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INTINERARIOS DE INVESTIGACIÓN

Filósofo de la incertidumbre

Entre cumbias y fanfarrias, Douglas Anfra busca acercar el conocimiento académico a la vida cotidiana de los alumnos de la enseñanza media

Como profesor de filosofía, Anfra aprovecha su experiencia musical para desarrollar prácticas en el salón de clases

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP

Nací en Jundiaí, São Paulo, y siempre me ha gustado la música, pero de joven no pude estudiar para tocar ningún instrumento. Estudié en una escuela técnica en saneamiento y en seguida tuve que empezar a trabajar. Entre 1997 y 2000 trabajé como obrero en la industria química. Era un empleo con un buen sueldo para alguien de 19 años. Pero el día a día era agotador, eran turnos rotativos, diurnos y nocturnos. Hasta que un día tuve un accidente laboral, sufrí una quemadura en una pierna y tuve que ausentarme durante meses. Tenía un amigo en Jundiaí que estudiaba filosofía en la Universidade Estadual Paulista (Unesp), en Marília, y así fue que empecé a interesarme por la disciplina.

Después del accidente, decidí probar otros caminos laborales. Había ahorrado el dinero de mi indemnización, hice el examen de ingreso en la Universidad de São Paulo (USP) y empecé a estudiar filosofía. Además, me compré instrumentos musicales. Durante la carrera, vivía en un apartamento de estudiantes junto con ocho amigos. Con el paso de los meses, el dinero guardado se acabó y empecé a trabajar como camarero y barman en bares y restaurantes para poder mantenerme. Era una locura. Trabajaba hasta muy tarde y tenía que estar bien temprano en la facultad para asistir a clases. Me sentía en inferioridad con respecto a mis compañeros, que hablaban idiomas como francés y alemán y tenían una sólida formación en humanidades, algo que yo no había tenido en la escuela técnica. Así que también empecé a estudiar francés y alemán, aprovechando los cursos que ofrecía la USP.

En 2005, la universidad abrió un concurso para un puesto como técnico académico. Me presenté y aprobé, y empecé entonces a desempeñar diversas tareas administrativas en el Departamento de Geografía. También empecé a participar en el movimiento estudiantil. En 2009 ingresé a la maestría en filosofía, con la posibilidad de obtener una beca de la Capes [Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior]. Tuve que escoger entre el empleo en la USP y la beca. Decidí renunciar y me desvinculé. Aun con un futuro incierto, opté por la beca de maestría para poder tomarme en serio mi carrera como investigador.

En el máster, bajo la dirección del historiador de la filosofía Paulo Arantes, estudié las relaciones entre guerra y filosofía en el pensamiento del alemán Friedrich Engels [1820-1895]. En 2014, ingresé al doctorado, también con una beca de la Capes y con el mismo director de tesis. En el campo de la filosofía, es habitual que los investigadores se especialicen en un autor, más que en un tema en particular. Decidí arriesgarme y centrarme en un tema, analizando el vínculo entre el desarrollo, la evolución biológica y el progreso en la visión de mundo forjada en torno a la socialdemocracia alemana de finales del siglo XIX y principios del XX. Para ello estudié los ciclos de formación, educación y ocio ofrecidos a los trabajadores en Alemania. Realicé una investigación interdisciplinaria, que implicó la lectura de filósofos, historiadores de la ciencia, politólogos y pedagogos entre otros, acicateado por mi curiosidad.

Durante esa etapa, di clases de ética en la Fundação Escola de Sociología e Política de São Paulo (FESPSP). En 2021 defendí mi tesis, en medio de la pandemia, y me presenté a concurso para un puesto como profesor reemplazante de filosofía en el Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología (IFSP), en su campus de la localidad paulista de Suzano, en donde estoy ahora.

