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Laboratorios

Esfuerzo fragmentado

Un diagnóstico realizado por el Ipea muestra que la infraestructura de investigación en Brasil es fruto de la inversión reciente, pero que está atomizada

030-034_Infraestrut Pesquisa_232-01Un estudio pionero sobre la situación de la infraestructura de investigación científica en Brasil, elaborado por el Instituto de Investigación Económica y Aplicada (Ipea, por sus siglas en portugués), se publicará en forma de libro durante el segundo semestre. De acuerdo con este diagnóstico, en el cual se analizó una muestra de 1.760 laboratorios distribuidos por distintas partes de Brasil, existe una cantidad importante de instalaciones de tamaño modesto y una escasez de grandes laboratorios orientados a múltiples usuarios o que puedan dar cuenta de desafíos ambiciosos. La cantidad total de investigadores trabajando en esas instalaciones asciende a 7.090, con un promedio de tan sólo cuatro individuos por laboratorio. Desde el 46% de éstos se informó que sus aparatos costaban sumados menos de 250 mil reales. Y tan sólo un 5% declaró un patrimonio superior a  los 5 millones de reales.

Pero no debe imaginarse que esta estructura es de larga data o que está obsoleta. La mayor parte de los laboratorios (el 56,7%) iniciaron sus actividades en los años 2000. “Este dato está relacionado con un ciclo reciente de inversiones”, dice Fernanda de Negri, coordinadora de la investigación, en referencia a los fondos sectoriales de ciencia y tecnología creados en 1999. Uno de ellos, el CT-Infra, dio origen al programa Proinfra, coordinado por la Financiadora de Estudios y Proyectos (Finep), que invirtió 2 mil millones de reales en la construcción de laboratorios y la instalación de equipos entre 2003 y 2011. Y los laboratorios se están actualizando. Más del 70% informó haber recibido inversiones hace menos de cinco años, y un tercio hace menos de un año.

“Lo que existe es un problema de escala”, afirma De Negri. “La inversión en laboratorios se concretó de manera bastante atomizada, debido a una demanda que es propia de las universidades. He escuchado a docentes universitarios decir: hubo un concurso y entró un nuevo doctor. Necesitamos construirle un laboratorio”, dice la investigadora, vinculada a la Dirección de Estudios y Políticas Sectoriales de Innovación del Ipea. A su juicio, la excesiva atomización se convierte en un problema para el futuro de la investigación en Brasil. “El enfoque de las políticas públicas debe recaer sobre la construcción de grandes estructuras de investigación. Estamos enviando al exterior una cantidad creciente de doctorandos y posdoctores, que cuando regresan necesitan grandes laboratorios para seguir haciendo investigación de punta. Con algunas excepciones, no disponen de eso actualmente”, afirma.

El Laboratorio Nacional de Luz Sincrotrón, en Campinas: se encuentra en construcción una nueva fuente

EDUARDO CESAREl Laboratorio Nacional de Luz Sincrotrón, en Campinas: se encuentra en construcción una nueva fuenteEDUARDO CESAR

La premisa del trabajo del Ipea apunta que una buena infraestructura constituye un factor determinante para la producción de conocimiento e innovación. Entre las referencias analizadas despuntan 40 laboratorios nacionales de Estados Unidos, estructuras que funcionan con el concepto de big science, con equipos numerosos, grandes presupuestos e instalaciones robustas para afrontar retos de investigación situados en la frontera del conocimiento. En 2012 contaron con un presupuesto de 17.500  millones de dólares.

La muestra que estudiaron los investigadores del Ipea se concentró en las áreas de ingenierías, ciencias exactas y de la tierra, agrarias, biológicas y de la salud. Las instituciones con la mayor cantidad de laboratorios analizados fueron la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), la Universidad de São Paulo (USP), la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y la Universidad de Campinas (Unicamp). Instalaciones orientadas a las ciencias humanas y sociales, aunque lleven la denominación de laboratorios, fueron descartadas, pues implican más inversión en personal que en infraestructura. La concentración regional es notable, con un 57% de los laboratorios en el sudeste y un 23% en el sur. Sólo el 13% de los dirigentes de las instituciones clasificó a sus instalaciones como “avanzadas y compatibles con las mejores del exterior”, en tanto que el 22% las consideró “avanzadas para los estándares brasileños, pero distantes de las del exterior”. Muchos laboratorios (el 69%) actúan como prestadores de servicios, pero esa actividad es esporádica. A lo que más del 80% se dedica en forma continua es a la investigación científica. Menos del 20% recibió a investigadores de empresas en 2012. Las principales fuentes de financiación mencionadas, según el volumen de recursos, fueron Petrobras, Finep y las fundaciones de apoyo a la investigación científica (FAPs) de los estados brasileños.

