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Entrevista

Diógenes de Almeida Campos: Guijos y gajes del oficio

Paleontólogo sostiene que Brasil podría ser tan importante como China en su área y critica el contrabando de fósiles.

Diógenes de Almeida Campos, nació en Irará, Bahía, e hizo carrera en Río de Janeiro desde finales de los años 1960. Es uno de los pilares de la paleontología brasileña, y coordina el Museo de Ciencias de la Tierra del Departamento Nacional de Producción Mineral (DNPM), emplazado en un hermoso y antiguo edificio en Praia Vermelha, Río de Janeiro. Pero a él lo que le gusta hacer realmente es salir al campo, en busca de fósiles de dinosaurios, pterosaurios y otros vertebrados. A los 61 años, es un investigador muy activo y publica a menudo sus trabajos sobre reptiles del período Cretáceo, que vivieron hace entre 144 millones y 65 millones de años, muchos de ellos oriundos de Chapada do Araripe, región de altiplano situada entre los estados de Ceará, Pernambunco y Piauí.
Campos aprecia darles a las especies que descubre nombres brasileños, de origen indígena. Ejemplo de ello son los pterosaurios Tapejara imperator e Anhangüera blittersdorff, descritos junto a Alexander Kellner, su ex alumno de doctorado en el Museo Nacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), que se convrtió en uno de sus compañeros de trabajo más próximos. En la siguiente entrevista, el estudioso analiza la paleontología nacional, comenta las semejanzas entre los paisajes geológicos del nordeste brasileño y los de China y advierte al respecto del contrabando de fósiles. Ese problema es real, en especial en Araripe, y debemos enfrentarlo, reconoce. Campos también revela sus planes para formación de la red nacional de paleontología, anunciada al final del año pasado.

¿Cómo es la cosa?, ¿existen pocos fósiles en Brasil o es que hay poca gente que investigue en el área?
A algunos paleontólogos les gusta decir que Brasil tiene pocos fósiles. Dicen eso comparando al país con Mongolia, Argentina o Estados Unidos, cuyos territorios tienen desiertos, y donde la preservación de los fósiles es mejor. Al observar un mapa geológico de América del Sur, es posible ver que en Argentina y en los Andes hay terrenos novísimos, fosilíferos. Brasil está lleno de fósiles en la cuenca del Paraná, en Maranhão, en Piauí y en buena parte de la región nordeste. Y en Amazonia, por supuesto. En algunos lugares del país hay menos. Necesitamos más proyectos que contemplen colectas de fósiles, pues hay muchos proyectos archivados. Eso es importante. Pero es preciso también recolectar, una tarea muy complicada y que implica una ética. No se puede colectar sólo por colectar. Debe haber un criterio. A veces la colecta es una operación de salvación. Alguien va a construir una represa en un sitio y hacemos una colecta en el local para salvar los fósiles allí.

¿Entonces los paleontólogos cruzan los dedos para que haya muchas obras, para tener dónde colectar?
Es preciso estar al tanto de la construcción de todo: estadios, pozos, carreteras y ferrocarriles, y juntar todo lo que sea posible. No podemos dejar que el tiempo pase, porque si no damos lugar a la acción del intemperismo, la vegetación cubre los afloramientos y los fósiles desaparecen. Debido a su tamaño, Brasil todavía dará muchos fósiles. En Sergipe, por ejemplo, se encuentran fósiles en la apertura de cualquier carretera nueva en la parte de la playa, cerca de la costa. Salieron fósiles en todas aquellas carreteras y grandes construcciones del oeste de São Paulo.

¿Por qué las personas se interesan tanto en la historia natural, en especial en fósiles de animales?
Hay una gran curiosidad por estas exposiciones. Quizás sea porque haya una participación de otras áreas del conocimiento, incluso áreas artísticas, cerca del trabajo paleontológico. Para hacer una reconstitución de un dinosaurio o de un pez fósil, es necesario un poco de… fingimiento, de actuación.

