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Tecnología de la información

La madurez de las urnas electrónicas

La digitalización le aportó agilidad y estabilidad a un proceso que, en el pasado, se caracterizaba por el fraude y la desconfianza en Brasil

Preparación de las urnas para las elecciones de 2018 en la sede del Tribunal Regional Electoral (TRE) de la ciudad de Belo Horizonte

Douglas Magno / AFP / Getty Images

Veinticinco años después de haberse modificado el sistema de votación en Brasil, del voto en papel al voto electrónico, el modelo de urna que se utiliza va por su 12ª versión. Durante este período, no se han detectado pruebas de fraude en el sistema de sufragio utilizado para elegir a los representantes en los poderes Ejecutivo y Legislativo. El éxito de esta iniciativa se debe a la mejora constante del mismo mediante pruebas de seguridad públicas, sugerencias de empresas tecnológicas y a la interacción con investigadores de universidades e institutos de investigación. Sin embargo, las dudas acerca de la integridad del método nunca han dejado de existir y se intensifican cada vez que se avecinan nuevos comicios.

El último “ataque” a las urnas electrónicas emanó de la Poder Legislativo. Desde 2019 se tramita en la Cámara de Diputados una Propuesta de Enmienda a la Constitución (PEC) nº 135/19, cuya autora es la parlamentaria Bia Kicis (Partido Social Liberal/Distrito Federal – PSL/DF). La idea es añadir al proceso electoral una impresión en papel de lo que el votante tecleó en la urna electrónica, generando un registro físico que puede comprobarse al momento de la votación y, posteriormente, servir como herramienta de auditoría y para un eventual recuento de votos.

Los miembros del Tribunal Superior Electoral (TSE) no están de acuerdo con la PEC y no ven razones para dudar del sistema, que se utilizó por primera vez en 1996. Las urnas electrónicas se concibieron para evitar la interferencia humana en dos momentos cruciales: la votación y el recuento de los votos. Para el presidente del TSE y ministro del Supremo Tribunal Federal (STF), Luís Roberto Barroso, el regreso de la boleta impresa en Brasil, un país de dimensiones continentales y con un legado político de clientelismo, podría significar el retorno del fraude que durante tanto tiempo formó parte del proceso electoral.

En una conferencia de prensa celebrada en junio, luego de la presentación del sistema de votación electrónica a los miembros de la comisión de la Cámara de Diputados que debatía la PEC, Barroso advirtió que el voto impreso potenciará el discurso del fraude. “Pedirán, como ya ha sucedido anteriormente, el recuento público de 150 millones de votos. Y el escrutinio público solo puede hacerse manualmente. Así es como ingresaremos a un túnel del tiempo y volveremos a la época de los fraudes, cuando la gente se comía los votos, las urnas desaparecían, aparecían nuevos votos. El resultado de eso será muy malo”, dijo.

La primera versión de las urnas electrónicas se utilizó en 57 municipios con más de 200.000 electores. Para los comicios nacionales de 2002, todo el país votó en forma electrónica en reemplazo del voto con papeletas partidarias. Actualmente hay 550.000 urnas disponibles para los 460.000 distritos electorales del país. El costo del modelo actual es de 4.000 reales, con una vida útil mínima de 10 años. Las especificaciones del aparato son fijadas por el TSE, que convoca a las empresas a presentarse a licitación para fabricar el dispositivo. Los programas informáticos que se utilizan en las urnas para registrar y contabilizar los votos son diseñados y desarrollados internamente por un equipo del TSE. Esta precaución, consistente en centralizar el desarrollo del hardware y el software electoral, es lo que el TSE pondera como uno de los puntos fuertes de la seguridad del proceso. “Otros países utilizan lo que denominamos como “urnas estándar”, con soluciones de mercado desarrolladas por empresas. No es nuestro caso. Además de las urnas, que licitamos atendiendo a una arquitectura de seguridad que nosotros especificamos, el sistema operativo, basado en Linux, y las aplicaciones relacionadas con las elecciones, están a cargo de equipos internos”, informa el analista de sistemas Celio Castro Wermelinger, asesor de la Secretaría de Modernización, Gestión Estratégica y Socioambiental del TSE.

