Siempre me ha gustado el movimiento. De niño practicaba deportes y teatro, pero dado que era buen alumno en ciencias exactas, dudaba entre estudiar física, artes escénicas y educación física. Finalmente me decanté por las ciencias exactas. Ingresé a la carrera de física en 1992, en la Universidad Federal de Rio Grande do Norte [UFRN], e inmediatamente empecé a trabajar como becario del Programa Especial de Formación de la Capes [Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior]. Al año siguiente, a la par de la carrera, me uní al grupo de teatro Clowns de Shakespeare, de Natal [Rio Grande do Norte].
Una vez graduado en física, me dediqué a investigar la sismología en la maestría en geodinámica y geofísica en la UFRN. Lo hice impulsado por un recuerdo del pasado, el terremoto que presencié en 1986, cuando tenía 15 años. Me acuerdo que estaba en el segundo piso de la escuela cuando se produjo el temblor, que todos, compañeros, profesores y otros empleados pudimos sentir. El terremoto tuvo una magnitud de 5,1 y pasó a la historia como el sismo de João Câmara, ciudad situada a unos 80 kilómetros de Natal, en donde yo vivía.
Cuando cumplía mi segundo año como miembro de Clowns de Shakespeare e íbamos a presentar el primer gran espectáculo del grupo, tuve que elegir entre la ciencia y el arte. Corría 1998 y mi director de la maestría, el físico Mario Koechi Takeya, me instó a que tomara esa decisión. No lo culpo por esa actitud, pero por el bien de mi investigación ‒en la que estábamos analizando datos sísmicos en la represa Tucunduba, en el estado de Ceará‒ abandoné la compañía teatral dos meses antes del estreno de A megera doNada, una obra en clave de sátira sobre el clásico La fierecilla domada, de William Shakespeare [1564-1616], dirigida por Sávio Araújo.
Poco después, en 1999, ingresé al doctorado en el Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas de la Universidad de São Paulo [IAG-USP], bajo la dirección del profesor Marcelo Assumpção. En mi investigación, estudiamos la estructura de la corteza terrestre en el sudeste y centro-oeste de Brasil. En 2001, durante un año relativamente más tranquilo del doctorado, asistí a un taller en el Teatro de la USP, impartido por los actores Edgar Castro y Georgette Fadel, dos maestros que marcaron mi carrera. Por la misma época, me uní al Grupo de Teatro Movimento, de São Paulo, donde subí a escena en tres espectáculos durante los dos años que fui miembro de la compañía.
En 2004, de regreso en Natal para realizar un posdoctorado en la UFRN, asistí al taller Arte del Payaso, impartido por Felícia Castro y Flavia Marco Antônio en el Centro de Teatro Experimental. En 2006 aprobé la oposición a un cargo como docente en el Instituto de Geociencias de la Universidad de Brasilia [UnB]. Como profesor recién contratado, tenía mucho trabajo por hacer y me alejé de los escenarios. Volví a hacer teatro en serio en 2015. Al año siguiente, asistí a otro taller de clown, en esta ocasión con el actor y director José Regino, a quien considero mi gran maestro. Allí fue que me enamoré realmente de esta profesión y así nació mi primer payaso que, sin embargo, aún no era el Dr. Terremoto.
Por aquel entonces, teorías absurdas como la de la Tierra plana cobraron fuerza en las redes sociales. Estaba preocupado. No sabía cuál sería el impacto de aquellas ideas extravagantes entre la gente y ahí nomás se me ocurrió la idea de bromear con ese tema. Todo payaso tiene una habilidad, una característica inusitada. En mi caso, es el vínculo del personaje con la ciencia lo que causa la sorpresa. Lo interesante es que en la ciencia se extreman las precauciones para evitar los errores; por ejemplo, a la hora de publicar un descubrimiento o de informar a la prensa sobre un terremoto. El error es algo impensable para nosotros, los científicos. Y, por supuesto, así debe ser. El payaso, en cambio, hace lo contrario: juega con el error y lo utiliza para crear situaciones que hagan pensar al espectador una forma diferente de acertar.
Partiendo de esta premisa, creamos A Terra é plana! E agora? [¡La Tierra es plana! ¿Y ahora qué?], un espectáculo para todo público que estrenamos en Brasilia, en 2019. En las primeras presentaciones, ya como el Dr. Terremoto, noté que el público era mayoritariamente académico, compuesto por colegas de profesión y estudiantes. A la vez, también me di cuenta de que la obra no funcionaba de la misma manera con espectadores legos. Fui modificando el lenguaje y el enfoque según el ámbito en el que me presentaba, hasta hallar la forma de llevar el mensaje del Dr. Terremoto a un público más amplio.
Empero, el debut del Dr. Terremoto había sido un poco antes, durante un congreso de la Unión Europea de Geociencias [EGU], en Viena (Austria), también en 2019. Fui disfrazado de payaso, asistí de esta forma al evento y esperé mi turno para presentarme en lo que se conoce como pico, esas sesiones explicativas de cinco minutos. Formaba parte de un bloque específico, junto con otros artistas y científicos que van por el área artística, para hablar de cómo el arte puede colaborar con la ciencia y viceversa. Estoy habituado a exponer mis trabajos en eventos internacionales pero este fue, sin duda, el más impactante de mi vida, con la mayor atención y público que haya tenido nunca.
El año pasado me convertí en profesor titular del IAG-USP. A causa de ello me mudé a São Paulo con mi mujer, que es administradora de empresas. Tenemos dos hijos: Gabriel, de 23 años, amante de la música y estudiante de ciencias de la computación en la UnB, y Julia, de 17 años, que es bailarina e integrante de una compañía de baile de Brasilia, pero ahora acaba de aprobar una audición en São Paulo.
Actualmente soy miembro del Observatório Companhia Teatral, un grupo creado hace cinco años. En noviembre nos presentamos en un evento de camaradería de los empleados del IAG-USP y sus familiares. Compartí el escenario con la Dra. Magnetita, una payasa creada por la geofísica Janine Araujo do Carmo, del Centro de Investigaciones, Desarrollo e Innovación Leopoldo Américo Miguez de Mello [Cenpes-Petrobras].
Desde febrero me encuentro al frente del Taller de Payasería Científica, junto a los actores Julia Bertollini ‒la payasa Catarina‒ y Pedro Caroca, el payaso Seu Cocó. El propósito de este curso de extensión universitaria en el IAG-USP, dirigido a los docentes de enseñanza media y superior, además de estudiantes de carreras de grado y posgrado de diversas áreas, es enseñarles a comunicar los conceptos científicos en forma sencilla y amena.
Como actor, payaso y director, hasta ahora he realizado 17 espectáculos y un largometraje. Aunque me dedico todo lo que puedo a las artes escénicas, también soy un científico comprometido, becario con nivel 1C de productividad en investigación del CNPq [el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico]. En el aula, sigo el estilo tradicional, pero no reniego del buen humor. Siempre me ha gustado decir que la asociación entre ciencia y arte es una cosa seria. Más allá de ser un canal importante para la divulgación científica, el arte ayuda a romper el exceso de formalidad del ambiente académico. Ojalá que esta idea se extienda.
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