“¿Por qué los animales se extinguen?”, “¿Qué es la memoria?”, “¿Por qué el domingo no se llama [como se podría suponer, en portugués] primeira-feira?” Preguntas como éstas, formuladas por alumnos de la enseñanza fundamental en los talleres de la Universidad de las Infancias, un proyecto de divulgación científica de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), suscitaron una idea a la bióloga Debora d’Ávila Reis. Coordinadora de la iniciativa y docente del Instituto de Ciencias Biológicas de dicha universidad, le propuso a la editorial de la UFMG la publicación de libros para responder a los interrogantes que despertaban la curiosidad de los niños. Así nació en 2018 el sello editorial Estraladabão, que cuenta con 24 títulos, todos escritos por investigadores académicos. Entre ellos se encuentra Como se forma a lava dos vulcões? [¿Cómo se forma la lava de los volcanes?] (2022), firmado por Reis, Aracy Alves Martins, de la Facultad de Educación (FE) de la UFMG, y por su nieto, Davi, entonces de 8 años. “Nuestra propuesta es hablar de ciencia utilizando un lenguaje sencillo e incorporando elementos literarios”, explica Carla Viana Coscarelli, docente de la Facultad de Letras (Fale-UFMG), directora de la editorial.
La propuesta de hablar de ciencia en forma sencilla también fue lo que motivó al biólogo Carlos Navas, del Departamento de Fisiología del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (IB-USP), a escribir Sapiência: A surpreendente história de como os sapos falantes descobriram a ciência [“Sapiencia”: la sorprendente historia de cómo los sapos hablantes descubrieron la ciencia] (Instituto Edube). La obra, publicada en octubre, narra la historia de un grupo de batracios que se enfrenta a la desaparición de su alimento principal: las moscas. Para conseguir que los insectos vuelvan al pantano en donde viven, los sapos comienzan a elaborar gráficos, mapas y tablas con los datos recolectados para formular hipótesis y tomar decisiones en aras de su propia supervivencia. “El debate público al respecto de la ciencia durante la pandemia de covid-19 me impactó profundamente. Desde entonces, mi preocupación se ha centrado en la falta de conocimiento sobre cómo se construye la ciencia, un proceso que implica observar, cuestionar y construir evidencias”, dice Navas. “De ahí surgió la idea de escribir un libro en el que describo el método científico en forma lúdica a partir de los temas que estudio en el laboratorio. Creo que en Brasil existe un vacío al respecto de este tipo de contenidos, sobre todo en los destinados a docentes y alumnos de la enseñanza fundamental”.
Instituciones del mercado del libro nacional, como la Cámara Brasileña del Libro y la Asociación Nacional de Editores de Libros no tienen cifras sobre este segmento en Brasil. Para la bióloga Danusa Munford, del Centro de Ciencias Humanas y Naturales de la Universidad Federal del ABC (UFABC), el reconocimiento de la importancia de las obras con este sesgo para la educación de niños y jóvenes viene ganando terreno en Brasil. “Pero todavía hay mucho espacio por cubrir en los planes de estudio y en las prácticas de lectura en las escuelas”, comenta la investigadora, formadora docente e investigadora del proceso de aprendizaje de la ciencia en los primeros años de la enseñanza fundamental. “La lectura de estos libros junto a los docentes les permite a los niños acercarse a la ciencia, ya que estas obras utilizan elementos de la literatura infantil como las ilustraciones y el humor, y pueden articularse con proyectos de investigación científica en las aulas. No debemos perder de vista que es en la escuela donde los niños tienen en su mayoría contacto con los libros”.

