La mayoría de los insectos tienen alas y vuelan. Pero las alteraciones anatómicas y los mecanismos implicados en esta forma de desplazamiento alado son diferentes en función del tamaño de cada especie. Los llamados insectos en miniatura, con una envergadura alar de entre 0,3 y 4 milímetros (mm), poseen adaptaciones peculiares para vencer la viscosidad del aire. Esta propiedad, que representa la resistencia de un fluido (líquido o gas) a los cambios en su forma, no afecta demasiado la dinámica de vuelo de los insectos más grandes, tales como las moscas, las abejas, las mariposas o las libélulas, cuyas alas tienen longitudes que varían entre 5 y 50 mm. Pero en el caso de las especies diminutas, como la avispa Encarsia formosa y el escarabajo volador Paratuposa placentis, por ejemplo, constituye un obstáculo de fuste que deben superar para desplazarse por el aire. “Un insecto en miniatura se mueve por el aire como lo haría una abeja volando en aceite mineral”, compara Mao Sun, de la Universidad Beihang, de Pekín (China), autor del estudio. Las adaptaciones aerodinámicas de los insectos más pequeños, aún poco estudiadas, incluyen desde la naturaleza del batido de sus alas hasta la propia estructura de estas extremidades. Algunas especies poseen alas porosas o con cerdas que les facilitan el vuelo (Reviews of Modern Physics, 12 de diciembre).
Republicar