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Políticas públicas

La contrucción de la salud

Investigadores proponen un modelo colaborativo para fortalecer la prevención de los accidentes en el ámbito laboral

Buda Mendes / Getty Images

Los productos existentes en las góndolas de los supermercados, las comidas transportadas por los repartidores de aplicaciones y la sílice extraída como materia prima para la industria electrónica no dicen nada sobre la salud de quienes realizan estas actividades. Sin embargo, estudios recientes tratan de darles voz a los trabajadores de diversos sectores de la economía, para entender mejor las razones por las cuales miles de personas sufren accidentes, se enferman o se mueren debido a sus actividades laborales. De acuerdo con el análisis realizado por los investigadores consultados para la elaboración de este artículo, el éxito de las medidas preventivas depende de que se estimule la participación del personal a la hora de formular las estrategias que han de implementarse, algo que no sucede en la mayoría de las instituciones y empresas.

“Es necesario establecer canales de diálogo entre el poder público, los empresarios, los científicos y los trabajadores para entender cómo sobrevienen las contradicciones en el ámbito laboral y de qué modo repercuten sobre la salud de los asalariados y los empleados sin contrato de trabajo”, dice la médica sanitarista Élida Hennington, del Centro de Estudios de Salud del Trabajador y la Ecología Humana de la Fundación Oswaldo Cruz (Cesteh-Fiocruz), en Río de Janeiro.

La investigadora explica que, en el modelo estándar adoptado en muchos países, incluso en Brasil, los trabajadores están sometidos a programas de salud y seguridad diseñados exclusivamente por técnicos. “Las normas se imponen sin tener en cuenta las demandas y las necesidades de quienes padecen en su propia carne los imprevistos y las adversidades de un determinado oficio”, dice Hennington. “La política neoliberal y la retracción de la economía, incluso antes de la pandemia, intensificaron fenómenos tales como la precarización del empleo, el deterioro de los derechos laborales y la reducción de las inversiones en acciones preventivas, aumentando el riesgo de accidentes y enfermedades ocupacionales”.

“Por eso, el cuidado de la salud del trabajador debe tener en cuenta tanto los aspectos históricos como los socioeconómicos”, argumenta el ingeniero Rodolfo Andrade de Gouveia Vilela, de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo (FSP-USP). Según él, incluso los accidentes aparentemente sencillos no pueden imputárseles a un mero error o a un descuido del empleado. Para Andrade de Gouveia Vilela, los percances inmediatos son la punta del iceberg. “Están lo que se denominan condiciones latentes, es decir, ‘las causas de las causas’ de los problemas, que se encuadran en el nivel organizacional de la empresa”. Por ende, dice, adjudicarle la responsabilidad a la víctima es reforzar una perspectiva reduccionista, conveniente para defender a la empresa contra los empleados en los juicios.

La implementación de una cultura de la seguridad debe incorporar acciones de vigilancia colectiva capaces de transformar eficazmente las condiciones laborales, analiza Andrade de Gouveia Vilela, quien desde 2006 coordina investigaciones abocadas a la búsqueda de alternativas al modelo convencional de prevención, generalmente basado en una comunicación unidireccional, de arriba abajo. Un proyecto financiado por la FAPESP, bajo la coordinación del investigador, ha obtenido resultados concretos. “El principal es el perfeccionamiento y la adopción de una nueva metodología tendiente a identificar los riesgos potenciales para la salud de los empleados y, con su participación, generar respuestas sistémicas teniendo en cuenta las particularidades de cada entorno laboral”, informa.

Este método, denominado Laboratorio de Cambios, está lejos de ser una guía de recomendaciones estándar, advierte Andrade de Gouveia Vilela. “La propuesta consiste en que, por medio de talleres, los investigadores actúen como facilitadores de los procesos de aprendizaje y cooperación entre los diversos actores de una misma institución o empresa”. Este abordaje se ha implementado en diferentes sectores de la producción y de los servicios y está ganando peso en una unidad de la Fundación Casa en Campinas, en el interior de São Paulo.