Laboratorio de Integración y Pruebas del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales, en São José dos Campos: más 14 mil metros cuadrados de área

LÉO RAMOSLaboratorio de Integración y Pruebas del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales, en São José dos Campos: más 14 mil metros cuadrados de áreaLÉO RAMOS

La crisis económica del país y el ajuste fiscal que efectuó el gobierno no proyectan una ampliación del presupuesto para grandes instalaciones de investigación. Los resultados preliminares del estudio inspiraron el diseño del programa Plataformas do Conocimiento, presentado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MCTI) el año pasado (lea en  Pesquisa FAPESP, edición nº 222), pero aún es embrionario. “Para aumentar su financiación, la ciencia debería mostrarle resultados más concretos a la sociedad. Y esto resulta difícil, dada la atomización actual de los recursos”, evalúa Fernanda de Negri. A juicio del físico Antonio José Roque da Silva, docente de la USP y director del Laboratorio Nacional de Luz Sincrotrón (LNLS), vinculado al MCTI, no existe oposición entre la inversión en grandes y pequeños laboratorios, aunque los recursos para infraestructura son limitados. “Las investigaciones requieren laboratorios de distintas escalas, de manera complementaria”, afirma. “Podemos referirnos a tres escalas: los pequeños laboratorios, casi individuales o pertenecientes a pocos grupos; los laboratorios intermedios y multiusuarios, que atienden a universidades y regiones, y las grandes instalaciones, tales como sincrotrones o fuentes de neutrones, para la realización de trabajos diferenciados”. La decisión sobre la inversión en grandes laboratorios, dice, depende de la capacidad económica y de la estrategia de cada país.

José Roque se encuentra al frente de un desafío: la construcción de una nueva fuente de luz sincrotrón bautizada Sirius, que será una de las primeras de cuarta generación en el mundo y demanda una financiación por valor de 1.300 millones de reales. Sirius abrirá una nueva frontera para la realización de estudios referentes a estructura atómica de materiales. Está previsto que el primer haz de luz comience a operar en 2018. “Por ahora todo marcha dentro del cronograma”, dijo Roque, quien recibió una señalización de que el proyecto es prioritario.

Laboratorio Central de Tecnologías de Alto Desempeño (LaCTAD), de la Unicamp: equipos multiusuarios reunidos en una misma dirección

EDUARDO CESARLaboratorio Central de Tecnologías de Alto Desempeño (LaCTAD), de la Unicamp: equipos multiusuarios reunidos en una misma direcciónEDUARDO CESAR

El LNLS opera con un modelo similar al de los laboratorios nacionales de Estados Unidos: el gobierno es el dueño de los laboratorios y la operación no está a cargo de personal del sector público, sino de una organización independiente, con flexibilidad para planificar, contratar y despedir. Este modelo también se utiliza en Europa, en fuentes de luz sincrotrón tales como Soleil, de Francia, y Diamond, del Reino Unido. Otra semejanza con los laboratorios nacionales estadounidenses es que el LNLS atrajo hacia los alrededores de su acelerador a otras instalaciones orientadas hacia estudios en biocombustibles, nanotecnología y biociencias, que aprovechan la estructura de investigación ya instalada y pueden trabajar en sinergia. “Cuando el gobierno estadounidense lanzó su programa de nanotecnología, los cinco centros del Departamento de Energía se instalaron en laboratorios nacionales”, dice José Roque.

Otro proyecto señalado como prioritario para el gobierno federal es la ampliación do Laboratorio de Integración y Pruebas (LIT) del Inpe, que insumirá 260 millones de reales hasta 2019. Creado hace 27 años, el LIT dispone de un conjunto de instalaciones para montar, integrar y probar satélites artificiales. De entrada, el laboratorio estaba capacitado para probar satélites de hasta 200 kilos. A comienzos de los años 2000, fue ampliado para recibir satélites de hasta 2 toneladas como los de la serie Cbers (satélites sino-brasileños de recursos terrestres). Y ahora las instalaciones de 22 mil metros cuadrados serán ampliadas en alrededor de 14 mil metros cuadrados para probar satélites de hasta 6 toneladas como los de la familia Satélites Geoestacionarios de Defensa y Comunicaciones Estratégicas (SGDC). El primero de esta serie se le adquirió a un fabricante europeo y se lanzará en 2016, pero el segundo SGDC, con previsión de lanzamiento para 2021, será montado y probado en el LIT.  “Nuestra preocupación consiste en mantener la capacidad brasileña en pruebas de satélite. La edad promedio de nuestros servidores es de 54 años y muchos saldrán de servicio en breve”, dice Geilson Loureiro, jefe del LIT. Cien profesionales, entre personal de planta, becarios y pasantes, trabajan actualmente en el laboratorio.

