Imprimir Republish

Historia

Estancia breve, permanencia larga

Estudios exploran los impactos culturales y sociales de la ocupación francesa de la bahía de Guanabara

De autoría y fecha desconocidas, la obra intitulada La France Antarctique autrement le Rio Janeiro forma parte de la colección de la Biblioteca Nacional de Francia

Biblioteca Nacional de Francia, en París

Breve, atribulada y adversa, la experiencia colonial francesa en la bahía de Guanabara, entre 1555 y 1567, es una nota de pie de página en la historia de la expansión europea. En Brasil, se la recuerda, sobre todo, porque la reconquista del territorio llevada adelante por los colonizadores portugueses dio paso a la fundación de la ciudad de Río de Janeiro en 1565. Empero, la colonia denominada Francia Antártica, al mando del vicealmirante Nicolas Durand de Villegagnon (1510-1571), tuvo repercusiones mucho más duraderas: fue un preludio de las guerras religiosas que inflamarían Europa en las décadas posteriores, abonó el imaginario occidental sobre los pueblos aborígenes, provocó que los intelectuales europeos se cuestionasen su propio mundo y dejó un vasto legado de representaciones iconográficas y de relatos.

Con el aporte de historiadores, musicólogos, lingüistas y expertos de otras disciplinas, el libro intitulado França Antártica: Ensaios interdisciplinares [Francia Antártica. Ensayos interdisciplinarios] (Unicamp, 2020) examina ese legado múltiple para encuadrar este breve episodio de la historia de Brasil en un contexto más amplio que el relato de la reconquista portuguesa. ¿Qué representó para los pueblos originarios? ¿Cómo se relaciona con lo que ocurría en Europa y con la expansión colonial? ¿Cómo afecta la perspectiva actual sobre la formación del país? “Excepto por la fundación de Río de Janeiro, la ocupación portuguesa en América no habría sido muy diferente si no hubiera franceses en Guanabara”, sostiene la historiadora del arte Maria Berbara, del Departamento de Historia y Teoría del Arte de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (Uerj) y una de las organizadoras de la obra. “De cualquier manera, la colonia de Francia Antártica legó un enorme repertorio de textos, imágenes, ideas y conceptos que contribuyeron a configurar la imagen de Brasil y de toda América”.

Los relatos sobre el Nuevo Mundo, editados por el grabador belga Theodor de Bry (1528-1598), que circulaban entre el público europeo del siglo XVI, eran un gran éxito de ventas, en buena medida, porque estaban presentadas de manera que resonaba con el modo de pensar y percibir el mundo de los europeos de la época. Por ejemplo, las ilustraciones del paisaje brasileño de algunos de los documentos de ese entonces –como el mapa estampado en la portada del libro– son claramente coincidentes con las representaciones del Jardín del Edén de las ediciones impresas de la Biblia que circulaban. “Eran innumerables los panfletos en circulación, con un éxito de público abrumador. Uno de los motivos radica en que esos textos indagaban en temas por entonces muy sensibles, como la religiosidad”, dice Berbara. “El propio Villegagnon redactó un panfleto, También existen cartas, como las de los jesuitas. El relato de Hans Staden [1525-1576], que se ubica un poco más al sur, fue muy leído”.

Francia Antártica fue un preludio de lo que iba a suceder en el continente europeo

Las principales obras literarias del siglo XVI sobre Francia Antártica son las del fraile franciscano y cosmógrafo francés André Thevet (1502-1590) y el expedicionario y pastor calvinista Jean de Léry (1536-1613). En 1557, Thevet publicó Les singularitez de la France antarctique, donde relataba su breve experiencia como capellán de Villegagnon. Como cosmógrafo, el fraile registraba las características de las tierras descubiertas por los viajeros y su obra La Cosmographie universelle, de 1575, contiene párrafos importantes sobre Brasil. En 1578, en gran medida para contradecir lo que consideraba “falsedades” del católico Thevet, el protestante Léry publicó Histoire d’un voyage fait en la terre du Brésil (Historia de un viaje a la tierra del Brasil). La obra es pródiga en descripciones del modo de vida de los indígenas, incluyendo el lenguaje tupí, la música –tema de uno de los capítulos del libro–, las costumbres y la pintura corporal.

