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Entrevista

Francisco Salzano: Un genetista de opiniones polémicas

Su padre quería que fuese médico. Él se presentó al examen de ingreso a la universidad para la carrera y fue reprobado. Pero pasó el examen de historia natural en la Universidad Federal de Río Grande do Sul (UFRGS), carrera que era la puerta de entrada al área biológica en los años 1940. Su padre no insistió en la idea de orientar la elección profesional del hijo y lo dejó seguir su camino. Al tercer año de la facultad, el joven “gaúcho” flirteó con la zoología antes de apasionarse por otro campo de estudio: la genética. Comenzaba así, hace más de medio siglo, la larga carrera de Francisco Mauro Salzano, hoy con 78 años y por segunda vez Presidente de la Sociedad Brasileña de Genética. Autor de más de mil artículos y textos científicos, sin hablar de los libros técnicos o dirigidos hacia el público lego que escribió, este científico es miembro de la Academia Brasileña de Ciencias desde hace más de tres décadas y ha dirigido a 80 alumnos de maestría y doctorado.

Más conocido por sus trabajos con poblaciones indígenas, en especial con los xavantes del Brasil Central, Salzano incursionó (y aún incursiona) en varias ramas de la investigación genética, tanteando cuestiones de la evolución humana, de la llegada del hombre a las Américas y hasta del área médica. Es un hombre, por decirlo de alguna manera, de opiniones de mínima fuertes y polémicas. Dice, por ejemplo, que el concepto biológico de razas humanas existe efectivamente, y no debe abandonárselo. Y afirma que el término eugenesia debe ser relativizado. Salzano es también un feroz crítico de los opositores a los transgénicos y de las investigaciones con células madre humanas embrionarias. “Actualmente hay grupos que no sólo intentan ignorar a la ciencia, sino que además procuran hostilizarla”, dice Salzano, que habló con Pesquisa FAPESP en su sala de trabajo ubicada en el Departamento de Genética en la UFRGS. A continuación, los tramos más representativos de la entrevista con este veterano genetista:

¿Qué lo llevó a interesarse en la genética hace más de 50 años?
Mi padre era médico, y había sido director de la Secretaría de Salud de acá del estado. Y tenía interés en que yo siguiese su carrera. Pero, cuando cursaba la enseñanza secundaria, a mí la medicina no me entusiasmaba mucho.

¿Por qué no lo entusiasmaba?
Mi deseo no era precisamente tratar enfermos. Cuando yo estaba por terminar la secundaria y debía presentarme a al examen de ingreso a la Universidad, estaba más interesado en los problemas de la enseñanza del área de biología. Entonces me presenté a dos pruebas de acceso a la universidad: una para medicina y la otra para historia natural, nombre dado a la época a la biología. Aprobé en historia natural y “me bocharon” en medicina.

Era lo que usted quería…
Pues sí. Entonces comencé a hacer historia natural. Me gustó el curso, y mi padre no insistió para que yo hiciese una nueva prueba. Y fui cursando historia natural. En aquella época, yo estaba mucho más entusiasmado con la literatura y el cine que con la ciencia. Pero, cuando llegué al tercer año, hice un examen de conciencia y…

¿La carrera duraba tres años?
El “bachillerato” eran tres años, después un año más de licenciatura. Entonces pensé: me voy a graduar ahora y sé poquísimo. Fue cuando organizamos un grupo de trabajo, de estudio de zoología, que era mi punto más flojo. En esa época, había regresado de São Paulo, en donde había hecho prácticas de perfeccionamiento, el profesor Antonio Rodrigues Cordeiro, que estaba interesado en genética.

¿Eso fue en qué año?
En 1950. El profesor Cordeiro vio nuestro interés y dijo: ¿”Ustedes están estudiando zoología? Pero lo bueno es la genética, de verdad…”

Él ya haciéndole propaganda a su área, ¿no?…
Él me invitó a mi y a una compañera que estudiaba conmigo a que hiciéramos prácticas en su laboratorio. Fue amor a primera vista. ¡La emoción que yo tuve al pasar las moscas drosófilas, pequeñitas, de un frasco a otro! Lo que hacíamos era sumamente elemental, la llamada siembra: pasar las moscas de un frasco de cultivo a otro.