¿Eso quiere decir la representación artística de un animal del pasado es una recreación, pero eso no significa que él era de esa manera?
El paleontólogo puede quedar más que satisfecho con la reconstitución. Él orientó la confección de aquel animal, hecha con todo el rigor científico, con una verosimilitud perfecta. Pero, en realidad, la cosa no es exactamente así. Si le pidiéramos a otro paleontólogo que orientase la fabricación de una reconstrucción, cambiaría un color aquí, otro por allá. Pero abogo por del uso de los fósiles como un ítem de la educación para la ciencia y la difusión del conocimiento en espacios informales como los museos. Ése es un filón que ha de explotarse.

¿Por qué los dinosaurios se convirtieron en un ícono de la paleontología, opacando así a fósiles de otros animales o plantas?
El interés más reciente en estos animales empezó con el libro Herejías sobre dinosaurios, del paleontólogo norteamericano Robert Bakker (publicado por primera vez en 1960). Antes no había tanto énfasis en los dinosaurios, que eran animales grandes y lerdos, y nadie les daba importancia. Se pensaba que algunos dinosaurios precisaban dos cerebros, uno para mover la parte anterior del cuerpo y otro para mover la cola. Después de Bakker, una serie de investigadores de Estados Unidos siguieron juntando fósiles y estudiándolos junto con sus alumnos. Películas como Jurassick Park aumentaron mucho el interés en estos animales. Pero el verdadero pionero en dar relieve a los dinosaurios fue el autor de Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle. En uno de sus libros hay un cuento, El mundo perdido, sobre un valle de la Amazonia, con pterosaurios volando sobre el Atlántico.

¿Brasil tiene una contribución para darle a la paleontología mundial, o su importancia es más bien local o regional?
Su contribución es grande. Nosotros contribuimos con informaciones para la parte de Gondwana y tenemos datos que muchas veces son endémicos, propios de América del Sur. Y está también ese punto sensacional que son los pterosaurios que Alex Kellner y yo describimos, de Chapada do Araripe, y les asignamos nombres brasileños, el Anhangüera y el Tapejara. Lo más interesante es que esos pterosaurios fueron ahora hallados en China. En mayo, cuando estuve allá para ver ese material, constaté que son los mismos pterosauros, no de la misma especie, pero sí del mismo género. Existe, entonces un punto de contacto entre Araripe y China.

Explíquelo mejor.
Los chinos tienen un depósito en la provincia de Liaoning, la antigua Manchuria. Es un sitio sensacional, con sedimentos muy parecidos a los del nordeste de Brasil. Hay fosas profundas, al igual que la cuenca de Recóncavo (Bahía), de casi 5 kilómetros de profundidad, llenas de sedimentos y ricas en fósiles. Cuando volví de China, en el avión le dije a Kellner “Anduve tanto por Bahía y rompí muy pocas piedras. Necesito volver allá para romper más piedras”. Debemos encontrar eso que los chinos encuentran. En China, ellos tienen peces; nosotros también. Tenemos el ostracoide (una especie de crustáceo, y ellos también. Tenemos insectos, ellos también, Tenemos los pterosaurios, ellos también los tienen. Ellos tienen muchos dinosaurios, nosotros tenemos tres o cuatro. Ellos tienen dinosaurios normales y dinosaurios con plumas. Y ellos tienen aves y mamíferos. En Araripe todavía no encontramos mamíferos. Es posible que aparezca un mamífero allí en cualquier momento. No es incompatible con la región: estamos entre el Cretáceo Inferior y el Superior. Puede aparecer un animal con pelo allí en cualquier momento, y me siento en la obligación de buscarlo. En China, me sentía como en Bahía. “Estoy en Bahía, este estrato, ese basalto, yo ya he visto eso antes”.

¿En China usted decía eso?
Sí, en China, en Manchuria. Existen allí muchos fósiles y seguramente seguirán apareciendo muchas cosa interesantes, eso sin mencionar lo que existe en la Mongolia interior, en los desiertos del oeste del país. En 1996, una vez que estuve allá, el personal del Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología de la Academia China de Ciencias ganaba 200 dólares por mes. Había poca gente trabajando y muchas dificultades. Pero, de 1996 hasta hoy, mucho ha cambiado. Ellos crecieron en el área. Mandaron muchos investigadores a Europa y a Estados Unidos, y aumentaron el intercambio con el exterior. Ahora mismo están mandando dos investigadores acá a Brasil, y nosotros acabamos de ir para allá. Si no me equivoco han duplicaron los sueldos de los investigadores. Para nosotros, ese sueldo es bajo, pero allá ellos tienen casa y comida. Y tienen dinero para investigar. Y todo ellos tienen computadoras de última generación, con escáner y buenas máquinas digitales. Todos están trabajando mucho y publicando en el exterior. Las revistas están corriendo atrás de ellos.