“En 2015, recibimos una serie de denuncias de violencia física y psicológica sufrida por los empleados de la institución”, relata Silvio Beltramelli Neto, fiscal del Ministerio Público del Trabajo y docente de la cátedra de Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Campinas (PUC-Campinas). “Como ya conocíamos el trabajo de Andrade de Gouveia Vilela, resolvimos aunar esfuerzos para hallar una solución a los problemas que aquejaban a la salud de esos trabajadores”.

El primer paso que dio el equipo de la FSP-USP consistió en realizar un seguimiento etnográfico en el establecimiento, con observaciones diarias del ambiente laboral que permitieron elaborar un análisis pormenorizado de la dinámica entre los directores, el personal y los adolescentes internos. “Se observó un ambiente estresante, caracterizado por el acoso moral y las hostilidades físicas y verbales”, dice Beltramelli. En este contexto, los empleados trabajaban como “bomberos” o “apagando incendios” en un ambiente de inseguridad.

El grupo de investigadores indagó en aspectos históricos y culturales que pudieran aportar pistas sobre los orígenes de los conflictos. Se constató que los trabajadores ejecutaban prácticas violentas heredadas del modelo de la antigua Fundación Estadual para el Bienestar del Menor (Febem), posteriormente sustituida por la Fundación Casa. “Aunque a los internos se les ofrecían actividades socioeducativas, por ejemplo, cursos de capacitación laboral, los empleados a cargo reproducían prácticas tales como el castigo excesivo y las ‘medidas de freno’ en su trato con los adolescentes”, dice Vilela.

Los internos eran sometidos diariamente a registros íntimos exhaustivos. “Esta rutina cohíbe la construcción de vínculos saludables entre los trabajadores y los adolescentes”, analiza Andrade de Gouveia Vilela, al tiempo que subraya que, sin este vínculo, la resocialización se ve comprometida. “Todo esto fomentaba que los empleados se enfermaran, ya que carecían del apoyo emocional necesario como para afrontar la complejidad de ese ambiente”. Poco a poco, se hizo introdujo un espacio de diálogo entre los trabajadores, los adolescentes y los profesionales del equipo multidisciplinario de la institución. “Los internos dejaron de ser vistos como delincuentes por los empleados, quienes, a su vez, empezaron a trabajar de manera más integrada con los pedagogos y los trabajadores sociales de la institución, colaborando para brindar amparo y en el acompañamiento de los jóvenes”, destaca Beltramelli.

Los resultados de esta experiencia aún se están probando y consolidando, pero ya es pueden vislumbrarse mejoras preliminares en el bienestar de los trabajadores, dice Andrade de Gouveia Vilela, basándose en los testimonios de los propios empleados. “Estamos siguiendo un proceso de superación gradual del círculo vicioso de violencia allí imperante.”

El concepto subyacente en el Laboratorio de Cambios fue concebido en la década de 1990 por investigadores de la Universidad de Helsinki, en Finlandia. Desde entonces, este método se ha implementado en lugares tales como hospitales, escuelas y obras de infraestructura en más de 30 países. “Este abordaje propicia un espacio para que los participantes de diferentes niveles jerárquicos identifiquen las contradicciones generadas históricamente en un ambiente y prueben soluciones con miras a superar esos obstáculos”, explica Andrade de Gouveia Vilela. “Ese proceso puede dar lugar a sistemas productivos más humanizados”.

El médico Luiz Carlos Fadel, investigador del Departamento de Derechos Humanos, Salud y Diversidad Cultural de la Fiocruz, ve con buenos ojos esta iniciativa. Sin embargo, hace una salvedad: “Para que ganen escala, a punto tal de provocar transformaciones concretas en las grandes empresas, es necesario correlacionar los problemas locales, diagnosticados ‘en el piso de las fábricas’, con los retos globales que influyen directa o indirectamente sobre la salud de los trabajadores, como el avance de lo que los nuevos contextos del capitalismo denominan financierización de la economía.

