“Si hasta 1900 los interesados en el tema ‘alojamento’ se reunían en la casa de los higienistas, pasaron a residir por separado. Los ingenieros mantienen con los higienistas relaciones provechosas y cordiales, se visitan con regularidad, pero no los vemos más yendo del brazo juntos: a los primeros parece serles más conveniente el acercamiento a los urbanistas”, afirmó Victor da Silva Freire, ingeniero y director de Obras Públicas de la Municipalidad de São Paulo en 1914, en su conferencia intitulada La ciudad salubre, dictada en el Gremio Politécnico. “Entre 1890 y 1950 es imposible separar, en el plano conceptual, el vocabulario de los ‘urbanistas’ (ingenieros y arquitectos) y el de los administradores públicos de São Paulo”, explica la historiadora Maria Stella Bresciani, de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp) y coordinadora del proyecto temático que lleva por título Saberes eruditos y técnicos en la configuración y reconfiguración del espacio urbano: el estado de São Paulo durante los siglos XIX y XX, que cuenta con el apoyo de la FAPESP. De acuerdo con la investigadora, el saber erudito de técnicos y autoridades, al plantear –y creer que era capaz de darlas– respuestas adecuadas a los retos de una ciudad que se modernizaba, fue responsable de las modificaciones acaecidas en São Paulo y marcó profundamente la relación entre el poder público y los intereses del capital privado, que tuvieron gran peso en la configuración del espacio urbano paulista.
Según la investigadora, lo que distingue a este proyecto de otros estudios sobre el mismo tema son las indagaciones teóricas e históricas en dos ejes que se cruzan. “En términos de historia, apuntamos la forma en que los supuestos del higienismo-sanitarismo siguen estando activos, aun cuando se establece el campo profesional de especialistas de la ciudad. Estudiamos de qué manera estos supuestos se mantienen al traducirse en preceptos técnicos e incorporarse a la disciplina urbanística en los años 1920, aun cuando ingenieros y arquitectos buscasen autonomía sobre lo que decían que era ‘la rigidez teórica de los higienistas'”, sostiene. “Por el lado teórico, pretendimos comprender cómo funcionaba el ‘intervalo’ entre la promulgación de leyes, proyectos y planes y su efectiva aplicación o ejecución, ya que serían ‘tal como otros estudios lo afirman’ meras copias de ideas y modelos extranjeros, por eso mismo inadecuados a la situación local”, continúa.
Avenidas
La historiadora recuerda, para ejemplificar la primera situación, el Plan de Avenidas del alcalde Prestes Maia (1896-1965), concebido en la década de 1930 y solamente implementado en los años 1970. El segundo punto es más complejo, pues implica, tal como acota Stella, ir más allá de la línea interpretativa de las “ideas fuera de lugar”, pues “el uso del argumento de la importación de ideas para la configuración urbana de São Paulo impide una reflexión más atenta sobre el proceso de constitución de un campo concep-tual del urbanismo como un ‘saber de dominio común’, compuesto de varios saberes y experiencias, difundido y aplicado con cambios debido a situaciones específicas en diversos países, por lo cual se añaden opciones prácticas en el urbanismo abiertamente pragmático”, afirma. Basta con recordar lo que decía en los años 1920 el ingeniero e intendente de São Paulo Anhaia Mello (1896-1974), junto con Prestes Maia uno de los polos intelectuales que postularon una manera de pensar la configuración urbana de la ciudad. Aunque preconizase que “las ideas tienen hoy en día una efectividad inmensa y un radio de acción casi ilimitado e inmediato, que abraza al globo y sondeará otros planetas”, Anhaia Mello advertía que era necesario conocer de qué modo los otros resolvieron los problemas urbanos y “aplicar con inteligencia, y no servilmente o por mero espíritu de imitación, métodos y procesos que se adapten a nuestras condiciones locales. Por encima de todo, afirmamos la importancia de seguir de cerca la formación académica y la actuación de los expertos, y en ese proceso, entender los momentos de definición de sus opciones teóricas”.
