Léo RamosUna de las ocupaciones actuales de Francis Collins, director de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, por sus siglas en inglés), de Estados Unidos, es la administración de la iniciativa denominada Investigación Cerebral Mediante Neurotecnologías Innovadoras (Brain), cuya puesta en marcha anunció el presidente Barack Obama en abril de 2013. La iniciativa Brain congrega a neurocientíficos, neurobiólogos, expertos en imágenes, en fin, a “investigadores de diversas disciplinas que generalmente no trabajan juntos”, resumió Collins con entusiasmo, al describir ese proyecto en el marco de una presentación en la FAPESP, el día 22 de mayo. A pesar de las dificultades, Collins es consciente de que la labor de entender cómo funciona el cerebro resulta irresistible. Según él, a cualquier científico le gustaría participar en ese ambicioso proyecto de investigación en biología.
Entre 1990 y 2003, Collins fue uno de los líderes del Proyecto Genoma Humano. Durante los dos años siguientes, como director del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano (NHGRI, por sus siglas en inglés), coordinó una serie de proyectos que colaboraron para la identificación de las bases genéticas de diversas enfermedades. En 2009, como reconocimiento a su idoneidad científica, capacidad de comunicación y liderazgo, fue nombrado por el presidente Obama para el cargo de director de los NIH, el principal conglomerado de investigación biomédica de Estados Unidos, que integran 27 centros e institutos de investigación especializados, con un presupuesto anual de 30 mil millones de dólares. En su presentación, Collins anunció el único proyecto seleccionado mediante una convocatoria conjunta entre ambas instituciones ‒coordinado por Monica Tallarico Pupo, de la Universidad de São Paulo (USP), y Jon Clardy, de Harvard‒, diciendo que le agradaría recibir más propuestas de los científicos brasileños y recomendó: “No le tengan miedo al fracaso. Si no sufren ningún revés significa que necesitan asumir mayores riesgos”. Lea a continuación la entrevista que les concedió a la revista Pesquisa FAPESP y a la Agência FAPESP.
Edad: |
64 años |
Especialidad: |
Genética médica |
Estudios: |
Universidad de Virginia, Estados Unidos (título de grado en química), Universidad Yale (doctorado en fisicoquímica), Universidad de Carolina del Norte (doctorado en medicina) |
Institución: |
Institutos Nacionales de la Salud (NIH) |
Producción científica: |
512 artículos registrados en PubMed |
En el mes de junio se presentará el informe final del proyecto Brain. ¿Cuáles son las principales conclusiones?
A grandes rasgos, puedo decir que es un plan de 10 años. Queremos descubrir los tipos de células que conforman el cerebro, cómo se conectan y cómo funcionan. Estoy seguro de que surgirán muchos debates sobre ese documento. Seremos responsables sobre eso y controlaremos si efectivamente el trabajo está siendo exitoso o no. No quiero que se transforme en un proyecto en el que cada cual haga lo que quiera desde su lugar. Debemos plantear objetivos reales y tener la capacidad de mostrar lo que vamos logrando. El informe posee múltiples componentes, cronogramas, mucha tecnología. Necesitamos desarrollar pronto herramientas para medir la actividad de un millón de neuronas simultáneamente, en tiempo real. Nadie ha logrado nada parecido, por ahora.
¿Qué tipo de problemas afrontan? ¿Es tan sólo cuestión de programas de computadoras? ¿Resulta difícil conjugar el trabajo de científicos de distintas especialidades?
Necesitamos congregar a todos los expertos para trabajar en forma mancomunada. En cierto modo, eso fue lo que hicimos en el Proyecto Genoma, en 1988-1989. En esa época, una de las dudas era si la gente que fabrica instrumental y entiende de ingeniería, podía interactuar con los biólogos. Lo logramos. Ahora se suscita la misma necesidad de interacción entre individuos de ésas y otras disciplinas. La diferencia radica en que el Brain es un proyecto bastante más ambicioso que el Genoma y resulta mucho más complejo estimar cuándo finalmente se concluirá.
¿Cómo se hará para conectar a científicos de distintas especialidades? ¿Cómo motivarlos? ¿Cómo promover la interacción?
