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Antropología

La tristeza del trópico

La muerte de Lévi-Strauss trae aparejada una revisión de su ciencia

REPRODUCCIÓN LIBRO CLAUDE LÉVI-STRAUSS: L'HOMME AU REGARD ÉLOIGNÉCon una corta historia de vida, prácticamente nacida en 1870, la antropología se basa en cuatro o cinco nombres importantes como Tylor, Frazer, Malinowski, Boas y Claude Lévi-Strauss. Éste último, fallecido recientemente, dejó los trópicos un poco más tristes. “Entre todos los de ese grupo, es probablemente el antropólogo más completo del siglo, cuya característica consiste en haber sintetizado en su obra distintas tradiciones de diversas escuelas nacionales”, evalúa el antropólogo Eduardo Viveiros de Castro, del Museo Nacional. Seguramente a él no le agradaría ser una “víctima” póstuma de tantos elogios fúnebres, tal como sucedió en el mes de su muerte, pero sí que se hablase con propiedad de su obra, un organismo vivo que se refiere a los amerindios como ningún otro había sido capaz de hacerlo antes. “Es el rechazo de Lévi-Strauss a la moda parisina: el estructuralismo no puede ser una “corriente de pensamiento”, una “escuela”, ni mucho menos puede asociárselo a un autor en particular. Estructurado y estructurante es el propio modo de operación del espíritu, y sus obras, por ende, no pueden ser sino estructurales. Según él, todos los autores de verdaderas obras son estructuralistas”, sostiene la antropóloga de la USP Beatriz Perrone-Moisés, para quien Lévi-Strauss es reconocidamente “uno de los mayores pensadores del siglo, cuyas ideas siguen muy vivas, pues siguen generando conocimiento y sugieren múltiples posibilidades que deben todavía explorarse”.

Nacido en Bruselas en 28 de noviembre de 1908, estudió filosofía y derecho en París, pero actualmente es considerado el creador de la antropología estructural y uno de los mayores pensadores del siglo XX. Tenía 26 años cuando vino a Brasil, en 1935, integrando la llamada Misión Francesa que participó en la creación de la USP. Durante los pocos años que permaneció acá viajó por el país y realizó investigaciones etnológicas con  indios Kadiweu y Nambikwara, una experiencia que resultó en la escritura del celebrado Tristes trópicos. A causa de la guerra, no pudo regresar a Francia y se instaló en Estados Unidos, en donde dictó clases en la New School for Social Research, de Nueva York, y consolidó su pensamiento y el viraje en su vida: de aprendiz de filósofo marxista a etnólogo brillante. En Francia asumió la cátedra de antropología en el Collège de France, en París, y allí escribió la mayoría de sus grandes obras: Estructuras elementales del parentesco (la tesis gestada durante su estadía americana), El pensamiento salvaje, Antropología estructural y las Mitológicas. Un resumen biográfico como éste parece poco para una vida centenaria. Lo más impresionante es que estas posibilidades aparecen ante un amplio espectro de dominios de investigación: filosofía, sociología, historia, historia de las religiones, literatura, psicoanálisis, arte, etc. Su contribución afectó y, según parece, aún afectará a esos campos durante muchos años, lo que tal vez explique su longevidad.

Con todo, su mayor contribución es de una simplicidad fundamental: no puede existir una civilización absoluta mundial porque la propia idea de civilización implica la coexistencia de culturas que se ofrecen entre ellas el máximo de diversidad, sostiene Marcio Goldman, antropólogo del Museo Nacional. Lo mejor de la civilización es precisamente esa “coalición” de culturas, con cada una de ellas preservando su originalidad. Nadie le asestó un golpe más violento al racismo que Lévi-Strauss (como bien lo observó Pierre Bourdieu, recuerda Viveiros de Castro), y quizá pocos pensadores nos enseñaron como él a ser más humildes. Imposible no ver en esa visión cosas de aquel joven de 17 años apasionado por la política, un militante de izquierda que se dedicó a devorar Marx y a participar en organizaciones socialistas. “Ese optimismo por Marx nunca se aplacó y raramente estudio un problema de sociología o etnología sin revivir mi reflexión al leer El dieciocho Brumario o La crítica de la economía política“, solía decir Lévi-Strauss, para quien — Marx, Freud y la geología eran mis tres amantes —, porque, agregaba, esas áreas del saber no se contentaban nunca con la apariencia fenoménica del discurso de los analizantes, de los misterios de la tierra, de la pragmática de las relaciones económicas. “Marx enseñó que la ciencia social no se construye sobre el plano de los acontecimientos, así como la física a partir de los datos de la sensibilidad”, escribió en Tristes trópicos.

