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Recursos humanos

Estrategias para atraer y reconocer talentos

Expertos debaten cómo ampliar el interés de los jóvenes por la carrera científica y valorar más el trabajo de los investigadores en Brasil

Talita Hoffmann

Una carta publicada en el mes de febrero en la revista Science expuso el descontento de jóvenes científicos brasileños: la percepción de que, ahora que ahora que les ha llegado su turno, el país ofrece muy pocas oportunidades laborales y parca financiación, lo que hace más arduo el camino para consolidar sus trayectorias profesionales. La misiva, intitulada “Inviertan en los investigadores que inician su carrera en Brasil”, apunta que, aunque el país ha incrementado la cantidad de doctores graduados a una cota mayor a los 20.000 por año, la escasez de fondos federales para la ciencia a partir de 2015 ha generado un panorama inquietante: muchos de los casi 100.000 científicos que aún buscan consolidarse en su profesión se encuentran sin ocupación o trabajando en áreas que no explotan todo su potencial y su alto nivel de calificación.

“Se habla mucho de la fuga de cerebros, pero gran parte de los jóvenes doctores están aquí, en empleos que no requieren la extensa preparación e inversión de una carrera científica”, le dijo a Agência FAPESP la bióloga Thaís Barreto Guedes, investigadora del Instituto de Biología de la Universidad de Campinas (Unicamp), quien firma la carta junto a colegas de las universidades federales de Goiás y Bahía, de la Universidad de Richmond, en Estados Unidos, y del Jardín Botánico Real de Kew, en Londres, Inglaterra. “Toda profesión es digna, pero el país ha optado por invertir en formar investigadores y ahora no busca recuperar esta inversión. Es como construir una mansión y luego abandonarla”. Para ella, los jóvenes científicos brasileños deben ser consultados e incluidos en las comisiones de planificación que discuten cuál es el modelo más adecuado para establecer sus carreras en Brasil. “Esto no se está haciendo”, lamenta.

La trayectoria de la bióloga ilustra, en cierto modo, las dificultades para afianzarse en la carrera incluso que afrontan quienes cuentan incluso con un currículum consistente: ella concluyó su doctorado en la Universidade Estadual Paulista (Unesp) hace 11 años y realizó tres pasantías posdoctorales sucesivas, con becas de la FAPESP y del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq): en el Instituto Butantan de São Paulo, en la Universidad de Gotemburgo (Suecia), y en la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp). En 2022 obtuvo una ayuda del Programa Jóvenes Investigadores en Centros Emergentes de la FAPESP, que apoya proyectos que promueven la formación de nuevos grupos de investigación en São Paulo y ofrecen al investigador responsable una beca de cinco años de duración siempre y cuando no tenga una relación laboral con alguna institución.

Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP

La percepción de que la trayectoria de esta generación ha sido obstruida se suma a las evidencias de que menos brasileños se sienten atraídos por la carrera científica. En gran medida debido a la pandemia, la cantidad de doctores graduados en el país registró una caída inédita en el período 2020-2021 y varios programas de posgrado se han visto afectados por la disminución de la cantidad de aspirantes, aun después del final del aislamiento social (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 315). Incluso en la FAPESP, cuyas becas doctorales no han visto resentido sus valores como ocurrió con las que ofrecen las agencias federales, la demanda de este tipo de ayuda cayó alrededor de un 30 % durante el período 2020-2022, sin haber recuperado, por ahora, los niveles de demanda previos a la pandemia. Pese a esta disminución, la demanda sigue siendo bastante superior a la oferta.

El reciente reajuste de las becas de las agencias federales y la intención declarada del gobierno de ampliar la inversión pública en ciencia pueden suponer un alivio en el marco de este escenario adverso, según el biólogo molecular Odir Dellagostin, presidente del Consejo Nacional de Fundaciones de Apoyo a la Investigación Científica (Confap) de los estados brasileños y director presidente de la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica de Rio Grande do Sul (Fapergs). Dellagostin hace hincapié en que el cambio es muy reciente e incipiente. “Hemos tenido un aumento en los montos de las becas federales, pero este aún no ha impactado en todas las modalidades con las que trabaja el CNPq. Pero soy optimista. Creo que en 2024 veremos los resultados, en el sentido de volver a atraer investigadores y retenerlos”, afirma. Para que ello ocurra, es necesario que se garantice una financiación continua. “Cuando el investigador recibe fondos regularmente, logra concretar avances en sus proyectos y genera conocimiento. Si no hay recursos, la motivación cae a cero y los equipos se desestructuran”, dice el directivo, quien también destaca el cambio de clima que se vive tras el cambio de gobierno. “El contexto hostil de los últimos cuatro años le transmitía a la población la sensación de que la ciencia no valía la pena”.