Lo que motiva a los científicos, en primer lugar, es la oportunidad de tomar parte en una aventura realmente emocionante que será histórica. Estarán dispuestos a dejar otros temas de lado para aprender el lenguaje de nuevas disciplinas si es que realmente desean participar en un proyecto como éste. Se necesitará un fuerte liderazgo. Hay momentos en los que la gente no se entiende y es preciso recordarles la importancia de lo que se está haciendo. Para mí, esto es terreno familiar, por mi experiencia en el Proyecto Genoma. Confío en que podremos hacerlo. Y es algo muy atractivo. Hoy en día, ¿qué científico no querría formar parte significativa del proyecto más ambicioso de la biología que hayamos concebido para comprender la estructura más complicada del Universo?
En su presentación, usted dijo que Brasil es el colaborador más importante de los NIH en América del Sur. ¿Qué espera de la cooperación con el país y, específicamente, con la FAPESP?
Brasil está creciendo rápidamente y se están invirtiendo muchos recursos en investigación y capacitación de una cantidad creciente de jóvenes científicos. No puedo anticipar en que ubicación se encontrará la ciencia brasileña de aquí a cinco años, pero tengo la certeza de que continuaremos alineados para aprovechar las oportunidades que surgirán. Estoy muy contento de poder anunciar el lanzamiento de un proyecto conjunto realmente bueno con la FAPESP, que involucra a un investigador de Harvard y otro de la USP. Cada uno de ellos cuenta con las habilidades apropiadas para ese increíble proyecto que posibilitará el descubrimiento de nuevas drogas. No creo que hubiéramos imaginado algo así hace 10 ó 15 años. Uno de los motivos por los cuales me siento feliz de estar aquí es la posibilidad de conversar con los líderes de la FAPESP acerca de las formas de desarrollar oportunidades con mayor regularidad para este tipo de propuestas conjuntas, donde un investigador es financiado por los NIH y otro por la FAPESP.
¿Cuál es su opinión sobre los proyectos presentados en esas convocatorias conjuntas? ¿Está satisfecho con los proyectos que fueron enviados?
Claro, pero podrían ser más numerosos. Es necesario ampliar la difusión de esas oportunidades. Debemos aclarar mejor que estamos muy interesados en proyectos significativos. Históricamente, mucho de lo que hemos hecho en colaboración con Brasil está relacionado con las enfermedades infecciosas, como por ejemplo, el dengue. Ayer [21 de mayo] estuve en el [Instituto] Butantan para comprobar lo que estamos haciendo en forma conjunta con el instituto. Uno de los objetivos consiste en lograr una vacuna realmente eficaz, algo imperiosamente necesario, porque la enfermedad se está tornando cada vez más frecuente. Hay una serie de oportunidades en las denominadas enfermedades tropicales olvidadas, que hoy, felizmente, están siendo menos decuidadas. Tenemos una extensa historia de trabajo junto a colegas brasileños en lo referente al mal de Chagas y, con certeza, aún resta mucho por hacerse. También está la leishmaniasis, que parece estar tornándose más frecuente que la enfermedad de Chagas. Y también contamos con la posibilidad creciente de desarrollar una vacuna eficaz contra el VIH-Sida. Estamos en la instancia inicial de un esfuerzo conjunto en ese campo. En todos los sitios que visité durante esta semana en Brasil, me topé también con un gran compromiso en el área de la neurociencia. Sería bueno que lográramos hallar los medios para fortalecer esa posibilidad [de cooperación]. No podemos olvidarnos del cáncer y los tumores raros, que supuestamente están apareciendo con mayor frecuencia en algunos lugares del mundo. No habrá un foco concreto, sino un gran abanico de oportunidades. Hay áreas en las que se ha puesto mayor empeño, como es el caso de las vacunas, y otras que se están desarrollando rápidamente.
¿Cuál es la importancia de la colaboración internacional en el panorama actual de la investigación biomédica?
Es fundamental. Incluso si queremos aprovechar a los mejores talentos disponibles en el mundo para obtener los resultados más auspiciosos, no debemos ceñirnos a las fronteras entre los países. Ningún país posee todos los talentos. Y los científicos son especialistas en reconocerlo, ellos suelen trabajar muy bien en conjunto. Otra cuestión es la limitación de los recursos. Si tenemos un problema realmente complejo, ¿qué país sería capaz de solucionarlo por sí solo? ¿Por qué no unificar esfuerzos y dividir los costos?
¿Cuáles son las lecciones aprendidas como coordinador de investigaciones biomédicas en Estados Unidos que podrían resultarles útiles a los brasileños?
