La vigilancia epidemiológica internacional de la gripe aviar, causada por el virus H5N1, ha emitido alertas. Uno de ellos, al detectar el virus en muestras de aves halladas muertas en el archipiélago de Galápagos, compuesto por decenas de islas e islotes, situado a unos mil kilómetros de la costa de Ecuador. La detección de la enfermedad allí es preocupante porque la región cobija una gran diversidad de aves endémicas. El naturalista británico Charles Darwin (1809-1882), durante su viaje alrededor del mundo en el bergantín HMS Beagle, las observó mientras exploraba cuatro de las islas del archipiélago, del 15 de septiembre al 20 de octubre de 1835, y las conclusiones a las que arribó acerca de las variaciones del formato del pico abonaron sus hipótesis sobre la diversidad biológica expresadas en su libro El origen de las especies, publicado en 1859. Las Galápagos también constituyen un importante destino turístico, lo que genera cautela en lo que concierne a su transmisión a los humanos. Se sospecha que la responsabilidad del contagio recaería en las aves migratorias que recorren largas distancias. En México, el virus se detectó en octubre en un pato salvaje. Aún no hay indicios de contagio entre las aves de corral (Science, 25 de septiembre; Reuters, 5 de octubre)
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