Talita Hoffmann

La pérdida de interés por la carrera científica tiene razones complejas y es algo que se vive en diversos países. En Estados Unidos y en el Reino Unido, hace décadas que existen dificultades para reclutar entre sus ciudadanos mano de obra para sus sistemas de ciencia y tecnología y se importan científicos extranjeros, entre los que se destacan países como China y la India. “Muchos estudiantes universitarios talentosos que podrían seguir la carrera académica se ven atraídos por oportunidades muy bien remuneradas en el sector privado”, dice el físico Ricardo Osório Galvão, presidente del CNPq. Él señala que la popularización de las redes sociales también puede haber influido en la pérdida de interés. “Hace tres años discutí este tema en una rueda de debate con la investigadora Mariette DiChristina, quien fue editora de la revista Scientific American y actualmente trabaja en el Departamento de Periodismo Científico de la Universidad de Boston. Ella afirmaba que las redes sociales han despertado en las personas una ansiedad por las respuestas rápidas y poco complejas que las apartan de las cuestiones profundas de la ciencia, como si no tuvieran paciencia para ellas”, dice. La única forma de hacerle frente a este problema, a juicio de Galvão, es invertir en educación para mejorar el alfabetismo científico de los jóvenes brasileños, cuyo rendimiento en los exámenes de aprendizaje como los del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (Pisa) es bastante precario (véase el gráfico).

La socióloga Sandra Unbehaum, investigadora de la Fundación Carlos Chagas, señala que, para la mayoría de los niños y adolescentes de las familias de bajos ingresos, la escuela no siempre es un ambiente estimulante de la curiosidad científica. “Muchas instituciones tienen laboratorios, pero están mal equipados. Las bibliotecas normalmente son precarias, pocas cuentan con un bibliotecario dedicado a orientar a los alumnos. Esos jóvenes se topan con muchos obstáculos para acceder a la universidad y a una carrera científica, e incluso con la ayuda de acciones afirmativas, pocos lo logran”, dice ella, quien recientemente coordinó el informe “Panorama de la educación Ctim en Brasil. La enseñanza de la ciencia y sus tecnologías: un análisis de 2010 a 2020”, solicitado por el British Council. El documento apunta otros obstáculos, como la escasez de profesores de física y química en las escuelas, donde estas asignaturas acaban siendo impartidas por personas sin una formación adecuada.

Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP

La presidenta de la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes), Mercedes Bustamante, considera que hay que ser cautelosos en el análisis de la crisis del posgrado y sostiene que en el país hay realidades distintas que requieren estrategias específicas para retener a los jóvenes doctores. “Si bien hay una disminución de la demanda de programas de posgrado en las regiones más consolidadas, en el norte de Brasil la demanda sigue siendo superior a la oferta”, compara. Según Bustamante, tampoco están claras ciertas variables como el real grado de influencia de la pandemia en la crisis del sistema. “Hubo muchos que postergaron sus planes de ingreso al posgrado solo para poder hacerlo cuando fuese en forma presencial”, analiza. También señala que hay otros factores implicados, como el desgaste del modelo de formación de investigadores, evidente en varias partes del mundo y que tiene que ver con la rigidez de las carreras en un mundo cada vez más interdisciplinario. “Los estudiantes quieren más libertad de movimiento en sus áreas y habrá que flexibilizar la formación y volverla más atractiva”, dice.

La Capes tiene previsto organizar un censo nacional de los estudios de posgrado. “Necesitamos conocer mejor las trayectorias de nuestros titulados para diseñar soluciones acordes”. Estos recorridos difieren tanto regionalmente como entre los distintos campos del conocimiento. “Hay algunas áreas, tales como la de los sistemas de información, automatización e inteligencia artificial, en las que escasean los recursos humanos y los profesionales son rápidamente captados por el mercado, aunque no posean estudios de posgrado. En Brasil hará falta personal calificado en estas áreas y será necesario invertir en ellas”, vaticina Bustamante. El ritmo y el rumbo de la economía le impondrán nuevos retos al sistema. “Los jóvenes investigadores necesitan ser absorbidos por el sector privado, que históricamente brinda empleo a pocos doctores. El país está demandando una reindustrialización, pero no con el formato industrial del siglo XX. También vamos a necesitar científicos idóneos en gestión de políticas públicas”.