José Antonio Brum, docente del Instituto de Física Gleb Wataghin, de la Unicamp, advierte que es necesario dividir el desafío de crear laboratorios más robustos en dos vertientes. “Una cosa es la big science. La creación de grandes laboratorios con aparatos diferenciados requiere un gran vigor económico, pero puede dotar a Brasil de una capacidad que no tiene y abrirle nuevas fronteras a la comunidad científica”, dice Brum, quien fue director general de la Asociación Brasileña de Tecnología de Luz Sincrotrón (ABTLuS), una organización social que operó el LNLS y laboratorios asociados durante el período 2001-2009. “Otra cosa es montar facilities, laboratorios multiusuarios que contemplan demandas más amplias y diversificadas de la investigación, con aparatos con un alto nivel de sofisticación, tales como microscopios electrónicos, espectrómetros de masas y secuenciadores de una generación más reciente”, explica. Los laboratorios multiusuarios, acota Brum, sirven para organizar el destino de los recursos y asegurar que distintos investigadores tengan acceso a aparatos y que sus investigaciones se tornen competitivas internacionalmente. “Brasil no creará 10 fuentes de luz sincrotrón, pero puede tener varias grandes facilities que contemplen demandas locales.”

Brum es coordinador adjunto del Programa de Equipos Multiusuarios (EMU) de la FAPESP, que entre 1998 y 2014 invirtió alrededor de 140 millones de dólares en aparatos de uso compartido. Tanto en la inversión en big science como en facilities, afirma Brum, Brasil está atrasado y perdura aún en el país la mentalidad de suministrarles equipos a grupos individuales. “Agencias financiadoras como la FAPESP están intentando romper con eso, financiando la compra de aparatos para múltiples usuarios y exigiendo contrapartidas a las instituciones y a las universidades, tales como la garantía de contar con personal calificado para la operación de los laboratorios”. Aparte  de contar con personal calificado, la FAPESP también les exige a las universidades contrapartidas relacionadas con el seguro y el mantenimiento de los equipos, la construcción de instalaciones y la existencia de un plan de gestión.

El 45% de los directivos de instalaciones consideró adecuada la formación de sus investigadores y el 20% inadecuada. En tanto, la evaluación del personal técnico y administrativo tuvo un desempeño mejor: el 69% clasificó como apropiada la cantidad de profesionales y el 72% hizo lo propio en cuanto a la calidad. Tal evaluación favorable contrasta con lo que se considera uno de los grandes cuellos de botella en lo concerniente a la expansión de la infraestructura de investigación: la formación de recursos humanos con alta calificación, capacitados para operar aparatos y también para la gestión de los laboratorios.

El Laboratorio Central de Tecnologías de Alto Desempeño (LaCTAD) de la Unicamp constituye una excepción a esta regla. Esta facility, inaugurada en 2013 y dotada de aparatos destinados a investigaciones en genómica, bioinformática, proteómica y biología celular, cuenta con un equipo de investigadores cuya función no consiste en producir conocimiento, sino en operar los aparatos y ayudar a los usuarios del laboratorio a efectuar el diseño de sus experimentos. La líder del equipo es Sandra Krauchenco, doctora en Bioquímica de la Unicamp. “Krauchenco y los cuatro coordinadores de área del LaCTAD, si bien son investigadores, no son evaluados de acuerdo con la métrica tradicional de la ciencia. No importa si publican papers, pero sí interesa que brinden un servicio de alta calidad”, dice Paulo Arruda, docente del Instituto de Biología de la Unicamp, quien coordina el LaCTAD. La gestión del laboratorio, que funciona ininterrumpidamente, requiere una planificación constante. El laboratorio presta servicios para usuarios de cualquier parte del país y cobra por ello. En el pliego del Programa de Equipos Multiusuarios emitido en 2009, la FAPESP innovó al inducir la formación de facilities. El LaCTAD fue uno de los ejemplos. La Fundación invirtió 5,5 millones de reales en la compra de los aparatos, mientras que la construcción del edificio y la contratación de personal estuvieron a cargo de la universidad.