Así, más allá de revelar la permanencia de los supuestos sanitarios en el urbanismo paulista y de superar la teoría de la importación de modelos como forma de comprender la formación de la ciudad, el proyecto temático aportó otro resultado significativo a los estudios existentes: la demostración del poder del capital privado en la configuración del espacio urbano paulista. Obras realizadas por los especialistas en cuestiones urbanas que, según cree Stella, terminaron dándole a la ciudad su configuración moderna. “Asimismo, los supuestos de ese saber científico y técnico desarrollado en la capital se aplicaron también en la creación de nuevas ciudades al oeste, frutos de la expansión de la frontera cafetalera, producto a su vez de la implementación de la red ferroviaria, con su influjo sobre la urbanización de toda esa región hasta los límites de la ciudad de São Paulo. Nuestras investigaciones revelan el poder de las compañías privadas y de los dueños de propiedades rurales en el establecimiento de los ferrocarriles y en las facciones urbanas de cada nueva ciudad que surgía en ese proceso.”
“Las actividades de estos grupos fueron importantes para la reconfiguración del espacio urbano del estado de São Paulo, la difusión de la arquitectura ecléctica, la constitución del repertorio paisajístico y la remodelación de las antiguas plazas y jardines públicos”, sostiene el arquitecto Adalberto Retto Junior, coordinador del grupo de docentes de la Facultad de Arquitectura, Artes y Comunicación de Baurú (Faac) que integran un área del temático. Según estudios de estos investigadores, debido a las iniciativas que demandaron la construcción de equipamientos y edificaciones volcados a la producción y construcción de la malla ferroviaria, las ciudades formadas en el oeste paulista, la zona de expansión de la producción cafetalera, exhiben hasta los días actuales un paisaje bastante homogéneo en su diseño urbano: el cuadriculado continuo de la malla urbana se detiene al encontrar una barrera natural o los lechos de vías férreas y carreteras, independientemente de la topografía existente. Para Retto Junior, en el espacio público de esas nuevas ciudades, muchas de ellas creadas en función del paso del ferrocarril, hubo una reproducción de la legislación de la capital en su proceso de difusión y una circulación de los preceptos higiénicos y las innovaciones técnicas.
La fundación de esas ciudades, de acuerdo con el grupo de estudios, puede ser considerada un hito en la planificación urbana, cuyo objetivo mayor era obtener una rápida recuperación de la inversión realizada. Al ser reemplazadas por las carreteras, las estructuras arquitectónicas creadas por la expansión de la red ferroviaria en el interior del estado se transformaron en “ruinas modernas”, también existentes en la capital. “Hay que cuestionar para qué se preservan áreas e inmuebles, por qué y en nombre de qué pasado. Aun cuando esa preservación se haya hecho en nombre de una ‘línea de continuidad con el pasado’, debe pensársela como un trabajo selectivo de reconstrucción de ese pasado”, analiza la historiadora Cristina Meneguello, de la Unicamp, integrante del temático. “Esta preservación se ha convertido en el ‘tema favorito’ de los medios de comunicación y del discurso político, pero urge cuestionarse eso, más allá de su lado ‘positivo’. La apropiación de la historia no debe ser tan sólo una cita material y visual, sino algo que muestre en sí mismo la posibilidad de transformación”, añade.
Ingenieros
Por cierto, para entender esta transformación en su proceso, es necesario entender cómo se arribó al predominio de los ingenieros. Al fin y al cabo, antes de ellos, los que comandaban este desarrollo eran los higienistas. “Las prescripciones sanitarias se basaban en la teoría miasmática, que le adjudicaba la causa de las epidemias al ‘veneno’ presente en el ambiente. De allí el surgimiento de un cuerpo de profesionales que debería combatir los ‘males’ a los cuales las ciudades estaban sometidas, realizando intervenciones prácticas destinadas a reducir los ‘miasmas'”, explica la arquitecta e historiadora Ivone Salgado, de la PUC-Campinas, integrante del temático. Una epidemia de fiebre amarilla en Campinas y Santos llevó al poder público a decretar la inspección de los conventillos del barrio de Santa Ifigênia. “Los médicos higienistas se sintieron en el derecho de entrar en el espacio privado de las viviendas colectivas, las más pobres, para efectuar una intervención ‘ordenadora’ de la ciudad, y sugirieron la ubicación de las futuras viviendas de los trabajadores en complejos habitacionales construidos a una distancia de 15 kilómetros de la capital. Era el comienzo de un proceso de segregación espacial que marca a la ciudad hasta los días actuales, denominado por los expertos ‘patrón periférico de crecimiento urbano'”, sigue Ivone.