¿Nosotros no podríamos copiarles a los chinos?
No sé cual es la fascinación que China tiene. Nunca un editor de Nature o de Science mi pidió un artículo para publicar. Pero sí vi algo por el estilo en China. Escuché una ponencia de un editor, cuya base está en las Filipinas, donde él decía lo siguiente: Preparen los artículos que tenemos interés en publicarlos. Para mí, China, y ésta es una opinión puramente mía, está un paso al frente de nosotros en ciencia. Será muy difícil alcanzarlos. Pensábamos que pudiéramos ser socio de China, pero será difícil. Ellos están un poco adelantados. La masa crítica de investigación es enorme allá.

¿Cuál es el impacto del contrabando en la paleontología nacional?
El problema es real, en especial en Araripe y debemos enfrentarlo. La legislación brasileña no permite la comercialización de fósiles. Para hacer una excavación, si uno no pertenece a una institución de investigación, hay que pedirle autorización al DNPM. Yo, de cierta manera, influyo en la política interna del organismo. Y nuestra política es la siguiente: no le damos la autorización a nadie que tenga fines comerciales.

¿Quiénes alimentan el contrabando de fósiles, los coleccionadores o los museos de las universidades del exterior?
Son las colecciones de particulares. Hoy en día está en moda comprar fósiles de insectos. Los museos serios no los compran, respetan los acuerdos con Brasil. Pero ésa no siempre es la posición de Estados Unidos y de Inglaterra. Lo que me consuela un poco es que, tarde o temprano, el material contrabandeado, en caso de que sea realmente importante, un investigador lo describirá. Lo lamentable sería que eso se hiciera en otros países. Pero una cosa me ha quedado clara en todos estos años: cuando se desarrolla la aptitud brasileña en el área de la paleontología, difícilmente se pierde un fósil importante para ir parar al exterior. Es sólo ver el caso de Alex Kellner con los pterosaurios: él es muy activo, se mueve y difícilmente alguien haga cualquier cosa afuera con el material de Araripe. Los chinos padecen el mismo tipo de problema. Incluso allá, con todo lo que significa el régimen chino, ellos no logran controlar la salida de material.

Pero Kellner y usted mismo tuvieron problemas hace algunos años con un investigador inglés, David Martill, de la Universidad de Portsmouth, que publicó un artículo sobre un fósil de dinosaurio de Araripe contrabandeado que era igual o similar a uno que ustedes estaban estudiando. A la época hubo la sospecha de que el fósil d-el inglés era un pedazo de la pieza estudiada por ustedes.
No era la misma pieza. Era otra, seguramente contrabandeada. ¿Qué hacer en esos casos? Tenemos de educar a las poblaciones locales para competir con el contrabando. Tenemos que usar a la Universidad Regional de Cairiri como un polo de atracción: hicimos diferentes audiencias públicas con la procuradora de medio ambiente, de manera tal de conscientizar a las autoridades, a la población, etc. Y también debemos promover acciones de la Policía Federal. Pero estas acciones, me parece, son las que menos resuelven las cosas. Terminan llamando más bien la atención sobre el problema, no resolviéndolo.

¿Pero la captura de algunas personas por contrabando no muestra que la ley se cumple?
Por supuesto, las detenciones, como la del contrabandista alemán Michel Schuwickert en Ceará, en 2002, son acciones importantes. Pero detener al labrador de campo porque gana algún dinero con el comercio de fósiles no tiene sentido. En la época de sequía, muchas veces, el fósil es una garantía de tener 1 kilo de fríjol o de arroz para llevar a la mesa en casa.

