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Estrategia corporativa

La presencia evangélica en el Poder Legislativo brasileño triplica su tamaño a partir del patrocinio de las grandes iglesias

El Frente Parlamentario Evangélico del Congreso Nacional se opone a proyectos de ley que consideran como una amenaza a la familia

Reproducción FPE

La participación de los evangélicos en el Congreso Nacional se ha triplicado en las últimas tres décadas. En la actualidad, son 82 diputados federales, aparte de nueve senadores. Una de las hipótesis que plantean los estudiosos de las instituciones gubernamentales para explicar tal resultado electoral alude a un “modelo corporativo de representación política”, en el cual las grandes iglesias evangélicas eligen entre sus pastores a un candidato para apoyarlo durante la campaña. “Decimos que es un ‘modelo corporativo’ cuando esos candidatos defienden los intereses de la iglesia a la cual están vinculados, a diferencia de un político evangélico que utiliza su denominación eclesiástica como nombre electoral, pero que no representa o no está ligado directamente a una organización”, explica la politóloga Claudia Cerqueira, quien realiza un posdoctorado en el Centro Brasileiro de Análise e Planejamento (Cebrap). Como las leyes electorales prohíben la realización de campañas en espacios religiosos, tales como templos, terreiros de cultos afrobrasileños o iglesias, el apoyo no suele ser explícito. “Los líderes religiosos le piden al público que rece por un determinado candidato, o bien dejan panfletos de propaganda electoral por un candidato en la entrada de los sitios de culto”, explica. La programación religiosa en los canales abiertos de televisión también ha contribuido para lograr una buena performance electoral. Algunas iglesias, sobre todo las neopentecostales, poseen emisoras de radio y televisión propias, tal como es el caso de la Universal, propietaria de la cadena Record desde 1989. “En general, los candidatos oficiales forman parte de esas iglesias y ya cuentan con exposición en los medios”, dice.

Según Ricardo Mariano, de la USP, en el año 1986, la Iglesia Universal comenzó a promocionar a sus propios candidatos al Congreso. Actualmente la mayoría de ellos están vinculados al partido Republicanos, el antiguo Partido Republicano Brasileño (PRB), creado en 2003 bajo la denominación de Partido Municipalista Renovador (PMR). Entre sus fundadores figuraban varios políticos ligados a la Iglesia Universal y otros obispos evangélicos, aparte de José Alencar, por entonces vicepresidente de Brasil. En julio de 2019, el partido contaba con 415 mil electores afiliados, según datos del Tribunal Superior Electoral (TSE). El actual vicepresidente de la Cámara de Diputados, Marcos Pereira, y el alcalde de Río de Janeiro, Marcelo Crivella, son algunos ejemplos de políticos del partido ligados a la Iglesia Universal.

“El 60% de los evangélicos electos para el Congreso Nacional en 2018 están ligados a la Iglesia Universal y a la Asamblea de Dios, una evidencia de que la representación política de ese segmento religioso debe mucho a pocas, aunque grandes iglesias”, analiza el politólogo Fábio Lacerda, investigador de Cebrap, docente del Instituto Brasileiro do Mercado de Capitais (Ibmec) y de la institución jesuita Fundação Educacional Inaciana (FEI). De acuerdo con los datos que recopiló la politóloga Priscilla Leine Cassotta, que figuran en su tesis doctoral defendida en 2019 en el Centro de Educación y Ciencias Humanas de la Universidad Federal de São Carlos (CECH-UFSCar), el porcentaje de candidatos del Partido Social Cristiano (PSC) que se valieron de denominaciones tales como “pastor”, “obispo”, o “hermano” en sus campañas para las elecciones de diputados federales pasó de un 3,26% en 1998 a un 22,2% en 2018. “El partido posee una conexión estrecha con la Asamblea de Dios, la mayor denominación pentecostal de América Latina”, dice.

A pesar de haber adquirido visibilidad, la participación evangélica en la política no es reciente, recuerda Mariano, quien señala a las elecciones generales de 1986, las primeras posteriores a la redemocratización, como un hito de ese movimiento. Aquel año resultaron electos 32 representantes evangélicos en la Cámara de Diputados, cuando hasta el inicio de la década de 1980 eran elegidos 10, en promedio, en cada contienda electoral. Según el sociólogo de la USP, un rumor que se echó a correr durante la labor de la Constituyente, que afirmaba que la iglesia católica estaría intentando obtener un estatus privilegiado en la redacción de la nueva Constitución, y que eso suponía un riesgo para la libertad religiosa de los evangélicos, tuvo un impacto inmediato. “Se organizó rápidamente un bloque en la Cámara, que marcó la emergencia pública del activismo evangélico en una instancia crucial de la democracia”, recuerda. “El lema de los evangélicos, que hasta entonces había sido ‘los creyentes no intervienen en la política’, pasó a ser ‘un hermano vota a un hermano’, describe. “Sin embargo, a diferencia de lo que puede verse en el panorama actual, eran electos sin apelar a su identidad religiosa como instrumento, es decir, sin poner a la religión al servicio de intereses políticos. Eso comenzó a ocurrir a partir de las elecciones de 1989 y cobró mayor fuerza en los últimos años”.

