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Filosofía

Ideas en movimiento

Investigadores estudian manuscritos de la etapa intermedia entre las dos obras más conocidas de Wittgenstein

078-081_Wittgenstein_229LOREDANOSobre el filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein (1889-1951), no suele haber dudas en cuanto a que fue el autor de una obra con dos etapas claramente distintas. El “primer Wittgenstein” se encuentra en el Tractatus logico-philosophicus, publicado en 1921, y el “segundo” se encuentra representado en las Investigaciones filosóficas, publicación póstuma de 1953. Pese a las tres décadas que separan a ambos momentos, “el paso del Tractatus a las Investigaciones filosóficas era tratado hasta finales de la década de 1990 casi como la conversión de San Pablo al cristianismo”, dice João Vergílio Gallerani Cuter, docente del Departamento de Filosofía de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP). Era como si el filósofo hubiese pasado a producir, repentinamente y sin razones del todo claras, una filosofía opuesta a la primera. “Eso no se sostiene desde el punto de vista biográfico y resulta inadecuado desde el punto de vista conceptual”, afirma Gallerani Cuter.

Este abordaje empezó cambiar a finales de los años 1990, pues en esa época empezaron a publicarse los manuscritos de Wittgenstein correspondientes al período que se extiende entre sus dos obras más conocidas. Ése es el material que constituye las fuentes primarias utilizadas en el proyecto temático “Wittgenstein en transición”, coordinado por Gallerani Cuter en la FFLCH-USP desde junio de 2012 y con fecha de conclusión prevista para el día 31 de mayo próximo. Uno de los aspectos interesantes del proyecto consiste en que se origina en debates iniciados en la propia época de la publicación de los manuscritos, en diálogo con los estudios que se desarrollaban simultáneamente en otras regiones de Brasil y en el exterior.

“Actualmente contamos en Brasil con una buena y abundante cantidad de estudios sobre el período intermedio de Wittgenstein, que se caracterizan por su diversidad y su distribución por distintas regiones”, dice Bento Prado Neto, docente del Departamento de Filosofía y Metodología de las Ciencias del Centro de Educación y Ciencias Humanas de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), quien asumió la coordinación del proyecto en su última fase y ha venido participando en los debates con Gallerani Cuter desde sus orígenes. El primer paso fue el coloquio The Middle Wittgenstein, que promovió la interacción con investigadores extranjeros y de otros estados, tales como André Porto, de la Universidad Federal de Goiás, y Luiz Carlos Pereira, de la Universidad Estadual de Río de Janeiro y de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, la PUC-Rio, que coorganizaron las últimas ediciones del coloquio. “Era un coloquio regular, y su transformación en proyecto temático fue el resultado natural de un proyecto afianzado, con la ventaja entonces de contar con una estructura institucionalizada”, dice Prado Neto.

Al observar retrospectivamente el proyecto temático, ambos estudiosos coinciden en que lo más importante fue ‒a partir del estudio sistemático de los textos intermediarios‒  la posibilidad de iluminar aspectos de la obra de los “dos” Wittgenstein. Según Prado Neto, tradicionalmente existía un “consenso razonable acerca de los significados de los aforismos del Tractatus” y también sobre su filiación, su importancia en el campo de la lógica y sobre el origen de las cuestiones discutidas (halladas en pensadores tales como Gottlob Frege y Bertrand Russell); pero sobre ese consenso de base se erigieron interpretaciones diametralmente opuestas. La divergencia aparece más acentuada aún en las lecturas de las Investigaciones filosóficas.

Prado Neto afirma que la lectura de los escritos intermedios permite sentar sobre nuevas bases el debate entre las distintas tendencias interpretativas. En cuanto al trabajo de los investigadores reunidos alrededor de los coloquios y del proyecto temático nacidos en la FFLCH, y “en un grupo de personas con formación bastante diferente, logramos arribar a un mínimo de concordancia que permitió hacer una lectura conjunta sumamente provechosa, sin detrimento de las diferencias de abordaje”, dice Prado Neto. “En filosofía, un consenso mínimo nunca impide la variedad de interpretaciones; al contrario, califica al debate.”