Lévi-Strauss, sostiene Viveiros de Castro, sintetizó en sus obras la tradición de la escuela de sociología de Durkheim y Mauss, la antropología cultural norteamericana de Boas, con quien entró en contacto durante su exilio en EE.UU. (“aprendió mucho con esa escuela antropológica teuto-americana”, explica el investigador), como así también con la antropología británica; ésta a su vez bajo influjo de la tradición francesa. “Todo esto lleva a que no sea el típico pensador francés, aliado al hecho de que vivió buena parte de su vida fuera de Francia, ya sea en Brasil o en EE.UU., y supo juntar las diversas influencias en su trabajo”, sostiene Viveiros de Castro. Lévi-Strauss fue en sus andanzas por el mundo igualmente un pensador abierto a las influencias de otras disciplinas como la lingüística, responsable, por ejemplo, por la síntesis de la antropología con los estudios de Jakobson, entre otros. “Fue él también quien abrió las puertas de la antropología a las ciencias de punta como la cibernética, que era como se denominaba en ese entonces a la informática, conectándola con las nuevas disciplinas, como la teoría de los sistemas y la teoría de la información. Eso le dio un nuevo perfil a la antropología, que promovió una nueva apertura a las ciencias exactas, y la reunió con las ciencias humanas. Al fin y al cabo, él tenía talento para la matemática, como así también para las artes, y logró hacer una síntesis de varias disciplinas”, explica.

REPRODUCCIÓN LIBRO CLAUDE LÉVI-STRAUSS: L'HOMME AU REGARD ÉLOIGNÉPor encima de todo, sostiene el antropólogo, Lévi-Strauss fue una mente privilegiada, un pensador clásico en el gran sentido. “Algo del temperamento de un Bach: un gran rigor formal reunido a una gran invención melódica. Fue el último antropólogo que conoció todo sobre las poblaciones indígenas con su memoria prodigiosa”. Curiosamente, su influencia en la antropología, cuyo tiempo parece, paradójicamente, siempre relativo, fue corta: de alrededor de 20 años, entre los años 1950 y 1960, culminando en 1968, cuando de acuerdo con Viveiros de Castro, el estructuralismo entra en hibernación. Sólo más recientemente su obra entra nuevamente en reevaluación. “Esta influencia corta no significa que él no tuvo un rol importante, así como el hecho de que haya sido lacónico en su vida política, y era conservador personalmente, no significa que no haya tenido un papel político fundamental y avanzado”. El antropólogo recuerda el libro Raza e historia, escrito en 1952 a pedido de la Unesco para combatir el racismo, que según sostiene, fue un ataque feroz al etnocentrismo, en el cual se formula de manera visible lo que antes se restringía únicamente al mundo académico. “Lévi-Strauss pone ante los ojos occidentales la cuestión de los indios americanos con su poder intelectual, algo que nunca antes se había hecho. El colonialismo no podía salir más a la calle, como solía hacerlo. Hizo más por la causa indígena que todos sus críticos juntos, aunque que no fuese un predicador explosivo. Fue un crítico demoledor de la soberbia occidental y puso a los indios en la actualidad, y así dejaron de ser reliquias del pasado, dejaron de ser alegorías y se convirtieron en nuestros contemporáneos. Esto vale más que cualquier análisis”, evalúa. Para el investigador, hoy en día miramos hacia los amerindios y vemos en ellos el futuro que podríamos haber tenido y no tendremos más, y que no lo tendremos debido a la soberbia etnocentrista que criticaba Lévi-Strauss y que él verificara en la cuestión ecológica. “Fue el pensador que cambió los términos en que la antropología se hizo.”

