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La agenda secreta de la química

Un hallazgo de investigadoras brasileñas refuerza la idea de que la alquimia sobrevivió a la revolución científica moderna

Alka_NovaReproducción del libro: ALQUIMIA Y MISTICA: EL MUSEO HERMETICO, de Alexander RoobEn La búsqueda del absoluto, de La comedia humana, Balzac narra la trágica obsesión de Balthazar Claës, discípulo de Lavoisier enfrascado en su laboratorio para descubrir el proceso de transmutación del carbono en diamantes puros, que para ello abandona a la familia  y dilapida su fortuna en productos químicos. La historia contiene una curiosa incoherencia al mostrar a un seguidor del padre de la química moderna, un digno representante de la ciencia racionalista, maculando su reputación en nebulosos saberes medievales, nítidamente alquímicos. Sin querer, Balzac, por medio de la ficción, tocó un nervio aún hoy en día sensible para la historia de la ciencia: el saber alquímico y la tradición hermética medieval no fueron tan fácilmente eliminados por la revolución científica, sino que convivieron durante largos siglos, de maneras diversas y en diferentes niveles. La más reciente prueba documental de esos paralelos y permanencias entre momentos tan distintos como aquéllos en los que se generó la hermética medieval y el que dio nacimiento a la ciencia moderna acaba de ser hallada en Londres, en los archivos de la Royal Society, por Ana Maria Alfonso-Goldfarb y Márcia Ferraz, ambas del Centro Simão Mathias de Estudios en Historia de la Ciencia (Cesima), de la PUC-SP. Se trata de una serie de documentos del siglo XVII dados como perdidos, en los cuales miembros de la venerable institución británica, una pionera en la promoción del saber científico moderno, discuten el legendario alkahest (y su receta), el hipotético solvente universal alquímico que podría disolver cualquier sustancia y reducirla a sus componentes primarios.

Ana es coordinadora del Proyecto Temático apoyado por la FAPESP intitulado Las complejas transformaciones de la ciencia de la materia: entre el compuesto del saber antiguo y la especialización moderna. Fue precisamente haciendo investigaciones en el marco de ese proyecto en Londres que las investigadoras, al cabo de un intenso trabajo de búsqueda, encontraron los documentos. Hicimos hincapié en compartir el hallazgo con la Royal Society, y a mediados del año que viene, junto al profesor Piyo Rattansi, del University College London, quien nos ayudó a transcribir y analizar la documentación, presentaremos los manuscritos redescubiertos, y también publicaremos un artículo sobre el hallazgo en la revista Notes and Records of the Royal Society, comenta Ana. Los textos ya han sido prácticamente traducidos completos por las historiadoras, pero los originales quedarán en el archivo de la sociedad científica británica. Cuando presentamos nuestros descubrimientos ante la dirección de la Royal Society, el entusiasmo de ellos fue inmenso, pues se dieron cuenta de la importancia de esos papeles para la historia de la ciencia, y que así y todo no habían sido encontrados y estudiados, dice. Esta es la única receta completa (con tan solo una u otra palabra cifrada) encontrada del alkahest, y con base en estos documentos conoceremos aún más los sótanos de lo que era la gran ciencia de aquella época. El Cesima poseía ya la colección digitalizada de los documentos de la sociedad inglesa, cosa que facilitó sobremanera el trabajo in situ. Con todo, eso no había traído a la luz a los ahora hallados.

Las investigadoras no llevan al pie de la letra la idea de un solvente universal. En términos modernos no es realmente un solvente, pero para las mejores cabezas científicas de la época era el punto culminante de lo que se podría entender como un solvente universal?, afirma Márcia. Ellas tampoco están interesadas en probar el descubrimiento en un laboratorio y ni siquiera creen que sea realmente posible hacerlo, ya que muchos de los materiales pueden tener los mismos nombres hasta hoy, pero no son los mismos prescritos en la receta. Los intentos modernos de poner en práctica recetas alquímicas en general fracasan porque una serie de factores debe tenerse en cuenta. Cuando una receta solicita por ejemplo excremento de murciélago de las cavernas de la Mesopotamia, ¿con qué se lo puede reemplazar? Según las historiadoras, la real importancia de la existencia de eso papeles radica en repensar todavía más y de manera documental la creencia de que la alquimia, basada en una cadena de misterios, no resistió al paso a un universo racional, mecanicista, donde el misterio es inadmisible; y desapareció por completo entre los siglos XVI y XVIII, dando lugar a la química moderna, transformándose en mera figura poética.

