Las puntas líticas de flechas o de lanzas oriundas de la Prehistoria brasileña se concentran en el fragmento del territorio brasileño que se extiende desde Rio Grande do Sul hasta la zona de Rio Claro, en el interior paulista. Independientemente de su lugar de origen y de haber sido fabricados hace alrededor de 500 años, poco antes del arribo de los conquistadores europeos, o hace remotos 10 milenios, todos los proyectiles de piedra rescatados en esta vasta área suelen ser caracterizados como pertenecientes a la tradición Umbú, una cultura arqueológica asociada a antiguos cazadores-recolectores. Con todo, un estudio comparativo de las características morfológicas (físicas) de más de mil puntas provenientes de los tres estados del sur del país y de São Paulo echa por tierra esta clasificación, considerada demasiado simplista, y suministra indicios de que los proyectiles hallados en el interior paulista difieren al respecto de aquéllos encontrados en el extremo meridional del país.
La mayoría de las puntas halladas en los alrededores de Rio Claro, donde hay una gran cantidad de estos artefactos, en el interior paulista, cuenta con un pedúnculo —un cabo o mango ubicado del lado opuesto al de la superficie cortante— mayor y más afilado que el de las encontradas en el sur del país, especialmente en Rio Grande do Sul, con contornos similares a los de una letra V. Los proyectiles de la zona austral del país tienden a exhibir esa parte en un formato bifurcado, similar a una pequeña cola de pescado. En São Paulo no existen puntas de ese tipo. “La función de las puntas en ambas zonas era la misma: eran armas de caza”, afirma la arqueóloga Mercedes Okumura, del Museo de Arqueología y Etnología de la Universidad de São Paulo (Mae-Usp), autora del estudio, que contó con el aporte de una beca de posdoctorado del CNPq al principio de sus investigaciones y actualmente cuenta con el apoyo económico de la FAPESP. “Pero creemos que las formas del pedúnculo pueden interpretarse como marcadores culturales, relacionados con grupos o tribus distintas.”
Y si el diseño de las puntas de piedra del sur era diferente al de las de São Paulo, es posible que los habitantes de ambas áreas tampoco fuesen exactamente iguales, al menos desde el punto de vista cultural. Los artefactos de los antiguos cazadores-recolectores de Rio Grande do Sul, Paraná y Santa Catarina incluso podrían caracterizarse como ejemplares de la tradición Umbú, pero lo propio no puede decirse de los proyectiles encontrados en el interior paulista, de acuerdo con la arqueóloga. Éstos pueden haber pertenecido a un grupo con hábitos y tecnología lítica diferentes a la tradición Umbú, dominante en la punta meridional de Brasil. “Las puntas constituyen artefactos complejos: contienen información sobre quién las fabricó”, dice el arqueólogo Astolfo Araujo, también del Mae-USP, quien participa en los estudios de Okamura. “Su construcción requiere diversas etapas y un largo proceso de transmisión cultural. Se tardaba años para aprender a hacer una punta.”
De acuerdo con datos de Okamura, los cuerpos de las puntas del sur y de São Paulo tienen tamaños similares. Tienen entre 2,5 y 3 centímetros en promedio. Esta medida tiene en cuenta únicamente la parte punzante del proyectil, sin incluir las dimensiones del pedúnculo. La diferencia efectiva entre las puntas de ambas regiones surge cuando se observa la forma y las dimensiones del pedúnculo. En las del sur, el asta que sirve de base para el lado cortante del artefacto tiende a medir entre 0,9 y 1,1 centímetro. En las de São Paulo, presenta casi el doble de tamaño en promedio: aproximadamente 1,7 centímetro — y nunca es bifurcada, casi siempre es afinada. Aparte de estudiar puntas de la colección Plynio Ayrosa del Mae, Mercedes observó las colecciones de otras nueve universidades y también las de coleccionadores particulares del sur y de São Paulo el año pasado para realizar su trabajo.
Graduada en biología y con experiencia en el análisis de los rasgos anatómicos de cráneos y huesos de la Prehistoria brasileña, la investigadora adaptó métodos estadísticos cuantitativos comúnmente empleados en estudios de evolución humana a su trabajo con los proyectiles de piedra. “Como existen pocos esqueletos humanos antiguos encontrados en el sur y en São Paulo, resolví estudiar los artefactos formales que fabricaban esos pueblos, tales como las puntas de piedra”, explica Mercedes. Con un calibre, un instrumento utilizado para hacer pequeñas mediciones de precisión, registró las dimensiones de 1.102 puntas. Se midieron 131 proyectiles de São Paulo, 170 de Paraná, 258 de Santa Catarina y 543 de Rio Grande do Sul. Los artefactos analizados provenían de 10 zonas de sitios arqueológicos: cinco de tierras gaúchas (Maquiné, Santo Antônio, Caí, Ivoti y Taquari), tres catarinenses (Taió, Urussanga y Santa Rosa), una paranaense (Reserva) y una paulista (Rio Claro).