Talita Hoffmann

Para Renato Janine Ribeiro, presidente de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC), la realización de una Conferencia Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación en el primer semestre de 2024 puede ayudar a modelar las expectativas del sistema de posgrado y atraer inversiones en las áreas prioritarias para el país. “La conferencia les indicará a los investigadores las áreas en las que Brasil pretende ganar protagonismo y liderar la producción de conocimiento, que serán tratadas como prioritarias para el desarrollo del país”, dice. “Esto seguramente se aplicará a las áreas en las que el destino nos ha favorecido, como por ejemplo el medio ambiente y la biodiversidad de la Amazonia”. Para él, sigue siendo clave la asignación de más fondos públicos para la ciencia. “En Brasil, la carrera de investigador es prácticamente inseparable de la docencia en la universidad pública. Y esta será atractiva de haber concursos, una revalorización salarial, la perspectiva de una buena jubilación y un plan de carrera”.

Hay consenso en que es necesario reforzar algunas estrategias de retención, como la ampliación de las becas posdoctorales, fundamentales para mantener a un joven científico en actividad mientras no se incorpora a alguna institución de manera permanente. “En 2015 teníamos 9.000 becas de posdoctorado de la capes y del CNPq, y ahora tenemos 4.300. Si se tiene en cuenta el aumento de la cantidad de doctores titulados en los últimos ocho años, tendríamos que crear unas 7.500 becas para recuperar terreno”, informa Dellagostin, del Confap.

El CNPq se propone repatriar científicos ofreciéndoles contratos de trabajo temporales en lugar de becas

Hay otros frentes que son objeto de debate. En Brasil, los estudios de posgrado están divididos en dos años de maestría y cuatro de doctorado. Durante este período, se espera que los becarios se dediquen exclusivamente a sus actividades de investigación. Esto implica que muchos demoren en acceder a su primer empleo formal, pasados los 35 años, casi 10 años más tarde que lo habitual en los países desarrollados. Una idea que está madurando es incluir los aportes al INSS [Instituto Nacional de Seguridad Social] y el cómputo del período de posgrado para la jubilación. “Antes esto no era necesario porque muchos ingresaban a la docencia cuando aún estaban cursando la maestría”, dice Dellagostin. “Si estos estudiantes culminan su formación a los 38 años y solo entonces comienzan a aportar al INSS, su vida laboral será muy diferente a la que tendrían en caso de seguir otras trayectorias profesionales”, dijo el director científico de la FAPESP, Márcio de Castro (véase la entrevista). Para él, este es el momento de discutir modelos distintos a los que están en vigencia. “La maestría se ha transformado en un programa profesional. Solo un tercio de los magísteres hacen el doctorado. Pero seguimos insistiendo en exigir el máster en la formación de un investigador. ¿No sería mejor reforzar el doctorado y el posdoctorado?”, se pregunta.

El bioquímico Jorge Guimarães, quien presidió la Capes y la Empresa Brasileña de Investigación e Innovación Empresarial (Embrapii), considera que hay tres iniciativas sencillas que el gobierno podría implementar en un corto plazo para mejorar las condiciones de los jóvenes científicos. La primera sería cambiar el enfoque de las becas de productividad del CNPq, que actualmente ofrecen un complemento remunerativo de entre 1.200 y 1.560 reales a los investigadores, como reconocimiento a su producción y a su labor de dirección de estudiantes. “Estas becas fueron establecidas por el CNPq hace mucho tiempo, cuando aún no estaba tan difundido el régimen de dedicación exclusiva en las universidades y los sueldos de los docentes eran bajos. Hoy en día, son poco significativas para los investigadores sénior que las perciben, pero sería muy diferente si fueran reorientadas, y con montos atractivos, hacia los jóvenes docentes de las universidades federales y estaduales, cuyos sueldos aún son poco gratificantes”, sostiene.

Otra sugerencia tiene que ver con la repatriación de científicos. “Países como Argentina y China crearon programas para atraer de regreso a los científicos que se han marchado al exterior, ofreciéndoles oportunidades de empleo y financiación específica para sus respectivos proyectos. Podríamos poner en marcha iniciativas de apoyo a los repatriados, o bien para que los científicos radicados en el extranjero vengan por algún tiempo a Brasil y se contacten con grupos locales”, dice. Un tercer frente sería la creación de puestos dentro de las universidades y en otras instituciones de ciencia y tecnología, pero desvinculadas de la docencia. Guimarães propone asignar fondos públicos a grupos ya establecidos para que contraten a investigadores que trabajen en sus proyectos bajo el régimen CLT [Consolidación de las Leyes Laborales, en portugués]. “Varias instituciones entre ellas Embrapa, CNPEM y el Impa, tienen a sus investigadores y al personal técnico contratados desde hace varios años bajo el régimen CLT. Las 96 unidades de la Embrapii contratan a sus investigadores y los registran legalmente. Esto es posible porque Embrapii es una organización social y no está sujeta a las normativas de las instituciones públicas. Si los grupos vinculados a los programas de posgrado dispusieran de esta prerrogativa, podrían incorporar a sus proyectos un contingente de jóvenes talentos, colaborando para retener a esos investigadores”, sostiene.

