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Periodismo científico

Historias para contar

El acceso a documentos digitalizados ayuda a reconstituir el trayecto de la divulgación científica en Brasil

REPRODUÇÃOEl acceso directo a documentos de los siglos XIX y XX, facilitado en gran medida mediante la reciente digitalización de los archivos de importantes medios de comunicación, y nuevos estudios de caso, pueden en poco tiempo modificar la percepción corriente al respecto de la historia de la divulgación y del periodismo científico en Brasil. En lugar de un trayecto signado por unas pocas oleadas localizadas de intensa difusión, seguidas por prolongados silencios, es posible que pueda reconstruirse en ese campo un camino más bien continuo a lo largo de dos siglos, aunque muy angosto en determinados tramos y más ancho en otros. “Aunque por ahora no debamos dejar de lado la noción de la existencia de olas de la divulgación científica en el país, en sintonía con lo que el científico inglés Martin Bauer señaló para Europa, tal vez debamos reverla a la luz de los nuevos datos aportados por la investigación empírica”, dice Luisa Massarani, directora del Museo de la Vida de la Fundación Oswaldo Cruz, quien en compañía de Ildeu de Castro Moreira estudia sistemáticamente esa temática desde 1997. Ella admite la posibilidad de que mucho de lo que hasta ahora se percibe como lagunas en la actividad de divulgar y reportar temas científicos en Brasil corresponda, en realidad, a lagunas del conocimiento histórico al respecto.

A propósito, tómese, en cuanto a la cuestión de los hallazgos propiciados por la digitalización de archivos, en el caso de O Estado de S. Paulo –A Província de São Paulo, hasta 1890– y, mediante una búsqueda preliminar por noticias sobre temas científicos, con poco esfuerzo puede constatarse, como lo hizo el periodista Carlos Fioravanti, editor especial de Pesquisa FAPESP, que ya en 1875, el año de la fundación de ese importante periódico paulista, una cierta “Sección Científica”, aparecía en su primera página.

En un primer abordaje a la colección digital, promovida por él, halló inicialmente 895 archivos con esa expresión, entre los años 1875 y 2000. Pero mediante un mínimo refinamiento en la búsqueda se redujo ese número a 145 apariciones de la expresión exacta hasta la década de 1910. Lo curioso es que el gráfico de barras que puede visualizarse en ese proceso revela un vacío entre los años 1900 y 1909, lo cual incita a sospechar que la “Sección” que aparece en la década siguiente no es exactamente la misma que se hizo objeto de nuestro deseo. Y en efecto: las dos parcas apariciones significativas durante ese período, más exactamente el 9 y 10 de abril de 1912, se encuentran en un pequeño anuncio de un cierto “Museo científico y anatómico”, ubicado en el número 31 de la calle 15 de Novembro, donde se proclama que “la visita al museo interesa a todas las clases sociales, que pueden conocer al organismo humano en sus diversas modalidades”. El reclame, para usar el término de la época, incluso aclara que el museo está “abierto desde las 10 de la mañana hasta la medianoche”, y agrega que “en el interior del establecimiento se vende la entrada para la sección científica anatómica”, las tres últimas palabras escritas con tipografía de cuerpo mayor, e informa finalmente que “los niños menores de 9 años no abonan entrada”.

