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Ciencia

Escultores de paisajes

Estudios recientes muestran la importancia de los terremotos ocurridos en los últimos10 mil años en la formación del relieve brasileño

A comienzos del mes de mayo, se registraron tres temblores de tierra en Caruaru, estado de Pernambuco. Fueron movimientos telúricos de pequeñas proporciones – el más intenso alcanzó una magnitud de 3,1, en una escala que va hasta el 9 – y no asustaron tanto como los verificados al final de los años 80 en João Câmara, Río Grande do Norte. Durante cuatro años, entre 1986 y 1989, los 30 mil habitantes de esa ciudad sintieron que el suelo se balanceaba, como consecuencia de una sucesión de alrededor de 40 mil terremotos. En esa secuencia, la más espectacular ya registrada en Brasil, dos temblores alcanzaron el grado 5, liberando una energía equivalente a la de la bomba atómica de Hiroshima, y dañaron alrededor de 4 mil casas.

Esa serie de temblores sepultó el mito de que Brasil está libre de sufrir terremotos – se registran en el país en promedio entre 80 y 90 temblores por año, casi todos de un grado inferior a 4 – y originó estudios que comprueban que los temblores – o como dicen los geólogos, los sismos – más recientes, sucedidos en los últimos 10 mil años, interfieren en la definición de las formas del relieve de una manera tan intensa como los fenómenos climáticos, principalmente la lluvia y el viento, que causan erosión. Esos sismos pueden haber sido tan decisivos para esculpir las sierras, mesetas y llanuras del país como las intensas variaciones climáticas de la época de las glaciaciones, en el período geológico conocido como Cuaternario, iniciado hace 1,8 millones de años.

El trabajo más reciente sobre las consecuencias de los terremotos acaecidos en Brasil en los últimos tiempos fue publicado en marzo en la revista Geomorphology. En ese artículo, tres investigadores paulistas – Claudio Riccomini, del Instituto de Geociencias de la Universidad de São Paulo (USP), y May Modenesi-Gauttieri y Silvio Hiruma, ambos del Instituto Geológico de São Paulo – demuestran que los sismos sucedidos hace entre 10 mil y 3 mil años contribuyeron para moldear las formas actuales de la región más elevada del estado de São Paulo: la Sierra da Mantiqueira, una cadena montañosa de 320 kilómetros de longitud que se extiende por el sur de Minas Gerais y de Río de Janeiro.

En esa misma época, los terremotos, causados por el movimiento de los bloques rocosos que forman la corteza terrestre – una delgada capa de entre 5 y 40 kilómetros de espesor, que constituye la superficie del planeta -, originaron también un conjunto de 136 lagos en el río Doce medio, en la región del Parque Estadual del Río Doce, en Minas Gerais. Y a lo largo del litoral, en una franja situada entre Río de Janeiro y la desembocadura del río Amazonas, elevaron o rebajaron hasta en 3 metros los riscos o acantilados – paredones de piedra que se yerguen frente al mar.

Las investigaciones sobre las causas y las consecuencias de los terremotos provocaron también un cimbronazo conceptual: llevaron a los especialistas a revisar la concepción sobre la real actividad de las áreas consideradas geológicamente estables, como la parte oriental de América del Sur, en donde está Brasil. Se creía que esas porciones de las placas tectónicas – los bloques rocosos que forman la corteza terrestre – estaban exentos de terremotos, por estar sometidas a poca compresión. Pero no lo están. El geólogo Francisco Hilário Bezerra, de la Universidad Federal del Río Grande do Norte (UFRN), recogió evidencias de que los temblores de magnitud 7 alcanzaron el nordeste, justamente en los márgenes pasivos de los continentes, de 10 mil años para acá, en la última etapa del Cuaternario, llamada Holoceno.

Bezerra y un geólogo inglés, Claudio Vita-Finzi, del University College, de Londres, consolidaron la idea de que pueden producirse sismos en esas áreas del litoral brasileño, en un artículo publicado en julio de 2000 en otra revista conceptuada del área: Geology. La datación de sedimentos en el litoral del nordeste brasileño indicó que hubo allí un intenso movimiento de la corteza terrestre en una fase más remota, hace 5 millones de años, al final del período Terciario, y en otra más reciente, entre 6.700 y 2.900 años atrás, ya en el Holoceno.