Desavenencias
La confianza de Wermelinger en las urnas no es compartida por todos los investigadores estudiosos de la materia. Algunos sostienen que la tecnología de votación empleada actualmente en Brasil no representa el estado del arte de los sistemas electorales. “La digitalización aportó agilidad y estabilidad a un proceso que en el pasado estaba signado por el fraude y la desconfianza”, analiza Jeroen van de Graaf, del Departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG). “Hoy en día, el problema reside en que el votante tiene que confiar ciegamente en cómo el TSE estructura el sistema electoral, basado en el concepto de seguridad por oscuridad, algo más vinculado con cierta lógica militar y de servicios de inteligencia, y no con una sociedad civil democrática y transparente”.

En la actualidad, gran parte de la comunidad científica de la tecnología de la información está a favor del concepto de independencia del software, que va en la dirección contraria al sistema del TSE. “La idea es que el sistema de votación sea transparente y cualquiera pueda comprobar si el software funciona correctamente”, explica Diego Aranha, profesor asociado de seguridad de sistemas en la Universidad de Aarhus, en Dinamarca. En dos ocasiones, Aranha ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de las urnas. La primera vez, en 2012, cuando estaba en la Universidad de Brasilia, demostró que era posible saber a quién votó cada elector al descifrar el Registro Digital de Votación (RDV), un archivo con formato de hoja de cálculo que almacena los votos digitados en el teclado en filas y columnas aleatorias. La segunda, en 2017, cuando consiguió manipular el software de votación antes de su instalación de manera tal que su comportamiento fuera anómalo.

Estos ataques se produjeron durante las pruebas de seguridad organizadas por el TSE con el propósito de detectar fallas eventuales de seguridad en las urnas. “Los expertos atacan el sistema y se corrigen las vulnerabilidades detectadas”, explica Wermelinger. Según él, en 2009, uno de los atacantes invitados detectó la frecuencia de radio emitida por las teclas pulsadas, rompiendo el secreto del voto. Sería difícil llevar a cabo un ataque de este tipo en una situación real, teniendo en cuenta el movimiento en el local electoral y la presencia de votantes y autoridades de mesa. “Aun así, modificamos el teclado de las urnas y, mediante un blindaje, la señal ya no se propaga”, describe Wermelinger.

El analista del TSE también cita otras medidas adoptadas por el tribunal para certificar la confiabilidad del sistema. Está la impresión de lo que se denomina zerésima −un informe impreso que comprueba que no haya votos registrados en la urna al comienzo de la votación– y las pruebas paralelas, que se llevan a cabo con urnas seleccionadas al azar para un simulacro de elecciones, todas ellas filmadas, en las que los electores votan en las urnas y en papeles, y, al final, se cotejan los votos. Y los procedimientos de encriptado se actualizan en forma recurrente para que sea imposible descifrar las claves de seguridad necesarias para acceder al software y al hardware de la urna, que no está conectada a Internet.

Paulo Matias, del Departamento de Computación de la Universidad Federal de São Carlos, plantea un reparo a los argumentos de Wermelinger: “Un invasor no necesita eludir cada uno de estos protocolos de seguridad. Si encuentra una brecha, está dentro del sistema”. Aranha añade: “El votante no tiene ninguna garantía de que el software no haya sido manipulado previamente a su instalación en las urnas, pocas semanas antes de las elecciones”.

Aunque los investigadores señalen las vulnerabilidades de las urnas y pongan en tela de juicio la forma en que el TSE las desarrolla, todos los consultados por Pesquisa FAPESP coinciden en que no hay evidencias de fraudes. “No tengo motivos para decir que haya habido fraudes con las urnas electrónicas, pero sigo sosteniendo que no están diseñadas para ser transparentes ni auditables”, subraya Van de Graaf. Según Aranha, la materialización del voto es fundamental para poder auditar una urna electrónica. “Un sistema de votación transparente debe generar registros físicos para que un auditor sin una capacitación especial pueda verificar que el resultado es correcto sin depender del software”, dice el investigador. El objetivo es que cualquier problema indetectable en el software no genere un impacto indetectable en los resultados.

Barroso, del TSE, no ve cómo la auditoría mediante impresiones en papel mejorará el sistema. “¿Qué sentido tiene crear un mecanismo de auditoría, el voto impreso, que es menos seguro que el objeto de la auditoría, el voto electrónico?”, cuestionó el juez durante un simposio sobre el sistema político brasileño que se llevó a cabo el 5 de julio. Según él, el sistema ya cuenta con 10 etapas de fiscalización y todas ellas prevén la participación de los partidos políticos.