Archivo Personal / Camila GauditanoEl filósofo (con sombrero) en un cortejo con Cumbia Calavera, el grupo que reúne a músicos latinoamericanosArchivo Personal / Camila Gauditano

El instituto cuenta con una estructura que las escuelas estaduales no tienen. Hay tiempo para preparar las clases y se brinda apoyo pedagógico y psicológico a los alumnos, algo que enriquece mucho el proceso de enseñanza y aprendizaje. Esta estructura me ha permitido buscar nuevas estrategias para enseñarles filosofía a los alumnos de la enseñanza media. Pude leer libros didácticos de filosofía y conocimientos no tradicionales, así como pensadores contemporáneos, entre ellos autores africanos, chinos, indios e indígenas. Traje todo este repertorio al aula para, posteriormente, tender un puente con los filósofos tradicionales, más alejados de la vida cotidiana de los alumnos. Hoy en día, un profesor de filosofía no puede sustraerse a las epistemologías no ortodoxas, pero tampoco podemos rechazar la tradición clásica. Mi experiencia me ha demostrado incluso que estos conocimientos ayudan a los jóvenes a interesarse por los pensadores ortodoxos, porque funcionan como una base de comparación más cercana a su realidad.

Mi contrato en el IFSP concluye a finales de 2023, y estoy pensando en presentarme a concurso para titularizar como docente, pero estamos viviendo un momento de incertidumbre en el área de la filosofía. Con la reforma de la enseñanza media, la asignatura pasará a impartirse solamente en las escuelas privadas. Por eso estoy estudiando un segundo profesorado en geografía, para ampliar mis horizontes laborales.

Desde mi infancia en Jundiaí, seguía el circuito del rock pesado, pero también me gustaban las canciones del repertorio popular y clásico. Aprendí a tocar el trombón y la tuba y estoy aprendiendo a tocar el bajo. En la pandemia, también aprendí técnicas de lutería en forma autodidacta y ahora reparo instrumentos de viento. Soy músico en tres bandas diferentes: la fanfarria Manada, con un repertorio pop, el grupo experimental Fanfarra Clandestina, y Cumbia Calavera, de músicos latinoamericanos que hacen reinterpretaciones instrumentales de cumbias clásicas y tocan temas propios. La filosofía está presente en esta vertiente profesional mía cuando organizamos reuniones para consensuar decisiones de grandes grupos. En esos momentos, mi experiencia con la sistematización del pensamiento ayuda a orientar los debates colectivos. En este aspecto, por ejemplo, ha tenido gran influencia en mí el trabajo del filósofo Oswaldo Porchat [1933-2017], porque me ha ayudado a situar la filosofía en contextos de la vida cotidiana. A partir del contexto musical, ahora también estoy pensando en dar un paso más allá en estos diálogos y realizar un posdoctorado para estudiar las relaciones entre la música y la filosofía. Empero, aún no he podido hallar el camino para transformar este anhelo en un proyecto de investigación.

En mi vida cotidiana, me muevo entre distintas realidades. El Carnaval, por ejemplo, es una forma que tienen los grupos musicales de llevar las calles a un estado de anarquía. Hacemos feliz a la gente, pero nosotros, los músicos, trabajamos con mucha seriedad. Tenemos que crear un personaje, desarrollar técnicas musicales y prácticas de grupo. Hay algunos que son más informales, pero en mi caso, cuando toco la tuba, debo enfocarme en el grupo y no puedo desconcentrarme. Para tocar este instrumento necesito tiempo para inspirar el aire y hacer sonar las notas antes que los otros. La tuba les marca el tono y el ritmo a los demás instrumentos y, además, es un objeto pesado. Debo tener cuidado de no golpear a nadie en medio de la multitud descontrolada. A pesar de la imagen relajada y el desorden de las actuaciones callejeras, el trabajo de los músicos debe ser metódico para que todo salga bien. Cuando me dirijo a mis alumnos, estas experiencias me sirven de mucho. Luego de haber estado prácticamente desnudo, disfrazado de insecto y tocando la tuba ante una multitud, entro al aula preparado para afrontar cualquier situación.

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