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Financiación

Esfuerzo comprometido

Una investigación pone en evidencia la disminución de las inversiones en estudios sobre el cáncer en Brasil

Muestras de tejido para la identificación y el análisis de tumores

Léo Ramos Chaves

Los recursos públicos invertidos en Brasil en la investigación sobre el cáncer prácticamente se duplicaron entre 2007 y 2012, al trepar de 37,6 a 62,1 millones de dólares. Desde entonces, no obstante, esos montos comenzaron a menguar y, en 2016, llegaron a 38,4 millones de dólares. Estas cifras aparecen en un estudio que llevaron a cabo investigadores de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) y del Instituto Nacional del Cáncer (Inca), de Río de Janeiro, con base en del Ministerio de Salud, de organismos federales y estaduales de financiación de la investigación científica y de la plataforma Lattes, donde se encuentran reunidos los currículums de los científicos del país, con información sobre sus líneas de investigación.

En total, Brasil invirtió entre 2007 y 2016, 489 millones de dólares en 7.622 proyectos de investigación en oncología, que movilizaron a 3.068 científicos. La distribución de estos recursos se concentró mayoritariamente en los estados del sudeste del país. “Es posible que esto se deba a la alta concentración de centros de excelencia en investigación del cáncer en la región y a la amplia oferta de mano de obra científica calificada”, destaca la enfermera oncológica Cecília Ferreira da Silva, de la División de Investigación Clínica y Desarrollo Tecnológico del Inca, una de las autoras del estudio, que salió publicado en la revista Journal of Cancer Policy. El buen desempeño del sudeste también está relacionado con la actividad de las fundaciones estaduales de apoyo a la investigación científica (FAP, en portugués) de la región, que han invertido algo más de 354 millones de dólares en estudios sobre el cáncer durante ese período; un 72,6 % de la financiación total (véase el mapa).

Alexandre Affonso

En ese marco, la FAPESP cumplió un papel destacado, ya que fue responsable del 65,1 % del gasto total nacional. Las universidades de São Paulo fueron las que más recursos recibieron. De las 8.565 ayudas de investigación que se concedieron en el período, 1.950 incluían a científicos vinculados a la Universidad de São Paulo (USP), 672 a la Universidade Estadual Paulista (Unesp), 564 a la Universidad de Campinas (Unicamp) y 405 a la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp). En lo que concierne a la financiación federal, el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) se destacó en la inversión en estudios de la región sur, mientras que el Departamento de Ciencia y Tecnología (Decit), del Ministerio de Salud, cumplió un papel preponderante en la región norte.

Casi la mitad del total de la financiación se destinó a investigaciones sobre los fenómenos biológicos y moleculares generales asociados al cáncer. “Se trata de trabajos de investigación básica y estudios no clínicos con linajes celulares, centrados en los procesos biológicos vinculados al desarrollo de tumores, la reparación del ADN o el perfil mutacional de las células cancerosas”, explica Ferreira da Silva. El porcentaje destinado a los estudios del cáncer de mama, uno de los que registra mayor incidencia en Brasil, fue del 9,7 %. El cáncer de cuello uterino, el tercero en frecuencia entre las mujeres brasileñas, fue el noveno en la lista de asignación de recursos para la investigación (véase la tabla).

Alexandre Affonso

Para la bioquímica Vilma Regina Martins, ex superintendente de investigación del A.C.Camargo Cancer Center de São Paulo, los resultados revelan un desajuste entre el destino de los recursos y la epidemiología del cáncer en el país, además de un panorama preocupante de subfinanciación de los estudios al respecto de esta enfermedad. “Las investigaciones en oncología básica son fundamentales para poder entender cómo aparecen, evolucionan y se propagan los tumores, e investigar moléculas que podrían resultar en nuevos fármacos y biomarcadores, mientras que las investigaciones clínicas nos ayudan a adaptar los fármacos existentes y a desarrollar técnicas quirúrgicas y procedimientos que luego puedan utilizarse para mejorar el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad”, comenta. “Esto debe hacerse teniendo en cuenta el tipo de tumores más frecuentes en el país y las características socioeconómicas de las poblaciones más afectadas”.

