Ricardo BuenoEsquemas para resumir un texto, cuadros sinópticos, listas temáticas antes de redactar un discurso, organigramas, cuadros que ilustran un reportaje: las formas de organización gráfica están en todas partes, y revelan la utilidad de la representación visual para la comprensión de procesos concatenados. Esos ejemplos, no obstante, tienen sus límites, y un modo concreto para superarlos son los mapas conceptuales, que vienen siendo investigados como forma de administración del conocimiento por el profesor Paulo Correia, de la Escuela de Artes, Ciencias y Humanidades (EACH), de la Universidad de São Paulo (USP). Correia lidera desde 2005 el Grupo de Investigaciones de Mapas Conceptuales, que congrega a alumnos de iniciación científica y posgrado de la USP Este y otras filiales de la universidad.
Lo que diferencia a los mapas conceptuales de las formas intuitivas de concatenar conocimientos es la organización de conceptos en una “red propositiva”. Esto significa que dos conceptos representados en forma aislada en un diagrama precisan que sus relaciones estén expresadas en una unidad semántica y no tan sólo visual (una flecha o un trazo de unión). Una hermosa canción de Dorival Caymmi, O vento, brinda un buen ejemplo. En sus versos, el compositor relaciona palabras conceptuales: viento y vela, vela y barco, barco y gente, gente y pez, pez y dinero. Desde este punto de vista, a lo sumo podemos suponer cuáles son las relaciones entre ellas. Pero los versos reales nos revelan las proposiciones: “Vento que dá na vela / vela que leva o barco / barco que leva a gente / gente que leva o peixe / peixe que dá dinheiro”.
Por medio de esas conexiones, la letra de la canción se expresa “con claridad y precisión”, tal como en forma similar lo hacen los mapas conceptuales. Según Correia, cualquier información o conocimiento conceptual puede representarse a través de mapas conceptuales. Este tipo de conocimiento es útil en la educación, en la investigación científica y en el ámbito corporativo. Como herramienta didáctica de representación del conocimiento, una de las virtudes de los mapas conceptuales radica en que funcionan en dos sentidos: tanto para la exposición de un contenido escolar como para evaluar su aprovechamiento por los alumnos. “Cuando le solicitamos la elaboración de un mapa conceptual a un estudiante, quien efectivamente no es un experto en el tema en cuestión, pueden detectarse dudas y errores conceptuales, con lo cual se le hace más fácil al profesor ayudarlo a arribar una comprensión correcta”, dice Correia.
La creación de mapas conceptuales adhiere a la idea del “aprendizaje significativo”, planteada por el psicólogo estadounidense David Ausubel como un proceso mediante el cual una nueva información se relaciona con un conocimiento previo que el alumno posee. Quien desarrolló la propuesta de los mapas conceptuales, en los años 1970, fue el educador, también estadounidense, Joseph Novak, de la Universidad Cornell. “Como Novak era biólogo, el uso de mapas conceptuales, por tradición, se desarrolló más en el área de las ciencias de la naturaleza, pero puede empleárselos en cualquier campo del conocimiento”, dice Correia, quien se graduó en química, área en la cual llegó al posdoctorado, y pasó a dedicarse a los mapas conceptuales debido a su interés en la enseñanza de las ciencias. La utilización de los mapas se adaptó perfectamente a su trabajo en la EACH, cuya propuesta político-pedagógica promueve actividades interdisciplinarias de enseñanza y de investigación.
En busca de “nuevas arquitecturas pedagógicas”, los alumnos de grado y de posgrado del grupo liderado por Correia llevaron a cabo, hace dos años, un trabajo que, mediante el empleo de mapas conceptuales, logró la confluencia de saberes aparentemente distantes, revelando interfaces propositivas entre los contenidos programáticos de dos asignaturas del ciclo básico de la EACH: ciencias naturales y psicología. El descubrimiento de contenidos latentes que entrelazaban los programas de ambas cátedras les permitió a los docentes generar técnicas conjuntas de enseñanza y material de estudio común e interdisciplinario.
En otro trabajo, se invitó a 55 alumnos de la EACH para que elaborasen en conjunto mapas de diversos campos de estudio que se transformarán en un “modelo de conocimiento”. Cada alumno aportaba información sobre un determinado tema, con vínculos de hipertexto en internet, y realizaban combinaciones entre ellos en reuniones de trabajo y luego por medio de mapas conceptuales. Esa experiencia reveló nuevamente una serie de temas y vínculos que no se hallaban claros en los conocimientos individuales.
Históricamente, el uso de los mapas conceptuales se difundió, entre los años 1970 y el comienzo de los 1990, cuando todavía se los elaboraba sobre un papel, debido al reconocimiento de su potencial pedagógico. Sus posibilidades fueron maximizadas durante la última década del siglo XX, con el uso de internet para elaborar mapas conceptuales en forma cooperativa. Fue entonces cuando surgió también el programa CmapTools, desarrollado hasta los días actuales por el Institute for Human and Machine Cognition, de la Universidad de West Florida, en Estados Unidos. Ese programa permite construir, navegar, compartir y criticar modelos de conocimiento representados por mapas conceptuales. El CmapTools es gratuito, y se encuentra disponible en cmap.ihmc.us/download. La iniciativa cobró nuevo impulso en 2004, cuando se realizó la 1ª Conferencia Internacional sobre Mapeo Conceptual, que mantiene una periodicidad bienal. “Hasta ese momento no se realizaban encuentros regulares de la comunidad científica para divulgar esa técnica de representación y modelado del conocimiento”, dice Correia.
