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Experimento terminado

El programa de intercambio Ciencia sin Fronteras, en el cual se invirtieron 13.200 millones de reales, la mayor parte en becas de grado en el exterior, deja de existir

El Ministerio de Educación (MEC) anunció en el mes de abril el final del programa Ciencia sin Fronteras (CsF), que entre 2011 y 2016 concedió casi 104 mil becas, de las cuales, 78.900 fueron becas de grado sándwich en el exterior. El ministerio continuará financiando becas en universidades e instituciones de investigación del exterior para estudiantes de posgrado y pasantes de posdoctorado a través de la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes). Datos recopilados por la Capes muestran que, entre 2011 y 2017, el programa Ciencia sin Fronteras invirtió 13.200 millones de reales, un monto que se acercará a los 15 mil millones de reales para 2020, cuando concluyan todas las becas vigentes. Para dimensionarlo, esa cifra de 13.200 millones de reales es más de 15 veces mayor que el presupuesto comprometido para el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) en 2016.

El programa CsF, presentado por el gobierno federal como una estrategia con miras a internacionalizar la ciencia brasileña, al principio tuvo buena acogida en ciertos sectores de la comunidad científica, ante la promesa de que habría nuevas partidas de dinero para financiarlo. Pero eso no fue lo que sucedió. En la práctica, el programa acabó absorbiendo una porción importante del presupuesto federal destinado a educación, ciencia, tecnología e innovación. En 2015, insumió el 50% del presupuesto de la Capes, empleando el 75% de los recursos del Programa de Apoyo a Posgrados (Proap) y del Programa de Excelencia Académica (Proex). “La etapa en que había más becarios en el exterior coincidió con un alza de la cotización del dólar, que llegó a 4 reales. Hubo que echar mano de recursos para no dejar de pagar los gastos con los estudiantes”, dice Concepta McManus Pimentel, directora de Relaciones Internacionales de la Capes.

A partir de 2013, el programa CsF pasó a abastecerse, además de las partidas presupuestarias del MEC, del MCTIC, de la Capes y del CNPq, con dinero proveniente del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FNDCT), el principal mecanismo de financiación de la investigación del MCTIC. “Se produjo un desvío de objetivos, dado que el FNDCT no tiene entre sus finalidades financiar la formación de alumnos de grado”, dice el físico Luiz Davidovich, presidente de la Academia Brasileña de Ciencias (ABC). En 2013, el CsF recibió 309 millones de reales de los 3 mil millones ejecutados por el FNDCT. En tanto, en 2014, se produjo un salto: el programa absorbió 1.000 millones de los 2.800 millones de reales comprometidos en el fondo. En 2015, se mantuvo la misma proporción: 751 millones de reales para el CsF de un total ejecutado para el FNDCT de 1.800 millones de reales. En 2016, el traspaso de recursos al CsF se estancó. “El programa CsF canalizó en la formación de estudiantes recursos que hicieron mucha falta al sistema de ciencia y tecnología”, resume Hernan Chaimovich, presidente del CNPq entre 2015 y 2016.

Según datos de la Capes, que coordinó el programa en forma conjunta con el CNPq, las becas insumieron 6.300 millones de reales y otros 5.800 millones se abonaron en facturas a universidades extranjeras que recibieron a los estudiantes brasileños entre 2012 y 2016. “Pagamos montos astronómicos en dólares a universidades extranjeras sin que se realizara una evaluación del impacto de dichas inversiones”, dice la presidenta de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC), Helena Nader. “La internacionalización de la ciencia requiere de una estrategia elaborada y a largo plazo, y en ningún país del mundo se basa solamente en enviar alumnos de grado al exterior”.

Una de las controversias del programa estuvo centrada en la falta de idoneidad en lengua extranjera de los candidatos, lo cual llevó al CsF a gastar 976 millones de reales en cursos de idiomas para estudiantes, impartidos poco antes y durante la vigencia de las becas. En 2013, el gobierno llegó a vetar becas para alumnos de grado en universidades de Portugal, bastante buscadas porque no exigían el dominio de un segundo idioma. En marzo de 2014, 80 becarios en Canadá y 30 en Australia fueron excluidos del programa y debieron regresar a Brasil por falta de idoneidad en inglés. Los países que recibieron más becarios brasileños fueron Estados Unidos (27.800), el Reino Unido (10.700), Canadá (7.300), Francia (7.200) y Australia (7.000). A juicio de Luiz Davidovich, el programa estuvo mal dimensionado. “Al establecer una meta de 100 mil becas, en ocasiones, el programa envió estudiantes a universidades del exterior de inferior calidad a las que los albergaban en Brasil”, afirma.