Difusión / Instituto Edube | Difusión / Editorial UFMGLas portadas de los libros del biólogo Carlos Navas, de la USP, y Jacyntho Lins Brandão, profesor de literatura griega en la UFMGDifusión / Instituto Edube | Difusión / Editorial UFMG
En 2024, el Programa Nacional del Libro Didáctico (PNLD), una iniciativa del Fondo Nacional para el Desarrollo de la Educación (FNDE) y del Ministerio de Educación que, entre otras atribuciones, evalúa y selecciona los libros que se adoptarán en las escuelas públicas, incluyó la categoría “libro informativo”. El término está en consonancia con la nomenclatura utilizada en Estados Unidos y Europa, que también definen a este tipo de producciones como “no ficción”. “Se trata de una denominación más amplia que la de ‘divulgación científica’, que el común de la gente suele asociar a las llamadas ciencias duras. Abarca, por ejemplo, libros con contenidos de humanidades y ciencias sociales”, explica el bibliotecario y pedagogo Marcus Vinicius Rodrigues Martins, quien evaluó 80 libros informativos para niños en portugués, español, francés e inglés durante su investigación doctoral defendida en la FE-UFMG en 2020. “Especialmente desde la década de 2000, este tipo de producciones se ha ido apropiando de los recursos gráficos y literarios de la ficción infantil. Al aunar literatura, ciencia y arte, los libros informativos contribuyen tanto a la educación científica como a la formación estética de los niños”.
El paleontólogo Luiz Eduardo Anello, del Instituto de Geología de la USP, echa manos de este tipo de recursos. “Mis historias de dinosaurios y otros temas siempre se basan en criterios científicos, pero también me valgo de ilustraciones y metáforas. El desafío pasa por no menospreciar la inteligencia de los lectores y atraer su atención en un mundo cada vez más conectado a las pantallas”, dice el investigador, quien debutó en el segmento en 2008 con su Guia dos dinossauros do Brasil [Guía sobre los dinosaurios de Brasil] (editorial Peirópolis). Desde entonces ha publicado 21 libros y ahora mismo tiene otros dos en etapa de producción. Este año, su ABCDarqueologia (editorial Peirópolis, 2023), en coautoría con la escritora Celina Bodenmüller, ganó el 1º Premio Jabuti Académico en la categoría Ilustración, a cargo de Graziella Mattar. “Hoy en día, me considero un escritor que estudió paleontología”, bromea Anelli.
Los libros para niños escritos por científicos no son algo nuevo en Brasil. “Este tipo de publicaciones circulan en el país desde el siglo XIX, merced a las traducciones de títulos procedentes principalmente de Francia”, informa la historiadora de la ciencia Kaori Kodama, de la Casa de Oswaldo Cruz de la Fundación Oswaldo Cruz (COC-Fiocruz). Uno de estos autores fue el médico y químico Louis Figuier (1819-1894), quien abandonó su carrera científica para dedicarse a la producción de artículos en la prensa y libros, incluso para niños. “En las escuelas brasileñas, los mejores alumnos recibían libros de Figuier como premio”, amplía Kodama.
Durante la primera mitad del siglo XX, el biólogo y zoólogo de Rio Grande do Sul, Rodolpho von Ihering (1883-1939), quien trabajó, entre otras instituciones, en el Museo Paulista, publicó libros destinados al público infantil, como Férias no Pontal [Vacaciones en Pontal] (1924), reeditado en 2024 por la editorial Livros Vivos. Otro investigador que se aventuró en este segmento fue el bacteriólogo José Reis (1907-2002), del Instituto Biológico de São Paulo, conocido por su labor pionera en la divulgación científica en Brasil. Según consta en el libro José Reis: Reflexões sobre a divulgação científica [José Reis. Reflexiones sobre la divulgación científica] (Fiocruz/COC, 2018), organizado por Luisa Massarani y Eliane Monteiro de Santana Dias, el bacteriólogo publicó a través del sello editorial Edições Melhoramentos, obras como Aventuras no mundo da ciência [Aventuras en el mundo de la ciencia] (1950), cuya trama se desarrolla en un instituto científico y aborda aspectos de la historia natural. Para Navas, de la USP, la experiencia de escribir para este público es una vía de doble mano: “Las devoluciones que vengo recibiendo de parte de los niños están influyendo en las pregunto que me planteo como científico”, dice.
Este artículo salió publicado con el título “En el idioma de los niños” en la edición impresa n° 346 de diciembre de 2024.
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