Aunque el anuncio estimule la curiosidad por saber qué piezas de museo mostrarían en 1912 el organismo humano en todas sus modalidades, lo que aquí interesa son los 143 archivos restantes que, efectivamente, revelan una “Sección Científica” publicada con una cierta regularidad en la primera página del periódico paulista, entre 1875 y 1886; al cabo, un lapso de 11 años. Hay 63 cómputos entre 1875 y 1879, y 79 registros entre 1880 y 1886 (lo cual implica el faltante de una sección, contabilizada, pero no identificada, para que la cuenta sea exacta). Esas secciones contienen tanta riqueza y diversidad de temas y tratamiento de la información que parecieran reclamar por un estudio consistente de caso, tal como sugieren las investigadoras de historia de la ciencia Márcia Ferraz y Ana Maria Goldfarb, ambas del Centro de Estudios Simão Matias (Cesima) de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP). Habiendo dirigido maestrías y doctorados y con otros más en curso, relacionados con temas de historia de la divulgación y del periodismo científico, ellas notan en la multiplicación de los estudios de caso un camino destinado a ampliar rápidamente el conocimiento en ese campo y, simultáneamente, brindar sustento a reflexiones más amplias y consistentes al respecto de la naturaleza de sus relaciones con la investigación científica y con la educación científica, así como sobre su espacio en la construcción del Brasil contemporáneo.

La primera “Sección Científica”, hallada en el periódico paulista data del 16 de febrero de 1875, poco más de un mes después del lanzamiento de A Provincia de São Paulo, el 4 de enero, con la manifiesta intención de difundir los ideales de un grupo de republicanos. El título del artículo que la inaugura es “La meteorología sinóptica y el pronóstico del tiempo”, que, por cierto, reaparecerá frecuentemente y tal cual, en el periódico. En este primer artículo, el autor, cuyo nombre no aparece, se vale de toda su elocuencia para defender los nuevos esfuerzos dedicados al desarrollo de la meteorología, que recién está en sus comienzos (no se dice que hecho lo demuestra). Eso después de un ejercicio de tolerancia y comprensión en relación con la indiferencia e incluso el sarcasmo del público para con las investigaciones meteorológicas, puesto que sólo los resultados materiales concretos, pondera, tienden a otorgar valor a la ciencia ante la opinión pública.

040-046_Jornalismo Cientifico_200Catarina BessellEn determinado tramo del precioso texto, su autor sostiene: “Podría decirse que el tiro de honor había sido disparado en esta poco afortunada ciencia cuando hace algunos años, en plena academia de ciencias, dos ilustres físicos la emprendieron contra ella, denostando sus métodos, proclamando el nulo valor de sus doctrinas y condenando sus investigaciones a una eterna esterilidad. La meteorología se encaminaba a unirse al museo de las ciencias muertas con la magia y la astrología judicial, cuando aparecieron nuevas expectativas, y la enferma, desahuciada por los doctores, se irguió vigorosa, y con ardor juvenil se encaminó por una senda tan fecunda como inesperada”.

Durante el transcurso de los años, valiéndose a veces de traducciones de artículos publicados tanto en periódicos científicos como en medios extranjeros de amplia circulación, o bien de escritos de autores de la casa y de expertos locales, la “Sección Científica”, se explaya sobre geología, agronomía, Darwin y las teorías evolucionistas, astrofísica, el positivismo, inventos tales como el corazón artificial y el auto a vapor, y cuestiona incluso a la propia ciencia, tal como lo hace en un artículo con el hermoso título “Los talleres de ideas”, del 9 de octubre de 1875, donde se presentan al lector las ciencias aplicadas como la contracara de la ciencia básica.

La aparentemente última “Sección Científica”, del 10 de abril de 1886, ofrece la segunda parte de la traducción de un artículo al respecto de las teorías evolucionistas, con el título “Las objeciones contra la teoría de Darwin – II” firmado simplemente por Haeckel (probablemente, el naturalista alemán Ernst Haeckel, 1834-1919). Luego de observar cómo los salvajes toman por seres sobrenaturales a los sofisticados aparatos que ven por primera vez, por ejemplo, una locomotora o un transatlántico, el autor compara: “En nuestra propia raza, muchos hombres carentes de instrucción no serían capaces de formarse una idea cabal sobre esos complicados aparatos, ni comprender su naturaleza puramente mecánica. Empero, según una muy atinada observación de Darwin, la mayor parte de los naturalistas no se comporta con mayor inteligencia frente a las formas organizadas, de lo que lo hace el salvaje ante un buque o una locomotora. Para poder apreciar el origen puramente mecánico de las formas organizadas, es necesario haber recibido una sólida educación biológica, y estar familiarizado con la anatomía comparada y la embriología”. Al pie del artículo constaba la información “continúa”, que, sin embargo, no sabemos por qué razones, no fue observada por el periódico.