Cuatro medidas
En su primer trabajo con el conjunto de puntas, cuyos resultados se presentaron en congresos y figurarán en un artículo que se enviará a una revista científica, la arqueóloga comparó específicamente cuatro medidas: la longitud de la lámina, el tamaño del pedúnculo, el ancho del cuello (la zona donde termina la parte cortante y comienza el mango) y el espesor de la flecha a la altura de la mitad de su cuerpo. Con estos datos, se valió de métodos estadísticos y programas de computadora para comparar las medidas y averiguar si las mismas podrían asociarse a una sola cultura material, a la tradición Umbú, o a más de una forma de producir proyectiles. Es una estrategia análoga a la de los arqueólogos que cuantifican el tamaño y la forma de un cráneo para inferir los rasgos físicos o incluso la etnia del dueño de la antigua osamenta: si era africano o de tipo más bien asiático, por ejemplo.
De las cuatro medidas escogidas, solamente el tamaño del pedúnculo presentó discrepancias estadísticamente relevantes. En seis de las nueve áreas de la región sur se detectó una predominancia de los pequeños cabos bifurcados. Rio Claro, donde estos artefactos eran confeccionados con silexita y, en menor escala, de cuarzo, surgió como un caso aparte, con sus puntas afiladas. “No se puede decir que los proyectiles del sur sean todos iguales, pero seguramente forman un grupo distinto de los de Rio Claro”, afirma Mercedes. Las puntas del interior paulista suelen clasificarse como de la fase Rio Claro, que, según algunos autores contemporáneos, sería un acento regional en el marco de la lengua materna, una manifestación local dentro de la tradición Umbú. Pero Okamura y Araujo sospechan que las puntas de São Paulo son más que eso. Pertenecerían a otro idioma lítico, a una tradición propia: quizá hayan sido talladas por un grupo culturalmente distinto de los antiguos habitantes del sur. Los arqueólogos de la USP consideran poco probable que solamente una tradición cultural se haya mantenido durante tanto tiempo (alrededor de 10 mil años) en una franja de tierra tan larga como la que va del sur hasta el interior paulista (desde Chuí hasta Rio Claro son 1.800 kilómetros). “Pueden haber sido dos poblaciones de cazadores-recolectores distintas, una en la parte meridional del país y otra acá”, comenta Araujo. “O la de São Paulo puede ser culturalmente derivada de la del sur, donde hay una gran cantidad de proyectiles.”
Para el arqueólogo Tom Miller, profesor jubilado de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte (UFRN) quien estudió las puntas líticas del interior paulista durante la década de 1970, la hipótesis de que los proyectiles de Rio Claro pertenezcan a una cultura distinta a la existente en el sur es factible. “El intento de clasificar al material de Rio Claro como Umbú fue desacertado desde el vamos”, afirma Miller. “Las formas distintas de los pedúnculos pueden representar una diferencia de estilo o de colocación de un mango en un artefacto”. Sin embargo, Miller cree que las tradiciones culturales no pueden definirse solamente con base en el estudio de un tipo de artefacto como las puntas encontradas en una región, sino por medio de análisis más complejos, que contemplen también la tecnología y las estrategias de adaptación adoptadas por los antiguos pueblos de un área.
El argentino Marcelo Cardillo, arqueólogo de la Universidad de Buenos Aires, quien también realiza análisis similares a los de la investigadora de la USP con proyectiles líticos de la Patagonia y de la región de la Puna, sigue una línea de razonamiento que no es muy distinta de la de Miller. Si bien reconoce que no es un experto en arqueología brasileña, argumenta que el análisis estadístico de las mediciones realizadas en las puntas del sur y de São Paulo lleva a pensar que las conclusiones de Okamura son plausibles. “Es bastante posible que el estilo o del diseño de los proyectiles tengan variaciones a lo largo del tiempo y del espacio”, afirma Cardillo, un crítico del propio concepto de tradición. “Esto puede suceder por causas muy distintas, relacionadas con factores ambientales o con procesos aleatorios, tales como la deriva cultural o la disponibilidad de distintos materiales en un lugar o época, por ejemplo.”
Los objetos elaborados por la mano humana, la llamada cultura material, cuentan cosas sobre aquéllos que los fabricaron, especialmente cuando constituyen el único o el principal vestigio arqueológico asociado a un pueblo o a una sociedad desaparecida. Esta situación no se registra únicamente en el sur de Brasil o en São Paulo. En Estados Unidos, la famosa cultura Clovis, que habría surgido hace alrededor de 13 mil años y fue considerada durante mucho tiempo como la más antigua de América (actualmente esta hipótesis es bastante cuestionada), es conocida fundamentalmente por las puntas de piedra rescatadas en localidades del estado de Nuevo México. Nunca se hallaron esqueletos humanos asociados a la cultura Clovis. Pero no por ello deja de reconocerse la importancia de esa antigua ocupación, con sus puntas alargadas que, en algunos casos, parecen una fina copa de champagne cabeza abajo.
El Proyecto
Métodos estadísticos aplicados a la cuestión de la caracterización de industrias líticas paleoindias: estudios de caso en el sudeste y en el sur de Brasil (nº 10/06453-9); Modalidad Beca Regular de Posdoctorado; Coordinador Astolfo Araujo – MAE-USP; Inversión R$ 153.974,88 (FAPESP)