Según Fadel, en este proceso, las empresas adoptan estrategias tendientes a achicar costos y aumentar los beneficios de los accionistas a corto plazo. “Esta lógica impone una organización del trabajo muy violenta, que estimula la competencia entre los trabajadores, estableciendo metas y cargas horarias cada vez más agresivas”. En este contexto, dice Fadel, con el paso del tiempo los empleados quedan más propensos a padecer problemas de salud, tales como dolores musculares y la pérdida de audición debido al exceso de ruido. “Y más aún: los trabajadores sobrecargados, que trabajan demasiadas horas, también pueden desarrollar trastornos mentales, tales como ansiedad y depresión”.

Las largas jornadas laborales también están asociadas a la aparición de enfermedades cardiovasculares, según consta en un estudio global realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que salió publicado en mayo en la revista Environment International. Estas entidades calculan que, en 2016, murieron 398.000 personas por accidentes cerebrovasculares (ACV) y 347.000 por enfermedades cardíacas como consecuencia de trabajar al menos 55 horas semanales. Esto representa un aumento del 29 % en comparación con las cifras registradas en el año 2000.

La investigación concluye que trabajar 55 horas o más a la semana aumenta el riesgo de sufrir ACV en un 35 %, y las posibilidades de muerte por cardiopatías isquémicas en un 17 % en comparación con las jornadas semanales de 35 a 40 horas.

La degradación de las condiciones laborales se refleja también en el aumento de los accidentes y las enfermedades laborales verificado en Brasil durante los últimos años. La cifra pasó de 512.000 en 2006 a 639.000 casos en 2019, con algunas variaciones en el período (obsérvese el gráfico), según datos del Observatorio de Seguridad y Salud Laboral, una iniciativa del Ministerio Público del Trabajo y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

En Brasil, además, entre 2012 y 2020, 21.460 trabajadores sufrieron accidentes fatales, es decir, seis muertes por cada 100.000 vínculos laborales en el mercado formal. En 2020, el año del inicio de la pandemia de covid-19, los casos graves notificados al Ministerio de Salud aumentaron un 40 %, principalmente debido a los contagios de coronavirus, los accidentes con motocicletas y las lesiones profundas infligidas por maquinarias y equipos.

Entre los sectores con más notificaciones de accidentes entre 2012 y 2020 se encuentran la atención hospitalaria, el comercio minorista, la construcción civil, el transporte de cargas y los frigoríficos. El estudio (disponible en: smartlabbr.org/sst) utiliza datos recopilados por el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) e incluye registros de los accidentes sufridos exclusivamente por los trabajadores contratados en el marco del régimen de Consolidación de Leyes del Trabajo (CLT).

El observatorio también pone a disposición, por separado, los datos del Sistema de Información de Notificación de Daños (Sinan) del Ministerio de Salud. Según esa base de datos, las notificaciones de accidentes pasaron de 62.000 casos en 2007 a más de 200.000 en 2019. “El Sinan cubre una gama más amplia de la población ocupada”, explica Hennington, de Cesteh-Fiocruz. Esto se debe a que registra la asistencia médica a los trabajadores accidentados realizada en el Sistema Único de Salud (SUS), independientemente del régimen de contratación. “Podemos suponer, por ende, que los accidentes y las enfermedades en el mercado informal se han notificado más, lo que ha permitido aplicar estrategias eficaces de prevención y protección de la salud.

De hecho, se observa una expansión de la mano de obra sin vínculos formales con las empresas. Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), la tasa de informalidad en el país alcanzó un 39,6 %, con más de 34 millones de trabajadores en el trimestre que va de diciembre de 2020 a febrero de 2021. En el trimestre anterior, la tasa había sido de un 39,1 %.

El estudio del Observatorio de Seguridad y Salud en el Trabajo también muestra que la suma de los gastos por enfermedades y accidentes ha llegado a 100.000 millones de reales desde 2012, y eso sólo en gastos por accidentes. En tanto, el total de licencias pagadas por enfermedades, entre ellas depresión, ansiedad y otros trastornos mentales, pasaron de 224.000 en 2019 a 289.000 en 2020. “Por lo tanto, queda claro que los accidentes laborales generan un impacto financiero en el mercado, en la seguridad social y en el SUS”, enfatiza Sayuri Tanaka Maeda, docente de la Escuela de Enfermería de la USP, quien investigó, junto a su entonces estudiante de maestría Cléria Silva Marinho, las consecuencias económicas de los accidentes laborales en la localidad de Piracicaba (São Paulo), en colaboración con el Centro de Referencia en Salud Laboral (Cerest) del municipio.