¿Cuál es su postura personal sobre la venta de fósiles?
Nunca he comprado ninguno. Ni estímulo a comprarlos. Pero pienso que con los labradores se podría hacer trabajo de convencimiento, a cargo de las universidades. Siempre he intentado trabajar en la educación de estas personas. Podrían recibir libros, asistir a charlas. También es preciso erigir museos en lugares donde hay fósiles. De esta manera los habitantes pueden tener allí, en exposición, los fragmentos que ellos mismos hallaron, con su nombre. Esto cuenta mucho en las comunidades. En síntesis, hay una serie de cosas por hacerse. El sencillo acto de detener a un labrador no resuelve nada. Si no encaramos esas actividades, los tipos nos seguirán escondiendo los fósiles y después lo permutarán, los venderán, harán cualquier negocio con el primer paulista que aparezca por allí.

¿Sólo los paulistas compran fósiles?
No es necesario ser paulista. Tanto en el nordeste como en la Amazonia, cualquier persona que venga del sur es paulista para ellos. Y el contrabando es un tema sumamente desagradable para mí. Pero, en los días actuales, hay a lo sumo uno o dos ejemplares de fósiles de interés para la ciencia fuera de los museos, aunque en el exterior. Al cabo de algún tiempo, el coleccionador particular termina pasando la pieza a un museo. Algunos investigadores de Alemania y Japón llegan a un arreglo con nosostros para que los investigadores brasileños estudien juntos los fósiles que fueron a parar allá contrabandeados.

¿Pero en 1998, un investigador japonés publicó en Nature un artículo sobre un fósil de tortuga marina de 110 millones de años, que sería la más antigua del planeta. Era un ejemplar de Araripe. ¿Era contrabandeado?
Sin lugar a dudas. Cuando el investigador no dice cómo consiguió el fósil, es porque no tiene cómo decirlo, es que lo compró de manera ilegal. Existen cuatro tortugas de Araripe descritas, tres de ellas involucran a investigadores brasileños. Pero esa no. Charlé con el japonés tiempo después, y él decía que no sabía nada.

¿Cómo reacciona usted ante de un artículo escrito por extranjeros con base en un fósil brasileño contrabandeado?
Es de lo más frustrante. Además de los esfuerzos, uno no consigue encargarse de todo. Ese alemán (del contrabando), por ejemplo, yo querría haberlo metido preso y tirar la llave a la basura. Él argumentó que nunca puso las manos en un fósil. Las personas hallan una pieza, me la dan de regalo y yo la acepto, él solía decir.

¿No es preciso que haya un esquema que corrompa un cierto número de personas para que los fósiles salgan de Brasil?
Cuando las piezas justifican la llegada de un extranjero a Brasil, ellos hacen de todo. Dan propinas, coimas, le pagan a un labrador por el trabajo de buscar fósiles. Y dan más coimas por los ejemplares encontrados. Estas actividades ocurren hasta en los aeropuertos, aunque haya una accionar permanente de la Policía Federal.

¿Cuánto puede costar fuera de Brasil un fósil de una especie rara o nueva para la ciencia?
Se habla de miles de dólares, depende de la pieza. Pero ésa es la excepción. Se venden muchos lotes de fósiles para ornamentación, grandes cantidades de animales e insectos. Como no costó casi nada obtener esos los fósiles, cualquier valor para estas piezas ornamentales es ganancia. Este comercio, aunque envuelva piezas sin novedades, es muy prejudicial para la ciencia, principalmente en el área de los insectos, donde hay cosas muy interesantes en Araripe. No me agrada darles un valor monetario a los fósiles, porque cualquiera sea el valor que yo les asigne pasa a servir de referencia. En los sitios donde excavo en Araripe no queda resto alguno de fósiles al día siguiente. Lo que había sobrado, aun sin importancia, alguien se lo lleva. Piensan que, si el Dr. Diógenes recolectó fósiles allí, entonces este sitio es bueno.