No se conocía, entonces, la estructura del ADN. ¿Qué se anhelaba con la genética?
En realidad, la genética brasileña estaba su época fundacional, en último análisis, a cargo tres profesores de São Paulo: André Dreyfus, de Biología de la USP, Carlos Arnaldo Krug, del Instituto Agronómico de Campinas, y Friedrich Brieger, de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz, la Esalq, de Piracicaba. Esto comenzó en la década de 1940; pero, en la década de 1930, algunos trabajos de Krug ya despuntaban. Pero fue efectivamente a partir de 1940 cuando comenzaron a desarrollarse esos tres centros. En esa década, vino a Brasil, por invitación de la [Fundación] Rockefeller, el profesor Theodosius Dobzhansky, un ruso naturalizado estadounidense. Estaba interesado en biología de los trópicos, pues trabajaba en el área en el hemisferio Norte, y la Rockfeller estaba interesada en promover investigaciones en América Latina, específicamente en biología. Se estableció un intercambio entre la Universidad Columbia de Nueva York y el Departamento de Biología General de la USP. Fue a partir de ese programa que el profesor Cordeiro fue a Estados Unidos, pasó un año trabajando con Dobzhansky y varios más. Trabajando con las drosófilas, que eran el modelo de la época.

¿Cuales eran los objetivos de esos estudios?
De entrada ya el foco era la genética de las poblaciones. Es decir, cuestiones de evolución y de microevolución, las modificaciones genéticas dentro de una especie y cuáles son los factores que influencian esa variabilidad. Hasta hoy trabajo con esa cuestión.

¿Su doctorado fue sobre las drosófilas?
Sí. Fue con ese material que hice mi doctorado. Al final del 1950 practicaba como voluntario en el laboratorio de Cordeiro, que ya estaba con un intercambio fuerte con São Paulo. Cordeiro había logrado, con [Crodowaldo] Pavan, que era el coordinador principal y asistente de Dreyfus, que una persona más experimentada hiciese la especialización en São Paulo. Pero la persona escogida a última hora desistió y fue a hacer medicina. La vacante sobró y surgió la posibilidad de que yo, recién recibido y con apenas tres o cuatro meses de práctica sin remuneración, obtuviera esa beca de la rectoría de la USP.

La beca sobró para usted.
Pero Pavan dijo: “Este muchacho parece prometedor, pero como recién está iniciando, la beca será dividida entre tres personas”. La beca era de cinco y algo más (no recuerdo la moneda de la época). Yo iba a recibir dos, Isaías Raw (hoy en el Instituto Butantan) también dos y un chileno iba a ganar sólo uno. Pavan también dijo que yo no pensara que era mártir de la ciencia, pues la ciencia también tiene que hacerse así, el investigador tiene que sufrir. Yo me fui a São Paulo y me quedé allá un año.

¿En esa época, usted ya había hecho su opción por la universidad, por la investigación?
Exactamente. Por la investigación. Luego hice el doctorado a distancia. Hacía el trabajo de campo y de laboratorio aquí en Río Grande do Sul y defendí la tesis en 1955 allá en la USP, con Pavan como director. Uno de los miembros de la mesa examinadora fue el profesor Dobzhansky, lumbrera de la ciencia, uno de los creadores de la llamada teoría sintética de la evolución, hasta hoy un paradigma. Como íbamos a hacer un trabajo de colaboración con la gente de São Paulo, me quedé un año más después del doctorado haciendo esa investigación. En 1956 fui a Estados Unidos para hacer un posdoctorado de un año, ya cambiando para la genética humana, que era el campo que estaba surgiendo. Antes de eso, se consideraba que la genética humana no era muy prometedora desde el punto de vista científico.

¿Por qué?
Primero, porque el tiempo de vida del hombre es muy largo. Segundo, porque tiene pocos hijos. Tercero, porque no se puede hacer experimentos (con él).