Según Sheila Hue, docente del Instituto de Letras de la Uerj y otra de las organizadoras del libro junto con Berbara y Renato Menezes, la reconstrucción de ese caleidoscopio de sentidos de Francia Antártica es posible porque en los textos europeos puede encontrarse mucho más que una mera proyección de sus propias ideas. “También había una mirada documental, basada en la experiencia, que convivía con la descripción de los territorios con referencias clásicas y medievales. La carta de Pero Vaz de Caminha (1450-1500), por ejemplo, contiene una descripción minuciosa de la pintura corporal indígena. André Thevet transcribe las oraciones cristianas en lengua tupí y ofrece una especie de guía de conversación que aporta información valiosa sobre la vida de aquellos pueblos”, comenta.

Wikimedia Commons Americae tertia pars, ilustración del relato de Hans Staden realizada por Théodore de Bry en 1592Wikimedia Commons

La empresa
La tala y el embarque de los troncos de árboles de palo brasil era prácticamente la única actividad económica de importancia en el actual territorio brasileño en 1555, cuando un grupo de franceses desembarcó en la por entonces denominada por los aborígenes isla  de Serigipe, en la costa sur de la bahía de Guanabara, más tarde rebautizada en homenaje a Villegagnon, y construyeron allí el fuerte de Coligny, así llamado en honor al almirante Gaspard de Coligny (1519-1572), quien había costeado la operación. Otros 300 franceses llegaron a ese emporio en 1557, incluyendo a un grupo de calvinistas, entre los cuales se encontraba Léry.

Aunque era un excelente puerto natural y pese a su topografía propicia para la construcción de defensas militares, Guanabara tenía entonces poca importancia en los dominios portugueses de América, donde habían fundado tres ciudades: Salvador, Olinda y São Vicente. Aun así, los súbditos de Sebastião de Portugal (1554-1578), a las órdenes del gobernador general Mem de Sá (1500-1572), batallaron para tomar el territorio a partir de 1560.

Al igual que en otras partes del continente, en la guerra que se entabló en Guanabara se superpusieron dos frentes de conflicto. Al tiempo que los pueblos europeos se disputaban la primacía sobre el territorio al que habían llegado algunas décadas antes, los pueblos autóctonos se batían entre sí por las tierras de sus antepasados.

La superposición de intereses dio lugar a alianzas intercontinentales que a veces fueron duraderas. La bahía de Guanabara era el hogar de dos ramas de los aborígenes tupinambás: los tamoios y los temiminós. Los primeros habían conquistado parte del territorio de los segundos unos años antes. En la década posterior, liderados por Arariboia (?-1589), los temiminós regresaron y derrotaron a sus rivales, mientras que los portugueses vencieron a los franceses entre 1560 y 1567. Arariboia es considerado el fundador de la ciudad de Niterói.

THEVET, A. Les Singularitez De La France Antarctique, Autrement Nommée Amerique, & De Plusieurs Terres & Isles Decouuertes De Nostre Temps Un grabado de 1557, atribuido a Bernard de Poisduluc, que forma parte de la obra Les singularitez de la France Antarctique, de André ThevetTHEVET, A. Les Singularitez De La France Antarctique, Autrement Nommée Amerique, & De Plusieurs Terres & Isles Decouuertes De Nostre Temps

La expedición francesa violaba el Tratado de Tordesillas, firmado en 1494, a través del cual, el papado concedía a la Corona portuguesa las tierras de esa costa. Las incursiones de piratas y comerciantes eran moneda corriente desde hacía décadas, atraídos por el lucrativo comercio de la madera de palo brasil, que se utilizaba para la fabricación de tinturas para telas. Los beneficios eran tan elevados que, en 1550, la ciudad normanda de Rouen recibió a Enrique II, rey de Francia, con una representación teatral del intercambio con los tupinambás, que incluía la presencia de algunos individuos de esta etnia traídos en barcos desde la bahía de Guanabara.