Pero una innovación científica, la microbiología, llevó a la decadencia de la teoría miasmática y provocó la emergencia de un nuevo profesional encargado del saneamiento urbano: el ingeniero sanitario. “Los nuevos programas de saneamiento básico quedaron en manos de los ingenieros municipales, que se convirtieron en el brazo técnico del movimiento de reforma sanitaria. La profesión de ingeniero experimentó un rápido crecimiento”, sostiene Ivone. “Los ingenieros al servicio de la ciudad eran jefes entre la elite tecnocrática, que construía y administraba la nueva infraestructura urbana, y fueron surgiendo junto a la clase burocrática emergente de personal de planta permanente de la ciudad”. O en las palabras de Victor Freire: “Pasan a residir por separado”. “Es necesario ver a la ciudad moderna como un organismo complejo inserto en un plan de expansión. Contamos actualmente con soluciones técnicas, por suerte para la sociedad”, escribió en 1918. Era la victoria de los “argumentos técnicos, científicos y económicos”, que consideraban todas las manifestaciones de la vida de la ciudad en su conjunto, en suma, “en la esencia del urbanismo”. “Durante las décadas finales del siglo XIX hubo cambios importantes en las formas de legitimar la autoridad municipal y las intervenciones en la ciudad. Surgió una ‘nueva política urbana’, basada en la posibilidad de que el Estado fijase criterios ‘objetivos’ destinados a solucionar problemas ‘reales’ de la comunidad”, sostiene Stella. La asociación entre el ingeniero y el médico, sigue la investigadora, indiscutible en el siglo XIX, daba lugar al final de la década de 1920 a la desigual asociación entre el ingeniero urbanista y el experto en sociología urbana, su colaborador. En 1914, prácticamente todas las ciudades de alguna expresión económica contaban con servicios urbanos modernos. Había base para tal desarrollo.
La creación de la Politécnica en 1894 y de la Escuela de Ingeniería Mackenzie en 1896 hizo surgir un núcleo institucional, de un centro a partir del cual se definieron las políticas para la acción oficial y privada en el sector de la construcción civil. Fue el paso decisivo hacia la unión entre el ingeniero y el administrador. “Ya sea porque los alcaldes iban en busca de estos profesionales para encabezar varios departamentos de la administración pública, o porque ellos mismos eran, la mayoría, ingenieros egresados de la Politécnica y hablaban el mismo idioma”, sostiene Stella. São Paulo se enorgullecía de su independencia y de su saber erudito y técnico en la relación entre el crecimiento demográfico y espacial y las intervenciones realizadas en la ciudad por el poder público asociado a la iniciativa privada.
Libre
“Vimos las diversas tierras de la provincia cubrirse de vías férreas bajo los auspicios fecundos de la iniciativa privada; vimos formarse ricas asociaciones y compañías tendientes a explotar, sin la intervención del poder estatal, los rubros más importantes de la industria, la agricultura y el comercio; vimos a la provincia del estado de São Paulo cambiar completamente su apariencia en pocos años, impulsada por el poder admirable de las asociaciones libres, de la voluntad individual”, escribió el presidente de São Paulo, Paulo Egydio, en un artículo publicado en el diario O Estado de S. Paulo en 1888. Son los tiempos de las “mejoras”: los empresarios ricos de la provincia se establecen definitivamente en la capital, lo que llevó a las autoridades públicas a invertir en las obras de “mejora y embellecimiento” de la ciudad.