¿Araripe es realmente importante para la paleontología mundial?
Allí todo lo que hay es de la fase final del Cretáceo Inferior. Además de tener una gran fauna de vertebrados, Araripe tiene una flora muy importante, posiblemente de las primeras plantas con flores del planeta. Mary Elizabeth Bernades de Oliveira, de la Universidad de São Paulo (USP), estudia esta cuestión. En Araripe existieron las primeras selvas con flores, que posteriormente serían refugio de mamíferos y aves. Esta selva que moldea toda la vida humana en la Tierra durante los últimos 65 millones de años, hizo posible la aparición de primates y, consecuentemente, del hombre. Sucede que las plantas que preparan el ambiente para que luego surjan los animales que se adaptarán a él.

Regresando un poco en el tiempo, ¿cuando empieza la paleontología en Brasil?
Fue necesario encontrar fósiles para que existiera una paleontología brasileña. La fecha más antigua se ubica a finales del siglo XVII y comienzos del XVIII, cuando se habrían hallado huesos de mamíferos en cuevas de Bahía, como se encuentran todavía actualmente en el estado. El primer hallazgo comprobado de fósiles es el material citado por el barón de Eschewege, un coronel del ejército portugués que vino con Don João VI a Brasil y encontró dicho material en Minas Gerais. Eran mamíferos fósiles del Pleistoceno (hace entre 1,8 millones y 11 mil años), como los de Bahía. Pero el verdadero hallazgo, al cual  tomamos siempre como el comienzo de la paleontología brasileña es el dibujo de la cabeza de un pez de Chapada do Araripe, junto a los huesos de mamíferos de Bahía, que salió publicado en los libros del zoólogo  [Johann Baptiste von] Spix y el botánico [Carl Friedrich Phillipp von] Martius entre 1823 y 1831. Spix y Martius eran dos naturalistas viajeros, que vinieron provenientes Bavaria y realizaron un largo viaje por Brasil, entre 1817 y 1820. No pasaron precisamente por Chapada, pero recibieron estos fósiles de regalo en Oeiras, estado de Piauí. Fue la primera ilustración de un fósil brasileño divulgada en el mundo. Era realmente un material fósil de calidad. El punto importante del descubrimiento fue que cuando se publicó el dibujo, Brasil ya era Brasil.

¿Durante el imperio, Don Pedro II, estimuló la investigación geológica?
Don Pedro II se interesaba por el área y creó la Comisión Geológica del Imperio (en 1875). Antes se hicieron las expediciones Thayer (1865) y Morgan (1870). A esta última la financió JP Morgan, y sirvió para estudiar el litoral nordeste de Brasil. La encabezó Charles Frederic Hartt, un canadiense profesor de geología en la Universidad de Cornell, Estados Unidos. Ya había también influencia del Museo Nacional, que aún no había sido trasladado a la Quinta da Boa Vista, pero ya tenía un rol importante, con un cuerpo de estudiosos y con colecciones, y estaba abierto a visitas. Hartt trajo a Orville Derby, un geológico americano, y los dos juntos produjeron  una obra de relevancia. Posteriormente Derby trabajó en São Paulo, en la Comisión Geológica y Geográfica del Estado de São Paulo, y empezó el mapeamiento topográfico del estado, pues no entendía cómo se podía hacer geología sin hacer topografía. Fue un trabajo lento, que costó mucho dinero, por eso se lo criticado mucho. Hartt y Derby eran recolectores de fósiles. Hicieron un trabajo excepcional. Viajaban, recolectaban y enviaban los fósiles de Brasil afuera del país.

