Una contradicción atraviesa las más de 10 clasificaciones internacionales de universidades, adoptadas actualmente como referencia: estas listas nunca fueron tan populares e influyentes como ahora, pero también predomina la percepción de que, debido a sus limitaciones metodológicas, ningún ranking suministra en forma aislada un retrato perfecto de la excelencia científica y académica. Un debate realizado el día 11 de marzo en Hong Kong, en el marco de una conferencia organizada por el British Council, reunió a dos de los responsables de esos escalafones con investigadores críticos de la metodología adoptada en los mismos. Lo que se vio fue una exposición de las utilidades y los límites de esas clasificaciones. Dzulkifli Abdul Razak, vicerrector de la Universidad Sains Malasia, por ejemplo, criticó las clasificaciones porque desvían el foco de las universidades de sus misiones prioritarias, tales como hallar soluciones para combatir el hambre o los efectos de los cambios climáticos. Phil Baty, editor del ranking del suplemento Times Higher Education (THE), y John Molony, del ranking QS, ambos del Reino Unido, admitieron que se deben perfeccionar las metodologías, aunque insistieron en que las listas introdujeron objetividad en la comparación de las instituciones, anteriormente evaluadas solamente con base en su reputación. En el debate quedó clarificado que los escalafones son imprecisos y no deben utilizarse para la formulación de políticas científicas, expresa el físico Leandro Tessler, docente en la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), quien asistió al debate en Hong Kong. Pero cuando se comprenden sus limitaciones, pueden constituir una herramienta para la apertura de nuevos caminos en las universidades.
La divulgación durante el mes pasado de los resultados de un sondeo de reputación que abastece al ranking del THE puso de manifiesto esa paradoja. Los datos indican que entre las 200 universidades mejor conceptuadas del mundo no aparece ninguna latinoamericana, y que el ranking está dominado por instituciones de Estados Unidos e Inglaterra (Harvard es la primera y Cambridge, la sexta). La Universidad de São Paulo (USP) casi queda afuera de la lista, según los organizadores del ranking, al ubicarse algo después del 200º puesto. Estos datos originaron un debate en la prensa y en la academia, al respecto de los males que afectan a las universidades brasileñas, mientras que países como Rusia, India y China obtuvieron un lugar entre las mejores.
No obstante, otras clasificaciones revelan enfoques diferentes. Si se toma el caso de la USP, ésta se ubicaría entre las 100 mejores al momento de evaluar su capacidad formativa de presidentes de grandes corporaciones (el 19º lugar en el ranking de la École de Mines de París y de la revista Fortune). También se destaca en la producción de artículos científicos (19ª ubicación en el ranking SCImago, basado en el volumen de publicaciones, en su calidad y en las cooperaciones internacionales), es pródiga en la exposición de su producción académica en la web (51º puesto en el ranking Webometrics) y mantiene investigaciones en medicina clínica de categoría mundial (96º lugar en el ranking de ese campo del conocimiento en la Universidad Shangai Jiao Tong). En otros aspectos su situación es más vulnerable, tal es el caso, por ejemplo, del impacto de las investigaciones (451º puesto en el ranking de citas de la Universidad Leiden, en Holanda). Claramente, la USP exhibe diversos aspectos en que puede perfeccionarse, tal como lo es su relación con el sector productivo y con el gobierno, pero el saldo de estos escalafones resulta favorable a la universidad, expresa Marco Antonio Zago, prorrector de Investigación en la USP.
Según Hernan Chaimovich, profesor jubilado del Instituto de Química de la USP, la universidad debería debatir a qué apunta en el futuro. Para convertirse en un actor de relevancia global, le compete a la USP, por ejemplo, participar en la definición de los modelos globales de calidad científica y académica, en lugar de asistir pasivamente a la divulgación de los resultados de las clasificaciones, dice Chaimovich, quien aparte es coordinador de los Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepid) de la FAPESP y superintendente general de la Fundación Butantan. En la opinión del profesor, algunos de los criterios adoptados en los relevamientos, tales como las investigaciones de reputación, ofrecen un provecho mínimo. ¿Qué importancia tiene para la USP el hecho de que sea desconocida para un investigador entrevistado en Suiza?, se pregunta. Según Marco Antonio Zago, los rankings resultan útiles para comparar a las instituciones, pero existen factores privilegiados por esas listas que no son relevantes para la USP. Algunos de ellos valoran la presencia de alumnos extranjeros en las carreras de grado. Ese contingente, que involucra a alrededor de un 2% en la USP, podría aumentar, pero nunca alcanzar el nivel del 30% de cualquier universidad británica, que depende de la captación de alumnos foráneos para financiarse. En nuestro caso, eso significaría la utilización del dinero del contribuyente paulista para la formación de mayor cantidad de extranjeros, lo cual no tendría sentido.
