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CIENTOMETRÍA

Evalúan seis décadas de estudios sobre mujeres y género en Brasil

El análisis de más de 30.000 artículos científicos muestra la evolución de este campo de investigación interdisciplinario

Suzana Lefèvre

Un artículo publicado en noviembre en la revista científica Scientometrics aportó datos inéditos sobre la evolución de un campo de investigación interdisciplinario cuya producción viene creciendo en Brasil: los estudios sobre la condición femenina y las desigualdades de género. En el referido paper, fruto de la investigación doctoral de la bibliotecaria Natascha Hoppen en coautoría con su directora de tesis, Samile Vanz, del Departamento de Ciencias Informáticas de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), se examinaron 31.609 artículos de autores brasileños publicados entre 1959 y 2019, seleccionados entre la bibliografía académica a partir de un conjunto de palabras claves de uso frecuente en estos trabajos.

El resultado revela una trayectoria vigorosa. Los trabajos sobre mujeres y género, que en las décadas de 1960 y 1970 no superaban la decena de publicaciones por año, en 2018 han sumado un total de 3.864 artículos. Este análisis ha permitido constatar que estos estudios inicialmente cobraron impulso en las ciencias de la salud, pero a principios de la década de 1990 pasaron a ser objeto de interés de las ciencias humanas y sociales y alcanzaron carácter multidisciplinario con el surgimiento de dos revistas académicas: Revista Estudos Feministas, vinculada al Instituto de Estudios de Género de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC), y Cadernos Pagu, ligada al Núcleo de Estudios de Género de la Universidad de Campinas (Unicamp).

Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP

Las instituciones brasileñas con mejor desempeño, según el estudio, son la Universidad de São Paulo (USP), la UFSC, la UFRGS, la Unicamp y la Federal de Minas Gerais (UFMG). En el ámbito privado, sobresale la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul (PUC-RS). Fuera de la educación superior, la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) se destaca por la cantidad de artículos. Aunque está bastante expandida por todo el país, esta producción presenta algunas lagunas en el territorio nacional: no se ha registrado ninguna contribución de autores de los estados de Amapá, Rondônia y Roraima. São Paulo es la unidad de la federación con la producción más antigua y consistente, y la que más colabora con otros estados. Rio Grande do Sul figura en el segundo puesto del ranking de los estados más prolíficos; y es el que ha exhibido un mayor crecimiento durante la década pasada.

En conjunto, las ciencias humanas y las ciencias de la salud comparten el liderazgo en cuanto al volumen de artículos identificados en el estudio, con un 43,97 % y un 43,44 % del total, respectivamente. Pero hay trabajos incluso en áreas tales como ingenierías (el 0,1 % del total), ciencias agrarias (el 0,09 %) y ciencias exactas y de la Tierra (el 0,05 %). La aparición de este campo multidisciplinario en Brasil está relacionada con el surgimiento, en las décadas de 1960 y 1970, de los movimientos por los derechos civiles que luchan contra las desigualdades de género. A pesar de haberse originado en el feminismo académico, el área se ha desplegado en una multiplicidad de temas, desde el derecho al aborto hasta la violencia contra la mujer, de las desigualdades del mercado laboral a los estudios sobre la sexualidad, de la lactancia materna a la psicología familiar. “Muchas de estas temáticas han sido introducidas en la academia por los movimientos feministas. Pero uno de los motores del crecimiento de este campo del conocimiento ha sido la financiación obtenida en la década de 1990 que se destinaba a temas específicos”, explica Natascha Hoppen, en referencia a los fondos aportados, por ejemplo, por la Fundación Ford para la investigación sobre género y salud reproductiva.

Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP

La eclosión de temas nuevos se refleja en las revistas especializadas en estudios de género. “Hemos recibido artículos de autores vinculados con disciplinas que rara vez aparecían, como, por ejemplo, economía y derecho, así como de áreas nuevas, como diseño y computación”, dice la historiadora Cristina Wolff, docente de la UFSC y editora de Revista Estudos Feministas. “Hay temas que siempre han estado en la agenda de los investigadores, tales como la violencia contra las mujeres, la historia del movimiento feminista o las relaciones de género en la literatura y en el cine”, señala. Otros temas otrora más populares como la desigualdad en el mercado laboral, “están siendo reemplazados por estudios sobre el rol de los varones y las mujeres en la llamada economía de los cuidados”, dice, a propósito de la ampliación de la demanda en la sociedad de cuidadores como consecuencia del aumento de la longevidad de la población, y la carga que recae sobre las mujeres en este contexto.

En cuando a los trabajos sobre sexualidad, ella destaca la aparición de los estudios sobre lesbianismo. “También emergen investigaciones sobre las personas trans, pero aún son escasos los trabajos sobre las personas no binarias, que estimo crecerán en los próximos años”. La cuestión del acceso al aborto es un tema recurrente, lo que sería un reflejo de las dificultades para el progreso del debate sobre el tema en la sociedad brasileña. “Mientras que en países como Argentina la generación de conocimientos ha contribuido a orientar las políticas públicas, como es el caso de la reciente despenalización del aborto, en Brasil se ha levantado un muro que bloquea todo debate y esto también impacta en la producción académica”.

