El físico y biólogo Uri Alon, investigador del instituto de Ciencia Weizmann, de Israel, publicó en 2009 un artículo en la revista Molecular Cell donde sugiere una serie de factores que investigadores y estudiantes deberían considerar cuando se aprestan a elegir un objeto de investigación. En pocas páginas y con cierto matiz de autoayuda, Alon ofrece algunos consejos a los que comienzan su carrera, tales sólo comprometerse en serio con un tema luego de tres meses de reflexión o tratar de identificar entre los asuntos emergentes de su campo de investigación aquello que más despierte su interés personal. El trabajo fue escasamente mencionado en otros artículos: tan sólo tuvo 14 citas, de acuerdo con la base de datos Web of Science, de la empresa Thomson Reuters. Sin embargo, contrariamente a lo que parece, tuvo un impacto notable. Es uno de los trabajos más populares de Mendeley, una red social académica por medio de la cual, los usuarios pueden almacenar y compartir artículos en sus perfiles y saber qué papers están despertando el interés de otros investigadores.
Al ensayo de Alon ya lo bajaron 130 mil personas en Mendeley. El presidente estadounidense Barack Obama se vio involucrado en una situación similar. En julio, firmó un artículo sobre la reforma del sistema de salud de Estados Unidos en el Journal of the American Medical Association (Jama). Solamente tuvo siete citas en trabajos académicos, pero lo mencionaron en más de 8 mil publicaciones en Twitter y en 197 páginas en Facebook. “Estos casos son indicativos de que la forma en que se publica y divulga la ciencia está cambiando con la expansión de las redes sociales”, analiza el biólogo Atila Iamarino, uno de los creadores de la red de blogs científicos ScienceBlogs Brasil.
La cantidad de citas que recibe un artículo en otros papers o el factor de impacto de una publicación son parámetros consagrados para evaluar la relevancia de la producción científica. Con todo, en los últimos años asomaron nuevos indicadores dedicados a registrar el alcance de la ciencia entre públicos variados. Esta tendencia hizo surgir la altmetría (una palabra proveniente del vocablo inglés altmetrics, es decir, métricas alternativas), una rama de la cienciometría que apunta a medir la influencia de la producción científica por medio del análisis de las menciones en sitios web, redes sociales, cantidad de descargasy réplicas de presentaciones científicas en PowerPoint, entre otros ejemplos.
El término fue propuesto inicialmente en un tuit de septiembre de 2010 por Jason Priem, quien por entonces hacía un doctorado en ciencias de la información en la Universidad de Carolina del Norte, campus de Chapel Hill, en Estados Unidos, y uno de los creadores de una herramienta de código abierto que provee datos altmétricos, denominada ImpactStory. Actualmente, varios servicios agrupan informaciones de ese tipo. Incluso antes de que se acuñara ese término, en marzo de 2009, la editorial de periódicos de acceso abierto Public Library of Science (PLOS) creó el PLOS Article Level Metrics (PLOS ALM), un sistema que emplea toda una gama de indicadores, tales como estadísticas de uso, citas académicas, menciones en blogs o en artículos en Wikipedia e intercambio en redes sociales, para monitorear la influencia de los papers publicados en sus revistas sobre diferentes públicos.
Otras editoriales siguieron el mismo camino. La holandesa Elsevier adquirió Mendeley en 2013, una red que actualmente agrupa a más de 5 millones de usuarios. Recientemente, también compró la Social Science Research Network (SSRN), un repositorio de acceso abierto en el cual más de 300 mil investigadores de ciencias sociales y humanas han divulgado artículos y trabajos inéditos, los preprints (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 245). Ambas adquisiciones buscaron ampliar los negocios de la editorial en el mercado digital y proveerles nuevos indicadores a sus clientes.