Los orígenes más estudiados
Aunque el caso del tratamiento brindado a la ciencia en el siglo XIX por Estadão todavía  carece de un estudio sistemático, algunos medios más antiguos, referentes de los albores de la prensa brasileña, disfrutan de una situación distinta, comenzando por el Correio Braziliense ou Armazem Literario. Ese mensuario, al que se considera como hito inaugural del periodismo brasileño, a pesar de ser editado en Londres, donde se hallaba exiliado su fundador, Hipólito da Costa (1774-1823), fue lanzado en junio de 1808 y circularía  ininterrumpidamente hasta diciembre de 1822 (Gazeta do Río de Janeiro, el periódico oficial de la Corte recién instalada, aparecería el 9 de septiembre de 1808).

La singularidad del caso del Correio, “una publicación esencialmente política, que brindó un espacio para la información de naturaleza científica”, aunque las dispares características del intelectual brasileño que lo creara acabaron motivando un hermoso estudio del profesor José Marques de Melo, sobre el trabajo de reportero de la ciencia que Hipólito habría desempeñado al realizar una misión diplomática al servicio de la Corona portuguesa, 10 años antes de fundar su periódico. El objetivo de la misión era “observar la economía agrícola estadounidense, para discernir cuáles inventos científicos e innovaciones tecnológicas eran factibles de instaurarse en Brasil, en ese entonces, colonia de Portugal en América”, relató Marques de Melo en su ensayo “Hipólito da Costa, precursor del periodismo científico en Brasil” (Anuário de jornalismo,tomo 2, n. 2, p. 150-71), publicado en el año 2000.

Según el investigador, ex profesor de la Universidad de São Paulo (USP), en el diario de viaje que preservó el relato de la misión y preanuncia “la vocación periodística que el autor desarrollaría diez años más tarde en su periódico”, Hipólito “compone un hábil registro del florecimiento de la ciencia y la tecnología en la joven nación norteamericana”. Y hay más: “Demuestra su capacidad de percepción de las invenciones científicas y de los procesos de difusión colectiva vigentes en aquella sociedad, al tiempo que hace referencias al contexto colonial europeo”.

En el Correio, Hipólito da Costa editará regularmente “Literatura y Ciencias” como una de las cuatro secciones principales del periódico, junto a “Política”, “Comercio y Artes” y “Misceláneas”. En una de ellas, que aparece en el facsímil del primer volumen del Correio Braziliense, coordinado por el periodista Alberto Dines y publicado en 2000 por el Instituto Uniemp y la Imprenta Oficial del Estado de São Paulo, Hipólito informa, festeja y describe el decreto imperial francés del 7 de marzo de 1808, que aglutinó a todas las escuelas, academias y colegios de Francia en “un sólo cuerpo con la denominación de Universidad”.

Se han estudiado otros varios periódicos de la época, en especial O Patriota, tratado en el libro de ensayos Iluminismo e Império no Brasil: “O Patriota” (1813-1814), coordinado por la historiadora Lorelay Kury y publicado en 2007, en coedición con la Fundación Oswaldo Cruz y la Biblioteca Nacional. En un texto publicado en 2008, Kury clasifica a O Patriota como “una antología de la ciencia”, y acota que “contiene decenas de artículos que abarcan las más variadas temáticas, tales como medicina, historia natural, agricultura, viajes, historia política y poesía. Esta miscelánea demuestra la importancia que adquirieron los temas científicos en el ambiente cultural del Alto Iluminismo luso-brasileño”. Ella agrega que “en sus numerosos artículos se vislumbran los rasgos de una invención política denominada Brasil, cuya identidad se estaba forjando más por la descripción natural que por la intensidad de las etapas históricas”.

