Un estudio publicado en agosto en la revista Journal of Informetrics, en el cual se analizaron artículos producidos en 2.194 ciudades del mundo durante las últimas tres décadas, detectó un desplazamiento del volumen de la producción científica desde los países desarrollados hacia naciones emergentes. De acuerdo con ese trabajo, tal variación muestra que países tales como China, la India, Irán y Brasil pasaron a ocupar, en términos cuantitativos, puestos destacados dentro de la ciencia global.
Durante el período comprendido entre 1986 y 1995, entre las 15 metrópolis del mundo cuyos investigadores publicaron mayor cantidad de papers, predominaban ciudades de Estados Unidos y de Europa. En tanto, entre 2006 y 2015, el grupo de las ciudades con mayor producción científica se diversificó algo más: Pekín, Seúl, Teherán y São Paulo también pasaron a figurar al tope de esa clasificación. “Todo induce a creer que no se trata de un fenómeno temporal sino de una tendencia consistente”, afirma el autor de la investigación, György Csomós, docente del Departamento de Ingeniería de la Universidad de Debrecen, en Hungría. “El impacto de la investigación científica en esos nuevos polos todavía es inferior al de ciudades de Estados Unidos y de Europa, pero nuestro estudio no consideró las citas”, pondera.
En el estudio se seleccionaron localidades en donde se produjeron al menos mil artículos indexados en la base de datos Scopus, de la editorial Elsevier, entre 1986 y 2015. El profesor Csomós notó que Tokio, en Japón, fue la ciudad más productiva entre 1986 y 2005, con 366.405 artículos publicados. A partir de 2006, la capital china asumió el liderazgo, y en el lapso de una década, los científicos de Pekín publicaron 664.414 artículos (obsérvese el recuadro). “La creciente importancia de Pekín ha sido objeto de estudios en los últimos años. El caso chino tiene su reflejo en otras metrópolis emergentes”, explica el investigador húngaro. En su opinión, esto constituye una señal indicativa de que la producción científica se está diseminando hacia nuevos polos.
En otro estudio, en este caso publicado en julio por investigadores de Francia y Alemania en la revista Scientometrics, se analizó con base en publicaciones indexadas en la base Web of Science la cifra absoluta de citas recibidas según las ciudades en donde trabajaban los autores de papers. De los 30 municipios con mayor cantidad de citas en 2007, tan sólo Pekín, Shanghái y Seúl pertenecen a países emergentes. Las restantes se encuentran en Estados Unidos, Japón, Australia, Canadá y en países europeos. No figura ninguna ciudad latinoamericana entre las 30 mejor ubicadas.
Entre los 60 municipios brasileños evaluados por Csomós, São Paulo es el único que figura entre los 100 con mayor producción científica del mundo. La capital paulista ocupa el puesto 19º en ese ranking, con 190.171 artículos publicados entre 1986 y 2015, ubicándose por delante de Berlín, en Alemania, Montreal, en Canadá, y Kioto, en Japón, por ejemplo. “La relevancia que cobra São Paulo en el estudio puede explicarse porque esta metrópolis concentra buena parte de la ciencia elaborada en Brasil”, opina Renato Garcia, docente en el Instituto de Economía de la Universidad de Campinas (Unicamp). El investigador recuerda que la ciudad alberga dos campus de la Universidad de São Paulo (USP), uno de la Universidade Estadual Paulista (Unesp) y otro de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), además de instituciones privadas que desarrollan investigaciones científicas como la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP) y la Fundación Getulio Vargas (FGV). Tan sólo la USP, cuyo campus principal se encuentra en la capital paulista, concentra el 22% de la producción científica brasileña, según los datos de Web of Science. En un estudio presentado en 2015 por Méric Gertler, el actual rector de la Universidad de Toronto, en Canadá, la Región Metropolitana de São Paulo figuraba en el 4º puesto de una lista de conglomerados urbanos con mayor producción científica.
El estudio de Csomós también menciona en un apartado a las disciplinas más productivas. En el caso de São Paulo, el campo con mayor cantidad de artículos publicados es la medicina. “La capital paulista cuenta con dos de las mejores facultades de medicina del país: la USP y la Unifesp, en las cuales existe un ambiente muy proclive a la investigación”, dice Renato Garcia. El investigador húngaro también evaluó las colaboraciones internacionales. De los 60 municipios brasileños contemplados, 57 tienen como colaboradores más frecuentes a investigadores de Estados Unidos, con las excepciones de Ouro Preto, donde predominan las colaboraciones con Australia, Feira de Santana, con el Reino Unido, e Itajaí, con Italia.
