Pedro Hamdan
El proyecto nació de una iniciativa del Programa de Biología y Fertilidad del Suelo Tropical que, con apoyo del programa ambiental de la Organización de las Naciones Unidas, en 1995 reunió a representantes de varios países que aún tienen florestas y diversidad biológica importantes a ser protegidas. La idea maduró poco a poco, y pasados algunos años siete países, Brasil, México, Uganda, Kenia, Costa del Marfil, Indonesia e India, comenzaron el trabajo con métodos estandarizados.
Del lado brasileño se vieron involucrados 40 investigadores y más de 100 estudiantes, que excavaron 100 puntos de muestreo junto con las comunidades estudiadas. Sumando todos esos puntos, el muestreo llega a 54 hectáreas, algo así como 54 campos de fútbol transformados en un agujero. En las excavaciones era necesario que siempre estuvieran presentes por lo menos un profesor y un alumno por cada una de las 15 especialidades de estudio, trabajando a su manera. Los especialistas en suelo analizaban las propiedades y recogían muestras para después hacer análisis químicos y físicos; los entendidos en organismos microscópicos, como las bacterias, hongos y nematodos, también recolectaban muestras para después examinarlas al microscopio y extraer material genético que revelase la diversidad invisible a simple vista. Ya los estudiosos de lombrices e insectos, por ejemplo, escudriñaban la tierra revuelta en busca de sus organismos predilectos. Otro equipo identificó todas las especies de plantas encontradas en las áreas estudiadas. Trabajando juntos, los investigadores se sienten más seguros para relacionar la diversidad de un tipo de organismo con otro y buscar la correspondencia entre esa diversidad y el tipo de suelo y de uso: selva, capuera, terrenos para el plantío, chacra, y pastizal. Necesitaron vencer no sólo las dificultades intrínsecas al trabajo, sino también conquistar la confianza de los habitantes. “Al principio, ellos creían que estábamos buscando oro”, se sonríe Fátima, “pero después nos aceptaron y se interesaron por el estudio”.
Los brasileños eligieron el alto Solimões, en Amazonia, por ser una zona aún de difícil acceso y, por ese motivo, preservada. Allí sólo se llega por el río, tras media hora en barco desde Tabatinga, en la frontera con Colombia, hasta el municipio de Benjamin Constant, donde están las comunidades indígenas de Nova Aliança y Guanabara II. La zona está aislada, lo que no quiere decir que allí sólo vivan algunos indios cazando con arco y flecha en medio de la selva virgen. Son comunidades con cerca de 50 familias que practican la quema y el corte de las selvas para plantar alimento.
Pedro Hamdan
El hallazgo más importante del estudio, hasta este momento, está relacionados a las consecuencias del método utilizado allí, deforestar áreas pequeñas y, tras un tiempo de plantío, dejar regenerar la selva. “Se tiene la idea de que cortar y quemar son procedimientos maléficos”, explica Fátima. Pero su equipo descubrió que, asociados a la conservación de grandes áreas de selva, pequeñas áreas deforestadas se regeneran como capuera, una forma de selva inmadura. Y que el suelo de la capuera inmediatamente readquiere características y riqueza biológica semejantes a las de las selvas. “Las comunidades allí hacen eso hace centenas de años y funciona”, relata. Y contrasta: “Deforestar grandes áreas, como se hace en Acre, Rondonia y Pará, es realmente maléfico”. Ese fue el tema del doctorado de Ederson Jesus, dirigido por Fátima, que recibió mención de honor por la Coordenação de Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível Superior, Capes. Quien demostró que cambios en el uso del suelo alteran la estructura de las comunidades bacterianas, pero cuando los matorrales crecen esas comunidades vuelven a ser semejantes a las que se ven en selvas primarias. Según artículo de 2009 publicado en el ISME Journal, esas alteraciones en las comunidades bacterianas están relacionadas con las propiedades químicas del suelo, sobre todo la acidez y la concentración de nutrientes. Concluir que las técnicas de plantío utilizadas en esas comunidades no bastan para perder la diversidad de bacterias es esencial, porque esos organismos microscópicos son indisociables de las propiedades del suelo y ayudan a mantener un flujo de nutrientes adecuado. El propio fuego permite neutralizar la acidez y reducir la concentración de aluminio disponible, que es naturalmente alto en el suelo de la región y tiene efecto tóxico para las plantas. Pero esa mejora del suelo no pasa de temporal, según demostró el equipo de Fátima en un artículo de 2009, publicado en la revista Science of the Total Environment. Después de que las plantas cultivadas consumen los nutrientes, el suelo se queda empobrecido rápidamente sin la producción y la deposición de materia orgánica, a diferencia de lo que ocurre cuando la selva crece. Por eso el grupo encontró las peores condiciones, con alta acidez y baja concentración de nutrientes, en los pastizales.