La profesora Dagmar Estermann Meyer, jubilada de la Facultad de Educación de la UFRGS y una de las fundadoras del Grupo de Estudios sobre Educación y Relaciones de Género de dicha institución, afirma que algunos temas han requerido un cambio de enfoque y reorientaciones en el área. “Afortunadamente, los índices de escolaridad femenina, por ejemplo, han cambiado para mejor durante este período. En general, las mujeres han avanzado bastante en términos de escolaridad y hoy en día son mayoría en varias áreas de actividades. Pero cabe recordar que, para algunos grupos, los procesos de escolarización todavía son bastante problemáticos, como es el caso de las juventudes negras y periféricas y de las personas trans y travestis”, dice.

Hoppen reconoce que su estudio presenta una limitación de peso. Sucede que una porción significativa de la producción en ciencias humanas no se difunde bajo la modalidad de artículos científicos, pero sí en libros, capítulos de libros, tesis doctorales y tesinas de maestría, que no han sido captadas en el estudio. “No he encontrado, por ejemplo, trabajos importantes de Lelia Gonzalez [1935-1994]. Posteriormente pude comprobar que sus principales publicaciones salieron en libros y revistas que, lamentablemente, no han migrado al formato digital de manera tal que pudieran ser captadas por el estudio”, dice, en referencia a la antropóloga e investigadora de la PUC de Río de Janeiro que fue pionera de los estudios sobre la desigualdad de género asociada a la raza: era hija de un empleado ferroviario negro y de una empleada doméstica indígena. Uno de los artículos de Gonzalez, “Por un feminismo afrolatinoamericano”, salió publicado originalmente en la revista ISIS Internacional, en octubre de 1988, que no está disponible en formato digital, y solo se tiene acceso al mismo porque se transformó en un capítulo de un libro.

Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP

“Del mismo modo, otras feministas históricas de este campo apenas si aparecen en este estudio. Ello se debe a que en las primeras dos décadas que abarca el trabajo, la producción estaba más concentrada en libros y era poco significativa en las revistas. Eran otros tiempos académicos y las métricas que actualmente evalúan la producción científica han cambiado mucho en este período”, comenta Dagmar Meyer. Pese a esta falencia, ella resalta la amplitud del panorama esbozado por Hoppen. “No conozco ningún otro trabajo en el campo de la bibliometría, ni siquiera un artículo de revisión que abarque un período tan extenso o que haya analizado los estudios de género en todas las grandes áreas del conocimiento”, dice Meyer, quien fue miembro del tribunal examinador de la tesis doctoral de Hoppen, en 2021.

El trabajo rastreó la producción científica a través de una herramienta que ya no está disponible. Se trata de la base de datos 1Findr, concebida para indexar artículos de revistas revisadas por pares de todos los países e idiomas, que fue adquirida por la editorial Elsevier en 2020 y ya no se encuentra accesible al público. “Esa plataforma recopilaba publicaciones de múltiples fuentes, como la biblioteca SciELO y directorios de revistas de acceso abierto de todo el mundo, y fue fundamental para rastrear la producción brasileña publicada en el pasado y escrita en portugués, que la mayoría de las bases de datos internacionales no incluyen”, explica Hoppen. La investigadora ha puesto los datos brutos de su investigación en acceso abierto para quienes se interesen en estudiar la producción científica brasileña sobre género. “Desafortunadamente, no hay forma de actualizarlos. Sería muy interesante poder comparar los datos recogidos con los de los estudios de género de los últimos cuatro años y verificar cómo se han manejado las investigadoras durante el último gobierno, cuya agenda era hostil a este campo del conocimiento”, dice.

Es posible que los artículos muy antiguos no hayan sido captados por la herramienta. Los dos primeros trabajos relacionados con los estudios de género solo han podido ser rastreados porque sus versiones impresas fueron digitalizadas en formato OCR, que permite realizar búsquedas de su contenido en la web. Se trata de un trabajo del psicoanalista Darcy de Mendonça Uchoa (1907-2003), de la Escuela Paulista de Medicina, publicado en 1959 en la Revista de Neuro-Psiquiatría, que pudo recuperarse porque contenía la palabra “homosexual” en el resumen, y un artículo de 1961, cuyo autor fue el antropólogo y profesor de la USP Ruy Coelho (1920-1990), que contenía la expresión “estudios de género”, entre sus palabras claves. “Puede que existan otras publicaciones impresas además de estas, pero no es posible detectarlas con los instrumentos de búsqueda actuales”, explica Hoppen.

Los trabajos de Uchoa y Coelho son ejemplos aislados de en qué que se convertiría este campo de estudios en Brasil. El primero emplea el concepto de género asociado a la identidad sexual para darle una connotación patológica a lo que considera un “comportamiento desviante”. “Este enfoque hoy en día se considera completamente superado”, dice la investigadora. En tanto, el segundo artículo es un estudio antropológico, en el que se alude al género para diferenciar las conductas sociales de dos chamanes, sin llegar a profundizar en el tema.

Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP

Al margen de estas publicaciones pioneras, el hito inaugural de la producción científica sobre el tema es la tesis de libre docencia de la socióloga marxista Heleieth Safiotti (1934-2010), intitulada “La mujer en la sociedad clasista: mito y realidad”, defendida en 1967 en la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de Araraquara, que hoy forma parte de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), bajo la supervisión del sociólogo Florestan Fernandes (1920-1995). La obra fue publicada en un libro en 1976 y aparece en las referencias bibliográficas de una gran cantidad de artículos recopilados. Safiotti, que era una feminista militante, realizó una contribución fundamental en temas tales como la violencia de género y la mujer en el mercado laboral.

El artículo de Scientometrics registra otros hallazgos curiosos. Uno de ellos fue la escasa predisposición de las investigadoras de los estudios de género a participar en colaboraciones. La tercera parte de las publicaciones de la década de 2010 correspondía a un único autor, replicando el patrón de algunas disciplinas de las ciencias humanas. El desarrollo de colaboraciones está signado por la proximidad geográfica. De los artículos del decenio de 2010, el 77 % pertenece a coautores de una misma institución.

En la lista de los autores más prolíficos –aquellos que han publicado más de 20 artículos sobre temas asociados a las desigualdades de género y salud femenina– los cinco primeros nombres son…varones. El campeón es el psicólogo Cesar Augusto Piccinini, investigador de la UFRGS, autor de 108 trabajos sobre temas como la psicología infantil y parental. Los dos que le siguen son de la Facultad de Ciencias Médicas de la Unicamp: los obstetras José Guilherme Cecatti (97 artículos) y Aníbal Faúndes (74 artículos), ambos especialistas en salud reproductiva, con investigaciones sobre embarazo, mortalidad materna y aborto. Detrás, figuran el epidemiólogo Cesar Victora (69 artículos), de la Universidad Federal de Pelotas, estudioso de la nutrición infantil y el amamantamiento, y el obstetra Marcelo Zugaib, de la USP (56 artículos), con trabajos sobre embarazo y salud materna. La primera mujer aparece en el sexto puesto: se trata de la geógrafa Joseli Maria Silva, de la Universidad Estadual de Ponta Grossa, autora de estudios decoloniales sobre género, seguida por la médica Lilia Schraiber, de la USP, cuya producción se centra en la violencia contra la mujer, con 55 y 54 artículos cada una, respectivamente. “Una gran marca del sexismo en la ciencia indica que la salud femenina se convirtió en un campo de estudios considerados científicos cuando los varones comenzaron a investigar en la materia. La cultura y el conocimiento femenino sobre su propia salud no eran tenidos en cuenta”, dice Hoppen. Según ella, las desigualdades de género se hacen patentes en la cientometría, un campo de estudios que analiza los aspectos cuantitativos de la ciencia. “En la mayoría de las áreas del conocimiento, los varones consiguen publicar más que las mujeres y parecen tener más facilidades para divulgar sus resultados de investigación y establecer más colaboraciones. Esto también se evidencia en el ranking de los investigadores que más publican, lo que corrobora la necesidad de implementar acciones afirmativas para las mujeres en la ciencia”, sostiene.

El estudio no analizó el contenido de los artículos, sino que se limitó solamente a registrar las palabras claves. Es posible que una comprobación más exhaustiva no caracterice a algunos de los artículos como genuinos estudios de género. “Es habitual ver trabajos sobre el amamantamiento elaborados por investigadores de sexo masculino que no tienen en cuenta los retos impuestos a la vida personal y profesional de las madres, que constituyen una de las preocupaciones fundamentales de los estudios feministas”, dice la investigadora.

Estas divergencias no son infrecuentes en los estudios de género. “Están marcados por una estrecha y necesaria articulación entre la producción de conocimiento y el activismo y se inscriben en un campo de disputas. A principios de la década de 2000, por ejemplo, se discutió bastante si los estudios sobre la masculinidad debían considerarse parte del espectro temático del campo. Por otra parte, en mi opinión, la producción de las investigadoras negras y, especialmente, trans, hoy en día sigue estando infrarrepresentada en el área. Por ello, y como el paraguas temático es amplio, siempre puede y debe ser cuestionado, ampliado y actualizado”, dice Dagmar Meyer.

Otro problema tiene que ver con el carácter interdisciplinario del campo de estudios. “Aunque la diversidad ayuda al fortalecimiento del área, los investigadores son parte de las disciplinas tradicionales y se los evalúa según las métricas que gobiernan estas disciplinas, lo cual no los favorece”, dice Cristina Wolff, vinculada al Departamento de Historia de la UFSC, quien trabaja en el Instituto de Estudios de Género de esa institución. “Nuestras carreras de posgrado son demandadas por estudiantes de diversas áreas, pero siempre estamos bregando por conservar nuestro espacio. Cuando una de nosotras se jubila, no hay garantías de que quien la reemplace va a dedicarse a los estudios de género”, dice.

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