Imprimir PDF Republish

CAMBIOS CLIMÁTICOS

La Plataforma de Durban

Conferencia afirma el compromiso global para la reducción de los gases de efecto invernadero a partir de 2020

KYODO VIA AP IMAGES / GLOWIMAGESApertura de la conferencia, el 28 de noviembre: los delegados acordaron prorrogar el Protocolo de KiotoKYODO VIA AP IMAGES / GLOWIMAGES

La 17ª Conferencia de la ONU sobre Cambios Climáticos, llevada a cabo en Durban, Sudáfrica, entre el 28 de noviembre y el 10 de diciembre, logró el compromiso de los representantes de casi 200 países para la adopción de metas de reducción de emisiones de carbono, incluyendo a Estados Unidos y China, las principales potencias contaminantes. Los negociadores superaron el impasse de las conferencias de Copenhague, en 2009, y de Cancún, en 2010, donde sólo se habían logrado promesas con carácter voluntario, y también avanzaron en relación con el Protocolo de Kioto, aprobado en 1997, que establecía metas para el recorte de las emisiones, pero eximía de su cumplimiento a los países en desarrollo. Las delegaciones, que excedieron el plazo límite de la conferencia en un día para obtener el acuerdo, abandonaron la ciudad portuaria sudafricana con un clima de alivio y alborozo.

Sin embargo, el saldo de la conferencia se compone más de intenciones que de resultados palpables. Los países se comprometieron, claro, a recortar las emisiones, mediante un “compromiso legalmente vinculante”, que los obliga al cumplimiento de metas. Pero el porcentaje de recortes no fue definido, ni lo será en el corto plazo. Los detalles se debatirán recién en 2015 y el compromiso regirá a partir de 2020. Hubo progresos en la negociación de un Fondo Climático Verde para ayudar a los países pobres a afrontar las consecuencias del calentamiento global, donde la idea es reunir 100 mil millones de dólares anuales con ese objetivo, también a partir de 2020. Quedó por definir algo crucial: de dónde saldrán los recursos. Las charlas incluso avanzaron en la creación de un sistema capaz de permitir pagos para países que reducen sus emisiones de carbono evitando desmontes, lo cual responde por un 15% de las emisiones globales. Los negociadores establecieron detalles acerca de cómo las naciones calcularán sus emisiones e iniciaron conversaciones sobre el funcionamiento del sistema. La próxima conferencia, que se realizará en Doha, Qatar, a finales de 2012, revelará el grado de dificultad para avanzar en esos temas.

“Siendo realista, no existe ninguna garantía de que las promesas se cumplan, así como tampoco puede anticiparse que fracasen. Puede suceder cualquier cosa”, dice Paulo Artaxo, docente del Instituto de Física de la USP y uno de los coordinadores del Programa FAPESP de Investigación en Cambios Climáticos Globales. Artaxo prevé la resistencia de Estados Unidos, aunque también divisa señales alentadoras de otros países. “El lobby de la industria del petróleo es muy fuerte en Estados Unidos. Pero la Unión Europea, incluso enfrentando una fuerte crisis económica, se empeñó en lograr un acuerdo. China, a nivel mundial, es el país que más invierte actualmente en energías renovables, y Brasil demostró que es posible reducir drásticamente las emisiones provocadas por los desmontes, puesto que, de los 27 mil kilómetros cuadrados talados en 2004, descendimos hasta 6 mil kilómetros cuadrados en 2010″.

Concretamente, lo que se logró en Durban fue la extensión del Protocolo de Kioto por un período de cinco a ocho años. El plazo exacto también se definirá en Doha. Parece poco, pero no se trata de un resultado trivial. El protocolo, creado en 1997, constituye el único tratado global que establece metas vinculantes para que los países reduzcan sus emisiones de gases con efecto invernadero. Es cierto que los países en desarrollo estaban exentos y Estados Unidos se negó a ratificarlo, disminuyendo su impacto.