Riesgos
Una vez desactivado el mito de que los márgenes pasivos no son precisamente calmos, se hace más ostensible el riesgo de se produzcan temblores intensos, pese a que Brasil está lejos de estar en una situación comparable a la de Japón o a la de la costa oeste de Estados Unidos, áreas de riesgo mucho mayor, por encontrarse sobre márgenes activos (áreas de colisión) de las placas tectónicas. “El peligro de que se produzcan temblores más intensos en Brasil es estadísticamente bajo”, tranquiliza el sismólogo Jesus Berrocal, del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas (IAG) de la USP, uno de los centros de seguimiento de sismos existentes en Brasil. Los dos movimientos más intensos registrados hasta ahora en Brasil sucedieron en 1955, uno en Mato Grosso, con una magnitud 6,2, y otro en el litoral de Espírito Santo, a 300 kilómetros de Vitória, de grado 6,1 – ambos habrían sido catastróficos si hubieran alcanzado regiones habitadas.

Pero ni siquiera los investigadores imaginaban que la tierra pudiera temblar tanto por aquí. “El riesgo de sismos es mayor de lo que creíamos”, reconoce Bezerra, que hace más de cinco años estudia el fenómeno en el litoral nordeste, la región más pasible de sismos: se estima que en dicha región puede producirse un terremoto de grado 4 entre los próximos tres y diez años, mientras que en el sudeste la probabilidad se diluye en un plazo mayor, entre diez y 15 años. “No existen motivos para alarmar a la población, pero las grandes obras de ingeniería deben tener en consideración este hecho”, advierte el investigador. Dependiendo de la actividad sísmica de una región, puede ser necesario planear carreteras o hidroeléctricas con estructuras reforzadas o incluso evitar la ocupación humana.

Allaoua Saadi, del Instituto de Geociencias de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), verificó en Brasil que no son pocas las regiones críticas en las cuales generalmente nacen los terremotos, las llamadas fallas o fisuras geológicas – los temblores son causados por el movimiento de bloques rocosos (tectonismo) justamente en esas regiones de fallas. En 2000, en el marco del primer relevamiento nacional de esas fallas, parte de un mapeamiento de las estructuras tectónicas activas del planeta, Saadi identificó 48 fisuras, algunas de éstas de centenas de kilómetros de extensión y concentradas a lo largo del río Amazonas, y también en el nordeste y en el sudeste.

Pero, ¿por qué esas fallas, que se encuentran en una región de margen pasivo, han estado tan activas? Riccomini atribuye esa reactivación de fallas geológicas muy antiguas, formadas hace más de 540 millones de años, en una época reciente, de 10 mil años en adelante, al movimiento de la placa tectónica sobre la cual se encuentra Brasil. El fenómeno se debe, según el investigador, al empujón de la placa sudamericana – que contiene al continente – hacia el oeste, impulsado por la apertura del espacio del Océano Atlántico, que comenzó hace 130 millones de años, con la separación del continente de África, y que aún continua.

Durante estos 10 mil años, el borde este del continente sudamericano, que se extiende kilómetros océano adentro, también se volvió más pesado a causa de la acumulación de sedimentos llevados hacia el mar por ríos y vientos. En el punto en el que el borde del continente se encuentra con el fondo del océano, sigue produciéndose un continuo enfriamiento del fondo del Atlántico, lo que aumenta la densidad de la región. Juntos, esos dos factores provocaron una especie de efecto sube y baja, que hace que tramos del margen continental bajo el océano se hundan y que bloques de la corteza en la parte inmersa del continente suban.

Sumados, estos factores hicieron que la meseta de Campos do Jordão, ubicada entre las ciudades de São Paulo y Río de Janeiro, temblara fuertemente tres veces durante el Holoceno. Según Riccomini, el primero de los movimientos de la corteza en la región se produjo hace 10 mil años. Los bloques de roca que forman el fondo de la Tierra también se movieron en algún momento, hace entre 8 mil y 5 mil años, en cuanto que la tercera sacudida debe haberse producido hace tan solo 3 mil años. Estos temblores causaron desplazamientos en el suelo de hasta un metro.