Sin embargo, en esta flagrante ruptura diplomática hubo algo más que una mera cuestión comercial. “¿Por qué la violación del Tratado de Tordesillas fue algo tan grave? Porque representó mucho más que una disputa entre ambos reinos. Ese documento había sido firmado bajo la egida de la Iglesia Católica, siendo promulgado por el papa Julio II en 1506”, señala Berbara. “En plena crisis de la Reforma Protestante, y anticipándose a los años terribles de guerras que supondrían un baño de sangre para Europa en las décadas siguientes, algunas cuestiones como el comercio del palo brasil indican cómo las divisiones políticas y económicas están conectadas con las religiosas”.

El material revela que Francia Antártica fue un preanuncio de lo que estaba por sobrevenir en el continente europeo, apunta el historiador Ronaldo Vainfas, profesor de historia jubilado de la Universidad Federal Fluminense (UFF) en el prefacio de la obra. Las disputas en torno al dogma de la transustanciación, según el cual, la hostia y el vino se convierten en la carne y la sangre de Cristo, generaron un conflicto violento entre los católicos y los protestantes que habitaban la isla. Para sentar su postura al respecto, cuatro calvinistas instalados en el fuerte de Coligny redactaron en 1558 un documento denominado “Confesión de fe de Guanabara”, el primer texto protestante escrito en Brasil. A continuación, previo al abandono del emporio comercial que había fundado, Villegagnon llegó a expulsar a algunos hugonotes (la rama francesa del calvinismo) del fuerte. Para escapar de la persecución y de los ataques portugueses, los grupos de calvinistas se asentaron en el continente, conviviendo con la población local.

La conexión de Villegagnon con la religión es dudosa. De formación católica, fue un caballero de la Orden de Malta. Sin embargo, era amigo del protestante Juan Calvino (1509-1564) y colaboró con los hugonotes en varias oportunidades. “La figura de Villegagnon es controvertida y los relatos que lo mencionan, incluso los de la época en que vivió, son divergentes. Algunos se refieren a él como católico, otros, como protestante, y hay quienes dicen que se convirtió de católico a protestante y viceversa”, sintetiza Hue.

Biblioteca Nacional La fundación de la ciudad de Río de Janeiro en el grabado a color de Antônio Firmino MonteiroBiblioteca Nacional

La experiencia en Guanabara sería, al cabo, un prototipo a pequeña escala de la división en que se sumiría el territorio francés en las décadas siguientes y muchos de los que habían sido parte del episodio en Brasil se verían involucrados. Las disputas religiosas en el país se extendieron desde 1562 hasta 1598, y su episodio más conocido es la masacre de San Bartolomé, en 1572, cuando al menos 5.000 hugonotes, incluyendo al almirante Coligny, fueron asesinados por las hordas católicas en París y en sus alrededores. “Francia Antártica es un microcosmos que deja en evidencia los problemas conceptuales e ideológicos que signaron las décadas venideras en Europa. Es como un baúl, del cual podemos extraer ejemplos e indicios”, dice Berbara.

Así como el bando francés se desgarró con los conflictos respectivos a la Reforma, la lucha de los portugueses para asegurarse la posesión de la bahía de Guanabara también se emprendió como una guerra religiosa.

Se la podría considerar como la punta de lanza de la Contrarreforma, pero las crónicas portuguesas de la época presentan ese escenario como una continuidad de las guerras de conquista del propio territorio portugués, emprendidas desde el siglo XII contra los árabes, que continuaron en el norte de África hasta la derrota en la batalla de Alcazarquivir, en 1578. Pese al catolicismo de muchos de los seguidores de Villegagnon, a los ojos de los combatientes lusos eran herejes e infieles. “Hay una cierta trasposición de la narrativa de la reconquista de la península ibérica con la conquista de Río de Janeiro, en la cual se necesita expulsar a los enemigos de la cristiandad, que ya no son los moros, en este caso, sino los franceses. En otras capitanías, el enemigo, visto como un obstáculo para la colonización, son los indígenas”, señala Hue. “En los textos portugueses puede reconocerse el mismo tono de las crónicas sobre las batallas contra los moros: la lucha contra el demonio, en esta ocasión encarnado por el enemigo francés. El proyecto de la reconquista de Guanabara surge de la Corona y también de la Iglesia, como puede verse en la íntima alianza entre el gobernador general, Mem de Sá, y los jesuitas, como Manoel da Nóbrega (1517-1570) y José de Anchieta (1534-1597)”.