La aparición en escena de internet permitió que los mapas conceptuales incluyeran hipertexto, con enlaces hacia informaciones disponibles en otros espacios virtuales, más allá del CmapTools. “Todo eso abrió un nuevo mundo para la organización del conocimiento, con la posibilidad de intercambio cooperativo, sincrónico y no presencial”, dice Correia. Los medios digitales también facilitaron el perfeccionamiento de los mapas. “Las reconstrucciones son importantes, porque el aprendizaje no acaba nunca. No existe un mapa definitivo, tanto es así que, antes de que apareciera internet utilizábamos post-it en los casos más complejos, para realizar modificaciones con mayor agilidad”, dice Correia. El inconveniente radica en que todo eso hizo que se volviese demasiado fácil generar supuestos mapas conceptuales. “El CmapTools es excesivamente sencillo y, a menudo, conduce a la construcción de mapas ingenuos y meramente lúdicos. La herramienta por sí sola no es sinónimo de un buen mapa, así como el Word no es sinónimo de un buen texto”.
Para elaborar mapas correctos, el Grupo de Investigaciones Mapas Conceptuales creó un listado con cuatro requisitos. El primero es la proposición, ya explicada más arriba: no basta con dos conceptos, se necesita de aquello que los vincula, su relación conceptual. El segundo es la definición de una pregunta focal. “No puede mapearse todo. Si no se define un tema, habrá una dispersión hacia áreas adyacentes al enfoque principal. Se debe descomponer un asunto general en varias preguntas que corresponderán a varios mapas”, dice Correia. El tercer apartado es la jerarquía de los conocimientos: se parte de conceptos generales y se va detallando progresivamente. “Se trata de la forma en que articulamos las informaciones, de acuerdo con la teoría del aprendizaje significativo”. Finalmente, es preciso mantener el principio de revisión sistemática, puesto que el conocimiento cambia permanentemente, y los mapas siempre necesitan actualizarse. “Esto desmorona un paradigma típico del aula, el del conocimiento definitivo, algo que no existe”.
Ricardo BuenoUna de las cualidades de los mapas conceptuales es que pueden leerse de acuerdo con el interés del lector, enriqueciendo el potencial de las conexiones. “A pesar de esa ventaja, existe el riesgo de generar una carga cognitiva adicional: el lector está obligado a escoger la secuencia de lectura del mapa conceptual, algo que resulta innecesario cuando leemos un texto”, dice Correia. Los mapas conceptuales con demasiada información pueden generar lo que ellos denominan map shock, es decir, una lectura confusa o errónea de los mapas, algo que viene siendo objeto de estudios en el grupo liderado por Correia. “Si uno domina el tema, el orden de lectura no importa. Pero si no se lo domina, las elecciones al ordenar las secuencias en el mapa podrían causar dificultades y equívocos”.
El interés por el map shock indujo a Correia a adquirir, con ayuda de la FAPESP, un dispositivo que rastrea la visión, para identificar cómo interactúa el lector con el mapa conceptual durante el período de lectura. Por medio de marcas de calor, se reconoce la dirección del enfoque y el tiempo que el observador se detiene en cada uno de los ítems del mapa, donde los colores cálidos indican un tiempo mayor. Se trata de un instrumento de acción veloz, que registra el movimiento del ojo con mucha mayor precisión que una cámara digital. “Esa técnica permite capturar los matices de los que se pretende comunicar en un mapa conceptual”, dice Correia.
El mapa tiene sentido para quien lo elabora, pero no siempre para quien lo lee, ese es el atasco que el map shock revela. Existen mapas muy minuciosos, que abarcan una gran cantidad de conocimiento, empero, para la mayoría de los lectores, “sobrepasa su capacidad momentánea para comprender tanto contenido”, tornándolo inútil. El estudio de las mediciones de lectura permite comprender que, eventualmente, las relaciones efectuadas por un experto confunden al novato, revelando cuáles son los puntos que han de revisarse o perfeccionarse. Éste es uno de los principales temas que acapararán la atención en la 6ª Conferencia Internacional sobre Mapeo Conceptual, a realizarse del 23 al 25 de septiembre, en Santos (São Paulo), con la conducción de Correia, y que tiene como presidente honorario al propio Joseph Novak.
Proyecto
Análisis de la desorientación provocada por mapas conceptuales utilizados como organizadores de materiales de estudio (nº 2012/ 22693-5); Modalidad Apoyo a la Investigación – Regular; Investigador responsable Paulo Rogério Miranda Correia; Inversión R$ 86.658,64 (FAPESP).