Ricardo Galvão, del CNPq, dice que el organismo tiene previsto el lanzamiento de un nuevo programa, con recursos procedentes del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FNDCT), para repatriar a doctores brasileños que se encuentran trabajando en el exterior. La iniciativa ya tiene un nombre, Ciencia en Reconstrucción, pero su formato aún está siendo evaluado por el departamento jurídico del organismo. La idea inicial no es ofrecerles becas a los investigadores, sino contratos de trabajo temporalrd, que pueden llegar a ser de cuatro años de extensión. “La nueva legislación laboral permite que la administración pública haga contratos temporales, posiblemente a través de las fundaciones de apoyo a las universidades”, dice. La meta es traer de regreso a los científicos no solo para trabajar en instituciones de ciencia y tecnología, sino también en empresas. “El objetivo es repatriar a los doctores vinculados principalmente a las áreas en las que nos hacen falta profesionales, como las tecnologías digitales, por ejemplo, y ayudar a impulsar la innovación en las empresas”, dice el presidente del CNPq. Aún no está previsto cuándo será puesta en marcha esta iniciativa.

En los últimos años, la salida de científicos al exterior ha abonado la idea de que el país vivía una fuga de cerebros sin precedentes, impelida por la falta de inversiones y oportunidades. Un estudio reciente del Centro de Gestión y Estudios Estratégicos (CGEE) calculó que, en los últimos años, unos 3.000 investigadores se habían marchado a trabajar en instituciones del exterior. “El problema parece ir en aumento, pero se trata de un contingente limitado si se lo compara con las oleadas de evasión de talentos de otros países”, explica la socióloga Ana Maria Carneiro, investigadora del Núcleo de Estudios de Políticas Públicas de la Unicamp, quien está realizando una sondeo para elaborar un cuadro de la situación y las motivaciones de los brasileños altamente calificados que trabajan en el extranjero, en carreras académicas, organismos gubernamentales, empresas y startups.

Los datos preliminares de su estudio se darán a conocer en la reunión anual de la SBPC, que se celebrará en la ciudad de Curitiba, estado de Paraná, en el mes de julio. Y dan cuenta de algo más de 1.000 cuestionarios respondidos por investigadores que trabajan en el exterior, entre becarios posdoctorales y docentes de universidades (alrededor de un 60 %), estudiantes (un 30 %) e individuos que trabajan y estudian en el extranjero (alrededor de un 10 %). La mitad de ellos se marcharon después de 2018 y el 82 % lo hicieron sin tener previsto volver. Las razones aducidas para abandonar el país fueron diversas, tales como ofertas de trabajo en el exterior, mejores condiciones de financiación e infraestructura, posibilidades de progreso en la carrera y calidad de vida, entre otras. “La conflictiva situación política de Brasil también fue mencionada como una motivación, especialmente por quienes se han ido en los últimos cuatro años”, informa.

La buena noticia es que una parte de los que se fueron piensan en volver. Aproximadamente un 35 % condiciona dicho retorno a las posibilidades de empleo, mientras que un 11 % aceptaría un vínculo laboral parcial, manteniendo actividades dentro y fuera del país. Un 15 % solo piensa regresar tras la jubilación. El cuestionario finaliza con una pregunta abierta acerca de las políticas que consideran que deberían implementarse para que el país pueda sacar mejor provecho de estos recursos humanos calificados que se encuentran en el exterior. “Se han podido identificar tres grandes temas”, explica Ana Maria Carneiro. El primero se refiere a la ampliación de la financiación a la ciencia. El segundo alude al fomento de la internacionalización. “Existe una percepción de que el ambiente científico de Brasil todavía es reacio a las colaboraciones, con trabas burocráticas y falta de apoyo a la movilidad”, dice la socióloga. Un tercer conjunto de recomendaciones se refiere a las contribuciones que ellos mismos podrían brindar. “Algunos están dispuestos a realizar actividades tales como participar en comités de evaluación de agencias de financiación y como jurados de concursos. La mayoría se han mostrado dispuestos a recibir a estudiantes y colegas brasileños en sus instituciones”. Según Carneiro, con el cambio de gobierno, han surgido mejores perspectivas para repatriar a los talentos brasileños. “Pero hace falta avanzar con miras a ofrecer condiciones para que los jóvenes científicos se instalen e invertir en infraestructura de investigación, que en muchas instituciones está vetusta”, explica.

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