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Historia

La salud entre dos mundos

Los africanos y africanas y sus descendientes se desempeñaban como sangradores y parteras, funciones esenciales para la sociedad brasileña en el siglo XIX

Mãe preta, de Lucílio de Albuquerque/ Wikimedia Commons Ama de leche amamantando a un recién nacido blanco, junto a su propio hijo: los bebés negros no aparecen en las imágenes de la épocaMãe preta, de Lucílio de Albuquerque/ Wikimedia Commons

En la ciudad de Río de Janeiro del siglo XIX, los médicos, cirujanos y boticarios, eran mayoritariamente blancos y pertenecían a clases sociales acomodadas. En tanto, sangradores, curanderos, parteras y amas de leche eran casi siempre esclavos y esclavas, libertos y personas libres empobrecidas, entre ellas inmigrantes y africanos libres. Esa población humilde era la que se ocupaba de los problemas de salud más urgentes de aquéllos que los necesitaban, sin discriminación entre ricos y pobres. Los sangradores ofrecían sus servicios por las calles y plazas de las ciudades y en las barberías, mientras que las parteras trabajaban en el ámbito doméstico, ocupándose de temas relacionados no sólo con el parto, sino también con abortos y enfermedades genitales.

Entre 1808 y 1828, la llamada Fisicatura-mor, un organismo instituido por el gobierno central, con sede en Río de Janeiro, que en aquella época era la capital del Imperio, fiscalizaba y reglamentaba las “artes curativas”, que incluían tanto las actividades practicadas por médicos como aquéllas que desarrollaban individuos sin formación académica. El organismo establecía que los médicos debían diagnosticar y tratar las enfermedades internas del cuerpo, mientras que los cirujanos se ocupaban de las afecciones externas. En tanto, los boticarios manipulaban los medicamentos recetados por médicos y cirujanos. “Oficialmente, tanto sangradores como parteras debían lidiar con aquellos casos de dolencias simples llevando a cabo solamente los que los médicos o cirujanos les encomendasen. No obstante, la población recurría a ellos porque compartía sus concepciones de enfermedad y salud”, dice la historiadora Tânia Salgado Pimenta, investigadora de la Casa de Oswaldo Cruz/ Fundación Oswaldo Cruz y docente del Programa de Posgrado en Historia de las Ciencias y de la Salud (COC/ Fiocruz).

El panorama recién descrito figura en Escravidão, doenças e práticas de cura no Brasil (editorial Otras Letras, 2016), compilado por Tânia Pimenta y el historiador Flávio Gomes, del Instituto de Historia de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). En este libro, ellos presentan los resultados del proyecto de investigación llevado a cabo en la Fiocruz entre 2013 y 2016, que fue financiada por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) y por la propia Fiocruz. Los estudios indican que en ese entonces, los oficios centrales de la salud los desempeñaban esclavos y libertos, en una época en que la medicina académica disputaba el espacio con las prácticas populares de cura.

Archivo Nacional, registro de Fisicatura-Mor, caja 466, paquete 1 Licencia concedida por la Fisicatura-mor en 1817 para que el curandero Bento pueda desempeñar su actividad en la región de Inhaúma durante el plazo de un añoArchivo Nacional, registro de Fisicatura-Mor, caja 466, paquete 1

En lo que se refiere a las sangrías, Tânia Pimenta aclara que, a partir de Hipócrates (460 al 370 a. C.), la medicina académica concebía que el cuerpo humano estaba formado por cuatro “humores”: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra, que provenían, respectivamente, del corazón, el sistema respiratorio, el hígado y el bazo. Según esos postulados y, sobre todo a partir de Galeno (en el siglo II), los médicos creían que el desequilibrio entre esos elementos en algún sector del cuerpo podría combatirse por medio de la sangría, así como por los remedios que provocasen el vómito, la evacuación o la orina al paciente. Por eso, la sangría servía para el tratamiento de enfermedades tales como el cólera, además de fiebres, tos y estrenimientos, que también se consideraban enfermedades en aquella época. “No eran los médicos, sino los terapeutas populares quienes se ocupaban de aquella actividad, que era considerada inferior, a causa de la necesidad de tocar el cuerpo del paciente y manipular sangre”, dice Pimenta. Según la investigadora, muchos de los sangradores también se desempeñaban como barberos, aprovechando sus instrumentos de corte tanto para realizar incisiones como para recortar el cabello y la barba de los hombres. Si se trataba de esclavos, los sangradores hacían arreglos con sus amos, dándoles parte de las ganancias que obtenían con esa actividad. Pimenta relata que, en el devenir del siglo XIX, los alumnos de las dos primeras facultades de medicina que se crearon en Brasil en 1832, en Salvador (Bahía) y en Río de Janeiro (la capital), pasaron a asumir esa tarea, descalificando el trabajo de la población afrodescendiente.