“Las cartas de Da Nóbrega y De Anchieta revelan claramente la narrativa portuguesa”, continúa Hue. La religiosidad fue un elemento central, siempre articulada con la política: la ciudad de São Sebastião do Río de Janeiro recibió este nombre no solo en alusión al santo, sino también al por entonces rey de Portugal, Sebastião I. “Era la manera de encomendar la fundación de la ciudad a la protección del monarca. Río nacería bajo la tutela directa de la Corona portuguesa”, dice. En la campaña contra los franceses también aparece el relato de un milagro atribuido a San Sebastián. En la Batalla de las Canoas, donde los tamoios y los franceses atacaron a los portugueses y sus aliados temiminós, el santo se les habría aparecido a los portugueses, indicándoles que saldrían victoriosos. “Las narraciones de este episodio parecen imitar un párrafo de la fundación del reino portugués: el milagro de Ourique, donde Jesucristo se habría manifestado al rey Afonso Henriques (1109?-1185), en 1139”, dice.

The British Library Detalles del mapa de la costa brasileña a partir de 12 miniaturas de mapas que figuran en Boke of idrography, producido por Jean Rotz en 1542The British Library

Antropofagia
La ampliación de la perspectiva sobre Francia Antártica también ofrece una nueva mirada al respecto de un tema recurrente en los escritos de ese período: la antropofagia, que impresionó a los primeros europeos que arribaron al territorio brasileño. En 1580, con su ensayo intitulado De los caníbales, el filósofo Michel de Montaigne (1533-1592), ahonda en la costumbre tupinambá de comerse a los enemigos vencidos. Pero la referencia sudamericana sirve a un propósito más amplio: ese fue uno de los primeros textos que cuestionaron la tendencia a juzgar como mero salvajismo el modo de ser de otros pueblos. Montaigne sugiere que considerar al extranjero como bárbaro es tan solo una de las maneras en que el europeo reafirma su convicción de ser civilizado, obliterando todo lo oscuro de su propia cultura.

Así, los relatos y la iconografía que llegaban del continente recién descubierto ayudaron a modelar la imagen que los europeos forjaron de sí mismos. Berbara dice que un detractor de Villegagnon, el teólogo calvinista Pierre Richer (1506?-1580), compara al vicealmirante con Polifemo, el cíclope caníbal que, en la Odisea de Homero, fue engatusado por Ulises. Para la investigadora, se eligió al personaje homérico porque en él puede amalgamarse lo referente a la antigüedad europea y la antropofagia de América. “Sería muy simplista ver en las representaciones del canibalismo una mera exhibición de lo exótico y lo desconocido. De hecho, en Europa, la idea del canibalismo se emplea como alusión negativa de la alteridad. Pero ya tiene una significación que viene de la propia Europa, por lo que el encuentro con el antropófago cumple el rol de expresar algo preexistente en los europeos”, arguye Berbara.

Pocos años después de la destrucción del fuerte Coligny, las guerras entre católicos y hugonotes resquebrajarían el tejido social francés, dando lugar a que se registraran actos de canibalismo, como ocurrió durante el asedio de Sancerre, en 1572. Al ser testigo de ese episodio, Léry comentó que, habiendo visto la antropofagia de los tupinambás, lo de los europeos era aún más terrible: en Brasil, consumían carne humana como parte de un ritual, mientras que, en Europa, era un símbolo de la degradación humana.

No obstante, el antropófago no es más que el primer elemento de un panorama general en el que, según Berbara, los tupiunambás representan un “emblema retórico”, que les servirá a los europeos para reflexionar sobre su propia imagen. “Hay una dualidad en la percepción del indígena durante este período. Por un lado, se los presenta como seres inocentes, simplones, sin maldad. Y por otro, como guerreros valientes, belicosos y crueles”, señala. “En esos escritos ya empieza a surgir el sujeto que, más adelante, será la figura del buen salvaje, corrompido por la civilización. Pero, ¿qué civilización es esta sino la europea? La figura retórica del tupinambá contribuye a modificar el concepto de alteridad: el otro ya no es solo el musulmán, el vikingo, las figuras aterradoras del Medioevo. También existe ese otro dentro de la cristiandad, e incluso puede ser más cruel”.

Republicar