Los estudiantes que participaron en el programa CsF defienden su legado y su continuidad. “Conozco innumerables casos positivos entre los estudiantes que realizaron una pasantía en el exterior y tengo la certeza que, a largo plazo, el impacto del programa será evidente”, dice Guilherme Rosso, cofundador de la red de becarios y exbecarios del Ciencia sin Fronteras (Rede CsF). Siendo alumno de grado de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte (UFRN), Rosso formó parte de la primera convocatoria del programa en 2012, cuando pasó una temporada en la Clark University y en el Worcester Polytechnic Institute (WPI), ambas en el estado de Massachusetts, EE.UU. “La inversión en la movilidad de los estudiantes de grado es importante para la ciencia brasileña. El programa merecía ser perfeccionado e incluso podría haberse reducido su envergadura, pero debería haber continuado enviando alumnos de grado al exterior, los cuales ayudan a establecer conexiones para la ciencia brasileña con instituciones extranjeras”, afirma. Rosso reconoce que el crecimiento del programa se dio de una manera poco planificada. “En la primera convocatoria, en la cual participé, se seleccionaron estudiantes que cumplieron todos los requisitos exigidos en esa época, que incluían haber hecho iniciación a la investigación científica, tener idoneidad en alguna lengua extranjera, no haber reprobado nunca en el historial escolar y la presentación de cartas de recomendación. Y la meta de esos becarios era perfeccionar su formación académica y profesional. Sin embargo, después del segundo pliego, las condiciones fueron más flexibles para incluir a un grupo mayor de alumnos y el interés de los estudiantes pasaba por tener una experiencia internacional y adquirir capacidad en un idioma”, pone como ejemplo.

Un artículo publicado en mayo en los Anales de la Academia Brasileña de Ciencias reveló los resultados preliminares del programa CsF, donde uno de los datos positivos está relacionado con la primera camada de becarios del programa, de la cual Rosso formó parte. En ese grupo, el único del cual ya se dispone de datos completos, más del 20% de los alumnos se inscribieron posteriormente en programas de maestría y doctorado, frente a un promedio del 5% entre el resto de los estudiantes. El estudio, rubricado por la directora Concepta McManus y por el presidente de la Capes, Carlos Nobre, refuta la idea de que el programa sólo estaba disponible para estudiantes de elite: el 52% de los becarios que respondieron a un cuestionario de la Capes provenía de familias con ingresos de hasta seis salarios mínimos.

En 2011, el físico Marcelo Knobel, actual rector de la Unicamp, publicó un artículo en la revista International Higher Education, del Boston College, en Estados Unidos, donde señalaba la dificultad para reunir un contingente de estudiantes capacitados y bilingües con el objetivo de aprovechar la experiencia de pasar una temporada en una universidad extranjera de prestigio a nivel mundial. También criticaba el desinterés del gobierno por establecer convenios a largo plazo con universidades extranjeras y promover el envío de estudiantes a Brasil. “Desgraciadamente, la mayoría de esas advertencias se cumplieron”, apunta Knobel. “Es importante que los estudiantes de grado puedan ir a universidades extranjeras, pero el tamaño exagerado del programa y sus problemas de organización parecen haberlo hecho inviable. Además, como no hubo una evaluación de los resultados, no se sabe hasta qué punto dio réditos”.

La Capes está preparando el lanzamiento, en el segundo semestre, del programa sucesor al Ciencia sin Fronteras. La idea es que cada universidad identifique sus principales aptitudes y la posibilidad de perfeccionarlas por medio de colaboraciones con instituciones del exterior. La agencia patrocinará la instauración de redes de cooperación, financiando actividades de posgrado y becas en el exterior para investigadores y estudiantes que estén vinculadas a los objetivos de cada institución. “Estamos proponiendo enfocarnos en la internacionalización de las universidades y no en el pago de servicios a instituciones extranjeras. Las becas para alumnos de grado solamente serán una parte de esa estrategia”, dice Concepta McManus, de la Capes.

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