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Ciencia política

La resistencia civil y los dilemas de la cultura

Una investigación explora los conflictos en la oposición intelectual al régimen militar

Archivo O GloboArtistas durante manifestación contra la dictaduraArchivo O Globo

El concepto de resistencia cultural fue una especie de paraguas común de la producción artística y cultural de las oposiciones al régimen militar brasileño. Albergó una serie de matices y composiciones cuya dinámica aún en los días actuales requiere investigación y definiciones más precisas. Luego de varios estudios sobre las articulaciones y paradojas entre el compromiso político y la industria cultural, sobre todo en el campo de la música popular y en el de la producción audiovisual, el historiador Marcos Napolitano, docente de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas (FFLCH) de la Universidad de São Paulo (USP), acaba de defender su tesis de libre docencia sobre las políticas culturales surgidas o desarrolladas en el seno de esa cultura de oposición durante el período más característico del ciclo autoritario.

La tesis se intitula Corazón civil: arte, resistencia y luchas culturales durante el régimen militar brasileño (1964-1968) y fue producto de un proyecto de investigación realizado con el apoyo del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq). La expresión “corazón civil” ya había sido empleada por el autor en sus estudios sobre la Música Popular Brasileña (MPB) para aludir a un sentimiento de oposición que permeaba la producción cultural, hegemónicamente de izquierda, como así también su fruición y valoración por parte de una clase media escolarizada. Los dilemas y las contradicciones de la cultura, principalmente de las obras artísticas, expresaban “también los dilemas y contradicciones de esa misma resistencia civil”.

En su nuevo estudio, Napolitano analiza las políticas y las acciones culturales de cuatro corrientes de la resistencia cultural contra el régimen: los comunistas (entendidos por tal los intelectuales ligados al Partido Comunista Brasileiro — PCB), los católicos, los liberales y los movimientos contraculturales. El autor situó su hipótesis central en la percepción de que una alianza estratégica entre liberales y comunistas produjo el concepto dominante de resistencia cultural, que entró en conflicto con los movimientos ligados a la Iglesia Católica y a las tendencias contraculturales.

Estas dos últimas tendencias, aunque muy disímiles en diversos sentidos, tenían en común una postura radicalmente crítica con relación a algunos pilares de la cultura tradicional de izquierda. Napolitano destaca sobre todo entre dichos pilares la participación de los artistas de oposición en el gran mercado productor de bienes simbólicos, la estética realista basada en una “jerarquía cultural legitimada por las instituciones” y “el rol de los intelectuales como mediadores centrales de la cultura”. El primer punto fue ilustrado y discutido intensamente en la época, a causa de la migración de dramaturgos ligados al PCB (tales como Dias Gomes y Oduvaldo Vianna Filho) a la cadena Globo, a comienzos de los años 1970. Y las otras dos instancias de conflicto se referían a la cuestión crucial acerca de cómo hablar en nombre de las clases populares, y si eso era posible y legítimo. Napolitano subraya que, en ese aspecto, las críticas formuladas por la izquierda católica y la contracultura eran bastante distintas. Mientras la primera defendía “una cultura basista, amateur y comunitaria”, la otra proponía “una cultura sectaria, experimental y transgresora”. Ambas intentaban distanciarse o al menos cuestionar los espacios e instituciones convencionales de producción y consumo cultural. Ejemplos de ello fueron el teatro de periferia, el cine marginal y una cierta faceta del tropicalismo, que eran una afrenta al buen gusto y al arte conceptual, ejercida por fuera de los circuitos de galerías y museos.

Napolitano ve su estudio en parte como una reanudación del trabajo con temas — ya afianzados por la historiografía de la cultura brasileña —, pero con un importante elemento nuevo. “La gran laguna me parece que es el tema de las políticas culturales ligadas a las nueva izquierda, formada por los socialistas democráticos, las disidencias leninistas, los movimientos sociales de base y la izquierda católica, entre otros”, dice el historiador. “Lo que hice en mi trabajo fue básicamente cotejar los análisis ya propuestos con nuevas fuentes y nuevas perspectivas, analizando sobre todo la visión y el rol de la cultura por parte de cada gran grupo ideológico de la oposición al régimen”. Entre los intelectuales que se abocaron al estudio de las luchas culturales entre los comunistas y la contracultura, Napolitano cita a Roberto Schwarz, Heloisa Buarque de Hollanda y Celso Favaretto. El estudio de los liberales, entendidos como “los grupos vinculados a los empresarios de la cultura y de la prensa”, fue mapeado por autores que analizaron la industria cultural tales como Renato Ortiz y Sergio Miceli, recuerda.