Acción combinada
El trabajo de los investigadores paulistas consolida la idea de que ese movimiento de placas fue tan esencial para definir el relieve de la región como las grandes variaciones climáticas del Cuaternario, en los últimos 1,8 millones de años. Pese a que la conclusión parece obvia, no siempre ha sido así. “Hubo un período en el cual se puso mucho énfasis en los cambios climáticos del Cuaternario para explicar el modelado del paisaje”, dice la geógrafa May Modenesi-Gauttieri, del Instituto Geológico, que estudia la región de Campos do Jordão desde los años 80. “Los geomorfólogos no ignoraban la tectónica, pero, en esa fase, se olvidaron de ella.”

Geólogos y geomorfólogos, cuando resolvieron trabajar juntos, concluyeron que las formas del relieve actuales resultan de la acción conjunta del clima y el movimiento de la corteza en los últimos milenios. En la meseta de Campos do Jordão, el tectonismo y el clima ayudaron a esculpir, por ejemplo, las escarpas, inclinaciones situadas en la falda de los cerros, alineadas a lo largo de las fallasgeológicas, y los ríos en forma de gancho, cuyos cursos sufrieron un desvío abrupto, por causa de una interrupción en el relieve, y adquirieron una trayectoria que se asemeja a la letra “u”.

May observó hace más de 20 años los primeros indicios de la existencia de movimiento reciente de bloques en la región. El relieve exhibía marcas propias, como las estructuras semicirculares que se forman en las laderas de los cerros y que se parecen a los anfiteatros romanos – llamados por eso anfiteatros colgantes. Cubiertas por bosques de araucarias (Araucaria angustifolia) y de pino bravo (Podocarpus lambertii), esas áreas se diferencian de la vegetación de los campos, que predomina en las porciones planas del terreno y en la cima de las elevaciones. May encontró también cerros con cuestas en forma de triángulo, conocidas como facetas triangulares. Esas señales, no obstante, eran insuficientes para probar la sospecha de que el tectonismo reciente había ayudado a modelar las formas del relieve, que podrían ser producto tanto de la acción de agentes climáticos como del movimiento de la corteza. Un indicio más fuerte, la presencia de ríos en forma de gancho, como el Ribeirão Galvão, fue un elemento más para sostener esa hipótesis; empero faltaba la prueba cabal.

La comprobación solamente llegó a mediados de la década del 90, cuando May y el geólogo Silvio Hiruma ya se sintieron con datos morfológicos abundantes, pero debiendo aún profundizar los estudios en neotectónica. Fue entonces cuando contactaron a Riccomini, que había constatado neotectonismo en la cuenca sedimentaria del Valle do Paraíba do Sul al final de los años 80. Al analizar un área de 220 kilómetros cuadrados, en São José dos Alpes, al este de Campos do Jordão, los descubrimientos se sucedieron rápidamente. Mediante la medición de las fallas geológicas, la determinación de las direcciones de las fuerzas que actúan sobre éstas – los llamados regímenes de esfuerzos – y la datación de sedimentos, los investigadores verificaron que este fenómeno, finalmente confirmado, no debe restringirse a la meseta: según Riccomini, el tectonismo reciente afectó a un área mucho mayor, que incluye el Valle del río Doce medio, que comprende parte de Minas Gerais, Río de Janeiro y una franjaquese extiende hasta el sur de São Paulo.

Mudó también la explicación del surgimiento de los lagos del Parque Estadual del Río Doce, situados 20 metros por encima del nivel del río y sin conexión con el sistema fluvial, vistos hasta hace poco como resultado de la influencia de las alternancias climáticas del Cuaternario, que comenzó hace 1,8 millones de años. El geólogo Cláudio Mello, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), realizó el relevamiento de los movimientos sísmicos y las fallas de la región, juntó estos con los datos geomorfológicos y concluyó: los movimientos de la ladera ocurridos hace cerca de 9.500 años fueron el principal factor que influyó en el encajonado de los lagos de Minas Gerais.

“El movimiento reciente de fallas de la región originó los lagos”, afirma Mello. En esa época se produjeron en el litoral nordestino una o dos secuencias de temblores intensos que irguieron o hundieron hasta 3 metros los paredones de roca que forman frente al mar. Bezerra, que caracterizó este fenómeno, no ve razón para creer que otras áreas de la costa e incluso del interior hayan sido ‘perdonadas’ por las sacudidas de la Tierra.

EL PROYECTO
Neotectónica en la Meseta de Campos do Jordão
Modalidad
Línea regular de auxilio a la investigación
Coordinador
Claudio Riccomini – Instituto de Geociencias/USP
Inversión
R$ 26.298,74

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