Las llamadas ideas alquímicas, bajo otro nombre, siguieron intrigando a grandes figuras que conocemos como representantes de la ciencia moderna. Aun cuando éstos se decían contrarios a esos procesos antiguos entre sus pares, aún los aplicaban en sus trabajos, acota la investigadora. Lo lindo en la historia de la ciencia es precisamente que no existe una razón única, sino varias razones a lo largo del tiempo, y muchas veces conviven juntas. La convivencia entre la alquimia  y la química perduró hasta mediados del siglo XIX, como una segunda agenda secreta de figuras importantes como Newton, Boyle, Pascal y Boerhaave, entre otros. La idea del alkahest, o de que sería posible obtener un solvente universal que disolviera materiales y no fuera a su vez marcado por esas sustancias, cobró cuerpo a partir de una mención vaga hecha por Paracelso (1493-1541), en De viribus membrorum, donde, en el capítulo sobre cómo curar las enfermedades del hígado, se refiere al solvente universal que preservaría el hígado e incluso podría asumir sus funciones si el mismo estuviera comprometido. Durante los siglos XVII  y XVIII, la busca del alkahest se transformó en una fiebre entre los seguidores del médico suizo. Su poder curativo interesó vivamente al médico belga Joan van Helmont (1579-1644), quien con base en la cita de Paracelso procuró obtener la fórmula del solvente. Para él, el alkahest sería mejor que el fuego, ya que al contrario de éste, que al final de la combustión siempre retendría materia en las cenizas, el alkahest separaría sustancias sin ser afectado por las mismas. El interés del belga era medicinal: un solvente capaz de retener el prima entia de los cuerpos tendría grandes poderes curativos, pues era un modo seguro y no destructivo de obtener las virtudes médicas de los simples. Para Van Helmont sería el remedio contra todas las enfermedades, pero solamente podría obtenérselo como un presente de Dios dado a alguien que mereciera tal gracia. Incesantes y infructuosas búsquedas hicieron que cayera en el olvido e incluso que se convirtiese en motivo chacota entre los químicos, que lo veían como una quimera alquímica. Pese a ello, nombres de la ciencia como Starkey, Glauber y el propio Robert Boyle (The sceptical chymist) se interesaron en el concepto de solvente universal del belga y consideraron que podría obtenérselo.

Reproducción del libro: ALQUIMIA Y MISTICA: EL MUSEO HERMETICO, de Alexander Roob

De allí la relevancia de descubrir tales documentos y discusiones en una institución como la Royal Society, cuyo lema, Nullius in verba, pone de relieve la voluntad de establecer la verdad en el dominio de los hechos, basándose únicamente en la expe¬riencia científica. La prueba documental de que hubo un debate serio sobre el solvente universal de los alquimistas, que involucraba a sus miembros más notables, como el primer secretario de la sociedad, Henry Oldenburg (1619-1677), y Jonathan Goddard, uno de sus miembros más prominentes, pone nuevamente en el tapete la continuidad de la alquimia en plena edad de la razón. De cierta forma, eso incluso se refleja en la historia fantástica de cómo se hallaron esos manuscritos que, lejos de ser cosa de magia, fue, como sostiene Ana, fue fruto de una buena hipótesis y persistencia canina por parte de ambas investigadoras. La buena hipótesis eran los diversos lugares en el Minute book de 1661 de la Royal Society en que se hacía referencia al interés de sus miembros en la búsqueda del solvente universal. Eso no era una novedad, ya que a tales observaciones podían leerlas cualquiera en los microfilmes digitalizados de la biblioteca de la sociedad. Pero faltaba hallar los documentos a los cuales hacían referencia. Y nadie logró descubrirlos. Esto no hace sino reforzar la importancia hoy en día poco reconocida del trabajo directo sobre los documentos originales de las grandes bibliotecas, no cediendo a la tentación más cómoda provocada por la ilusión de la tecnología, que puede llevar a muchos investigadores a pensar únicamente en la existencia de aquello que ha sido digitalizado.