Luego de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, tenía sentido que sintiese admiración por los pueblos primitivos, ya que fue entre ellos que encontró la fraternidad. Al mismo tiempo, enseñaba que era imposible olvidarse del concepto de las diversidades, y por ende, no se podía dirigir la mirada hacia otras sociedades tomando como parámetro la nuestra y afirmando su superioridad por sobre los llamados “primitivos”. Es más: era preciso reconocer la fuerza de esos pueblos, capaces de elaborar una sabiduría particular que los incitaba a resistir cualquier modificación de su estructura, que privilegiaba la preservación de la naturaleza, las reglas matrimoniales destinadas a mantener la fecundidad y el principio político que abolía cualquier forma de decisión que no se basase en la unanimidad. “Son los años de El totemismo hoy y El pensamiento salvaje, los años 1960, una pausa en su trabajo antropológico sobre el parentesco, los problemas de la organización social, los dramas de la relación social. Lévi-Strauss empieza a desplazar su interés hacia los problemas de la cosmología, la clasificación y la mitología. Para él, el pensamiento salvaje es aquél en estado anterior a ser domesticado por la ciencia, con el fin de obtener un rendimiento, es decir, un pensamiento que no fue racionalizado en un sentido económico-científico”, analiza Viveiros de Castro. ” Insiste en que el pensamiento indígena no es confuso ni oscuro, ni está perdido en las brumas de la magia y la participación primitiva. Al contrario, es un pensamiento obsesionado con el orden, la distinción, la clasificación. Para Lévi-Strauss no existe discontinuidad entre la ciencia moderna y la ciencia salvaje, sino que, en el futuro, ambas convergen hacia el mismo punto. En definitiva, él disuelve los graves equívocos que los europeos sostenían al respecto del otro, disuelve el etnocentrismo. “La apertura al otro” no es una característica europea, cuya tendencia natural apunta a considerar que su grupo es el ejemplo acabado de la humanidad y a ver a los demás agrupamientos humanos como ejemplares menos perfectos de esa humanidad. “Al hablar de las percepciones recíprocas de la alteridad movilizadas por la invasión y la conquista europea de las Américas, Lévi-Strauss insiste en la diferencia radical entre lo que denomina “apertura al otro”, característica del pensamiento amerindio, y el encerramiento fanático de los europeos (cerrados política, filosófica y estéticamente) ante la alteridad social y natural ofrecida por el nuevo Mundo.”

REPRODUCCIÓN LIBRO CLAUDE LÉVI-STRAUSS: L'HOMME AU REGARD ÉLOIGNÉ“Los amerindios eligieron la diferencia como principio. Lévi-Strauss pone en evidencia esa filosofía a partir de un análisis de mitos que cuentan las aventuras de dos personajes, mitos de “gemelos” que le permiten mostrar en operación aquello a lo que le da el nombre de ideología bipartita de los amerindios. El lince que le da nombre al libro Historia de lince es uno de esos miembros de parejas míticas, constantemente opuesto al coyote”, sostiene Beatriz Perrone-Moisés. “La filosofía y la ética amerindias tienen en la diferencia su principio. La ideología bipartita de los amerindios se expresa en los mitos de gemelos y signa la apertura al otro. Lévi-Strauss observa que los mitos de creación por toda América incluyeron con relativa rapidez a los no indios. Eso solamente puede explicarse, según él, de admitir que el lugar de los blancos ya se encontraba marcado en vacío en sistemas de pensamiento basados en un principio dicotómico obligado a desplegar los términos en cada etapa. De manera tal que la creación de los indios por el demiurgo hacia necesario que éste hubiese creado también a los no indios”. Es decir, el lugar del otro, reservado a la alteridad, sigue la investigadora, y concebido como fundante, está siempre allí, y en ese sentido, la filosofía amerindia es “abierta al otro”.