¿La proclamación de la República cambió mucho ese panorama?
En 1905 Brasil empezó a enfrentar el problema energético. Y tal problema había de resolverse con el carbón brasileño. Pero este carbón, cuyos yacimientos estaban en Río Grande do Sul y Santa Catarina, tenía un alto tenor de cenizas, que a veces llegaba al 23%, y un alto tenor de azufre, cosa que obstaculizaba su combustión. A decir verdad, no era un carbón muy bueno. Y había otro agravante: las máquinas de los ferrocarriles y otras que venían acá se fabricaban en Inglaterra para la quema de carbón Cardiff, que es muy bueno. Estas máquinas no se adaptaron al carbón de Santa Catarina y Río Grande do Sul. Para resolver el problema, se optó por la forma más sencilla: intentar encontrar en Brasil un carbón de mejor calidad. Los ingleses habían hecho así en Sudáfrica. Eso fue lo que hizo aparecer fósiles en Brasil. El estudio de fósiles ligados al carbón, principalmente los vinculados a la botánica, empezó a desarrollarse. Y hay más: el estudio de estas minas de carbón, que empezó en Halagaos y en Bahía, y terminó en el sur del país, promovió un relevamiento geológico de todo Brasil; y fue motivo del así llamado Informe de la Comisión de Minas de Carbón, publicado en 1995 por un geólogo llamado Israel C. White. Ese es el Informe White del Carbón, que obligó al gobierno nacional a crear un organismo que se preocupara con las minas de Brasil; no en el sentido de otorgar concesiones, tal como hasta ahora se hace. La concesión la otorgaba cualquier organismo, una secretaría cualquiera del ministerio. El nuevo ente era para estudiar, para seleccionar las áreas, de manera tal de ayudar a los mineros a buscar el carbón y otros minerales. Por eso se creó el Servicio Geológico y Mineralógico de Brasil, en 1907. E invitaron a Derby a asumir como su primer director. Derby se desempeñó en el cargo entre 1907 y 1915, e imprimió esa idea de que era necesario hacer investigación científica para hallar minerales. Hasta este punto, la tendencia original, la técnica portuguesa, era muy empírica, basada en la manera práctica. Siempre estuvo muy disociada de lo que se hacía en la academia.

¿Derby enterró el legado portugués?
Él intentó romper con la manera empírica de hallar minerales. Quería terminar con aquella historia de usar una horqueta que vibra para buscar agua, como se hace hasta hoy en el nordeste. Intentó imponer un método científico, pero no tuvo éxito. Pese a ello, así comenzó todo. El mérito de Derby fue ése. Él se mató en 1915, y el Servicio Geológico pasó a tener entonces un nuevo director, Euzébio Paulo de Oliveira. Y éste sí, logró imponer el método científico. Para hacerlo, tuvo de hacer un mapa geológico del país. El mapa tiene información de las rocas, pero, para obtener una indicación de su edad se necesitan fósiles. De esta manera, los fósiles pasaron a se un ítem fundamental dentro del Servicio Geológico y Mineralógico de Brasil. En la década de 1930 estábamos intentando resolver problemas geológicos. ¿Estos terrenos son del Cretáceo o del Terciario? ¿Había fósiles? Sí, los había. Pero nadie sabía identificarlos. Muchos de los libros de paleontología estaban escritos por franceses, ingleses, alemanes y norteamericanos. Y estudiaban la fauna y la flora del hemisferio norte. Era imposible identificar a los fósiles acá, salvo alguno que otro. Había que crear una ciencia paleontológica. La solución era entonces mandarle los lotes de fósiles a algún experto en el tema del exterior. Y se pagaba por la identificación del material. Ésa fue la primera solución hallada para los fósiles brasileños. Esa estructura continuó más o menos así hasta el final de la década de 1930. En 1937 se realizó la expedición de la Universidad Harvard a Sudamérica, en la cual los investigadores entraron en Brasil para buscar fósiles. Formaban parte de esa expedición Theodor White y Llewellyn Ivor Price, nacido hace exactamente 100 años en Santa Maria [sur de Brasil], pero que estudió e investigaba en Estados Unidos.

¿Cómo fue esa expedición? ¿Fue durante la misma que Price halló en el sur del país uno de los más antigos dinosaurios del mundo, de alrededor 230 millones de años?
Sí, ellos encontraron ese dinosaurio, el Staurikosaurus pricei, y le dieron el nombre a la especie precisamente como un homenaje a Price. Fue una expedición destinada a estudiar el período Triásico, que en Brasil solamente se registra en Río Grande do Sul. Pero en aquella época a los científicos no les interesaban demasiado los dinosaurios. El mayor interés se refería a los vertebrados, de preferencia los reptiles, que son parecidos a los mamíferos. La preocupación tenía que ver con intentar resolver el problema del origen del hombre; procurar descubrir ese grupo de reptiles, los sinápsidos, a los que hoy en día prácticamente se los cataloga como una clase aparte. La expedición tuvo algunos aspectos notables. Entre otras cosas, había que pedirle autorización al Estado para llevarla a cabo, cosa que se hizo efectivamente y la documentación está toda guardada en el archivo del CNPq (Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico), en el Museo de Astronomía y Ciencias Afines de Río de Janeiro.