O Patriota fue estudiado en otras ocasiones, tal como lo hace el artículo de Maria Helena Freitas, “Consideraciones acerca de los primeros periódicos científicos brasileños”, que es el resultado de su tesina de maestría bajo la dirección de Márcia Ferraz. Ella lo incluye y destaca entre los periódicos que circularon en el país entre 1813 y 1830, cuya mayor parte tuvo una vida efímera. Freitas añade que “tal como en la mayoría de los países euroamericanos, la divulgación y la comunicación de la ciencia en Brasil comienza durante el siglo XIX en periódicos diarios, no especializados y dirigidos al público en general”. De tal modo, “Gazeta do Río de Janeiro cumplió esa función de divulgador de los temas científicos, informando sobre la producción de obras, la realización de cursos, la producción y venta de libros y textos científicos. Más allá de las noticias y alusiones, el periódico llegó a publicar boletines científicos”, dice.

REPRODUÇÃOInstituciones y editoras contribuyeron para la revitalización del periodismo científico en los años 1980-90 mediante el lanzamiento de revistas especializadasREPRODUÇÃO

Freitas también destaca otros periódicos, tales como A Idade d’Ouro do Brazil (1811) y As Variedades ou Ensaios de Literatura (1812), ambos publicados en Bahía en esos albores de la prensa brasileña. Pero cabe aclarar que ambos son objeto de estudios más minuciosos, el primero, en un libro de Maria Beatriz Nizza da Silva, A primeira gazeta da Bahía: “Idade d’Ouro do Brazil”, publicado originalmente en 1978, y actualmente en su tercera edición a cargo de la editorial de la Universidad Federal de Bahía (UFBA) en 2011, presentada por el periodista Luís Guilherme Pontes Tavares. Y el segundo, en una pequeña y maravillosa edición en dos tomos, el primero, un facsímil del periódico y el segundo, un conjunto de cuatro breves ensayos al respecto, editado por la Fundación Pedro Calmon/ Secretaría de Cultura, también en 2011, el año del bicentenario de la prensa bahiana.

Los descubrimientos del siglo XX
En años más recientes, dos libros aportaron nuevos e importantes datos para la comprensión, tanto del tratamiento brindado por la prensa brasileña en el siglo XX a la ciencia producida fuera y dentro del país como a la evolución de nuestro periodismo científico. Ellos son, Domingo é dia de ciência: história de um suplemento dos anos pós-guerra, de Bernardo Esteves (Azougue Editorial, 2006) y Um gesto ameno para acordar o país: a ciência no “Jornal do Commercio” (1958-1962), coordinado por Luisa Massarani, Claudia Jurberg y Leopoldo de Meis (Fundaçåo Oswaldo Cruz/ Casa de Oswaldo Cruz, 2011).

Aunque es más sencillo estudiar las corrientes de circulación de la información sobre ciencia en la sociedad brasileña del siglo XX que en el anterior, era más por los documentos de las sociedades científicas y por declaraciones de los científicos que por el análisis directo del material de prensa que se contaba con un panorama de la evolución del periodismo científico en Brasil. No obstante, en las últimas tres décadas eso comienza a modificarse, y las tesinas y tesis en el campo del periodismo científico pasan a analizar cómo se presenta la ciencia en los medios impresos, en la televisión y en la radio. Los estudios de casos profundos y exhaustivos todavía son escasos (aunque también son pocos los programas de posgrado que privilegian el campo de la divulgación y del periodismo científico), pero hay señales de que están creciendo.

