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Integridad

Huecos en la red

Conferencia en Lisboa discute el desafío de prevenir fraudes en investigaciones hechas en el marco de cooperaciones internacionales

Alrededor de 300 personas de 52 países, entre científicos, editores de periódicos académicos, autoridades y gestores de universidades, se reunieron durante tres días en Lisboa a finales de septiembre para discutir el desafío de combatir la deshonestidad en el ambiente de la investigación, con realce para plagios, fraudes y falsificaciones en artículos científicos. Patrocinada por la Oficina de Integridad de la Investigación de Estados Unidos y la Fundación Europea de la Ciencia (ESF, en la sigla en inglés), la Primera Conferencia Mundial de Integridad en la Ciencia tuvo el mérito de platear el problema desde una nueva perspectiva. Es cierto que episodios de deshonestidad científica estén lejos de ser novedad. Pero en un mundo en el que se multiplican las investigaciones realizadas por grandes redes involucrando a gente de varios países, cuestiones tales como la importancia de preservar los datos primarios de estudios, de prevenir conflictos de intereses o de asegurar patrones éticos y de respeto a los derechos humanos y de los animales en los experimentos han dejado de ser un problema solamente de la agenda interna de las instituciones.

Hubo consenso entre los participantes en el sentido de que la deshonestidad académica es subestimada. Se citó por ejemplo el escaso hábito de promover la retractación de artículos fraudulentos publicados en revistas científicas. La tasa de retractación de artículos en la base PubMed, por ejemplo, está estacionado en solamente 0,02% desde 1994. Lo que oímos aquí confirma que las conductas impropias están mucho más diseminadas de lo que se imagina, aún que no siempre se configuren crímenes, dice Ian Halliday, presidente de la ESF. La presión para que los investigadores publiquen a cualquier costo fue la causa más mencionada para el avance de las defraudaciones. Mientras que lel número de publicaciones en Estados Unidos está estancado, países como China, Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwán vienen ampliando anualmente en 15% su producción, según datos presentados por Ovid Tzeng, de la Universidad National Yang Ming, en China Taipei. Los sistemas de ranking son muy severos en Taiwán, Hong Kong y otros lugares de Asia. Los gobiernos destinan fondos de acuerdo con el ranking y preguntan solamente: ¿cuántos artículos usted publicó? Quienes consiguen publicar un paper en Nature reciben 1 mil dólares en dinero vivo, afirmó Tzeng. Debemos pedir a las agencias de fomento, gobiernos e instituciones que revisen sus reglas para reducir la presión por aumentar la cantidad de artículos publicados, especialmente para los investigadores muy jóvenes. Eso puede ser hecho sin comprometer la calidad y puede hasta realzarla, dijo Peter Tindemans, de la Fundación Europea de la Ciencia.

Melissa Anderson, de la Universidad de Minnesota, presentó los resultados de un estudio de su autoría según el cual no es suficiente bombardear a los estudiantes con conocimientos teóricos sobre conductas éticas si eso no viene acompañado con actitudes concretas. Este tipo de capacitación simplemente no hace efecto si el estudiante fuera formado en un ambiente de presión y competitividad exageradas, afirmó Melissa, que durante tres años acompañó a 3.300 estudiantes de universidades estadounidenses. Pero el punto de mayor relieve de la conferencia fue la conferencia de Herbert Gottweis, docente de política científica de la Universidad de Viena, sobre el caso del surcoreano Hwang Woo-Suk, que engañó al mundo durante un año y medio con resultados fabricados en investigaciones de células madres publicadas entre 2004 y 2005 en la revista Science. Gottweis visitó Hwang en  Corea del Sur tres semanas antes de que explotara el escándalo. Concluyó que el surcoreano se había blindado con una red compuesta por entidades académicas respetadas de su país y aliados en el exterior, además de sectores de la industria y de los medios. El hecho de  Hwang haber conseguido engañar a tantos, incluso a sus aliados de otros países, tiene mucho que ver con una cierta ceguera que alcanzó a investigadores de células madres, demasiado ansiosos por transformar en realidad la obtención de células de embriones clonados, afirmó Gottweis. La lección que se saca de este caso es que la revisión hecha por los pares no sustituye a la buena gobernanza y que la honestidad en la ciencia depende de la garantía de integridad de redes científicas.

El encuentro rindió buenos debates y, en concreto, al menos una propuesta consistente fue presentada. El Foro Global de la Ciencia (GSF, en la sigla en inglés), vinculado a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), llevó un borrador de lo que pretende convertirse en una guía de las mejores prácticas para asegurar la integridad científica y prevenir conductas impropias. Escrito a partir de la contribución de 52 representantes de 23 países que participaron del workshop de la OCDE en Tokio en el inicio del año, el informe presenta una serie de recomendaciones. Parte de ellas llama al tino. Se sugiere, por ejemplo, que cada institución disponga de un canal específico por el cual una sospecha de mala conducta pueda denunciarse y una estructura capaz de analizar de forma discreta, justa y eficiente. Parece elemental, pero no son muchas las instituciones que disponen de tal estructura, lo que no es un acicate para las denuncias. La discreción es fundamental para evitar injusticias como la cometida por la Oficina de Integridad de la Investigación de Estados Unidos, uno de los organizadores de la conferencia, contra la brasileña Thereza Imanishi-Kari, cuyo caso fue recordado en el evento. Ella fue acusada, al final de los años 1980, de falsificar datos de una investigación hecha en sociedad con el ganador del Nobel David Baltimore y perdió el cargo en la Universidad Tufts. En 1996 acabó absuelta de las acusaciones y pudo reanudar la carrera.

De acuerdo con el documento de la OCDE, no hay un sistema ideal de evaluación. Algunos países prefieren comités designados con el propósito de evaluar casos específicos, otros prevén oficinas encargadas de evaluar conductas impropias en cada institución, y también hay los que disponen de comités nacionales, en general naciones con comunidades científicas pequeñas. Cualquier sistema es válido, afirma el informe, siempre y cuando  existan parámetros claros y conocidos por toda la comunidad científica para las investigaciones, además de un amplio derecho de defensa y tipos de castigos previamente definidos. Un objetivo que debe buscarse es el incremento de la cooperación entre organismos de combate a conductas impropias de varios países, con el fin de enfrentar el problema en colaboraciones internacionales, propone el informe. Necesitamos informaciones muy sencillas. Si yo sospecho que un investigador de otro país tuvo una conducta inadecuada, ¿cómo puedo denunciarlo ¿Cuál es el sistema de aquel país?, sostuvo Nicolas Steneck, de la Oficina de Integridad de la Investigación de Estados Unidos. Enviada a Lisboa por la revista Nature, la editora y comentarista Sarah Tomlin registró en el blog de la revista los bastidores y los chistes contados a la hora del cafecito. ¿Sabe cuál es la mejor excusa que un autor puede dar al editor de una publicación que exige los datos originales de su trabajo? Las hormigas blancas se comieron mis datos, escribió Sarah.

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