“A partir de los hallazgos en microbiología que efectuó el francés Louis Pasteur, y del desarrollo de la medicina microbiana, la sangría lentamente fue dejando de recomendarse”, esclarece Pimenta. Ella describe que en el siglo XIX la medicina no tenía la misma credibilidad que hoy ostenta entre la población brasileña, una reputación que está relacionada con su institucionalización en el país. Ese proceso, que recién se consolidó en el siglo XX, comenzó durante la primera mitad del siglo XIX con la fundación de las facultades de medicina de Río y de Bahía, de periódicos médicos especializados a partir del final de la década de 1820 y de la Sociedad de Medicina de Río de Janeiro, en 1829, que se transformó en Academia Imperial de Medicina en 1835.

El historiador Rodrigo Aragão Dantas, doctorando en la Fiocruz, explica que, a comienzos del siglo XIX, para desempeñarse como sangrador o partera era necesario haberse registrado en la mencionada Fisicatura-mor, una posibilidad que caducó en 1828, cuando la responsabilidad de los servicios de salud pública pasó a depender de los concejos municipales. Según refiere, a partir de ese momento los sangradores dejaron de obtener el registro oficial para trabajar y comenzaron a ejercer su oficio en forma clandestina. De cualquier modo, no perdieron la credibilidad entre la población.

Sangradores y parteras ejercían en Brasil en una época en la que las prácticas populares de cura le disputaban el espacio a la medicina académica

Maternidad mercenaria
La población conformada por esclavos y libertos también desempeñaba un rol crucial para la supervivencia de los recién nacidos de las clases medias y ricas. Las mujeres blancas no tenían por costumbre amamantar a sus bebés. Esta actividad estaba vista como un trabajo y, por ese motivo, ellas recurrían a la leche de las mujeres negras parturientas, ya sea que fueran esclavas de su propiedad, alquiladas a terceros o incluso libertas. “En aquella época, un neonato que no contara con leche materna difícilmente sobrevivía, tanto entre las clases aristocráticas como en las familias empobrecidas”, dice Maria Helena Pereira Toledo Machado, docente del Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP). Ella relata que los estadounidenses Charles Windship y Elijah Pratt inventaron la mamadera entre 1841 y 1845, mientras que el descubrimiento del proceso de pasteurización y esterilización de la leche data de 1859 y 1886 respectivamente. En 1867 se creó la primera fábrica de fórmulas de leche en polvo en Europa. “Poco a poco, esos eventos tornaron más segura la alimentación artificial de los recién nacidos. En Brasil, ya aparecieron algunas propagandas de leche en polvo para bebés durante la década de 1870, pero los productos tenían poca circulación, porque eran importados, caros y escasos”, aclara Pereira Toledo Machado. Por esa razón, en el Brasil de la segunda mitad del siglo XIX, aún se prefería a las amas de leche.

Pese a que esta práctica también era una realidad en otros países donde rigió la esclavitud, la investigadora considera que la misma se instaló con mayor intensidad en Brasil. “En Estados Unidos, las damas sureñas llegaron a recurrir a esclavas que habían dado a luz en la misma época para realizar relevos a la hora de darles de mamar a sus recién nacidos”, compara. Aquí, en más del 90% de las propagandas en los periódicos del período, las amas de leche esclavas se anunciaban sin sus propios hijos. El valor de esas mujeres era tres veces más alto que cuando se las alquilaba junto a su propia prole. “Poco se sabe sobre el destino de los hijos que eran separados de sus madres esclavas. Muchos fallecían por falta de lactancia o eran abandonados por los amos de esas mujeres en iglesias, plazas públicas o instituciones de caridad”, relata.

El tema de la maternidad en la esclavitud se estudió en el marco de un proyecto de investigación financiado por el Arts and Humanities Research Council (AHRC), del Reino Unido, que se llevó a cabo entre 2015 y 2016, y convocó a Pereira Toledo Machado y otras estudiosas que también trabajaban con esclavitud y cuestiones de género. Ellas armaron un dosier que constaba de dos volúmenes, intitulado Mothering slaves: Motherhood, childlessness and the care of children in atlantic slaves societies, que fueron publicados en las revistas Slavery and Abolition y Women’s History Review, en los meses de junio y agosto de este año.

Eduardo Cesar | Reproducción del libro Debret y Brasil Cirujano negro colocando ventosas, de Jean-Baptiste Debret: los sangradores atendían a la población en las calles y plazasEduardo Cesar | Reproducción del libro Debret y Brasil

La historiadora Karoline Carula, docente del Departamento de Historia de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (Uerj), sostiene que, después de la década de 1870, las teorías científicas raciales sobre la humanidad empezaron a difundirse en Brasil. “Para los médicos que tenían un enfoque racial de la humanidad y consideraban inferiores a los negros, esa misma inferioridad racial era generadora de leche defectuosa. Por eso despreciaban la leche de las amas negras”, describe Carula.