En un artículo reciente, un apartado que analiza las principales corrientes de divulgación de la ciencia y la tecnología en Brasil, Massarani y Moreira, luego de observar cómo dos de esas corrientes están directamente vinculadas con la comunidad científica brasileña y los movimientos de las décadas de 1920 y 1950, proponen que una “tercera corriente, relacionada con el periodismo científico y que se encontraba en fase embrionaria a finales de la Segunda Guerra Mundial, emergerá con mayor intensidad en la década de 1980”. Más adelante, analizando esa tercera corriente, los autores dirán que “un hito emergió en la prensa de São Paulo, en el marco de las universidades estaduales, con recursos humanos científicos calificados. Un referente fue José Reis, con orígenes en la comunidad científica y que fue uno de los fundadores de la SBPC, quien se dedicó durante muchas décadas, a partir del final de los años 1940, a establecer un historial en el periodismo científico, principalmente  en el periódico Folha de S. Paulo”.

Los autores destacan el rol del español Manuel Calvo Hernando (atraído por el periodismo científico en 1955, cuando la ONU organizó la primera conferencia sobre usos pacíficos de la energía nuclear, en Ginebra), que inspiró la fundación de las asociaciones de periodismo científico en América Latina (incluida la Asociación Brasileña de Periodismo Científico, ABJC, en 1977), la creación de nuevas secciones científicas en los periódicos e incluso cumplió un rol destacado en la capacitación pionera de periodistas científicos en Brasil, cuando brindó un seminario de periodismo científico en 1972, en la Universidad de São Paulo (USP).

Si la dictadura que oprimió a Brasil entre 1964 y 1985 modificó o no el desarrollo del periodismo y de la divulgación científica en el país, es una cuestión que requiere aún estudios más profundos. Pero resulta notable que los años 1980, que inauguran el proceso de redemocratización del país, hayan aportado tantos nuevos medios y propuestas en ese campo (lea la infografía). También resulta interesante cuestionar cuánto de este nuevo movimiento fue el resultado de la estrecha articulación del periodismo con instituciones de investigación científica o sociedades científicas. Ciência Hoje, en 1982, la Revista Brasileira de Tecnologia, creada en la década de 1970, aunque reprogramada en 1985, y, más adelante, en 1999, Pesquisa FAPESP, se crearon por medio de esa interacción o en esa intersección.

Todas son revistas que parecen proponer estudios que contribuyan para comprender mejor la historia y los desafíos del periodismo científico en Brasil. De hecho, Pesquisa FAPESP es objeto de al menos una decena de estudios académicos, frecuentemente junto a Ciência Hoje y de Superinteressante, una revista de amplia divulgación científica lanzada en 1987.

En cuanto a los archivos digitales, vale aclarar que en 2010 se puso a disposición el de la revista Veja, que abarca su trayectoria desde 1968; en 2011 fue el turno de Folha de S. Paulo, con textos que datan desde la década de 1920; en mayo de este año, Estadão digitalizó el suyo, abriendo una gran ventana a casi 140 años de historia. Aunque tal vez la noticia más cautivante para los estudiosos que utilizan los periódicos como fuentes documentales para las reconstrucciones históricas sea el lanzamiento, por parte de la Biblioteca Nacional, el 9 de agosto pasado, de la Hemeroteca Digital Brasileña.

El portal, con 5 millones de páginas digitalizadas de periódicos brasileños de todo tipo ‒diarios, revistas, anuarios, boletines, periódicos científicos, etc.– cuenta con libre acceso desde cualquier computadora conectada a internet, con un avanzado sistema de búsqueda y libertad para imprimir documentos. Una fiesta para los investigadores.

Artículos científicos
FREITAS, M. H. Consideraciones acerca de los primeros periódicos científicos brasileños. Ciência da Informação. v. 35, n. 3, p. 54-66. sept./ dic. 2006. (www.scielo.br)
MASSARANI, L.; MOREIRA, I. C. La divulgación científica en Brasil y sus orígenes históricos. Tempo Brasileiro. v. 188, p. 5-26. 2012.

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