El creciente interés por las métricas alternativas llevó a la Organización Nacional de Normas de Información de Estados Unidos (Niso, por sus siglas en inglés) a lanzar una guía con directrices para la producción y difusión de las métricas alternativas. El documento, que fue divulgado en febrero, enfatiza la preocupación por generar indicadores precisos y establece que el origen de las informaciones y la metodología adoptada para interpretarlas deben ser transparentes. La fundación Wellcome Trust, que financia la investigación biomédica en el Reino Unido, adoptó parámetros altmétricos como complemento al análisis de las investigaciones que financia. Un documento publicado el año pasado por la fundación pone de relieve que esos indicadores permiten evaluar la repercusión de un artículo científico instantáneamente y medir un tipo de impacto de las investigaciones en el campo de la salud que generalmente es ignorado. Según se sostiene en el texto, la detección precoz del interés de los ciudadanos y de los tomadores de decisión por ciertos temas de investigación ayuda al Wellcome Trust a establecer puntos de contacto en las agendas de la ciencia y la política. “Hay muchos que leen y utilizan artículos científicos sin que eso se traduzca en citas, como en el caso de los profesionales de la salud, divulgadores científicos, estudiantes, periodistas y administradores públicos”, subraya Iara Vidal Pereira de Souza, doctoranda del Programa de Posgrado en Ciencias de la Información del Instituto Brasileño de Información en Ciencia y Tecnología (Ibict) y de la Escuela de Comunicación de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
Las nuevas formas de evaluar el alcance de una investigación no reemplazan ni remotamente a los medios tradicionales que se usan para medir su relevancia. El profesor Sérgio Salles-Filho, docente del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la Universidad de Campinas (DPCT-Unicamp) y coordinador adjunto de Programas Especiales de la FAPESP, resalta que las iniciativas como la del Wellcome Trust aún son atípicas. “En 2009, el Reino Unido adoptó un nuevo sistema de evaluación de la investigación, el Research Excellence Framework [REF], que sigue haciendo un gran uso de los indicadores bibliométricos, tales como la cantidad de citas, y se basa mayormente en la evaluación por pares”, ejemplifica.
VERIDIANA SCARPELLIHeterogeneidad
El español Rodrigo Costas, investigador del Centro de Estudios para la Ciencia y la Tecnología (CWTS) de la Universidad de Leiden, en Holanda, llama la atención sobre la heterogeneidad de las fuentes de indicadores de la altmetría. “La red Mendeley es básicamente un administrador de referencias bibliográficas online que utilizan los investigadores. El tipo de interacción que observamos en esa plataforma es muy diferente al modo en que se comparten los contenidos en Twitter o Facebook, que son más propicios a la difusión de estudios de interés para el público en general”, dice Costas. Para Fábio Castro Gouveia, investigador del Museo de la Vida de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), incluso entre Facebook y Twitter hay matices que deben tenerse en cuenta. “En Facebook, las investigaciones con mayor repercusión son aquéllas de interés popular. En tanto, Twitter es más utilizado por científicos”, sostiene.
Partiendo de la perspectiva de las métricas alternativas, Gouveia analizó los trabajos publicados por investigadores de la Fiocruz en la revista PLOS ONE. En total, se analizaron 416 artículos, publicados entre 2007 y 2015, utilizando el sistema de Altmetric, una empresa fundada en 2011 por el experto en bioinformática británico Euan Adie, que provee herramientas para monitorear las referencias a individuos, corporaciones y artículos científicos en internet. También se seleccionó aleatoriamente una muestra de control de 500 artículos publicados en la misma revista, a los efectos de usarla como comparación. Cuando se observa el desempeño de los artículos en páginas de Facebook, se advierte que el porcentaje de menciones en esa plataforma fue de un 15,4% para los trabajos de la Fiocruz y de un 14,8% para la muestra de control. En tanto, en el caso de Twitter, el 56,5% de los artículos de la Fiocruz recibieron al menos una mención, en comparación con el 46,6% de los artículos de la muestra de control. Tan sólo un 2,4% de los artículos de la Fiocruz fueron citados en blogs, frente a un 5,4% de la muestra de control. “El desempeño altmétrico de la Fiocruz parece seguir la tendencia global. Por otra parte, el porcentaje de tuit obtenidos fue asombroso”, dice Gouveia. En otro estudio que se publicó en febrero en la revista Scientometrics, investigadores alemanes emplearon los datos de Altmetric para identificar a los países con el mayor número de artículos compartidos en Twitter. Los tres primeros de la clasificación son Dinamarca, Finlandia y Noruega. Brasil figura en el puesto 14º (sobre un total de 22), por delante de países tales como China, Corea del Sur, India y Japón. Según los autores, Twitter es una de las redes sociales más utilizadas por investigadores y, por eso, proponen la creación de un índice propio para medir el impacto de la producción en esa plataforma.