La finalización del protocolo, estipulada para el final de 2012, era vista como un retroceso que debía evitarse a cualquier costo, y los diplomáticos de la Unión Europea y Brasil se asociaron fuertemente para sortear ese paso atrás. De todos modos hubo un revés: ni bien concluyó la conferencia, Canadá, que no logró cumplir las metas de Kioto, anunció que abandonaba el protocolo. Anteriormente, Rusia y Japón ya habían hecho lo mismo. “El problema fue pospuesto por otros 10 años, lo cual resulta claramente inadecuado, puesto que una gran cantidad de carbono que podría evitarse será emitido hacia la atmósfera durante los próximos nueve años”, escribió el físico José Goldemberg, en un artículo publicado en el periódico O Estado de S. Paulo. “Lo fundamental, no obstante, reside en que el problema de las emisiones de carbono, de aquí en adelante, es claramente de todos, y no tan sólo de los países industrializados”.

La denominada Plataforma de Durban modificó el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), creado por el Protocolo de Kioto, mediante el cual los países pueden vender créditos de carbono a las naciones contaminantes si llevan a cabo proyectos que reduzcan las emisiones de gases con efecto invernadero. Los negociadores ampliaron el mecanismo para la inclusión de proyectos que promuevan el almacenaje de carbono capturado en la atmósfera. Thelma Krug, investigadora del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales que formó parte de la delegación brasileña, dijo que el resultado de la conferencia es consistente. “Nos hallábamos inmersos en la misma discusión y yo ya no aguantaba más debatir siempre lo mismo, sin lograr avances. La Plataforma de Durban da vuelta una página. El impacto de no dar por tierra con Kioto y contar con algo vinculante era sumamente importante”, afirma ella, quien fue secretaria de Cambios Climáticos y Calidad Ambiental del Ministerio de Medio Ambiente.

Krug destaca el contexto turbulento en el que se obtuvo el acuerdo. “El fantasma de la crisis económica mundial se superpuso a la amenaza del calentamiento global. Por causa de ello fue muy difícil hablar de metas de recortes”. Empero, afirma que el camino es largo y que es cada vez más complicado impedir que el calentamiento supere los 2 grados durante este siglo. Los últimos análisis sugieren que el mundo se encuentra en camino de asistir a un calentamiento de 3,5 grados hacia 2100. “Lo que se hizo fue decidir hacer menos ahora para acelerar más adelante. Debemos esperar que, durante los próximos años, el contexto económico mejore, la tecnología avance y ofrezca nuevos instrumentos para mitigar los efectos de los cambios climáticos y también que logremos movilizar a las autoridades. Se necesita ser optimista, ya que, de no ser así, de nada sirve sentarse a negociar”. Ella cree que el próximo informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), que será emitido en 2013, podrá proporcionar evidencias científicas que ayudarán a presionar a las autoridades para perfeccionar los términos del acuerdo en 2015.

Tal como sucede en las conferencias de este tipo, el acuerdo parecía imposible durante los primeros días del debate. En los momentos más sombríos de las negociaciones surgieron rumores acerca de un aplazamiento completo de la decisión. En medio de las disputas entre países ricos y pobres, los delegados de la Unión Europea tomaron la delantera y comenzaron a articular el acuerdo. En la recta final, el desaliento colectivo y el temor de los contendientes de quedar como los villanos de la conferencia, colaboraron con el resultado.

Países como Venezuela protestaron contra los bosquejos de la propuesta, recordando que las emisiones del pasado provenientes del mundo industrializado son las responsables por buena parte del calentamiento global. Otros países en desarrollo, tales como Brasil y Sudáfrica, apuntaron a un acuerdo desde el principio, bajo el argumento de que el crecimiento de las emisiones futuras provendrá, en gran medida, de los países pobres. El último día, finalmente, China y Estados Unidos dieron su conformidad. Tan sólo la India se resistía. Un vehemente discurso del ministro de Medio Ambiente y Bosques, Jayanthi Natarajan, exigiendo que los esfuerzos de los países ricos y pobres fueran diferenciados, sugería que se mantendría la indefinición. Pero también los indios acabaron por aceptar el compromiso.

Republicar