacen y nos quedamos sin saber si hubo un error o fue un prejuicio, afirma. Ambrosio realizó parte de su maestría en Estados Unidos y sigue estudiando inglés. Pero todavía cometo errores, afirma. Hay personas a las que no les gusta hablar de eso, pero yo no conté con una educación bilingüe. Es una realidad brasileña. Aquéllos que se expresan correctamente en inglés, en general, es porque tuvieron la posibilidad de pasar una buena temporada en el exterior. Por eso pretendo realizar posdoctorado en el exterior, afirma el investigador, quien a sus 34 años es libre docente de la USP y obtuvo una beca del programa Jóvenes Investigadores en Centros Emergentes, por parte de la FAPESP.
Pero las traducciones esmeradas y argumentaciones concisas no son suficientes, tal como se puede imaginar, para transformar un manuscrito repetitivo o equivocado en algo publicable. Gilson Volpato, docente del Instituto de Biociencias de la Unesp de la localidad de Botucatú, autor de varios libros sobre redacción científica y administrador de cursos y talleres en ese campo desde 1986, llama la atención sobre ciertos vicios de la comunidad científica brasileña que comprometen la calidad de la producción en varios cambos. El problema comienza en los proyectos de investigación. Si un proyecto no es innovador y no cuenta con una base teórica sólida, es imposible generar luego artículos con alto impacto, asevera el profesor, quien dictó un curso online sobre redacción científica en el portal de la Unesp. La calidad científica requiere de ideas novedosas, robustez metodológica, resultados evidentes y una presentación impecable, pregona Volpato.
El profesor sostiene que algunas revistas nacionales, aun cuando salen publicadas en inglés, divulgan artículos de baja calidad, y eso obstaculiza el aprendizaje de los jóvenes autores. Las revistas brasileñas deben dar un salto de calidad. En ciertas áreas son respetables. Pero en otras se publican artículos con muestras vagas, conclusiones erróneas y datos regionales que no serían aceptados en otros lugares. Lo más preocupante, dice Volpato, es la denominada cultura de la repetición. He visto a un director de tesis sugerir a un alumno no estudiar un determinado tema porque no existía nada publicado al respecto. Se carece de una cultura emprendedora en la ciencia brasileña, en lo que hace a la búsqueda de lo novedoso y lo desconocido, asegura el profesor. Según él, los investigadores sólo serán exitosos si intentan publicar en revistas internacionales. Y deben escribir en inglés, dado que, en portugués, lo leerá poca gente, y el investigador no recibirá críticas de científicos de renombre, que es lo que hace que su trabajo se perfeccione, concluye.
Hago mías sus palabras
Cuando el plagio se relaciona con la dificultad para redactar
Los casos recientes de plagio científico, en general se encuentran asociados con la mala conducta y la presión por publicar a cualquier costo, pero existe al menos una parte del problema que se vincula con la carencia de habilidad de los investigadores para redactar. En 2007, un caso de plagio involucrando un artículo publicado en la revista Nature lo puso en evidencia. Los acusados, un grupo de científicos turcos, se defendieron en la propia Nature argumentando que copiaron, en efecto, fragmentos de textos extraídos de otros trabajos en inglés, pero no consideraban haber cometido plagio. Sostuvieron que los tramos copiados se emplearon para la introducción del artículo, no para las conclusiones. Para aquéllos como nosotros, que no cuentan con el inglés como lengua nativa, el uso de bellas frases publicadas en otros estudios para la introducción de nuestros textos no es inusual, dijo Ihsan Yilmaz, uno de los autores del estudio.
Si bien hay poco espacio para la discusión cuando el plagio está vinculado con la copia de datos, se ingresa en un terreno difuso cuando se trata de un préstamo textual en un artículo científico. De manera genérica, se considera que una referencia a un texto de otra persona debe estar destacada entre comillas. O se utiliza una paráfrasis, que consiste en la explicación de la idea de otro con las propias palabras en un idioma que no es el suyo. Eso sucede a menudo con los chinos, cuya estructura lingüística es muy diferente de la anglosajona, afirma Sonia Vasconcelos, estudiosa de los plagios científicos, que abordó el problema, en el mes de diciembre pasado, durante el 1º Encuentro Brasileño sobre Integridad en la Investigación Científica y Ética en Publicaciones, realizado en Río de Janeiro y en São Paulo. En la dificultad para escribir, y temerosos de tergiversar la idea original, muchos investigadores se vuelven esclavos de las palabras de otro. Aparte de la exposición indeseable que una posible acusación por plagio puede acarrear a para esos autores, muchos de ellos terminan convirtiéndose en escritores académicos dependientes de la expresión y copiadores del modelo de argumentación de otros. Sonia remarca que el establecimiento de reglas y la utilización de software para la detección de copias de tramos, tal como realiza la mayoría de las revistas científicas, no resultan suficientes para prevenir el problema. Necesitamos formar investigadores que cuenten con autonomía para argumentar en su propio idioma y en inglés, ya sea en el contexto de publicaciones o no. En Brasil, el fortalecimiento del desarrollo de esa habilidad en nuestros alumnos constituye también una cuestión de soberanía, afirma. En un artículo publicado en enero, los especialistas en ética Elizabeth Heitman, de la Universidad Vanderbilt, y Sergio Litewka, de la Universidad de Miami, sugieren que los científicos norteamericanos modifiquen su estrategia de prevención de plagios para los trabajos de alumnos extranjeros que no dominan perfectamente el inglés. La sugerencia es que aboquen esfuerzos para ejercitar las habilidades de redacción de los estudiantes, en lugar de divulgar normativas, solamente.
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