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Acción local
Además de rendir un gran número de publicaciones científicas, que están lejos de agotarse, el grupo produjo también una cartilla para exponer los resultados a las comunidades locales, disponible en la web del proyecto. “El trabajo del investigador es esencial”, destaca Fátima, “pero quien va a preservar realmente es la población local, por eso necesitamos mostrarle la importancia de esa riqueza de modo que puedan entenderla”. Las cartillas, en portugués, español (por ser una región fronteriza con Colombia y Perú) e inglés (la lengua oficial del proyecto internacional), han sido bastante utilizadas por el equipo. Se han constituido en el material didáctico para cursos en los que se les presentaron los datos a la población y ahora se utilizan en las escuelas, explicando nociones de ecología en términos integrados a lo cotidiano de los niños. Mantener intacta esa riqueza es mucho más que sentimentalismo. Fátima aclara que la región produce importantes fuentes de alimento, como el palmito de pejibaye, el copoazú y varias hortalizas típicas de allí. La agrobiodiversidad ha sido explotada no sólo como una forma de cultivar esas plantas y tenerlas disponibles en otras regiones, sino también como una forma de entender las colaboraciones naturales que las hacen más saludables y productivas. Un ejemplo de eso son las bacterias y hongos que se asocian a las raíces de plantas y las ayudan en su nutrición. El grupo de la investigadora de la UFLA utilizó bacterias amazónicas para mejorar la productividad de la judía caupí (Vigna unguiculata) en otras regiones. Ese enfoque viene del máster de Fátima, en el Inpa, con Johanna Döbereiner, reconocida en el mundo entero por su trabajo pionero con bacterias fijadoras de nitrógeno.
Gláucia Alves y Silva, dirigida por José Oswaldo Siqueira, de la UFLA, y Sidney Stürmer, de la Fundación Universidad Regional de Blumenau, probó la eficiencia de la asociación entre hongos y la judía caupí. Ella verificó, según se publicó en el acta Amazónica, que los hongos más eficientes para la absorción de fósforo son más comunes en tierras para cultivo y en pastizales. Además de eso, Fátima comenta que la diversidad biológica es una protección natural: ninguna plaga consigue diezmar una selva, ellas sólo son eficientes contra monocultivos. Fátima considera que otro gran beneficio del proyecto fue el de incorporar investigadores que de otra manera habrían continuado aislados. “Formamos un grupo unido que está aumentando.” El trabajo no debe quedarse restringirse a Amazonia. Se acaba de aprobar un proyecto de R$ 2,5 millones por la empresa Vale, como parte de una convocatoria pública con participación de FAPESP y de Fapemig, para realizar un estudio semejante en los estados de Minas Gerais y São Paulo, que debe iniciarse aún este año. Para la investigadora, preservar Amazonia es un asunto de interés mundial, y defiende una “beca-selva” que ayude a las comunidades locales a preservar la floresta amazónica y a evitar las transformaciones drásticas que ya han tenido lugar, sin posibilidad de vuelta atrás, en otras regiones del mundo. “La región de Irán y de Irak, la cuna de la civilización, ya fue toda una selva; hoy es un desierto.”
Artículos científicos
JESUS, Y. de la C. et al. Changes in land use alter the structure of bacterial communities in Western Amazon soils. The ISME Journal. v. 3, p. 1.004-11. 2009.
MOREIRA, D. M. de S. et al. Differentiation in the fertility of Inceptisols as related to land use in the upper Solimões river region, western Amazon. Science of the Total Environment. v. 408, p. 349-55. 2009.
MORALES, J. W. de et al. Mesofauna do solo em diferentes sistemas de uso da terra no alto rio Solimões, AM Solimões, AM. Neotropical Entomology. v. 39, n. 2, p. 145-52. 2010.
SILVA, G. A. et al. Eficiência de fungos micorrízicos arbusculares isolados de solos sob diferentes sistemas de uso na região do alto Solimões na Amazônia. Acta Amazônica. v. 39, n. 3, p. 477-88. 2009.