Era complicado estudiar al hombre…
Por eso daban preferencia a esos otros modelos experimentales. Pero lo que hizo a la genética humana estallar precisamente fue el surgimiento de nuevas técnicas bioquímicas de análisis de material genético. Ellas abrieron nuevas perspectivas. Con ellas, era posible estudiar a nuestra especie con un grado de información mucho mayor que con las drosófilas.

Imagino que la publicación de la estructura del ADN debe haber tenido un impacto grande en los estudios de genética.
Dobzhansky ya decía que el ADN era probablemente el material genético. Eso ya en la década del 1940, comienzos de la de 1950. Pero la parte molecular de la genética recién llegó a Brasil años después, cuando se democratizó, digámoslo así, la metodología que antes era muy cara. La técnica llamada PCR, en la cual la multiplicación del ADN facilitó mucho el análisis molecular y a partir de la década de 1980, abrió perspectivas para que la gente del Tercer Mundo investigara también.

La genética de las poblaciones indígenas de Brasil ya le interesaba en esa época, ¿no es cierto?
En Estados Unidos trabajé con el profesor James Neel, quien a la época, era del Departamento de Genética Humana (de la Universidad de Michigan). Pasé un año aprendiendo las técnicas y las metodologías de análisis. Cuando estaba para regresar a Brasil, discutí con él sobre la posibilidad de trabajar aquí. Él me aconsejó y yo estuve inmediatamente de acuerdo, en el sentido de que los grupos derivados de africanos y de europeos podían ser mejor estudiados en África y en Europa. Pero los amerindios no. Esos debería estudiárselos aquí en América. Entonces, ya en 1957, planeé profundizar más en los grupos indígenas. Y fue lo que hice. En 1958 hice mi primera excursión de campo aquí, en Río Grande do Sul, y después, paulatinamente, fuimos extendiendo el trabajo para el resto de Brasil, últimamente con el foco especial en la Amazonia. Seguimos hasta hoy con ese interés, pero no sólo eso. Con el correr del tiempo, también me interesé por las poblaciones urbanas de Río Grande do Sul y de Brasil como un todo y también por la cuestión de la variabilidad patológica.

¿Cuáles fueron sus trabajos más importantes?
Generalmente destaco el modelo de estructura de población que el profesor Neel y yo desarrollamos, que intentaba explicar cómo se daban las migraciones de grupos indígenas o de grupos de cazadores y de recolectores en general. Según este modelo, ocurren fisiones y fusiones entre los grupos indígenas a lo largo del tiempo. Las fusiones poblacionales ocurren de acuerdo con líneas de parentesco biológico. Un grupo, más o menos relacionado genéticamente, sale de una aldea y funda otra.

¿Algo así como que padre, madre, hijos, tío y primo salen y fundan otra aldea?
Exactamente. Esa fisión, esa separación, no ocurre de manera aleatoria. Ese grupo que migra tiene una condición genética más homogénea que el de la aldea original. Posteriormente, ese grupo se va fundir (o no) con otro grupo. En fin, consideramos la dinámica de fisión y fusión propia de los grupos cazadores y recolectores, que son más o menos nómadas. Esa dinámica es básicamente distinta de la que ocurre con los grupos de agricultores, que son fijos, tienen una gran cantidad de hijos para cuidar la tierra y los núcleos poblacionales son muy diversificados. Entre los agricultores, no hay este tipo de fisión/fusión que ocurre con los grupos de cazadores y colectores. Todo eso se refleja en la variabilidad genética.

¿En que sentido?
En un grupo aislado y endogámico habrá una pérdida de la variabilidad genética y, a lo largo de los diversos núcleos de población, habrá una diferenciación, digamos, X. Al paso que, en un grupo que frecuentemente se separa y después se junta, el mantenimiento de la variabilidad genética es mucho más fácil que en grupos aislados. Esta estructura de la población influye en su variabilidad genética. Ése es un punto importante.