Los resultados de ese estudio aún no se han publicado, pero Tanaka Maeda anticipa que los gastos de las redes de salud pública y privada sumaron 2,3 millones de reales en el período analizado, entre enero y diciembre de 2014. En total, se investigaron 8.953 y 1.159 accidentes atendidos en hospitales públicos y privados, respectivamente. “Observamos que el 75 % de ese monto fue asumido por el SUS, y algo más del 90 % de los casos correspondía a trabajadores con vínculos laborales formales”. La mayoría de los accidentes fueron sufridos por ayudantes de servicios generales, operarios de máquinas, choferes, soldadores y albañiles.

A menudo, la invisibilidad de estos trabajadores está entre las causas de la enfermedad, tal como se retrata en el minidocumental Varredeiras, estrenado en marzo, resultado de una investigación de maestría concluida en 2020 por la psicóloga Bianca Gafanhão Bobadilha, en el marco del proyecto temático coordinado por Andrade de Gouveia Vilela en la FSP-USP. Ante la sumatoria de casos de accidentes y enfermedades de las mujeres que trabajan barriendo las calles de Piracicaba, Bobadilha creó canales de diálogo entre las empleadas y los directivos de la empresa de limpieza urbana que las contrataba, en busca de aplicar el método del Laboratorio de Cambios.

A partir de las reuniones entre la investigadora y un grupo de barrenderas, se constató que parte de las dificultades de las empleadas estaba relacionada con el escaso reconocimiento del servicio que prestan. Más allá de la falta de seguridad en su trabajo, se verificó que los prejuicios sociales configuran un importante factor de desgaste emocional y estrés.

Una de las soluciones que se hallaron –además de entablar un diálogo con la empresa para negociar mejores condiciones de trabajo– fue producir el documental como una manera de difundir la rutina diaria de las barrenderas con miras generar conciencia en la población. “La empresa se sigue resistiendo a escuchar otros planteos que esgrimen las trabajadoras, como la definición del mapa que delimita el tramo de barrido que deben cubrir. Sin embargo, las empleadas han pasado a tener una voz más activa, y esto puede estimular transformaciones organizativas considerables”, dice Andrade de Gouveia Vilela, quien acompañó el trabajo realizado en Piracicaba. El filme, producido con la participación de las barrenderas del principio al fin, se difundirá en las escuelas y otras instituciones interesadas.

Proyectos
1. Innovación y transformación de la actividad de prevención de riesgos profesionales – ITAPAR (nº 19/13525-0); Modalidad Proyecto Temático; Investigador responsable Rodolfo Andrade de Gouveia Vilela (USP); Inversión R$ 632.977,56
2. Accidentes laborales. Del análisis socio-técnico a la construcción social de cambios (nº 12/04721-1); Modalidad Proyecto Temático; Investigador responsable Rodolfo Andrade de Gouveia Vilela (USP); Inversión R$ 976.019,61
3. Las consecuencias económicas de los accidentes laborales. La realidad del municipio de Piracicaba (nº 15/20230-6); Modalidad Ayuda a la Investigación; Investigadora responsable Sayuri Tanaka Maeda (USP); Inversión R$ 21.545

Artículo científico
PEGA, F. et al. Global, regional, and national burdens of ischemic heart disease and stroke attributable to exposure to long working hours for 194 countries, 2000–2016: A systematic analysis from the WHO/ILO Joint Estimates of the Work-related Burden of Disease and Injury. Environment International. Mayo. 2021.

Libro
VILELA R. et al. (org). Desenvolvimento Colaborativo para a Prevenção de Acidentes e Doenças Relacionadas ao Trabalho. Laboratório de Mudança na Saúde do Trabalhador. Ex Libris SP. 2020. Disponible en:
https://www.forumat.net.br/at/sites/default/files/laboratorio_de_mudanca_digital.pdf.

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