En otra de las actividades centrales de la salud de la población en el siglo XIX, las parteras también eran mayoritariamente esclavas y libertas. Las mujeres parían en sus casas y tan sólo las mujeres indigentes optaban por dar a luz en hospitales o clínicas. “En aquella época los médicos tenían una formación teórica y generalmente concluían sus estudios sin haber asistido a partos, mientras que las parteras poseían años de experiencia práctica”, relata Pereira Toledo Machado.

La historiadora Lorena Féres da Silva Telles, doctorando en la FFLCH-USP y autora del libro Libertas entre sobrados: Trabalho doméstico em São Paulo (1880-1900) (editorial Alameda, 2014), considera que la falta de práctica obstétrica de los médicos es un tema inherente al siglo XIX. La injerencia de los médicos en ese campo fue paulatina a causa de los tabúes morales, que implicaban el uso de maniquíes para los estudios prácticos en la facultad. En sus estudios, Féres da Silva Telles determinó que las únicas oportunidades que tenían los alumnos para asistir a partos eran en el caso de mujeres esclavas, libertas o pobres. “En una maternidad municipal que funcionó en Río de Janeiro en la década de 1880, los partos se atendían en presencia de estudiantes, quienes podían palpar, observar la dilatación y examinar a las mujeres, probablemente en contra de la voluntad de éstas. El conocimiento médico en obstetricia durante ese período se desarrolló principalmente a partir de la experimentación con mujeres pobres o esclavas”, sostiene. La investigadora pudo constatarlo evaluando casos clínicos que se publicaron en revistas médicas de la época; tesinas de graduación sobre temas de lactancia e higiene infantil defendidas durante el siglo XIX; diarios y periódicos médicos disponibles en la Biblioteca Nacional y en la biblioteca del Centro de Ciencias de la Salud de la UFRJ.

Alberto Henschel & Cº/ Archivo de la Fundación Joaquim Nabuco - Ministerio de Educación La partera y ama de leche Petrolina con una niña blanca en Recife: fotografías que retratan el destino incierto de los bebés negrosAlberto Henschel & Cº/ Archivo de la Fundación Joaquim Nabuco - Ministerio de Educación

Un curandero en el Hospital de la Marina
Entre 1808 y 1828, la Fisicatura-mor castigaba el trabajo de personas no habilitadas formalmente para realizar prácticas de cura, entre ellos a los curanderos. Después de 1828, pese a la prohibición que les impuso el organismo para trabajar, los curanderos mantuvieron su credibilidad entre la población. La historiadora Rosilene Gomes Farias, con doctorado por la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE), estudió la trayectoria del esclavo africano Pai Manoel y su desempeño como curandero durante la epidemia de cólera en Recife, en 1856. La historiadora relata que en las etapas iniciales de la epidemia, él atendía principalmente a la población negra y mestiza. Después, algunas curas atribuidas a su remedio atrajeron la atención de las familias adineradas y también de los médicos.

“Al repasar los periódicos de la época, tales como el Diário de Pernambuco y O Liberal Pernambucano, detecté que los médicos de la Comisión de Higiene Pública consultan al curandero para conocer los detalles de su tratamiento, que se basaba en un preparado hecho con hierbas”, relata Gomes Farias. En el punto más crítico de la epidemia, las autoridades permitieron que Pai Manoel atendiera en el Hospital de la Marina. Ese episodio generó rechazo en la Academia Imperial de Medicina y provocó la renuncia colectiva de los miembros de la Comisión de Higiene Pública, así como el encarcelamiento del curandero. “Su historia revela las disputas que existían entre médicos y curanderos en el siglo XIX”, concluye.

Libro
PIMENTA, T. S. y GOMES, F. (orgs.). Escravidão, doenças e práticas de cura no Brasil. Rio de Janeiro: Outras Letras, 2016, 312 p.

Artículos científicos
FARIAS, R.G. Pai Manoel, o curandeiro africano, e a medicina no Pernambuco imperial. Hist. Cienc. Saúde-Manguinhos. v.19, p.215-231. 2012.
MACHADO, M.H.P.T. Between two Beneditos: enslaved wet-nurses amid slavery’s decline in southeast Brazil. COWLING, C. et al. (orgs.Slavery and Abolition. Special Issue: Mothering Slaves: Motherhood, Childlessness and the Care of Children in Atlantic Slaves Societies. v. 38, n. 2. jun 2017.
PIMENTA, T. S. Midwifery and childbirth among enslaved and freed women in Rio de Janeiro in the first half of the nineteenth century. COWLING, C. et al. (orgs.) Women’s History Review. Special Issue: Mothering Slaves: Motherhood, Childlessness and the Care of Children in Atlantic Slaves Societies. on-line. ago 2017.
TELLES, L. F. S. Pregnant slaves, workers in labour: amid doctors and masters in a slave-owning city (nineteenth-century Rio de Janeiro). COWLING, C. et al. (orgs.) Women’s History Review. Special Issue: Mothering Slaves: Motherhood, Childlessness and the Care of Children in Atlantic Slaves Societies. on-line. ago 2017.

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