¿Cuándo exactamente comenzó a trabajar con los xavantes?
Mi primer trabajo de campo fue en 1962. Desde aquella época hemos hecho análisis genealógicos de los xavantes, y de diferentes grupos de investigadores, algunos vinculados a nosotros, otros más independientes, continúan estudiando esa población. Los xavantes son un caso muy raro de población tribal de la cual tenemos toda la información genealógica, de fertilidad y de mortalidad desde hace aproximadamente 60 años. Este tipo de información hace posible una serie de estudios importantes desde el punto de vista genético y epidemiológico y brinda una oportunidad también de proporcionar apoyo a esos pueblos. En algunos casos, los mismos tienen una situación médica y epidemiológica mucho peor que la de las poblaciones urbanas.

En sus estudios con indios, usted trabajó siempre con antropólogos. ¿No hubo muchos conflictos entre la gente de la genética y la del área de las humanas?
Había una serie de problemas, pero el principal choque que hubo fue con un periodista estadounidense que acusó de manera frontal y personal al profesor James Neel de haber sido incluso el responsable de la muerte de gran cantidad de indos de una tribu, de los yanomamis.

Esa historia salió en un libro hace algunos años (Darkness in El Dorado: How scientists and journalists devastated the Amazon, publicado por el periodista Patrick Tierney, quien acusa a los investigadores de haber provocado un brote de sarampión que habría ocasionado la muerte a muchos indios en Venezuela).
Exactamente. Ese caso trajo como resultado hasta otro libro que publiqué con la profesora Anna Magdalena Hurtado, que es venezolana y vive en Estados Unidos (la obra Lost paradises and the ethics of research and publication, editada en 2004 por la Oxford University Press). En ese libro, rebatimos punto por punto todas las acusaciones calumniosas de ese periodista.

El caso de los yanomamis ganó cierta repercusión en la prensa.
Cierta repercusión no, mucha repercusión. Tuve que declarar ante la Procuraduría de Justicia dos años atrás, pues estaba teniendo lugar un jucio allá en Roraima, relacionado con las colectas realizadas en ese estado. Tuve que informar que yo no recibía dinero de Estados Unidos, probar que ninguna de las investigaciones podría perjudicar a los indígenas y así por el estilo.

¿Es fácil formar un equipo multidisciplinario de investigadores para trabajar con indios?
Es necesario escoger bien a los colegas del equipo. Todo tipo de equipo interdisciplinario o multidisciplinario puede tener problemas. Hay que tener cuidado y estar preparado para que eventualmente surjan interpretaciones alternativas (a las suyas). Pero en general, creo que nunca tuve un choque mayor. En este momento, está la discusión clásica sobre la población de las Américas. Walter Neves [arqueólogo de la USP] dice que fueron por lo menos dos poblaciones distintas, primero una no mongoloide, parecida a Luzia, de rasgos primitivos, y después una mongoloide para colonizar las Américas. Nuestro grupo tiene otro modelo.

¿Las dos tesis son incompatibles?
Nuestro grupo -que incluye a Maria Cátira Bortolini de la UFRGS, Sandro Bonatto, de la PUC-RS, Fabrício Santos, de la UFMG, y un profesor argentino, Rolando González-José- desarrolló un nuevo intento de síntesis de la colonización de las Américas. Según este modelo, la morfología diferente a Luzia sería considerada como formando parte de un solo gran grupo colonizador, que habría entrado aquí hace unos 20 mil años. Cuando se tiene en consideración que puede haber gran variabilidad genética y morfológica dentro de un único grupo, no es de extrañar que algunas personas, como Lucia y otras, presenten ragos distintos. Divergimos de Walter, pero siempre dentro de un esquema de respeto mutuo. Él un gran amigo, pero exagera un poquito.

¿Además de los trabajos con poblaciones indígenas, usted destacaría alguna otra contribución suya a la genética?
Descubrimos también un tipo de hemoglobina humana, una de las proteínas más variadas de nuestro repertorio. Dependiendo de esa variación, la hemoglobina puede provocar repercusiones mayores o menores en la fisiología humana. Descubrimos un tipo de hemoglobina muy curiosa, llamada hemoglobina Porto Alegre, porque se la identificó aquí en la década de 1960. Esta hemoglobina tiene una serie de características peculiares que ocurren debido a la mutación de un único aminoácido. En el individuo ella no se manifiesta, no provoca nada. Pero, si fuera colocada dentro de un tubo de ensayo, esa hemoglobina tiende a polimerizarse, a agregarse. Es una molécula muy curiosa, que sirvió inclusive de modelo para la investigación del proceso de polimerización en sí, independientemente de la hemoglobina.