Roger Chammas, docente de la Facultad de Medicina de la USP y coordinador de la Red Premium (acrónimo de Programa Red de Equipos Multiusuarios), considera que este cambio en el abordaje de los recursos humanos resulta crucial para la transición hacia una estructura de facilities y grandes laboratorios. “El investigador brasileño desea contar con aparatos sólo para utilizarlos, no para tener estatus o porque se estila así. Lo hace para defenderse”, afirma. “Es una manera de asegurarse que contará con un equipo funcionando a la hora de hacer sus experimentos. Sin personal técnico especializado que debería provenir de las universidades, los aparatos pueden romperse si quedan habilitados para otros usuarios”. La Red Premium cuenta con un modelo peculiar de organización del uso de equipos multiusuarios. No dispone de una instalación física centralizada, tal como el LaCTAD. La red, que percibió recursos de la FAPESP para varios laboratorios, cuenta con aparatos distribuidos por 26 instalaciones de la FM-USP, utilizados de manera compartida. El acceso está centralizado virtualmente en un sitio en internet, donde se realizan todas las solicitudes de servicios. Chammas admite que el uso de los aparatos por parte de múltiples usuarios es aún desigual en la FM-USP. “Algunos laboratorios están adaptados adecuadamente. Pero en otros aún existen dificultades para operar en ese esquema.”

Otra facility cuya creación surgió como consecuencia del pliego de 2009 de la FAPESP fue el Centro de Facilidades de Apoyo a la Investigación Científica (Cefap) de la USP, que funciona en el Instituto de Ciencias Biomédicas. En 2009, dicho centro recibió alrededor de 4 millones de dólares de la FAPESP destinados a la compra de los aparatos, y atiende a usuarios de instituciones de todo el estado. Con siete empleados y un gerente, un contingente insuficiente como para operar los aparatos de manera continua, el Cefap apunta a organizar el uso de la infraestructura planteando obligaciones y derechos al coordinador del equipamiento y a los usuarios, que deben estar habilitados. El enfoque es la figura del “superusuario”, un investigador capacitado para operar los aparatos sin ayuda. Otra estrategia consiste en la creación del Cefap-Pluma, una estructura virtual que apunta a integrar al centro otros aparatos distribuidos por laboratorios del ICB. “Nuestra cultura sigue siendo la de no tener un laboratorio de uso múltiple, sino de atomizar las inversiones en diversas instalaciones”, dice Carlos Menck, docente del ICB y coordinador del Cefap. “La idea del Cefap-USP consiste en romper con esa cultura, de manera tal que los investigadores tengan acceso a grandes equipamientos de prestación de servicios o multiusuarios.”

El estudio del Ipea saldrá publicado en forma de libro durante el segundo semestre. La obra detallará la situación de la infraestructura de investigación en los sectores aeronáutico, de defensa, agropecuario, de tecnología de la información, de salud y de petróleo.

Instituciones con mayor compromiso

Agencias de EE.UU. y del Reino Unido exigen contrapartidas económicas para invertir en equipos

Agencias de fomento tales como la estadounidense National Science Foundation (NSF) o los Research Councils do Reino Unido (RCUK) les exigen contrapartidas económicas a las instituciones de investigación científica para financiar la compra de equipos. En el caso del programa de aparatos destinados a investigaciones de multiusuarios de la NSF, que es la principal organización de apoyo a la investigación básica de Estados Unidos, las instituciones y las universidades deben aportar el 30% de la propuesta, que puede llegar a un valor de 4 millones de dólares y contemplar la compra o el desarrollo de aparatos. Los RCUK, que congregan a siete consejos, cada uno de ellos responsable del apoyo a la investigación en un determinado campo del conocimiento, alteraron las reglas de fomento a la compra de equipos en 2011, y desde entonces les exigen mayores contrapartidas económicas a las instituciones. El Biotechnology and Biological Sciences Research Council (BBSRC), por ejemplo, ofrece financiación del 50% a lo sumo del valor de aparatos que cuesten entre 10 mil y 135 mil libras esterlinas (entre 48,5 mil y 656 mil reales). En el caso de aparatos por valores superiores a 135 mil libras esterlinas, el BBSRC prioriza la financiación de equipos multiusuarios y también divide los costos mitad y mitad con las instituciones. Pero puede acordar en financiar hasta el 100% en casos excepcionales, cuando la adquisición pueda incrementar la capacidad de atender necesidades estratégicas importantes de la comunidad científica vinculada al BBSRC.

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