Para Gallerani Cuter, los textos del período intermedio dejan clara la necesidad de hacer un estudio del estatuto de los fenómenos en el Tractatus logico-philosophicus. A su juicio, a comienzos de la década de 1930, Wittgenstein empezó a operar una reforma en el análisis de los fenómenos preconizado en la obra, “pero todavía era en el campo privado donde el lenguaje debería encontrar su base”. Sin embargo, más o menos en 1936, eso empezó a caer por tierra, y el filósofo “desarrolló una crítica sistemática del propio pensamiento, con argumentos contra la posibilidad lógica de un lenguaje privado”, entendiéndose aquí como “lenguaje privado” a aquél cuyo sentido sería lógicamente inaccesible a cualquier otra persona que no sea el hablante.

Como puede verse, incluso el período intermedio de Wittgenstein está lejos de ser homogéneo. El filósofo austríaco, que se mudó a Inglaterra para convertirse en alumno de Bertrand Russell en Cambridge, donó su parte de la herencia familiar ‒su familia era una de las más ricas de Austria‒ a sus hermanas, más o menos en la misma época de la publicación del Tractatus. Pasó entonces a dar clases para niños y renunció a la actividad filosófica. Pero en 1929, a los 40 años, volvió a Cambridge, donde en 1937 sucedería G. E. Moore en la cátedra de filosofía. Renunció a la misma en 1947, cuatro años antes de morir.

El proyecto “Wittgenstein en Transición” se orientó al estudio de los documentos del período 1929-1933, que incluyen alrededor de 3 mil páginas manuscritas, más las notas de las conversaciones con el Círculo de Viena, las anotaciones tomadas por sus alumnos durante los cursos dictados entre 1930 y 1933, los apuntes de Moore (que se publicarán este año en Estados Unidos), dos conferencias y la parte de la correspondencia de Wittgenstein relativa a dicho período. “Wittgenstein fue un filósofo en el sentido tradicional de la palabra, no un filósofo universitario, ocupado con la solución de problemas específicos para publicar un nuevo artículo”, dice Gallerani Cuter. El estudioso añade que, pese a ello, no existe “ninguna pretensión de sistematización en su filosofía, a no ser en el Tractatus, y de todos modos lo es en un sentido muy especial”.

Todo el material intermedio amplía una trayectoria de cuestionamientos radicales. El impacto del pensamiento de Wittgenstein –que llevó a su maestro Russell a repensar sus propias conclusiones en el terreno de la filosofía de la lógica– se debe en gran medida a lo que Gallerani Cuter califica como “una ambición de abordar los problemas filosóficos tradicionales en bloque”. Según explica el investigador, desde el principio hasta el fin de su trayecto filosófico, Wittgenstein siempre creyó que los problemas filosóficos reposan sobre una mala comprensión de la “gramática” del lenguaje. “Para el primer Wittgenstein, a esa ‘gramática’ debería buscársela a través de un análisis que nos llevaría a la exhibición de un conjunto de proposiciones elementales, a partir de las cuales toda y cualquier proposición del lenguaje podría construirse mediante expedientes verifuncionales”. De este modo, el análisis de las proposiciones del lenguaje podría desembocar en tres resultados: una función de verdad usual de las proposiciones elementales dotada de bipolaridad, e inscrita, por ende, en el dominio descriptivo; una tautología o contradicción, que nada dice, o la constatación de que el proceso de análisis de la supuesta proposición nos conduce a un “callejón sin salida”, lo que revelaría que la supuesta proposición de la cual partimos era a decir verdad un contrasentido.