En la primera década contemplada en el estudio, de 1986 a 1995, alrededor del 28% de la producción científica brasileña salió de São Paulo. Ese índice creció hasta un 35% entre 2006 y 2015. En 2011, el informe intitulado “Conocimiento, redes y naciones: La cooperación científica en el siglo XXI”, de la Royal Society, en Londres, ya citaba a la capital paulista como una de las ciudades prometedoras en cuanto a la ciencia y advertía que China, Brasil y la India iban emergiendo entre las potencias científicas. “Un factor que puede explicar el crecimiento de la producción científica paulistana es el que indica que los investigadores están publicando más artículos en revistas en idioma inglés, cosa que hace que la ciudad aparezca con mayor frecuencia en la base Scopus”, sugiere Csomós.
Periódicos indexados
El avance de la capital paulista y de otras ciudades de países en desarrollo coincide con la inclusión de una gran cantidad de periódicos científicos de los países emergentes en bases de datos internacionales, tales como Scopus y Web of Science, dice Jacqueline Leta, docente del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). Esas revistas, mayoritariamente de acceso abierto, canalizaron la difusión de una parte significativa de la producción científica de esas naciones. “Los investigadores que comienzan su carrera, presionados a publicar artículos, recurrieron a esos periódicos y ayudaron a impulsar el desempeño de países como Brasil y China”, destaca.
La investigadora hace hincapié en la originalidad del trabajo de Csomós. Al poner la mira en las ciudades y no en el país como un todo, ofrece una nueva perspectiva a aquellos estudios que analizan los aspectos cuantitativos de la producción del conocimiento”, comenta. El investigador húngaro explica que al analizar la producción total de un país o de un continente, se pierde la dimensión de la diversidad académica en el ámbito regional. “Las ciudades difieren unas de otras, aunque formen parte de un mismo país. Y gracias a su naturaleza diversa, la producción científica también es peculiar en cada una de ellas”, añade.
Tal diversidad emerge con mayor claridad en los datos al respecto de las colaboraciones. El colaborador principal de las ciudades que se encuentran en el sector occidental de Suiza, tales como Ginebra, Lausana y Neuchâtel, es Francia. En tanto, las ciudades ubicadas hacia el norte del país, como en los casos de Zúrich, Basilea y Berna, colaboran mayormente con Alemania. En las que están localizadas cerca de la frontera italiana, por ejemplo, Bellinzona y Lugano, la cooperación más intensa se da con Italia. “Esto no aparece cuando se analiza la colaboración internacional de Suiza como país, en general”, dice Csomós.
Lo gigantesco de las metrópolis de los países emergentes constituye uno de los factores que ayudan a explicar su ascenso en la producción científica global. Estas ciudades, sostiene el investigador, generalmente ostentan tamaños y poblaciones mucho mayores que las que pueden encontrarse en los países desarrollados. Tal es el caso de Boston, por ejemplo, en Estados Unidos, que es uno de los principales polos de ciencia y tecnología del mundo, pero cuenta con 673 mil habitantes y una superficie de 232 kilómetros cuadrados (km2), una escala que no puede compararse con la de Pekín, cuyos 21,7 millones de habitantes se distribuyen en un área de 16 mil km2. “En este caso, deberíamos comparar a Pekín con el Gran Boston”, sugiere Csomós, en referencia al área metropolitana de esta última ciudad, en donde viven 8,2 millones de personas en un territorio de 25 mil km2.
Para Renato Garcia, el trabajo del investigador húngaro ayuda a identificar aquellas localidades con mayor aptitud para lo que se acordó denominar como ‘efecto de derrame del conocimiento’ [knowledge spillover], cuando empresas y otros sectores de la sociedad logran acceder al conocimiento científico y tecnológico producido en institutos de investigación y universidades. “Las ciudades que ostentan alta producción científica probablemente logran transferir más conocimiento al conjunto de la sociedad”, dice Garcia. No obstante, el investigador admite que el mero conocimiento de la cifra de artículos publicados en cada sitio no resulta suficiente para medir el potencial del mencionado derrame del conocimiento: “También son necesarios estudios acerca del impacto de la investigación científica en el sector privado y la colaboración entre universidades y empresas en las metrópolis”.
Artículos científicos
CSOMÓS, G. A spatial scientometric analysis of the publication output of cities worldwide. Journal of Informetrics. Online. ago. 2017
MAISONOBE, M. et al. The global geography of scientific visibility: A deconcentration process (1999-2011). Scientometrics. Online. jun. 2017.