Cada ranking posee una metodología propia. Es necesario considerar que esas clasificaciones son heterogéneas, y no únicamente en su metodología, expresa Zago. Algunas recaban datos en la web, otras solicitan información en las instituciones, pero no se trata solamente de eso. También los parámetros y los pesos son distintos; y algunos de esos parámetros incluso cambian de un año a otro, asevera. El ranking del THE está conformado por un cúmulo de criterios, que sufre alteraciones y adaptaciones cada año. La investigación influye preponderantemente en la sumatoria. El volumen de artículos y la inversión de cada institución, así como el sondeo de reputación divulgado en marzo, realizado con 13.388 investigadores de 131 países por parte de la empresa Thomson Reuters, cuenta con un 30% de peso. El impacto de la investigación, medida en índices de citas de artículos, supone otro 32,5% de influencia. El ambiente de aprendizaje tiene un peso del 30% y contempla varios indicadores. La presencia de docentes y alumnos de otras nacionalidades, que revelan el nivel de internacionalización, vale otro 5%. Finalmente, el 2,5% del peso recae sobre el perfeccionamiento, medido en función de la inversión en investigación realizada por la industria.
Nobel
La metodología del ranking de la Universidad Shanghai Jiao Tong combina indicadores de investigación, tales como el volumen de investigación y de citas, con datos de calidad, tales como la cantidad de investigadores ganadores del Premio Nobel o de la Medalla Fields, o los científicos con artículos muy citados. “Son los criterios que identifican a las universidades Ivy League de Estados Unidos”, dice Valdemar Sguissardi, docente del programa de posgrado en educación de la Universidad Metodista de Piracicaba. En un mundo globalizado, las clasificaciones son una realidad, pero hay que relativizar sus datos. Cuando privilegian citas de artículos, exhiben un claro sesgo anglosajón, que favorece a los investigadores de los países donde se habla inglés. Sin embargo, las listas de otras áreas de enfoque privilegian indicadores científicos de áreas duras, en detrimento de las universidades con fortaleza en las ciencias sociales y las humanidades, dice Sguissardi. También recuerda que la función inicial de varios rankings tenía que ver con servir de referencia a los estudiantes interesados en estudiar en el extranjero. Debemos tener en cuenta que estas clasificaciones forman parte de la lógica de un gran negocio. Imaginen el impacto en las finanzas de la Universidad de Cambridge, dada su posición privilegiada en estas categorías, cuando alrededor del 40% de sus alumnos son extranjeros, y éstos, con excepción de los oriundos de la Unión Europea, abonan en forma íntegra los aranceles universitarios.
En un artículo publicado en el periódico The Chronicle of Higher Education, Ellen Hazelkorn, vicepresidente de investigación del Instituto de Tecnología de Dublín, resumió las dificultades de las clasificaciones: La disputa entre las organizaciones de calificación no ha resuelto una cuestión fundamental: ¿es posible medir o comparar instituciones en su conjunto, teniendo en cuenta sus múltiples misiones y los contextos nacionales y económicos?. Pese a esta limitación, señala, países como China, Finlandia, Francia, Alemania, India, Japón, Malasia, Rusia, España, Corea del Sur, Taiwán y Vietnam han introducido políticas destinadas a crear sus universidades de categoría mundial”, mediante definiciones inspiradas en los rankings.
