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BUENAS PRÁCTICAS

La guerra contra el racismo estructural en la ciencia

Organizaciones que financian la investigación científica afrontan dificultades para cumplir con sus compromisos contra las prácticas discriminatorias

Jon Feingersh Photography Inc / Getty Images

La fundación filantrópica de apoyo a la ciencia Wellcome, con sede en Londres, puso en marcha en 2020 un programa tendiente a promover las prácticas antirracistas y ampliar la diversidad, tanto en su personal técnico como en la lista de los investigadores beneficiados con recursos. Lo hizo tras reconocer que hasta entonces su actuación había contribuido a “perpetuar el racismo estructural” en el sistema científico. Dos años después, en el mes de agosto, la organización divulgó una evaluación independiente sobre el alcance de esa iniciativa, que apuntó resultados limitados y desalentadores.

“Hemos incumplido los compromisos asumidos con los colegas y con la comunidad de investigación. La consecuencia de no haber hecho más o actuado antes es que Wellcome sigue siendo institucionalmente racista”, declaró el inmunólogo inglés Jeremy Farrar, director de la fundación. “Wellcome ha desempeñado y sigue desempeñando un papel en el mantenimiento del racismo, tanto en sus propias operaciones como en el sector de la investigación científica en general. Lamento las acciones e inacciones, así como la tristeza y la decepción que han causado”. El dirigente anunció nuevas formas de abordar el problema, que incluyen la creación de una línea de financiación destinada a científicos pertenecientes a minorías raciales y la adopción de un nuevo criterio en la distribución de recursos: cuando los proyectos tengan méritos similares, primará la importancia de ampliar la diversidad de los investigadores subvencionados. El año pasado, la fundación invirtió 1.400 millones de dólares en estudios en el área de la salud.

El informe muestra que los avances obtenidos han sido escasos y puntuales. Se ha incrementado el número de negros en el plantel, compuesto por 1.800 empleados, pero no en cargos de jefatura. “La falta de diversidad entre los directivos sénior constituye un impedimento para el progreso”, consigna el documento. Las dos apuestas principales de la institución –un módulo de capacitación y la  creación de un “kit de herramientas” para ayudar a identificar y controlar los efectos del racismo– han conseguido llamar la atención sobre el problema, pero no han tenido impactos positivos medibles en el período. De los empleados de raza negra el 20 % informó haber sufrido comentarios despectivos y prejuiciosos. En el mes de marzo, un grupo de especialistas en la lucha contra el racismo contratados por Wellcome renunciaron en pleno, descontentos con la demora y las dificultades para implementar el programa.

El químico Binuraj Menon, de la Universidad de Warwick, calificó a la evaluación como “una lectura sombría”, que demuestra el fracaso de la institución en su intento de promover la inclusión, en declaraciones brindadas la revista Chemistry World. “Aun cuando han transcurrido dos años, Wellcome carece de estrategias para lidiar con las enormes disparidades de financiación. En el bienio 2019-2020 no se concedió ninguna subvención a solicitantes del Reino Unido que se identificaran como negros”, comentó Menon. Se aprobó tan solo un 8 % de las propuestas presentadas por científicos negros, asiáticos y de otras minorías étnicas del reino Unido, frente a un 14 % obtenido por los solicitantes blancos. Según el investigador, los prejuicios arraigados y la falta de acción contra la discriminación serían las razones principales por las cuales la comunidad del área de la química en el Reino Unido sigue siendo predominantemente blanca.

El informe y el mea culpa del director de la fundación fueron recibidos positivamente. “Los problemas detectados en Wellcome no son inusuales”, declaró Addy Adelaine, experta en inclusión y directora de la organización sin fines de lucro Ladders4Action, en Inverclyde (Escocia), a la revista Nature. “La diferencia es que Wellcome parece estar promoviendo debates y acciones honestas”.

El debate sobre el racismo estructural en la ciencia no es nuevo, pero a partir de 2020 ha cobrado impulso a la luz del movimiento Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan). Desde entonces, las universidades y las agencias de fomento de diversos países han asumido acciones para afrontarlo. En febrero, la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres reconoció que no ha sido capaz de implementar políticas efectivas para combatir los prejuicios hacia las minorías, luego de que un comité de investigación analizara los datos oficiales y escuchara a empleados y alumnos. Dos tercios de los individuos blancos que concursaron para cargos como profesor asociado entre 2017 y 2020 obtuvieron los puestos, frente a un tercio de los individuos no blancos (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 312).

La National Science Foundation (NSF), el principal organismo de apoyo a la ciencia básica de Estados Unidos, también ha sido objeto de críticas relacionadas con la discriminación en el reparto del dinero. En un estudio publicado en julio en un repositorio de preprints por el equipo liderado por la geoquímica Christine Yifeng Chen, pasante de posdoctorado en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, de Estados Unidos, se analizaron los datos de más un millón de proyectos evaluados por la NSF entre 1996 y 2006. Los porcentajes de éxito oscilaron entre un 22 % y un 34 % en el período, conforme a los fondos disponibles y el volumen de concursantes, y en general, los científicos blancos prevalecieron en la distribución. Los datos más recientes, de 2019, revelan que se aprobó el 31,3 % de las propuestas presentadas por investigadores blancos. La tasa de éxito fue de un 22,4 % para los asiáticos, de un 26,5 % para los negros y de un 29 % para los latinos. Una copia del estudio se envió al director de la NSF, Sethuraman Panchanathan, quien no objetó los resultados. “La agencia comparte estas preocupaciones acerca de las disparidades raciales sistémicas en la financiación de la NSF y de otras agencias federales”, respondió un vocero de la institución a la revista Science.

La Fundación Bill & Melinda Gates, con sede en Estados Unidos, divulgó en abril un informe sobre sus políticas de inclusión que enumera avances y dificultades. “Nuestra mano de obra se ha diversificado, pero tenemos que lograr que las prácticas de reclutamiento y contratación de talentos sean más inclusivas y equitativas”, dice el texto. “Los empleados dicen que los líderes han manifestado un firme compromiso con la diversidad, pero que, a menudo, esto no se traduce en acciones”, añade. Los responsables del documento recabaron datos sobre microagresiones, que son las faltas de respeto, hostilidades y comentarios despectivos, intencionales o no, dirigidos a los miembros del equipo y relacionados con su etnia o su grupo social de pertenencia. Uno de cada cuatro empleados dijo haber experimentado microagresiones en el ambiente laboral en los doce meses anteriores. Leslie Mays, directora de la fundación, anunció la implementación de un programa de formación y desarrollo para orientar la capacitación de su plantel de empleados.

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