Durante la conferencia, Barroso comentó que el TSE comenzará a ampliar la cantidad de urnas auditadas en forma independiente en cada elección para verificar que los votos computados son los mismos que llegan al tribunal. “En la víspera de las elecciones, con las urnas ya en los locales de votación, se seleccionan por sorteo 100 de ellas en todo Brasil. Se las retira de donde están y se las lleva al TRE”, dice. “Allí, se las somete a una auditoría con una empresa auditora independiente y, en un ambiente controlado y filmado, se pasa el voto de una papeleta a la urna electrónica y luego se lo imprime, y la empresa auditora corrobora que lo que salió es idéntico a lo que entró”.

El ministro también está preocupado por la logística para la implementación del voto impreso y la judicialización que podría producirse si eso se aprueba en el Parlamento. “¿Cuál es la razón por la cual el TSE ha estado presionando en contra del voto impreso? Es que vamos a tener que transportar 150 millones de votos en el país del robo de cargas, de las milicias, del Comando Rojo, del PCC, de los Amigos do Norte. Ahí ya hay un primer problema”, declaró en una entrevista concedida al periódico O Estado de S. Paulo.

En cuanto a la judicialización de los resultados electorales, el presidente del TSE afirmó que el recuento manual dará una diferencia respecto al electrónico. “Incluso en el cajero del banco tenemos que hacer una conciliación. Y entonces pedirán la anulación de las urnas aduciendo que hubo un desfase, una discordancia. En este país donde todo está judicializado, también se judicializarán las elecciones”, argumentó. “Nadie piensa que se está creando un nuevo mecanismo de auditoría. Están generando un argumento para potenciar el riesgo de fraude”.

La confianza en las urnas electrónicas no supuso una inmovilidad en el TSE. Desde mayo de 2020, la institución ha creado un grupo de trabajo para estudiar mejoras al sistema brasileño. Una de las etapas del estudio incluyó una instancia pública de diálogo con las empresas interesadas en mostrar otras formas de votación, como, por ejemplo, la modalidad online. “Hemos conversado con desarrolladores de varios países, tales como la República Checa, Rusia y Estonia”, recuerda Wermelinger. Veinticinco empresas presentaron sus sistemas. El propósito era conocer lo que ya se encuentra disponible actualmente en el mundo para entender los retos de seguridad de un escenario que podría llegar a suscitarse en el futuro.

“Podría ser interesante que una parte del proceso fuera online, con el aparato del votante. El juez Barroso le dijo al equipo de desarrollo que hay que priorizar las tres instancias: la seguridad –especialmente en lo relacionado con el secreto del voto–, la eficacia y la experiencia del votante. Estamos preparando un proyecto de mejoras en este sentido, con vistas a 2024 en adelante”, explica Wermelinger, quien anticipa que el proyecto debe contemplar una antigua demanda del ámbito académico: “Estamos negociando con una universidad pública brasileña para desarrollar este proyecto en forma conjunta”, declara.

Panorama global
Otros países utilizan tecnologías similares a la brasileña
Diecisiete países sobre un total de 176 analizados por el International Institute for Democracy and Electoral Assistance han adoptado terminales de registro similares a las urnas brasileñas. “La mayoría de los procesos electorales electrónicos cuentan con un voto físico vinculado a la información digital. En varios estados de Estados Unidos, los electores rellenan un formulario marcando sus opciones con un bolígrafo. Esos votos pueden acumularse y escanearse a la vez, automáticamente, o bien se los escanea cuando se los deposita”, describe Paulo Matias, de la Universidad Federal de São Carlos. “En Argentina, se vota en una máquina, pero la información no queda guardada en ella. Va todo en la papeleta, impresa con un chip de identificación”.

En la India, el voto electrónico se implementó en la década de 1990 y, al igual que en Brasil, disminuyeron los fraudes y se agilizó el recuento de votos. También aumentó la representatividad de los más pobres: para los analfabetos, marcar el voto en una papeleta era más difícil que pulsar las teclas. El índice de votos nulos en ese estrato de la población disminuyó ostensiblemente. Desde 2013, la India imprime los votos digitados en las urnas.

En Estonia, los electores tienen la opción de votar vía internet. En 2019, el 44 % de los estonios (más de 247 mil electores) votó en forma online, a través de una aplicación de computadora.

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