Es una afirmación recurrente en la historiografía que la forma de pensar la ciudad puede dividirse entre dos corrientes, representadas por los ingenieros Anhaia Mello y Prestes Maia, ambos ocupantes del sillón de alcalde de São Paulo en tiempos distintos (Mello entre 1930 y 1931; Maia entre 1938 y 1945, durante el Estado Novo). “Mello plantea solucionar los problemas de congestión de la ciudad mediante la contención y retracción del crecimiento urbano para crear una ‘transición equilibrada entre el campo y la ciudad’. Prestes Maia, en una postura opuesta, abogaba por el ‘agotamiento de las potencialidades de la metrópolis y la remoción de los problemas con nuevas obras y nuevos planes’. Ambos representaban opciones distintas del uso de los saberes técnicos y eruditos en la configuración de la ciudad”, dice la investigadora. Sylvia Ficher transcribe en Os arquitetos da Poli (Edusp) el testimonio del ingeniero-arquitecto Leo Ribeiro de Moraes, seguidor de Anhaia, en 1954. “A la hora de lidiar con cuestiones de urbanismo son posibles dos actitudes: la práctica y la científica. La primera, esgrimida por Prestes Maia, es la que ha sido adoptada hasta ahora por los gobiernos que se esmeran en ‘hacer algo’. La otra, adoptada por Anhaia Mello, es la aplicación de los preceptos del urbanismo moderno con miras a alcanzar algo más que la simple desobstrucción del tránsito y la ornamentación de plazas y avenidas.”
Constructor de avenidas
“A Prestes Maia le causaba extrañeza el ‘plan Anhaia’, que preveía la prohibición de la instalación de nuevas industrias en São Paulo y la limitación del crecimiento de la ciudad, y decía que eran medidas para ‘enanar nuestra ciudad por medio de la forma’. Pero Anhaia Mello sostenía una postura teórica correcta, en tanto que Prestes Maia se basaba en la postura más pragmática de ‘constructor de avenidas'”, sigue Ribeiro. En 1929, en una compilación de artículos, Mello denominaba, según apunta Stella, como “cooperación” a la “ciencia del urbanismo” y criticaba a aquéllos que “confundían una ciencia tan hermosa y vasta con la simple técnica de la ingeniería municipal”, al subestimar la necesidad de “la colaboración de parte del sociólogo, el legislador, el jurista, el político, el administrador, el economista y de todos los ciudadanos”. El saber erudito victorioso de los ingenieros, en la visión de Mello, tenía nuevos preceptos: el “verdadero objetivo de la civilización –construir hermosas ciudades y vivir en ellas en la belleza– demandaba preparar el ambiente y formar una psicología urbana y un anhelo cívico, una opinión pública esclarecida”. Era necesario “limitar la expansión indefinida y desordenada de São Paulo” y “crear espacios de esparcimiento para los obreros”. Y lo más importante, el plan Anhaia criticaba las estructuras monopolistas y defendía el control estatal sobre las compañías privadas que ofrecían servicios públicos.
Prestes Maia avanzaba en la dirección opuesta y apostaba al valor del capital privado, a la opción por las grandes avenidas perimetrales para darle fluidez a la circulación, a la adopción de soluciones técnicas para “el ajuste permanente de la metrópolis a las exigencias de organización de la sociedad moderna: lo necesario no es evitar el crecimiento de la metrópolis, sino la interrupción del proceso debido a la ineficiencia del funcionamiento urbano”, afirmaba. “Para Prestes Maia, la presentación de los planes para la población en la prensa sólo debería hacerse después de que el proyecto hubiese sido desarrollado y elaborado por los ingenieros de la municipalidad”, dice la investigadora. El saber erudito según Prestes Maia ganó la disputa. “Fue recién durante los años 1950, luego del fin del régimen de Vargas y el fin del mandato de Prestes Maia, que los profesionales del Departamento de Urbanismo empezaron a incorporar algunas de las ideas de Anhaia Mello”. Pero la ciudad ya tenía nuevas facciones: los ciudadanos estaban apartados de las decisiones de política urbana. “Los descubrimientos del proyecto temático revelan que la estructura basada en el sanitarismo, la ingeniería y la arquitectura no fue sucedida por un urbanismo técnico y más adecuado para operar con la ciudad. El carácter sanitario aún se mantiene como guía de las acciones urbanas”, sostiene Stella. “Construir ciudades es construir hombres. El ambiente urbano plasma el carácter humano de acuerdo con sus propias facciones, para la fealdad o para la belleza”, sostenía con gran visión anticipadora Anhaia Mello en 1929.
El proyecto
Saberes eruditos y técnicos (nº 2005/55338-0); Modalidad Proyecto Temático; Coordinadora Maria Stella Bresciani; Inversión R$ 673.955,00