En los trabajos que viene llevando a cabo al menos desde su doctorado, con la tesis Seguindo a canção: engajamento político e indústria cultural na trajetoria da música popular brasileira — 1959/1969 (publicada en libro por Annablume/ FAPESP en 2001), Napolitano subraya también la importancia de la obra Em busca do povo brasileiro (editorial Record, 2000), del historiador Marcelo Ridenti, al explorar la relación entre cultura, ideología y política. El libro estudia el imaginario de artistas e intelectuales de izquierda basados en las clases medias, principalmente durante los años 1960. El autor caracteriza a ese imaginario como atravesado por una categoría sobredimensionada del “pueblo”, una manifestación tardía del “romanticismo revolucionario”. “Se trataba de una apuesta a las posibilidades de la revolución brasileña, que permitiría plasmar las potencialidades de un pueblo y de una nación”, dice Ridenti, docente de la Unicamp y coordinador de Ciencias Humanas y Sociales de la FAPESP. “Se recuperaban las representaciones de la mezcla del blanco, el negro y el indio en la constitución de la brasileñidad, tan caras al pensamiento de Gilberto Freyre, por ejemplo. Pero no ya en el sentido de justificar el orden social existente, sino de cuestionarlo. Brasil no sería aún el país de la integración entre las razas, de la armonía y de la felicidad del pueblo porque eso se vería frenado por el poder de los terratenientes, del imperialismo y, en el límite, del capital.”

folhapressLa cultura en la Marcha de los 100 milfolhapress

En ese contexto, las cuestiones estratégicas de las propuestas de política cultural que Napolitano estudió en su tesis de libre docencia — basándose exclusivamente en fuentes textuales de época — tienen como punto de referencia ineludible “los “frentes culturales” de resistencia, casi siempre defendidos por los comunistas, con el apoyo de sectores liberales en algunos momentos”. “Esa alianza se regía por un concepto de cultura brasileña y de acción cultural que fue cuestionado por los grupos contraculturales, y desde otra óptica por la nueva izquierda, que a partir de 1980 se aglutinaría en el PT”, dice Napolitano.

Debido a la importante presencia de los cuadros vinculados al PCB en la vida cultural brasileña, el estudio de la producción intelectual del período militar no puede prescindir de una vuelta a las décadas anteriores. Si bien el partido, en las palabras del sociólogo Rodrigo Czajka, “no tenía importancia decisoria desde 1947, cuando fue puesto en la clandestinidad”, hubo una reconfiguración de la línea de frente intelectual durante la década siguiente, cuando el comunismo internacional pasaba por una crisis, “y esos intelectuales y artistas iniciaron un proceso de inserción en diversos espacios de la producción cultural brasileña”.

Miceli, docente titular del Departamento de Ciencias Sociales de la FFLCH-USP y autor de obras clásicas como Intelectuais e classe dirigente no Brasil (1920-1945), ve a la cooptación por parte del poder como una constante histórica en la cultura del país. “Al contrario que en Argentina y en Chile, el régimen militar brasileño no desmontó los cimientos institucionales de la vida intelectual, tales como la universidad pública, el sistema editorial, las entidades corporativas, etc.”, dice. “Por otra parte, la izquierda intelectual, aun en el momento más difícil de la represión, nunca perdió su condición de legitimidad, de árbitro en materia cultural.”

Czajka, que es docente de la Universidad Federal de Vale do Jequitinhonha y Mucuri (Minas Gerais), dedicó su tesina de maestría en la Unicamp al estudio de la actuación de Ênio Silveira al frente de la editorial Civilização Brasileira y principalmente de la Revista Civilização Brasileira, y allí procuró explorar la complejidad de la hegemonía intelectual de la izquierda durante los años 1960. “Ênio reunía en él dos aspectos aparentemente contradictorios: militancia y mercado”, dice el sociólogo. “De ese binomio surgen otras cuestiones que suscitan por ejemplo la aproximación al PCB de nuevas formas de visibilidad pública. Y el mercado, a su vez, dio lugar a los nuevos lenguajes y permitió la emergencia de nuevos actores sociales”. Como datos adicionales de la ambigüedad de la posición de la revista, Czajka recuerda que Silveira resistió a varias presiones del PCB para que ésta se integrase al conjunto de publicaciones del partido y que el propio editor era afiliado a la agrupación, pese a que nunca lo hizo público.

A medida que el régimen militar fue avanzando, la cuestión de la industria cultural cobró peso en los debates en el interior de la cultura de oposición. “Procuro demostrar que el problema ya estaba planteado desde finales de los años 60, pero resulta innegable que la industria cultural dio un salto cualitativo en dirección a un ‘sistema’ durante la década siguiente”, sostiene Napolitano. “El régimen militar promovió un proceso de modernización autoritaria de la sociedad brasileira”, dice Ridenti, quien resalta el doble rol del Estado como censor y como incentivador de la cultura (por ejemplo, por la vía del apoyo oficial al cine con Embrafilme, lo cual involucraba muchas veces a cineastas de izquierda). “Fue en ese período que se estableció la cadena Globo, con incentivos del régimen, planteando así la cuestión de la identidad cultural nacional en el ámbito del mercado de bienes simbólicos.” Napolitano no aborda esa progresión como una derrota del ideario de izquierda. “Si bien existía una presión en ocasiones restrictiva sobre los productores y los artistas, no podemos olvidarnos que la clave de la ‘resistencia’ también convocaba públicos o consolidaba tendencias de mercado. Por otra parte, la cultura de oposición desempeñó un rol formador, una especie de educación cívica y sentimental sobre vastos sectores de la población.”

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