Los autores del estudio ahora están trabajando para recabar cifras sobre el nivel de financiación de las investigaciones sobre el cáncer en Brasil desde 2016 en adelante. “La información referente a las inversiones en este campo está fragmentada en varios organismos de financiación y el acceso público a esos datos es muy limitado”, resalta Ferreira da Silva. Sin embargo, la investigadora no descarta la posibilidad de que esta situación se haya agravado en los últimos años, debido a la disminución progresiva de los recursos federales y estaduales para ciencia, tecnología e innovación (CT&I) en el país. Los registros del Fondo de Salud (CT-Salud), creado en 2001 para financiar la capacitación tecnológica en áreas de interés del Sistema Único de Salud (SUS) y estimular la inversión privada en investigación y desarrollo (I&D), las actualizaciones tecnológicas de la industria brasileña de equipamiento médico-hospitalario y la difusión de nuevas tecnologías que amplíen el acceso de la población a los bienes y servicios en materia de salud, ayudan a dimensionar este problema. En seis años, el presupuesto del fondo ha registrado una caída del 993 %, que lo ha llevado de 36,9 millones de reales en 2015 a 2,42 millones de reales en 2021.

En los últimos años ha seguido aumentando en Brasil la incidencia del cáncer, algo que era de esperarse, a raíz del aumento de la expectativa de vida y el envejecimiento de la población. Se registraron 600.000 casos de cáncer anuales en 2018 y 2019, lo que representa un aumento del 22,6 % en comparación con el bienio 2010-2011, según los datos del Inca. Las estimaciones para el trienio 2020-2022 apuntan 625.000 casos nuevos por año, pero es posible que ese incremento sea superior, ya que la pandemia ha comprometido el seguimiento de la enfermedad en el país. “Como consecuencia de las disposiciones que restringieron la circulación y el aislamiento social, mucha gente ha dejado de realizar exámenes preventivos, lo que eleva el riesgo de diagnóstico de la enfermedad en fases más avanzadas”, subraya Martins. Los datos del Radar del Cáncer indican que hubo una disminución de un 50 % en el número de exámenes de rastreo y diagnósticos de tumores realizados vía SUS entre marzo y diciembre de 2020, en comparación con el mismo período de 2019. También se verifica una reducción de un 48,4 % en las mamografías de seguimiento y de un 25,9 % en las de diagnóstico, entre marzo y diciembre de 2020, con respecto a 2019.

El gobierno impulsó algunas estrategias en el pasado reciente con el propósito de involucrar a más investigadores en los estudios oncológicos, tales como la Red Nacional de Investigación Clínica del Cáncer y la Red Nacional de Desarrollo de Medicamentos contra el Cáncer, ambas en 2011. También generó mecanismos alternativos de financiación. En 2013, el Ministerio de Salud comenzó a implementar el Programa Nacional de Apoyo a la Atención Oncológica (Pronon), que les permite a las empresas destinar el 1 % del impuesto sobre la renta a proyectos científicos, capacitación y prestación de servicios médicos en instituciones de investigación y hospitales filantrópicos (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 269).

Pese a estos esfuerzos, una investigación realizada en 2019 por científicos del Inca reveló que la infraestructura de investigación en oncología no es objeto de inversiones sustanciales desde finales de la década de 1990. Ellos analizaron el conjunto de los recursos asignados a proyectos de investigación e innovación en el área de la salud entre 1998 y 2013 por la Financiadora de Estudios y Proyectos (Finep): de los 989 millones de reales aportados en el período, tan solo 12,5 millones fueron orientados a iniciativas en el campo del cáncer. Los autores también evaluaron el monto destinado al desarrollo y la modernización de los laboratorios de investigaciones en salud en el país. De los 3.000 millones de reales invertidos en ese lapso, solamente el 0,46 % se utilizó para sostener la infraestructura en el campo de la oncología. “Brasil aún afronta dificultades para innovar en este sector”, dice la bioquímica Veronica Aran, del Instituto Estadual del Cerebro Paulo Niemeyer, una de las autoras del estudio que también fue publicado en la revista Journal of Cancer Policy.

El médico André Brunetto, coordinador de investigación científica del Instituto del Cáncer Infantil de Rio Grande do Sul, explica que estas dificultades son producto de los obstáculos estructurales que van más allá de la capacidad nacional de financiación. “Los aportes a los estudios sobre el cáncer realizados en el pasado han sido importantes pues permitieron la conformación de grupos de excelencia e impulsaron el crecimiento de la producción científica nacional”, dice. “Ese esfuerzo cooperó para un aumento del impacto de los estudios nacionales y para ampliar la inserción de los científicos brasileños en colaboraciones internacionales”. A su juicio, el hecho de que los trabajos producidos en las universidades no evolucionen a fases más avanzadas se debe, en gran medida, a la escasa actividad de I&D en la materia en el sector privado del país, a causa de los altos costos y riesgos para el desarrollo de nuevos medicamentos, la escasa oferta de capitales de riesgo, el largo tiempo que requiere alcanzar la madurez en los proyectos de I&D y la exigua experiencia en el campo de la innovación tecnológica. “Brasil cuenta con científicos calificados y con algunos centros de excelencia en investigación sobre el cáncer, pero la escasa actividad industrial en este segmento dificulta las innovaciones. No hay manera de desarrollar nuevas estrategias de tratamiento sin las empresas farmacéuticas”.