En una investigación concluida recientemente se analizaron los 100 artículos con mayor puntaje altmétrico, a partir de la base de datos SciELO, valiéndose de la herramienta Altmetric. En lugar de analizar los datos de los artículos, João de Melo Maricato, docente de la Universidad de Brasilia (UnB), estudió los perfiles de las personas que compartieron sus trabajos en Facebook y Twitter. Los perfiles quedaron ordenan en dos grupos: impacto académico, que agrupó a aquéllos que se identifican como investigadores en sus perfiles, e impacto social, que reúne a los no se identifican como tales. Maricato notó fuertes indicios de que el impacto medido por la altmetría todavía se concentra en la relación entre científicos. “Pese a ello, resulta interesante observar que el 36% de las actividades de divulgación de los artículos se realizaron desde perfiles no académicos”, dice.
Otro de los resultados del estudio muestra que los artículos con mayor puntuación altmétrica fueron los de las áreas de ciencias de la salud (57%), seguidos por los de ciencias sociales aplicadas (14%), ciencias biológicas (13%), ciencias humanas (11%) y ciencias agrarias (5%). Según Maricato, las métricas alternativas parecen colaborar para evaluar la producción científica de investigadores que intervienen en áreas sin gran tradición de publicar artículos en periódicos internacionales, como es el caso de las ciencias humanas y sociales aplicadas. “En dichas áreas, los investigadores publican mayormente en libros o capítulos de libros y tienden a concentrarse en temáticas locales o nacionales”, explica Maricato.
Puntuación
El sistema desarrollado por Altmetric es actualmente uno de los más utilizados por los investigadores que buscan generar conocimiento a partir de indicadores alternativos. La empresa desarrolló un sistema de puntuación, el Altmetric Attention Score, que indica el caudal de atención recibido por el trabajo en diversas plataformas. Esto se mide por la cantidad de menciones y réplicas en internet considerando la importancia atribuida al perfil que difunde el artículo en las redes sociales. Por ejemplo, una mención en la página de un periódico de gran circulación puntúa bastante más que un tuit.
Según Euan Adie, de Altmetrics, un puntaje alto no significa necesariamente que el artículo repercutió en forma positiva y eso tampoco garantiza su calidad. “Hay casos de papers que fueron muy comentados en las redes sociales debido a errores o fraudes que se detectaron después de su publicación”, recuerda. En otros casos, el artículo se difunde ampliamente en internet porque el tema que trata es polémico. En 2014, por ejemplo, Philippe Grandjean, de la Universidad Harvard, en Estados Unidos, y Philip Landrigan, investigador del Centro Médico Monte Sinaí, en Nueva York, publicaron un controvertido paper en la revista The Lancet que obtuvo una puntuación alta, empleando la metodología de Altmetric. En ese artículo, los autores sugieren que la humanidad enfrenta una pandemia silenciosa causada por neurotoxinas que se esconden en productos de uso diario, como son los cosméticos, capaces de afectar el desarrollo del cerebro y contribuir para un aumento de la incidencia de enfermedades tales como autismo y dislexia. El paper fue acogido con alarma por la prensa y sus resultados fueron cuestionados por investigadores y sociedades científicas.
Las métricas alternativas aún se encuentran en fase de desarrollo, pero van indicando caminos para medir mejor el impacto de la ciencia en la sociedad. “La altmetría acerca oportunidades para estudiar nuevas perspectivas de acceso y difusión de publicaciones científicas en las plataformas sociales de internet, llegando a un público más amplio”, concluye el investigador Rodrigo Costas.
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