El rector de la Unicamp, Fernando Costa, considera que es importante tener en cuenta lo que dicen las clasificaciones. La cuestión no es elegir una de ellas y querer estar entre los primeros 100, sino utilizar estas encuestas para reflexionar sobre las cualidades de una universidad de categoría mundial, afirma. Por supuesto, existen criterios que son deseables, pese a que por desgracia todavía están muy lejos de la realidad brasileña, como es el caso de contar con premios Nobel o Medalla Fields. Según el rector, las universidades estaduales paulistas cumplen con varios requisitos de las mejores universidades del mundo y han manifestado la voluntad de avanzar en este campo. Tenemos, por ejemplo, recursos regulares y suficientes, aunque por debajo del nivel de las universidades norteamericanas. También tenemos una gran preocupación por premiar a los docentes por su mérito, pero la naturaleza de nuestras instituciones no permite el mismo enfoque que vemos en las universidades norteamericanas”, dice. La Unicamp ha pugnado durante las dos últimas décadas para evaluar el desempeño de sus docentes. Cada tres años, todos los docentes tienen que elevar un informe de sus actividades. Los que tienen un desempeño insatisfactorio no pueden quedar cesantes, ya que tienen estabilidad, pero puede reducirse su sueldo. Varios docentes perdieron el régimen de dedicación exclusiva por bajo desempeño, asevera. Otro avance es la internacionalización, mediante la captación de estudiantes y docentes de otros países. Nos empeñamos por traer a destacados investigadores a Brasil y contamos con varios docentes extranjeros, pero existen límites. El sistema de admisión es por concurso y no resulta simple convencer a un extranjero a someterse a ello. Actualmente estamos brindando la oportunidad de una pasantía y la posibilidad de realizar el concurso en inglés, para facilitar ese recorrido, afirma.
Reconocimiento
Según el rector de la Universidad Estadual Paulista, Júlio Cezar Durigan, los rankings resultan importantes por otorgar visibilidad a las universidades que lograron excelencia científica, pero que son poco conocidas. En nuestro caso, permitió que la Unesp obtuviera reconocimiento internacional y nos motivó a perfeccionarnos, dice, en referencia al desempeño de la institución en el estudio de la Universidad Shangai Jiao Tong, que escaló más de 100 puestos durante los últimos dos años: actualmente se encuentra en el pelotón de las 350 mejores del mundo. Hemos avanzado mucho en la formación de doctores: son 800 egresados por año, más que muchas de las universidades norteamericanas. Todavía nos queda un largo camino por recorrer en el campo de la internacionalización de la investigación y de la invención. Una de nuestras metas es el envío al exterior para hacer pasantías al menos al 20% de nuestros alumnos; actualmente contamos con un 6% de ellos estudiando en el extranjero, afirma Durigan.
Hernan Chaimovich, de la USP, destaca la definición por universidad de categoría mundial. Se trata de una tautología, declara. Queda claro que las 10 universidades que lideran la mayoría de las clasificaciones son universidades de categoría mundial. En las demás, no se sabe si el término significa algo o si es una herramienta de marketing. En su opinión, no siempre existe una conexión entre las cualidades de una gran universidad y los criterios contemplados por esas jerarquías. Los factores evaluados por las clasificaciones son la investigación, la cantidad de citas de artículos y la exposición pública de la institución. Carecen de una metodología para la evaluación de los procesos de enseñanza y aprendizaje, que debe desarrollarse, expresa.
Chaimovich afirma que le gustaría, por supuesto, contar con una Harvard en Brasil y desde luego, sin tener que esperar los 500 años que le llevó a aquélla convertirse en la mejor. Aunque hace referencia a una lista de características de Harvard que no se aplican a la realidad de las universidades públicas brasileñas. En una universidad de categoría mundial, los docentes no se seleccionan por concursos. Harvard selecciona a sus profesores haciendo hincapié en el futuro, para desarrollar campos de conocimientos prioritarios. No conozco universidades de categoría mundial que elijan al rector por votación o que no reconozca el mérito de manera preponderante, ya sea en forma de mayor sueldo, espacio en el laboratorio o poder. No conozco ninguna de esas universidades que no se enfoque principalmente en su país, aunque conjugue a los mejores cerebros para pensar el mundo. Y no conozco ninguna de esas universidades que no se comprometa profundamente con las carreras de grado, que son una gran fuente de prestigio, afirma el profesor.
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