En el período maduro, no existen más ese camino único y predeterminado de análisis ni la noción de un lenguaje ‘universal’ que exprese un campo de sentido”, dice Gallerani Cuter. “El único constreñimiento lógico dado de antemano es el carácter necesariamente público de los criterios que utilizamos para contrastar la corrección o la incorreción de una sentencia”. Eso vale para la evaluación del sentido y del valor de verdad de las sentencias de un lenguaje y también para cualquier cosa que involucre a la noción de “regla”. Lo importante, desde el punto de vista de Wittgenstein, sería preservar la distinción entre las ocasiones en que una regla estaría siendo seguida y aquellas otras en que fue tan sólo aparentemente seguida. “Siempre que denominamos regla a algo, admitimos la posibilidad de que alguien crea que la está siguiendo sin estarlo. Es precisamente eso lo que estaría excluido por principio de un supuesto dominio estrictamente privado, al que sólo yo tengo la posibilidad lógica de acceder.”

“En el proyecto del Tractatus el objetivo es la clarificación lógica del lenguaje”, dice Prado Neto. “Al mantenerse estrictamente enfocado en la dilucidación de la lógica –esto es, en el esclarecimiento de la ‘forma general’ de la proposición, excluyendo su ‘contenido’– , en la primera obra parece reducir a eso toda la reflexión filosófica digna de ese nombre y apartarse de temas tales como el tiempo, el espacio, el fenómeno, etc.”. Al regresar a Cambridge, en 1929, Wittgenstein se dedicará a la “aplicación de la lógica”, es decir, al análisis lógico de las proposiciones de nuestro lenguaje, y a partir de ese momento, el esclarecimiento del lenguaje, que seguía siendo el trabajo esencial de la filosofía, ya no podría ser indiferente a esos contenidos. “Esa recuperación de temas clásicos es uno de los aspectos interesantes del período intermedio, en la medida en que permite efectuar una confrontación un poco menos simplista de la filosofía de Wittgenstein con la tradición.”

Lejos de agotar –si es que ello es posible– las posibilidades de estudio e interpretación del Wittgenstein intermedio, el proyecto de los investigadores se prolonga mediante la creación de un núcleo que ya se incluía entre sus objetivos iniciales, con la participación ‒sumada a la de los investigadores brasileños‒ de nombres consagrados tales como David Stern, de la Universidad de Iowa, y Mathieu Marion, de la Universidad de Quebec. Uno de los investigadores extranjeros que formaron parte desde el comienzo de los coloquios organizados por Gallerani Cuter y Prado Neto, el francés Ludovic Soutif, se mudó a Brasil: hizo un posdoctorado en la USP y actualmente es profesor de la PUC-Rio.

Esta red internacional de estudios hizo posible la realización de cuatro coloquios internacionales, uno de ellos en la Universidad de Burdeos, con aportes económicos de agencias francesas, y la publicación de un número especial de la revista canadiense Philosophiques. Un libro aún sin título escrito por Gallerani Cuter, Prado Neto y Marcelo Carvalho, de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), y Mauro Engelmann, de la Universidad Federal de Minas Gerais, con comentarios analíticos a las Philosophische Bemerkungen (observaciones filosóficas), saldrá pronto publicado por la editorial de la Unifesp. Un segundo volumen, exclusivamente sobre los capítulos de filosofía de la matemática de la misma obra, se encuentra en preparación. Este trabajo, según Philosophische Bemerkungen, está a cargo de jóvenes investigadores que poseen una buena formación en matemática y pueden llevar el estudio en esa área a buen puerto. “Ahora contamos con resultados palpables que serían impensables cuando empezamos a trabajar solos en Brasil, aislados del resto del mundo”, dice.

Proyecto
Wittgenstein en transición (nº 2012/ 50005-6); Modalidad Proyecto Temático; Investigador responsable Bento Prado de Almeida Ferraz Neto (UFSCar); Inversión R$ 100.403,46 (FAPESP).

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