Claudia Andujar ya vivía en Brasil desde hacía más de dos décadas cuando decidió solicitar una ayuda a la investigación a la FAPESP. El año era 1976 y la fotógrafa recién naturalizada brasileña quería seguir documentando la vida de los yanomamis, un proyecto que iniciara con el apoyo de una beca de la fundación Guggenheim. Su primer contacto con esa etnia había ocurrido cinco años antes, cuando estuvo en una misión católica en la cuenca del río Catrimani, en el entonces territorio federal de Roraima. Al presentar la propuesta intitulada “Documentación fotográfica y estudio de la mitología de los indios yanomami”, justificó: “El desarrollo de las áreas indígenas es inevitable. De allí mi preocupación con la documentación y el intento de entender el mundo indígena, respetando su cultura y su herencia. Estimo que es importante y urgente”.
En el mes de mayo, la solicitud de la entonces supervisora del Departamento de Fotografía y Enseñanza del Museo de Arte de São Paulo (Masp) fue aprobada, con la concesión inicial de 58.600,00 cruzeiros para la adquisición de material de consumo (filme fotográfico, cintas de audio, papel y bolígrafos), el mantenimiento de los equipos y la expedición científica propiamente dicha. En junio, a bordo de un escarabajo Volkswagen negro apodado de Watupari (espíritu buitre) y teniendo como compañero de viaje al misionero lego Carlo Zacquini, Andujar partió hacia Boa Vista, capital del territorio que se convertiría luego en el estado de Roraima.
Tras dos años dedicados a “un proyecto esencialmente fotográfico”, cuyos resultados solo se conocían cuando ella volvía a São Paulo y revelaba los rollos, en 1974 ella decidió probar algo diferente. “Al fotografiarlos, sentía que siempre era yo la que los ponía en el papel”, recuerda. “A cierta altura, quise que ellos mismos empezaran a retratarse. Y entonces tuve la idea de los dibujos”. Fue para “recolectar material acerca de las tradiciones y mitos, traducir los datos, los mitos y seguir el desarrollo de la recolección de material a través de dibujos hechos por los propios indios” que Andujar obtuvo la financiación de la FAPESP.
Más de cuatro décadas después de haber concluido el proyecto, parte del resultado de ese esfuerzo se puede apreciar en el Instituto Moreira Salles, en São Paulo. Denominada Claudia Andujar: a luta Yanomami, la exposición, con curaduría de Thyago Nogueira y estará abierta al público hasta el 7 de abril, reúne cerca de 300 obras, entre ellas casi tres decenas de dibujos hechos por los yanomamis, que hasta entonces desconocían la técnica de representación a través de papel y bolígrafo o lápiz. “Ellos nunca habían hecho eso antes y me sorprendió la facilidad con la que dibujaban”, enfatiza, recordando que solo adultos participaron del proyecto. “Son registros, en papel, hechos con la cabeza y las manos de ellos”.
Claudia Andujar
Una maloca fotografiada con película infrarroja
Claudia AndujarDescubrir Brasil
Nacida Claudine Haas, la fotógrafa de Neuchâtel creció en la región de Transilvania, en Rumania, donde vivía su familia paterna, de origen judío, que fue exterminada en los campos de concentración de Auschwitz y Dachau. Durante la Segunda Guerra Mundial, ella y su madre se escaparon de vuelta a Suiza. Antes de desembarcar en Santos, en 1955, vivió en Nueva York, Estados Unidos. Allí adoptó el nombre Claudia y posteriormente el apellido Andujar, del amigo de colegio, el español Julio Andujar, con quien estuvo brevemente casada. En cuanto llegó al país, al tomar conocimiento de su deseo de conocer “Brasil y su pueblo”, Claudia Andujar recibió del antropólogo Darcy Ribeiro (1922-1997), de quien se haría amiga, el consejo que le marcaría la vida. “Él me dijo: ‘Si te interesa tanto el pueblo brasileño, ¿por qué no vas a conocer un pueblo indígena?’ y me sugirió que visitara una comunidad karayá”, relata. Ese mismo año estuvo en la isla de Bananal, en el río Araguaia. Nunca más dejó de trabajar con el tema que le rendiría reputación internacional y obras en las colecciones de instituciones como el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA).
Registrando el cotidiano de los yanomamis, Andujar fue testigo del inicio de la construcción de la carretera Perimetral Norte (BR-210), de la llegada de enfermedades que diezmarían a decenas de comunidades, de la implementación del Estatuto del Indio –que en 1973 los quería “integrados” a la sociedad–, de la entrada de mineros informales y compañías mineras en sus tierras, en busca de oro, uranio y casiterita, y de la contaminación de los ríos. “Vi desaparecer a aldeas enteras. Murió mucha gente”, relata Andujar, que es ella misma sobreviviente de malaria. “Fueron entre tres y cinco episodios de la enfermedad”, estima. Para proteger al pueblo Yanomami y el medio ambiente, en 1978, un año después de ser retirada de la tierra indígena por el gobierno militar, decidió fundar, con Zacquini y el antropólogo Bruce Albert, la Comisión para la Creación del Parque Yanomami (CCPY). La entidad, coordinada por Andujar durante 22 años, fue fundamental para la demarcación continua de 9.419.108 hectáreas, en vísperas de la realización de la conferencia de la Organización de las Naciones Unidas sobre el Clima, la Río-92.
Conviviendo desde hace décadas con antropólogos, a los 87 años Claudia Andujar reconoce en su propia trayectoria profesional el diálogo con esa área del conocimiento, aunque de forma no académica. “Fotografiar es siempre un proceso de descubrir al otro y, a través del otro, a sí mismo. Siempre ha sido importante, para mí, comprender la cultura de los pueblos indígenas. Por eso me he dedicado a estudiarlos, pero mi trabajo es más intuitivo”, resume. Para Davi Kopenawa, líder de los yanomamis, Andujar “se puso la ropa del indio” y, fotografiando, enseñó a su pueblo a luchar. “Ella me dio un arco y flecha para hablar por la boca. No existe, en Brasil, otra mujer con tanta valentía como ella”.
Proyecto
Documentación fotográfica y estudio de la mitología de los indios Yanomami (nº 1976/0371); Modalidad Ayuda a la Investigación – Regular; Investigadora responsable Claudia Andujar (MASP); Inversión Cr$ 67.801,60.
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