¿Cómo usted encontró ese tipo de hemoglobina?
Ésta tiene lugar básicamente en personas a ascendencia europea. Fue un descubrimiento curioso. Estábamos interesados en investigar la variabilidad de la hemoglobina en individuos afro-descendientes, entre los cuales es más frecuente la clásica anemia falciforme. Un técnico y yo fuimos a una guardería mantenida por monjas, sólo para niños afro-descendientes de Porto Alegre. Comenzamos a recolectar material de los niños hasta que en la cola de la recolección aparecieron dos niñas blancas, para usar el término clásico del IBGE. El técnico entonces me preguntó: “Profesor, ¿vamos a extraerles a ellas también?” y le dije: “Vamos a extraerle a todo el mundo para que esas niñas no se sientan discriminadas”. Y fue en una de esas niñas blancas que descubrimos la mutación.

¿Cómo usted evalúa la genética en Brasil?
La genética, hasta cierto punto, fue privilegiada con relación a otras ciencias en Brasil. Desde el vamos estuvo vinculada a instituciones internacionales. Siempre estuvo más o menos en buena situación. Debido a los cambios de paradigmas, especialmente de técnicas de investigación, hubo oscilaciones en términos de la inserción de la genética brasileña en el contexto internacional. Tenemos una dependencia muy grande en la cuestión de insumos y reactivos. Actualmente estamos relativamente bien, pero no estamos en la punta. En la punta está Estados Unidos y después viene Europa. Pero hay áreas de la genética en la que estamos haciendo trabajos importantes, reconocidos internacionalmente.

¿Cuáles áreas el señor destacaría?
El trabajo de secuenciamiento de la bacteria Xylella fastidiosa, con repercusión internacional, es un ejemplo clásico. Nuestro trabajo aquí en el sur tiene un gran reconocimiento también. Estamos bien, en general, en la parte de evolución y en la genética humana médica. En el área más aplicada, no tengo mucho conocimiento. Pero en este caso lo que importa es la aplicación en Brasil, no afuera. Entonces, yo diría que, si no estamos en la punta, estamos dentro del grupo de los primeros países que hacen investigaciones en el área.

¿En su último libro, ADN e eu com isso? (editorial Oficina de Textos), usted critica a los detractores de los transgénicos y de las investigaciones con células madre embrionarias humanas. ¿Para usted no hay ningún problema ético en ese tipo de investigación?
Concomitantemente al desarrollo fantástico de la genética, hubo un progreso apreciable de la bioética. Este término ni existía hace 20 años. Actualmente existe una red de organismos que están atentos para que cualquier desvío ético sea primeramente identificado y evitado en la mayor parte de los casos. Toda la investigación actual se somete a la evaluación de una comisión institucional de bioética. Si hay dudas sobre el carácter de la investigación, se la somete a comisiones nacionales. En el caso de los transgénicos, entidades institucionales y nacionales verifican si la aplicación de un determinado producto es o no válida, si puede ocasionar algún perjuicio a la población y así por el estilo. Actualmente hay grupos que no solo intentan ignorar la ciencia, sino que también procuran hostilizarla. Y estos grupos tienen que ser fuertemente combatidos.

