Luego de una década en retroceso, la cantidad de casos registrados de la enfermedad de Hansen aumentó durante dos años seguidos en Brasil. El año pasado hubo 28.660 personas diagnosticadas con la afección, unas 1.800 más que en 2017 y casi 3.500 más que en 2016, según datos recopilados por el Ministerio de Salud. La lepra tiene mayor incidencia en las regiones del nordeste, centro-oeste y norte del país, donde se concentra casi el 85% de los casos reportados en el país. En ellas, la enfermedad afecta particularmente a aquellas personas que viven en condiciones precarias de vivienda e higiene, dos de los factores que propician la transmisión del agente que la provoca, la bacteria Mycobacterium leprae. Otro dato preocupante son las altas tasas que se registran en Brasil de resistencia a los medicamentos que se utilizan para el tratamiento del mal. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la resistencia a uno de ellos, el antibiótico denominado dapsona, llega al 13,3% en el país. Al no responder adecuadamente a la acción de los fármacos, los pacientes resistentes ven empeorarse su cuadro de salud e incluso pueden morir. Además de las manchas en la piel, la lepra provoca lesiones cerebrales.
La médica veterinaria Patrícia Rosa, directora de la División de Investigación y Educación del Instituto Lauro de Souza Lima (ILSL), en la localidad de Bauru, uno de los principales centros de atención de pacientes con lepra en el estado de São Paulo, afirma que el aumento del número de casos se debe a fallas en los hábitos de prevención e identificación de la enfermedad. “El mal de Hansen es de evolución lenta y diagnóstico difícil”, relata la investigadora, una de las autoras de un trabajo que identificó en el interior del estado de Pará los índices más elevados de resistencia al tratamiento que se hayan descrito para esa enfermedad. “Los profesionales de la salud deben estar bien entrenados para identificar los síntomas antes de que la dolencia evolucione a un cuadro grave”, explica. Esa, según ella, no es la realidad en buena parte del territorio nacional. “En las regiones más apartadas no hay profesionales de la salud capaces de realizar el diagnóstico precoz”.
El Ministerio de Salud no coincide con esa interpretación. Según una nota enviada vía e-mail a Pesquisa FAPESP, el aumento reciente en los casos de lepra se debe a la mejora y a la intensificación de las actividades de control. Esa estrategia habría conducido a un mayor registro del número de casos de la enfermedad. “La lucha contra la lepra en Brasil se basa en la búsqueda activa de casos para su diagnóstico precoz, tratamiento oportuno y prevención de incapacitaciones”, informó el organismo.
La enfermedad afecta a más de 200 mil personas por año en todo el mundo y de cada 10 nuevos casos, uno se reporta en Brasil, según la Organización Panamericana de la Salud (Opas). El país es el segundo en cuanto a cantidad de casos, tan solo detrás de la India. La bacteria puede transmitirse por el contacto directo con el enfermo por medio de las pequeñas gotas que quedan en suspensión en el aire durante su expiración, tos o estornudo. El tratamiento es sencillo, gratuito y eficiente, a base de los antibióticos dapsona, rifampicina y clofazimina; empero, muy lento. Puede demandar de seis a doce meses, algo que, a veces, lleva a que algunos pacientes abandonen el tratamiento precozmente. Desde la década de 1980 se utilizan esos fármacos en forma conjunta en la terapia multidroga, o poliquimioterapia. Durante mucho tiempo esa estrategia resultó eficaz y contribuyó para reducir el número de nuevos casos en el mundo, pero de 2005 en adelante, la incidencia dejó de descender y se estabilizó.
Una explicación posible para el aumento de la cantidad de casos radica en el supuesto de que la bacteria se haya tornado resistente a los medicamentos. Datos recabados en distintos países apuntan que del 2% al 16% de los casos de hanseniasis no responden al tratamiento. En un estudio publicado al final de 2018 en la revista científica Clinical Microbiology and Infection, investigadores de la Organización Mundial de la Salud (OMS) evaluaron a 1.932 personas infectadas de 19 países e identificaron una tasa promedio de resistencia del 8%. En Brasil, la resistencia a la rifampicina fue del 9% y a la dapsona, de un 13,3%. En algunas regiones brasileñas, sin embargo, ese porcentaje es incluso más elevado.
El caso de Vila do Prata
Entre 2009 y 2017, un grupo coordinado por el bioquímico Marcelo Távora Mira, de la Escuela de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Paraná (PUC-PR) y por el cirujano Marcos Virmond, director del ILSL, evaluó a alrededor de 670 de los casi 3 mil habitantes de Vila de Santo Antônio do Prata, en el interior del estado de Pará. Allí, entre 1924 y 1962, funcionó una de las principales colonias de aislamiento de personas con lepra de las regiones norte y nordeste. En sus visitas, los investigadores registraron 42 casos de la enfermedad: 19 en individuos que se habían infectado por primera vez y otros 23 entre aquellos habitantes que ya habían padecido la enfermedad en el pasado. Las biopsias que se les practicaron a 37 individuos revelaron que el 43% de ellos presentaban resistencia a por lo menos uno de los antibióticos que se usan para el tratamiento de la enfermedad.
Con todo, el dato más preocupante es que un tercio de los pacientes con resistencia exhibía esa condición no solo para un antibiótico, sino para dos de los componentes de la poliquimioterapia, la dapsona y la rifampicina. La tasa de multirresistencia fue de un 21% entre los casos diagnosticados recientemente y de un 44% entre aquellos que registraban reincidencia de la enfermedad. “Esa fue la tasa más alta de resistencia que se haya reportado para la bacteria en cuestión”, dice Távora Mira, coautor del estudio, que salió publicado en el mes de julio en la revista Clinical Infectious Diseases. “Esto indica que la verdadera dimensión del problema aún es mayormente desconocida”.
Para Távora Mira, “los datos deben analizarse con precaución, toda vez que los habitantes de Vila do Prata están expuestos a la lepra desde hace casi 100 años”. Ese leprosario, inaugurado al comienzo del siglo XX, es uno de los más antiguos de Pará y formó parte de la política de internación obligatoria que se adoptó en Brasil para controlar la enfermedad a partir de 1924. La villa llegó a atender a más de 13 mil afectados con esa enfermedad.
El aislamiento obligatorio concluyó en 1962, pero muchos siguen viviendo allá, debido al estigma asociado con la enfermedad. “Aparte de estar relativamente aislados, al cabo de los años los habitantes de aquella región ya fueron sometidos a casi todos los protocolos de tratamiento contra la lepra”, dice Távora Mira. “De cualquier manera, siguen reinfectándose con el bacilo y transmitiéndolo”. Uno de los temores principales de los investigadores es que ese fenómeno que ocurre allí se repita en otras regiones del país en las cuales existieron colonias de aislamiento para pacientes con esa enfermedad.
Artículos científicos
ROSA, P. S. et al. Emergence and transmission of drug/ multidrug-resistant Mycobacterium leprae in a former leprosy colony in the Brazilian Amazon. Clinical Infectious Diseases. jul. 2019.
CAMBAU, E. et al. Antimicrobial resistance in leprosy: Results of the first prospective open survey conducted by a WHO surveillance network for the period 2009-15. Clinical Microbiology and Infection. v. 24, n. 12, p. 1305-10. dic. 2018.