Más allá del ámbito del Congreso Nacional, Almeida, de la Unicamp, sostiene que se hace necesario ampliar el espectro de los estudios para indagar en aspectos de la presencia evangélica en otros poderes y corporaciones del Estado, tales como la Justicia, el Ministerio Público y las Fuerzas Armadas.

Un universo complejo
Mariano, de la USP, recuerda que la bancada evangélica conformada en la Constituyente, históricamente encuadrada en la defensa de una agenda moral conservadora, ya por entonces se posicionaba en contra, por ejemplo, de lo que pasó a definirse como la criminalización de la homofobia. Luego de analizar 739 proyectos de ley propuestos entre 1999 y 2017 por el partido Social Cristiano (PSC), que hoy en día cuenta con nueve diputados, seis de ellos evangélicos, Cassotta, a su vez, constató la persistencia de propuestas en defensa de la inclusión de la enseñanza religiosa en la grilla curricular de las escuelas públicas y privadas, del endurecimiento de las reglas del Estatuto del Niño y del Adolescente, y del aumento de las penas para el delito de desacato contra policías civiles y militarizados. “Los temas relacionados con las costumbres y la familia suelen movilizar y unificar a los políticos evangélicos, que acaban trasladando pautas de la esfera moral de la iglesia a la política”, resume Freston, de la Balsillie School of International Affairs.

Pese al evidente conservadurismo en las pautas políticas, los expertos llaman la atención al respecto de la complejidad del universo evangélico, que también contiene rasgos de pensamiento progresista, aunque en este caso, minoritarios. Para el sociólogo de la religión y teólogo Helmut Renders, de la Universidad Metodista de São Paulo, el discurso conservador adquirió mayor visibilidad como consecuencia de la labor de algunos grupos en emisoras de radio y televisión. “No debemos confundir visibilidad con representatividad”, deslinda el teólogo, recordando que el Consejo Nacional de Iglesias Cristianas –integrado por la Alianza de Baptistas de Brasil, la Iglesia Católica Apostólica Romana, la Iglesia Episcopal Anglicana de Brasil, la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana en Brasil, la Iglesia Presbiteriana Unida y la Iglesia Ortodoxa Siria de Antioquía– y otros credos evangélicos no vinculados a esa organización están en contra de la liberación del uso de armas, una causa defendida por algunos líderes pentecostales y neopentecostales.

Desde la perspectiva de Aramis Luis Silva, investigador de Cebrap y de la Unifesp, campus Baixada Santista, la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM) resulta paradigmática para ilustrar la multiplicidad del universo evangélico. Esa comunidad religiosa, fundada en 1968 en Estados Unidos y que hoy está presente en más de 30 países, abrió su primera unidad en Brasil hace 13 años, con la propuesta de acoger la diversidad sexual y de género. Asimismo, Silva menciona la existencia de otros grupos, entre los cuales cita a Evangélicas por la Igualdad de Género, también en sintonía con causas progresistas.

“El movimiento evangélico en Brasil no está unificado”, añade la antropóloga Jacqueline Moraes Teixeira, del Departamento de Filosofía de la Educación y Ciencias de la Educación de la Facultad de Educación de la USP, quien investiga los proyectos de la Iglesia Universal que abarcan género y sexualidad. Moraes Teixeira recuerda que la Iglesia propone ayudar a las mujeres en situaciones de violencia, poniendo a disposición servicios de abogadas y asistentes sociales para orientar a las víctimas, que no necesariamente necesitan ser evangélicas. “Por un lado, existe un reconocimiento de la violencia, de la necesidad de intervención de la Justicia y considerar el divorcio; pero, por otra parte, la Iglesia Universal toma distancia de las pautas feministas y la violencia de género se toma como una pauta fundamental para la construcción de la familia heterosexual”, explica la investigadora. Según datos del Censo de 2010, más de la mitad de los fieles que frecuentan las iglesias evangélicas son mujeres.

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