Según Viveiros de Castro, el otro no era acá tan sólo pensable, sino indispensable. “En ese sentido, Brasil fue un momento de paso definitivo en el construcción de su futura identidad profesional. Si antes de 1935 era un profesor de filosofía de la secundaria, a partir de 1938 se transforma en un americanista con investigación sobre indios brasileños. Su obra y su carrera son deudoras de la experiencia brasileña”, sostiene la antropóloga Fernanda Arêas Peixoto, de la USP. La primera fase de su producción se sustenta en materia prima obtenida en Brasil, sobre todo el artículo sobre los Bororos y la tesis sobre los Nambikwaras, publicada en 1948. Sus trabajos posteriores, aunque reúnan informaciones etnográficas de diversas regiones americanas, fueron también beneficiados por la etnografía brasileña, que funciona como una especie de punto de partida desde el cual la obra se proyecta. Podríamos decir que la obra en espiral de Lévi-Strauss contiene un movimiento permanente que se traduce en la incorporación de nuevos objetos y cuestiones y en un retorno sistemático a antiguos resultados, al comienzo, a los Bororos, los Nambikwaras”, escribe a antropóloga en su artículo “Lévi-Strauss en Brasil”. “No parece exagerado afirmar que los albores de la Universidad de São Paulo y la presencia de los maestros extranjeros en São Paulo en la década de 1930 se reflejan hasta hoy en las facciones adquiridas por las ciencias sociales en el contexto paulista. Lo propio parece suceder con la etnología, cuyo florecimiento fue en cierto modo obstaculizado por la preponderancia de la sociología. Paradójicamente, la etnología fue introducida en las carreras de la USP por aquél que se convertiría en su nombre mayor: Lévi-Strauss.”

“Fue la personalidad más significativa de la antropología en general, de la antropología desde que existe. Lévi-Strauss fue, en cierta forma, el gran sucesor de Sastre en el pensamiento francés, y al mismo tiempo, fue un antagonista de Sartre. La influencia de Sartre hasta los años 1960 era enorme. Sartre fue un hombre que, sobre todo al final de su vida, tomó un partido político, literalmente. Especialmente después de la Guerra de Argelia. Y Sartre, después de la guerra y especialmente después del fin de los años 50 y al comienzo de los 60, fue un hombre profundamente marcado por una visión política. El Sartre de antes de la guerra era otra cosa. Pero Lévi-Strauss tuvo un camino muy diferente. Lévi-Strauss era socialista de entrada, después de eso nunca entró en ningún partido político. Y con relación sus contemporáneos, tenía una actitud que muchos no entendieron como política, como si él estuviera absteniéndose de tomar una posición política”, analiza la antropóloga Manuela Carneiro da Cunha. “A decir verdad, su trabajo tiene implicaciones políticas sumamente centrales, a mi modo de ver. Fue un ecologista antes de que el ecologismo existiera y está incluso al frente de su tiempo, por ejemplo en la defensa de los derechos de los animales, si bien que él no lo dice así, precisamente porque está más allá de esas etiquetas, pero lo introdujo como  un tema sumamente importante. Es necesario recordar que Lévi-Strauss ubica a la antropología y al nacimiento de la antropología directamente ligados a la noción que Rousseau denominó piedad. ¿Qué es la piedad” Es simplemente la posibilidad de ponerse en el lugar del otro. Eso es la piedad. Ahora bien, ¿quién es ese otro? ¿Es simplemente humano? ¿O lo es también el animal, por ejemplo? ¿O los son aquéllos que, en la época en que él empezó a escribir, eran llamados todavía “pueblos sin escritura” o incluso “primitivos”. ¿Cuál es entones su implicación política? No lo es únicamente el ecologismo y la defensa de los animales, es la defensa de una unidad humana. Esa política suya es, en muy gran medida, el rescate de la igualdad del pensamiento humano. Esto quiere decir que el pensamiento humano es el mismo: sea donde sea, funciona de la misma manera, pero eso no indica que los contenidos sean los mismos.”

Libro
CAIXETA DE QUEIROZ, R. (org.). Lévi-Strauss: leituras brasileiras. Editora UFMG, 2008.

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