Para estudiosos anteriores, lo que no estuviera en el catálogo digital no merecía o no debía investigarse. Ana  y Márcia, que no estaban en busca de la mentada receta, sino interesadas en analizar los papeles de Goddard, sintieron que había algo curioso en los escritos, en especial en los llamados fondos cerrados del archivo. Hay memorias que parecen tratados de química moderna, pero existen recetarios con cosas extrañas que contrarían el tino de la ciencia moderna, como la plata que no es plata y otras. Fuimos entonces en busca de los documentos no publicados, comentan. Para complicar la búsqueda, en el catálogo online se había escrito erróneamente el nombre del compuesto como alchahert, lo que impedía hallarlo en una búsqueda digital. Las investigadoras también notaron que en la clasificación de los archivos había una lógica especial, que era coherente con el pensamiento del siglo XVII, pero que, por tal razón, podría engañar al observador moderno. Pasamos entonces a pensar en buscar de acuerdo con los criterios que alguien de aquel tiempo usaría para guardar y catalogar sus informaciones.

ALKA_3.tifReproducción del libro: ALQUIMIA Y MISTICA: EL MUSEO HERMETICO, de Alexander RoobLa pista estaba en una de las minutas digitalizadas, que contenía una observación intrigante: Que se transcriba el texto de Goddard para su mejor lectura y que se guarde con sumo cuidado la receta del alkahest. Las historiadoras se concentraron entonces en la búsqueda de los registros perdidos de la serie de cuatro reuniones que tuvieron lugar en la sociedad entre octubre y noviembre de 1661. Resolvieron que valdría la pena también ver los papeles de Oldenburg. Los bibliotecarios ingleses estaban curiosos y desconfiados con aquellas dos brasileñas que pedían cada vez más y más documentos y archivos, recuerda Ana. En aquel archivo, ambas investigadoras se depararon con un manuscrito en latín que trataría acerca de un líquido animal análogo al alkahest  y que, según afirman las minutas, habría sido leído por el secretario en la audiencia de médicos de la Royal Society. Oldenburg, siguen los registros, designó a Goddard para analizarlo y hacer las observaciones necesarias sobre el texto presentado. Éste cumplió su tarea, observando los pros  y contra de la posibilidad de que aquel líquido fuera el solvente universal y llevó su trabajo a una nueva reunión. Y para el asombro general, en esa misma reunión se menciona una receta, ésta sí del propio alkahest, un documento que las investigadoras también encontraron. La respuesta de Oldenburg al dictamen de Goddard, llevada a una siguiente reunión, sigue desaparecida,  y las investigadoras creen que aún será encontrada en nuevas búsquedas en los archivos. Pero ellas ya habían encontrado, con un arduo trabajo e inteligencia, lo que tantos investigadores durante siglos no se habían dado el trabajo de buscar, pese a su importancia.

En el centro de todo se ubicaba una discusión fisiológica ligada a los descubrimientos recientes e incipientes realizados en 1653 por Thomas Bartholin (y al mismo tiempo por Olaus Rudbeck) sobre la existencia del sistema linfático. No se sabía bien en aquella época cómo entender la linfa y se pensaba que quizá funcionase como un solvente universal, capaz de disolver lo que no interesaba al cuerpo sin adquirir los rasgos de lo que consumiera. Ese desconocimiento era perfectamente natural: el sistema linfático recién dejaría de ser precariamente comprendido en 1746, cuando William Hunter analizó a fondo el papel y la función de los vasos linfáticos. Se creía que el sistema linfático tenía esa función solvente, pero, como la hipótesis no podría corroborarse en el interior del cuerpo humano, se necesitaba una receta para poder experimentar in vitro en un laboratorio, explica Márcia. Ellos creían piamente encontrarse ante un principio universal, muy en los moldes del ideal universalista del siglo XVII. En ese entonces media Europa buscaba un solvente universal, en tanto que la otra mitad procuraba entender el sistema en términos médicos. Por lo tanto, ellos habrían reunido todo en aquellos documentos. Pero, ¿cómo habría obtenido Oldenburg una receta del alkahest.