El físico José Fernando Perez, presidente de Recepta Biopharma, una empresa de biotecnología centrada en el desarrollo de compuestos con potencial para combatir tumores, subraya que el mercado internacional de tratamientos contra el cáncer, hoy en día está dominado por los biofármacos, creados a partir de procesos biológicos. Perez explica que el desarrollo de estas drogas lleva años y la inversión necesaria suele ser elevada. Así y todo, el éxito no está asegurado. Es un proceso lleno de incertidumbre. “Es algo muy diferente a la construcción de un avión, por ejemplo, que se basa en conceptos muy afianzados”, dice el físico, quien fuera director científico de la FAPESP entre 1993 y 2005. “Puede que se susciten problemas técnicos, pero con una buena ingeniería, el avión volará. Es posible que no haya ventas, pero volará. Es decir, existe un riesgo comercial, pero no un riesgo tecnológico”. Esto no es lo que sucede con los nuevos fármacos. “Se puede contar con los mejores científicos trabajando en los laboratorios de mayor excelencia, y aun así podría ser que el compuesto no funcione, sea nocivo para la salud humana o incluso que no cumpla las exigencias de las agencias reguladoras. Muchos de estos problemas pueden aparecer cuando ya se han gastado millones”. Todo esto tiende a desalentar a las empresas nacionales, dice. “Las multinacionales pueden atenuar esa incertidumbre invirtiendo en varios proyectos a la vez. Los pocos que funcionan cubren los costos de los que fracasan. Para hacer esto se necesita dinero y experiencia en I&D, y este no es el caso de las empresas brasileñas”.

Un dato que ayuda a ilustrar algunas de las barreras estructurales y dificultades de gestión de la innovación que enfrenta Brasil en este campo es la cantidad de solicitudes de patentes depositadas en el Instituto Nacional de la Propiedad Intelectual (Inpi) entre 1998 y 2013, relativas a innovaciones químicas y biotecnológicas en materia de prevención y tratamiento del cáncer. Aran y su equipo verificaron 503 pedidos presentados en ese período, pero las organizaciones con sede en Brasil son responsables de tan solo un 9,5 % de ellos, siendo las instituciones educativas y de investigación públicas las principales proponentes. “El resto corresponde a empresas extranjeras”, resalta Aran. Para el médico Roger Chammas, de la Facultad de Medicina de la USP, los datos demuestran que no existe una política nacional de CT&I en el área del cáncer. “Lo poco que se aplica se diluye, porque no hay prioridades de investigación o proyectos estratégicos centrados en las características particulares de la enfermedad en el país”.

A juicio de los investigadores, esta situación profundizará todavía más la dependencia brasileña del mercado externo, especialmente en lo que se refiere a los medicamentos contra la enfermedad. En 2020, la empresa farmacéutica Pierre Fabre, la única que comercializa el busulfán en Brasil, anunció que dejaría de producir el fármaco en el país. Este medicamento es esencial para el tratamiento de pacientes con tumores hematológicos que requieren trasplantes de médula ósea. Tras la movilización de sociedades médicas y civiles, la empresa farmacéutica y el laboratorio Otsuka anunciaron que han puesto en marcha un proceso para garantizar el acceso al fármaco hasta mediados de 2022. Para Ferreira da Silva, la escasa inversión en investigación e innovación en bienes y servicios en materia del cáncer también se traducirá en un aumento de los gastos del SUS para el tratamiento de los tumores. “Estos prácticamente se han duplicado en la última década, pasando de 316 a 638 millones de dólares entre 2008 y 2019”.

Artículos científicos
SILVA, C. F., LIMA, L. B. y OSORIO DE CASTRO, C.G.S. Government funding of cancer research in Brazil. Journal of Cancer Policy. v. 30, p. 1-6. ago. 2021.
AVELLAR, O. W. et al. Cancer research in Brazil: Analysis of funding criteria and possible consequences. Journal of Cancer Policy. v. 20, p. 1-5. jun. 2019.

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