Creo que una de nuestras ventajas radica en que contamos con un riguroso sistema de análisis por pares, ya que nunca podremos financiar todas las propuestas de investigación remitidas. La disponibilidad de proyectos revisados por otros expertos en el área, de hecho, nos ayuda a decidir cómo invertir los recursos. También es necesario tomar decisiones y definir prioridades. Estamos aprendiendo que eso no debe organizarse de modo tal que diluya las ideas innovadoras, que pueden parecer excéntricas, pero la ciencia singular también es importante. Es necesario mantener una cartera separada para las ideas altamente innovadoras, para que no necesiten competir con proyectos bien definidos y que obviamente serán exitosos. De lo contrario, la prioridad siempre la tendrían estos últimos. Tenemos en carpeta programas destinados a los innovadores, tales como Novel Innovador, Investigación Transformadora y Pionero. Otra de las lecciones que aprendimos es que la mayor parte de la investigación debe organizarse de abajo arriba, siguiendo el curso de las ideas de los investigadores. No resulta aconsejable controlar demasiado ese proceso. No obstante, hay momentos en que algo surge, y un único investigador no será capaz de manejarlo. En ese caso, se necesita de un liderazgo y la comunidad científica debe plantearse como establecerlo. No contaríamos con un proyecto como el Brain si estuviéramos esperando que algún investigador proponga la idea. Se necesita lograr un equilibrio entre el bottom up [de abajo arriba] y el top down [de arriba abajo].
¿Y siempre correr riesgos?
Exacto, y no temerle al fracaso. Si uno no fracasa es porque necesita asumir mayores riesgos.
¿Qué avances médicos podemos esperar para los próximos años?
La investigación sobre el cáncer está avanzando velozmente, en parte debido a la capacidad para identificar lo que determina la malignidad [celular] en forma individualizada. Y eso permite personalizar la atención en lugar de utilizar un tratamiento estándar. También provee pistas para el desarrollo de nuevas drogas, más eficaces que el modelo quimioterapéutico. El número de fármacos desarrollados en los últimos años ha crecido rápidamente, basándose en esas pistas. Si hoy yo padeciera un cáncer, por ejemplo, querría que el tumor fuera secuenciado para determinar cuáles son, exactamente, las mutaciones en el ADN, y querría ver esa nueva lista de drogas contra el cáncer enfocadas en blancos específicos para evaluar cuál de ellas funcionaría en mi caso. Otra área con la que estoy muy entusiasmado es la de la microbiota, los estudios sobre los microorganismos que viven en nuestro cuerpo y el papel que ellos desempeñan en las enfermedades. Vamos notando que los microorganismos poseen un rol preponderante en enfermedades tales como la diabetes, la obesidad y tal vez en el autismo. Se trata de una oportunidad única, no sólo para la comprensión de esa relación, sino para intervenir. Uno puede imaginarse que, con una modificación apropiada en la dieta o con el uso de un probiótico, se podría reprogramar a la microbiota para que ayude, en lugar de hacerle daño al organismo. Ésta es una gran oportunidad que la genómica hizo posible. Conocemos a la microbiota porque tiene un ADN y podemos determinar lo que contiene valiéndonos de la secuenciación genética. Otra área que me encantaría ver progresar en los próximos cinco años y hallar el camino de su aplicación clínica es el de las células madre y las terapias celulares. Me refiero a las células extraídas del propio paciente que son transformadas para tratar problemas en el hígado, o en los riñones, o en la anemia falciforme, una enfermedad muy frecuente en Brasil. Podríamos curar esa dolencia realizando una biopsia de la piel de un portador, convirtiendo las células de la piel en células madre y, empleando un método para editar el genoma denominado CRISPRs [Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Espaciadas], es decir, inducir la mutación y tomando esas células, reconvertirlas en células sanguíneas y devolverlas al paciente. Creo que es algo por lo que debemos apostar fuerte. No veo ningún impedimento para que eso funcione. El mismo abordaje podría utilizarse para otras enfermedades. En el caso del Alzheimer, por ejemplo, me gustaría que haya progresos en los próximos cinco años. Estamos realizando una gran inversión en el área, enfocándonos en los individuos que aún no presentan síntomas, pero conocemos su propensión a la enfermedad basándonos en su riesgo genético o en un análisis que revela la presencia de placas amiloides. La idea consiste en una intervención precoz que evite su progresión, en lugar de aguardar hasta que la enfermedad se manifieste y muchas neuronas ya se hayan perdido. Necesitamos hacer algo para tratar el Alzheimer o esa enfermedad atentará contra la economía de todos los países debido al envejecimiento de la población. Todas esas áreas poseen un gran potencial, pero no tengo una bola de cristal para saber cuál mostrará los primeros avances.