Era un nexo importante de una cadena de figuras geniales que, en aquella época, discutían entre sí y en secreto temas como ésos, personas como Spinoza, Huygens, entre otras, concentradas especialmente en los Países Bajos y en lo que sería más tarde Alemania. Oldenburg, alemán de nacimiento, era la figura ideal para funcionar como la conexión británica, dice Ana. Fue en un viaje al continente que el secretario se encontró con un médico amigo suyo llamado Colhans, un homónimo del astrónomo Johann Christopher Colhans. Eso dificultó aún más y generó más confusión para encontrar los manuscritos, porque investigadores siempre pensaron que las referencias hechas por Oldenburg a Colhans se refiriesen únicamente al astrónomo. Sin embargo el escribió el nombre del médico con C  y el del colega con K, comenta Márcia. El detalle importante que se les escamoteó a muchos a causa de ese engaño es que Colhans, un médico, era amigo fraternal de Franciscus-Mercurius, hijo de Joan van Helmont y editor póstumo de sus obras, nada menos que el incansable investigador de la fórmula del alkahest de Paracelso.

Para las historiadoras, es posible establecer una teoría  y de esa forma cerrar el círculo y entender qué sucedió: Joan van Helmont habría hecho una receta de un solvente universal, y su hijo quizá se la haya entregado a Colhans, quien a su vez reprodujo un segundo documento ligando el alkahest al reciente descubrimiento del sistema linfático. Tanto uno como otro documento parecen haber sido entregados a Oldenburg. El secretario, de regreso a Inglaterra, reunió a un grupo selecto e hizo la lectura de ambos, incluyendo la receta del famoso alkahest, y le pidió al respetable Goddard que emitiera su dictamen sobre la real posibilidad del solvente. Goddard entregó sus consideraciones al grupo, con su terrible letra de médico: de allí la recomendación de transcribir el documento para su mejor lectura y guardar con cuidado la receta del alkahest. La persistencia canina logró unirse a la buena hipótesis. Pero, ¿cuál sería la razón de tanto secreto? Al contrario de lo que se imagina, el motivo no sería la vergüenza de investigar con ahínco misterios de la alquimia. Tratados y recetarios herméticos de ese porte eran vistos también en aquellos tiempos mecanicistas como secretos de Estado, ya que contenían conocimientos sobre cómo manipular metales y otros materiales con fines militares, medicinales o incluso para la producción de objetos superfluos caros, como vitrales, analiza Ana. De allí la existencia de los llamados libros de secretos, porque guardaban literalmente bajo siete llaves secretos de oficios. Oldenburg, por ejemplo, era reconocido por su talento en mantener tales secretos y arrancárselos a otros siempre que le fuese posible.

ALKA_4.tifReproducción del libro: ALQUIMIA Y MISTICA: EL MUSEO HERMETICO, de Alexander Roob

Resulta importante recordar que la invención de la prensa no aseguró por sí sola la difusión masiva del conocimiento científico, cosa que solamente sucederá en el siglo XIX. Estamos hablando de un saber que era dividido entre pocos, hecho por pocos y para pocos. Se trataba de una segunda agenda en la pauta de los nuevos  científicos, entre los cuales se encontraba Isaac Newton. Por cierto, sir Isaac es un caso ejemplar que ha incomodado a muchos historiadores de la ciencia desde que John Maynard Keynes, como reza la leyenda, habría comprado su escritorio en una subasta y hallado en él, en un fondo falso, escritos sobre alquimia, magia  y religión. La reacción fue inmediata. La historia de la ciencia privilegiaba únicamente el conocimiento que tenía alguna relación con la ciencia moderna y que, por haber evolucionado, formaba parte de lo que merecía ser contado e investigado. La idea de ciencia estaba estrechamente ligada a la idea de progreso, lo que implicaría que, en el transcurso del tiempo, los antiguos conocieran peor que los medievales, y estos peor que los modernos, analiza la investigadora. De acuerdo con esta visión, sigue, no habría espacio para entender los distintos modos de conocer de distintos autores en diferentes épocas, todos muy diversos de los nuestros, pero de cualquier modo válidos en su propio contexto.