¿Se refiere a los creacionistas?
De los místicos, de los anti-transgénicos y de los anti-células madre. Son principalmente esos tres grupos. La transgenia es una sencilla técnica genética, mucho más sofisticada que la anterior. El hombre es un organismo muy avasallador. Desde que surgimos como especie, estamos modificando el medio ambiente. Estamos operando en la naturaleza desde hace mucho tiempo, sólo que con técnicas no tan sofisticadas como las actuales. Pero la transgenia, en términos ecológicos, es mucho menos perjudicial que las técnicas tradicionales de mejoramiento genético. Si queremos, por ejemplo, mejorar de manera tradicional una variedad de soja o de maíz, tenemos que realizar una serie de procedimientos. Tenemos que hibridizar esa planta con una especie próxima y posteriormente realizar una serie de cruzamientos a lo largo del tiempo para pasar el material genético de una variedad para la otra. El problema es que, para mejorar una característica de una planta, introducimos en la soja o en el maíz centenas o miles de genes de esa especie próxima. En la transgenia eso no ocurre. Utilizamos un solo gen, un segmento pequeño de ADN, de una especie y lo introducimos en la variedad que queremos mejorar. En este caso, la posibilidad de ocurrir cualquier problema perjudicial al hombre o a la naturaleza disminuye fantásticamente. Y ni hablar del tiempo que se gana con la transgenia en relación con el trabajo de mejoramiento genético clásico.

¿Y en el caso de las células madre embrionarias humanas? Existe la discusión de cuando comienza la vida del embrión…
La cuestión es en dónde comienza el derecho de la persona. El espermatozoide tiene vida, el óvulo tiene vida. La posición de la Iglesia Católica, que no es universal, apunta que el derecho de la persona comienza en la fertilización, cuando hay un ser en potencial. Pero una cosa es la potencialidad; otra es la realización. La propia Iglesia Católica, años atrás, caracterizaba el derecho de la persona, por lo tanto el derecho a la vida, al nacimiento. Santo Tomás de Aquino, que fue uno de los exponentes de la Iglesia Católica, decía que el derecho de la persona comienza al nacer. Todo ese alboroto con relación a los embriones congelados en las clínicas de fertilización in vitro es absurdo. Cuando la célula huevo (unión del espermatozoide con el óvulo) se forma, la probabilidad de que ese producto venga a convertirse en un individuo en sí aún es muy pequeña. El proceso de reproducción en la especie humana es muy ineficiente. Más de la mitad de ese producto es eliminado en una fase muy precoz del desarrollo humano. Entonces, no hay ninguna garantía de que ese huevo vaya a dar un individuo. Ese es el primer punto. El segundo es que aquel puñado de células que se están formando no puede considerarse como un organismo en sí porque no tiene un eje conductor que comande sus reacciones. Todos los comandos de cómo aquellas células van a acomodarse provienen de factores del citoplasma materno. Hay también un tercer punto. En esa fase precoz no hay ninguna indicación de que vaya a nacer uno, dos o tres individuos. Puede darse la formación de cinco personas en vez de una. No puede soslayarse que la oposición de la Iglesia también se vincula a la cuestión del aborto, a la cuestión de cuándo el embrión, el feto, tiene derecho a la vida. La posición de la Iglesia Católica es opuesta a la de organismos como la Organización Mundial de la Salud, según la cual ese derecho sólo surge cuando el feto tiene posibilidad de vida al menos parcialmente independiente, lo que sólo ocurre más o menos al sexto mes de gestación. Antes de eso, puede considerárselo como parte del organismo materno. Por lo tanto, la madre tendría derecho a disponer de ese material como quisiese.

Siempre que se habla de los avances de la genética, alguien esgrime el fantasma de la fabricación de ejércitos de clones, eugenia. ¿Cómo el señor responde a esa crítica?
La clonación reproductiva es una cosa completamente loca. Es complicadísima. Es mucho más fácil, mucho más gustoso hacer hijos por el método natural. Es imposible imaginar que se pueda erigir una fábrica para producir un ejército de clones, aún con todo el progreso que la ciencia viene teniendo. La clonación reproductiva sólo tiene sentido para parejas con problemas. Ahí sí es éticamente aceptable.