Pero, si ya se necesitaba en ese entonces la autorización, ¿por qué el Staurikosaurus fue a Harvard?
Ese ejemplar salió de acá con todas las autorizaciones. La política de mandar fósiles afuera estaba llegando a su fin, pero aún no había terminado. A esa altura, la Universidad de São Paulo (USP), que es de 1934, ya se encargaba de formar paleontólogos. Estaba Josué Camargo Mendes, que escribió libros didácticos sobre paleontología. Camargo había hecho una pasantía en el DNPM, y vino acá varias veces. En ese ínterin, el DNPM constituyó una sección de paleontología. Cuando Price regresó definitivamente a Brasil, además del grupo de la USP había un incipiente núcleo de paleontología en el Museo Nacional. Y Price llegó y comenzó a formar gente de acá. El siguiente e importante paso tuvo ligazón con la necesidad de encontrar petróleo en Brasil. Una vez más un problema energético, en este caso el petróleo en vez del carbón, acicateó y estimuló a la paleontología. De allí la necesidad de tener carreras de geología, de las cuales la paleontología es una de las cátedras. A partir de 1960 surgen las escuelas de geología, todas con un departamento de estratigrafía y paleontología. Cuando ingresé acá en el DNPM, en 1968, había 13 paleontólogos. De ellos, cinco eran investigadores conferencistas, que a la época era el título más alto del CNPq, y todos eran de la Academia Brasileña de Ciencias. En esa época había paleontólogos también en Río Grande do Sul y en Minas Gerais, y un pequeño grupo en Recife. En Bahía, mi alma mater, no había paleontología, salvo en Petrobras. Había que aprender todo solo.

En diciembre, el ministro de Ciencia y Tecnología lanzó en Uberaba el proyecto de una red nacional de investigación en paleontología, con un presupuesto estimado en alrededor de 6 millones de reales. Pero parece que pocos paleontólogos brasileñas sabían de esa iniciativa. ¿Es verdad que usted está al frente de la red?
Yo estoy en una situación un tanto incómoda. Se estructuró un gran proyecto con base de un proyecto mío, que tenía un determinado objetivo y era mucho menor. Pero, de repente, me arrojaron 6 millones de reales encima de la mesa. Con mi proyecto original, yo pretendía armar una juegoteca, una biblioteca, un taller de dinosaurios, un espacio lúdico al lado del museo de paleontología que ya existe en Peirópolis, en el municipio de Uberaba. Pero los líderes políticos, no sé, deben haber pensado que era poco, y entonces mi proyecto volvió ampliado, con una red arriba. Vamos a tener que hacerle correcciones. Escucharemos a todos los científicos. Yo ya se los he dicho. La gente de Río Grande do Sul, que fue excluida de la red, entrará de nuevo. De lo contrario yo me abro.

En un diario de São Paulo salió que  un diputado había juntado el dinero de la red para Minas Gerais
Es cierto. Fue el diputado Nárcio Rodrigues, del Partido Socialdemócrata (PSDB) de Minas Gerais. Pero lo que yo quiero es que se constituya un consejo científico para la red, y ese consejo decidirá quién contará con dinero para investigar. Nadie le da dinero a nadie sin un dictamen de sus pares, sin contar con un proyecto científico. Y no renuncio a eso.

Pero, ¿quién coordina la red?
La Secretaría de Ciencia, Tecnología y Enseñanza Superior de Minas Gerais coordina la parte económica. Y ellos a su vez me pidieron que yo coordinara la parte científica de la red. Voy a darle continuidad al trabajo que empezó en 1986, en sociedad entre el DNPM y la Municipalidad de Uberaba. Voy a trabajar con Beethoven Teixeira, de manera tal que tengamos en Peirópolis un centro de referencia, para dinosaurios en particular, y para fósiles brasileños en  general. En Minas Gerais no contamos con la suficiente masa crítica de paleontólogos como para llevar adelante la red. Gente de otros estados debe entrar en la red.

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