Al norte del estado de Alagoas, en el límite con Pernambuco, la pequeña localidad de São José da Laje es la sede de un centenario ingenio de azúcar y alcohol que en los últimos años ha funcionado como un importante laboratorio natural. Se llama Usina Serra Grande, y ocupa una superficie de 20 mil hectáreas en las cuales diversos tramos de Bosque Atlántico se encuentran inmersos en el paisaje dominado por la caña. En dicha propiedad, el equipo del ecólogo Marcelo Tabarelli, de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE), encontró el lugar ideal para investigar de qué modo la transformación de una vasta área continua de monte en tramos aislados de selva — un efecto al cual los ecólogos denominan fragmentación — afecta a diferentes especies de plantas y animales.
En las 9 mil hectáreas de Bosque Atlántico preservadas por el ingenio, el equipo de Tabarelli seleccionó para análisis 109 tramos de diversos tamaños — el mayor y mejor preservado de ellos es el bosque Coimbra, con 3,5 mil hectáreas continuas de Bosque Atlántico original. En el transcurso de ocho años, los investigadores tomaron nota de las características biológicas de todos los árboles con más de diez centímetros de diámetro encontrados en cuatro tipos de ambiente: franjas de cien metros de ancho en la parte más externa de Coimbra; tramos en el interior de ese bosque; claros en los que el monte se ha recuperado; e islas de selva de un tamaño de entre 3 y 80 hectáreas enteramente cercadas por caña de azúcar. Publicados este año en la revista Biological Conservation, los resultados muestran claramente que la composición de árboles de un tramo de monte rodeado por más monte es muy diferente de la composición de árboles de un fragmento inicialmente idéntico pero rodeado de un cultivo agrícola como la caña.
Los ecólogos pernambucanos verificaron que la cantidad de especies de árboles en los bordes y en los fragmentos menores de selva es la mitad de aquélla encontrada en el interior de áreas de vegetación natural continua, como Coimbra. En los montes empobrecidos hay cuatro veces más especies — y más individuos — de árboles especializadas en colonizar áreas alteradas, como claros o selvas en regeneración. Son árboles más resistentes a las condiciones alteradas de las zonas de transición entre la selva y la plantación — los llamados bordes —, que en general son más soleadas y cálidas, menos húmedas y con vientos más fuertes. El cambio en la composición de las especies de árboles no es la única alteración observada en eso tramos de selva más degradada. Ariadna Lopes, colega de Tabarelli en la UFPE, mostró que las comunidades de árboles pierden determinados tipos reproductivos cuando fragmentos de selva son aislados unos de otros. En los fragmentos de monte no existen árboles polinizados por aves, moscas o mamíferos terrestres, según un artículo publicado en 2007 en PloS One. Sobreviven únicamente los árboles que dependen de murciélagos y mariposas nocturnas para la polinización, pero en cantidades menores — alrededor de la mitad de lo esperado. También son raros los árboles con flores de más de dos centímetros.
Estos resultados dejan claro que los efectos de borde eliminan — al menos en parte — los árboles que necesitan polinización especializada para reproducirse. Esta influencia puede extenderse hasta 300 metros monte adentro. En dichos fragmentos pasan a crecer solamente árboles de especies más generalistas, que, de acuerdo con Ariadna, pueden ser polinizadas por diversos insectos pequeños y resisten mejor a las condiciones de vida menos ideales. “Este efecto hace que los fragmentos menores se comporten como si fueran enteramente bordes”, dice Ariadna.
La disminución de especies de árboles genera un círculo vicioso: hay empobrecimiento de las poblaciones de animales, lo que a su vez deriva en una reducción aún mayor de la población de plantas. Sin las plantas, los animales que dependen del polen, del néctar, de los frutos o de las hojas no pueden sobrevivir en los fragmentos de monte, donde permanecen aislados, toda vez que no logran atravesar el cañaveral, donde no hay alimento ni refugio. Como las plantas también necesitan a los animales para reproducirse y diseminarse, siguen a la fauna en el empobrecimiento.
Los relevamientos del equipo del zoólogo Rossano Mendes Pontes, también de la UFPE, confirman entre los animales la misma tendencia observada con las especies arbóreas. El grupo esparció armadillas para la captura de mamíferos por las montes de Usina Serra Grande y constató que ninguno de los fragmentos alberga toda la diversidad de mamíferos. Al igual que las plantas, solamente roedores más generalistas logran sobrevivir en buena parte de las menores islas de monte.