¿Pero, en el futuro, los padres no podrían querer diseñar a sus hijos, talvez con ojos azules, con el auxilio de la genética? ¿Cuál sería el límite de abordajes de ese tipo?
El límite es el conocimiento. Probablemente nunca llegaremos al nivel de conocimiento que permita diseñar a una persona de manera tan detallada. Pero ése es el tema: si una persona tiene un hijo de 4 años, no va ponerlo en una escuela cualquiera. Va a buscar una escuela que le proporcione al niño el máximo rendimiento intelectual y de personalidad. ¿Por qué entonces tamaña resistencia a la idea de también proporcionarle a ese niño el mejor material genético posible? Si un padre puede esforzarse para que el ambiente del hijo sea el mejor posible, ¿por qué no podría hacer lo mismo con el material genético del niño? Mucha gente cree que el material genético tiene que venir por casualidad. Es un absurdo. Una cosa es la vida. Otra cosa es la calidad de vida. Decir que una persona con una anormalidad genética, sea esta del tipo que sea, tiene una calidad de vida igual a la de otra persona sin ese problema es un poco hacer de cuenta. Hablar de eugenismo se convirtió en un insulto, en una cosa horrible. Pero eso debe ser relativizado, ver hasta dónde uno puede influir y hasta dónde no puede. Sabemos que los indígenas brasileños mataban a los niños que nacían con defectos, lo que era natural dentro de su contexto cultural.

Pero, culturalmente, hoy en día esa medida es difícil de aceptar entre nosotros.
Es verdad. Pero, para su cultura, era perfectamente aceptable. Hasta dónde va lo que es y lo que no es aceptable; esto está fundamentalmente relacionado con los principios desarrollados a lo largo del tiempo, principios que también tienen deben modificarse a medida que uno obtiene nuevos conocimientos. Conocimiento es poder. Esa es una frase que la gente siempre oye. Entonces quiero decir que el conocimiento tiene que aplicarse. Si sé que un niño nacerá anencéfalo y, aún así, prohíbo que la pareja interrumpa la gestación en una época precoz, debido a principios éticos, morales o religiosos, estoy cometiendo un desatino. Sé que el niño va a morir de cualquier manera al nacer. ¿Para qué dejar a la pareja sufrir por un largo tiempo hasta el nacimiento del niño? ¿Para que ella lo vea nacer y morir? Eso no tiene sentido.

¿Desde el punto de vista de la genética, aún es posible hablar de razas humanas?
Raza, otro término que fue execrado, debido a exageraciones de lo que es políticamente correcto. La raza es un concepto biológico claro, que vale para todos los organismos, no solo para la especie humana. Es obvio que, cuando dos poblaciones se separan, ellas comienzan a diversificarse una de la otra. Mientras no haya aislamiento reproductivo, mientras esas dos poblaciones se puedan cruzar una con la otra, ellas son razas. En el momento en que no puedan cruzarse más una con la otra, ellas son consideradas especies. Éste es un concepto clásico, neutro, no tiene nada que ver con la discriminación o el racismo. Pero, en el afán de hacer que el horror del racismo no exista más, muchos genetistas y biólogos vinieron con esa historia de que no hay razas. Es un absurdo. Lógico que existen razas en la especie humana. Me das tu sangre que yo te lo digo, ahora, con toda seguridad, siempre que yo tenga un número suficiente de marcadores genéticos, si tus ancestros vinieron de Europa, África o Asia. Seguro. Sin exageraciones. Hay diferencias clásicas que se deben a una historia evolutiva diferente. En el fondo, el problema no es la diferencia biológica. Es la discriminación social. Ése es el punto clave. Independientemente de la diferencia biológica, tenemos que tratar de igual forma a las personas.

Y no negar las diferencias biológicas.
Es una ingenuidad creer que la discriminación acabaría si negáramos las diferencias biológicas. No va a parar hasta porque eventualmente se invente otro motivo para discriminar. En Irlanda y en otros lugares, la discriminación entre protestantes y católicos no se basa en caracteres morfológicos. Es discriminación básicamente social. Si tomamos al azar a una persona del continente africano y otra de Europa, solo de mirar sabemos que son diferentes. No hay manera de negar la realidad sólo porque ella podrá en sí ser benéfica para las relaciones del planeta. Los principios fundamentales son establecidos por los derechos universales de la persona humana, por la ONU. Independientemente del sexo, de la raza, de la religión, las personas tienen el mismo derecho. Hacer cualquier tipo de discriminación es contrario a la ética.

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