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Homenaje

La tristeza de folletín

Marlyse Meyer fue una notable pensadora de la cultura brasileña

BEL PEDROSAFue llamada cariñosamente por el amigo Antonio Candido “animal académico”, una  especie rara y en extinción, desafortunadamente. La muerte de Marlyse Meyer (1924-2010) es la pérdida de una notable pensadora de la cultura brasileña, en sus altos y bajos estudios (por cierto, así nombró ella al grupo de investigación que creó en la USP en 1975), siempre activa aunque jubilada del Instituto de Artes de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp). No por ello paró de escribir o de dirigir a sus discípulos. Dejó pocos pero excelentes libros, de cara a su estatura intelectual: Folhetim, uma história (Companhia das Letras, 1997), su  mayor éxito y, según ella, “el libro que me dio más placer”; Pirineus, caiçaras: deambulações literárias (Unicamp, 1991); Surpresas do amor: a conversação no teatro de Marivaux, su tesis doctoral (Edusp, 1993); Caminhos do imaginário no Brasil (Edusp, 1993); As mil faces de un herói canalha (UFRJ, 1998); y organizó Do Almanack aos Almanaques (Fundación Memorial de América Latina y Ateliê Editorial, 2001).

Entró a la literatura, como ella decía, “debido a la falta de coraje”: quería seguir historia o ciencias sociales, pero en la primera “había dibujo, por los mapas” y en la otra “estadística”. En un cursillo previo al examen de ingreso conoció a Antonio Candido, una amistad continua e intensa. Conoció a su marido, el físico Jean Meyer, en la Facultad de Filosofía, y lo acompañó cuando éste se fue a trabajar a Europa, primero en Italia, en donde ella estudió y dictó clases en la Facultad de Letras de Venecia, y después en Francia, en donde fue docente del Institut d’Etudes Luso-Brésiliennes. Estaba por regresar a Brasil en los años 1960, pero el golpe militar y el Acto Institucional Número 5 (AI-5) postergaron su retorno, que recién se concretó en 1975. Vivió el año 1968 en Francia. Audaz, les pedía a los alumnos que tradujesen panfletos para los obreros portugueses de Renault.

Antonio Candido la quería en la USP, pero terminó en la Unicamp, en busca de un  empleo rápido y necesario. Se convirtió en profesora del Instituto de Artes debido a su tesis sobre teatro. Le encantaba estudiar “novelas de segunda línea” (que les sugería a los alumnos como forma de entender mejor los folletines), se aventuró a investigar el candomblé y le gustaba decir, por todo eso, que “era posmoderna y no lo sabía”. Ganó el Premio Jabutí en 1997, por su libro Folhetim, y se hizo famosa al traducir en francés Raízes do Brasil, de Sérgio Buarque de Holanda.

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