No siempre vale la pena tener alas para circular entre islas de selva. Estudios realizados en tramos de Bosque Atlántico en la región sudeste del país han demostrado que también las aves sufren el impacto de la fragmentación. Como parte de un proyecto integrante del programa Biota/ FAPESP y de una colaboración con investigadores de la Universidad de Friburgo, Alemania, el equipo del ecólogo Jean Paul Metzger, de la Universidad de São Paulo, está investigando el comportamiento de diversas especies de aves en la reserva de Morro Grande, en la meseta de Ibiúna, a 40 kilómetros de la ciudad de São Paulo.
Los investigadores constataron que los bailarines azules (Chiroxiphia caudata) y los raspahojas (Sclerurus scansor), por ejemplo, evitan los bordes de la selva. El artículo, publicado este año en Biological Conservation, calcula que fragmentos redondeados requieren al menos 23 hectáreas para que la mitad de su área mantenga las características de meollo de selva esenciales para la supervivencia de esos pájaros. En tanto, los ojo colorado (Pyriglena leucoptera), que dentro del monte prefieren zonas de vegetación más densa, se las ingenian bien en el enmarañado de bambúes y enredaderas que caracteriza al borde.
La mayor parte de las especies de aves reside en el refugio de la selva. Es lo que mostró el grupo de la USP en el marco de un relevamiento que incluyó 62 especies de aves y que saldrá publicado pronto en Biological Conservation. Ellos verificaron que la conexión entre los fragmentos — ya sea por franjas de monte o descampados de hasta 30 metros separando un tramo de selva de otro — es el factor más importante para permitir el tránsito de las aves, con excepción de las omnívoras y frugívoras que dependen de áreas mayores para conseguir alimento suficiente.
Para Metzger, no existe una fórmula mágica para asegurar el funcionamiento ecológico del Bosque Atlántico. Especies diferentes tienen necesidades distintas y es preciso lidiar con la situación actual: un bosque altamente fragmentado donde no existen muchos tramos extensos de vegetación natural continua. Ante tal situación, lo ideal es preservar algunas áreas grandes para garantizar la supervivencia de animales altamente sensibles a perturbaciones, que se intimidan incluso cuando se ven obligados a atravesar — incluso volando — un camino de tierra, y concentrar esfuerzos para mantener la conexión entre fragmentos menores.
Las plantas también agradecerían. “Si usamos corredores para unir fragmentos de buen tamaño a otros, aunque sea menores, los animales van a atravesarlos, llevando semillas y polen”, comenta Ariadna. Aunque los efectos de borde afecten a los corredores y manchas de selva, la investigadora explica que el tránsito de animales ayudaría a regenerar el bosque y que se vuelva menos homogéneo. Puede ser el camino para recuperar y mantener la diversidad biológica que encantó a los europeos en el siglo XVI y que es todavía la riqueza mayor del Bosque Atlántico.
Con todo, en los fragmentos pequeños de nada sirve. Con base en el trabajo de su grupo y de otros que llevan adelante experimentos similares en la Amazonia, Tabarelli sintetiza sus descubrimientos: “La selva madura, cuando está muy fragmentada, tiende a transformarse en ‘capoeira’ [monte nacido después de talarse el monte virgen] y así seguir, un monte joven formado casi exclusivamente por especies colonizadoras, con poca diversidad biológica”. Según él, es la primera vez que se formula una hipótesis que sintetiza e integra los principales efectos de la fragmentación sobre la selva. El alerta está en el comentario que el ecólogo de la UFPE escribió, con Ariadna y Carlos Peres, de la Universidad de East Anglia, Inglaterra, por invitación de la revista Biotropica. Para Tabarelli, la única forma de preservar comunidades de plantas y animales con estructura similar a la de un bosque maduro es mantener tramos de vegetación natural de a lo sumo 10 mil hectáreas y grandes áreas libres de los efectos de borde. Puede parecer mucha tierra, pero para grandes predadores no basta. “Fragmentos de selva de 10 mil hectáreas probablemente son insuficientes para mantener poblaciones viables de felinos como el yuaguareté o el ocelote”, dice. Esa situación preocupa, porque al norte del río São Francisco prácticamente ya no quedan más tramos de Bosque Atlántico de más de 5 mil hectáreas.
Artículos científicos
GIRÃO, L.C.; LOPES, A.V.; TABARELLI, M. & BRUNA, E.M. Changes in tree reproductive traits reduce functional diversity in a fragmented Atlantic forest landscape. PLoS One, v. 2(9), p. e908. 2007.
SANTOS, B.A. et al. Drastic erosion in functional attributes of tree assemblages in Atlantic forest fragments of northeastern Brazil. Biological Conservation, v. 141, p. 249-260. 2008.
TABARELLI, M.; LOPES, A.V. & PERES, C.A. Edge-effects drive tropical forest fragments towards an early-successional system. Biotropica. v. 40, n. 7. 2008.