En efecto, muchas de las obras que generaron la ciencia moderna parecen estar en un umbral. Por un lado captaban mucho de esa lógica totalizadora de los saberes de voces surgidas del pasado. Por otro, iniciaban un contacto con la nueva cosmología y las nuevas ideas que seguramente sustituirían al antiguo proyecto de saber. He ahí la lógica de la célebre frase de Keynes: Newton no fue el primero de la edad de la razón, sino el último de los magos. Pero eso no debe entenderse literalmente, ni de manera sensacionalista, subrayan las historiadoras, como si descubriésemos pecadillos de científicos. Newton, por ejemplo, transitó por las ciencias tenidas como ocultas, pero con objetivos pragmáticos e instrumentos de investigador serio. Tenía un pie en la alquimia y el otro en la ciencia, y así abrió posibilidades que los científicos más racionales no lograban vislumbrar, sostiene Piyo Rattansi. Pensamos en los parámetros de la ultra especialización de nuestra cultura. Newton echaba mano de todos los medios disponibles en busca de la verdad y del saber. El estudio de la alquimia le permitió elaborar conceptos revolucionarios de la ciencia. Para el investigador, que ayudó a las historiadoras brasileñas, el descubrimiento de los manuscritos revela un nuevo aspecto del debate acaecido a mediados del siglo XVII sobre el nexo entre el alkahest y el fluido linfático estudiado por los anatomistas de la época, una evidencia más de que era posible asociar ideas tan diversas.

Por lo tanto, la documentación del al¬kahest reafirma la necesidad de tener en cuenta la continuidad de un pensamiento alquímico que se creía muerto y listo para cederle el lugar a la química moderna. Incluso porque el solvente universal, pese a ser importante, no es el único caso de superposición de ideas que se haya presentado en la Royal Society. Pocos fueron aquéllos que, en el siglo XVIII, realizaron un trabajo de experimentación química tan vigoroso como Hermann Boerhaave, quien ayudaría a establecer un modelo experimental moderno, recuerda Ana. Tal vez por eso pocas veces los estudiosos lo vieron a no ser bajo la óptica exclusiva del Iluminismo. Pero él asentó investigaciones importantes sobre bases alquímicas tradicionalísimas, aunque sin perder de vista los parámetros de su propio tiempo. En las palabras del propio Boerhaave: Los alquimistas de épocas pasadas, en contraposición con los químicos de ahora, obraron mucho más sabia  y correctamente. Como acotan las investigadoras, él es un caso ejemplar, pero no aislado, de cómo los experimentos alquímicos fueron traducidos por muchas figuras importantes del tiempo de las luces en un nuevo modelo experimental, pero, así y todo, en el marco de supuestos muy cercanos a los de los antiguos alquimistas, que convivían bajo la forma de una segunda agenda con la creación de la nueva ciencia moderna. Esto explica la permanencia de antiguas fuentes en la ciencia del seiscientos y del setecientos en textos considerados hasta hace poco radicalmente modernos, sostiene Ana. Los alquimistas siguen llegando.

El proyecto
Las complejas transformaciones de la ciencia de la materia: entre el compuesto del saber antiguo y la especialización moderna (99/12791-3); Modalidad: Proyecto temático; Coordinador: Ana Maria Alfonso-Goldfarb – PUC-SP; Inversión: R$ 678.511,91 (FAPESP)

Artículos científicos
ALFONSO-GOLDFARB, A. M.; JUBRAN, S. A. C. Listening to the whispers of matter through Arabic hermeticism: New studies on the Book of the Treasure of Alexander. Ambix (Cambridge). v. 55, p. 99-121, 2008.
ALFONSO-GOLDFARB, A. M.; FERRAZ, M. H. M. Experiências e experimentos alquímicos  e a experimentación de Hermann Boerhaave. In: Ana Maria Alfonso-Goldfarb; Maria Helena Roxo Beltran. (Orgs.). O saber fazer e seus muitos saberes: experimentos, experiências e experimentações. São Paulo: Educ/ Editora Livraria da Física, 2006, p. 11-42.
Porto, P. A.; Summus atque felicissimus salium: The medical relevance of the Liquor Alkahest, Bulletin of the History of Medicine. v.76, p. 1-29. 2002.

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