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Ciencia

Las selvas renacen

La vegetación natural del estado de São Paulo recupera un 3,8% del terreno perdido en las últimas décadas, y el Bosque Atlántico vuelve a crecer. Pero la Sabana está casi extinguiéndose

“Crescem pelos barrancos figueiras colossais, cujos ramos curvam-se para o rio, e que projetam raízes multiformes que mergulham nas águas. (…) Concorrem também outras espécies vegetais, das cuais destacam-se, pela sua profusão, ingazeiros copados, cujas flores brancas, de estames múltiplos, semelhantes à penugem, atraem miríades de insetos, que voltejam em torno dos seus vastos nectários; imbaúbas de tronco alvacento e esgalhamento escasso; genipapeiros de folhas lustrosas e frutos aromáticos, e que forneciam tinta negra para a tatuagem dos índios.”

Mamede da Rocha
En 1905 el médico y naturalista Mamede da Rocha describía de esa forma poética que aparece en epígrafe la vegetación aledaña al río Tietê de los alrededores de Araçatuba, en el oeste paulista. Pasados casi cien años desde entonces, han desaparecidos los ingas, los guayatiles y otros árboles de madera dura – anacardiáceos, incienso y jequitibá – vistos durante las expediciones de la Comisión Geográfica y Geológica de São Paulo. Estos árboles comenzaron a ser talados con la llegada de la agricultura y el ferrocarril, este último construido para facilitar el comercio y la expansión del cultivo del café al final del siglo XIX.

Y continuaron cayendo a medida en que se formaban las ciudades – desde los tiempos de Mamede da Rocha, la población del estado de São Paulo aumentó casi 17 veces: de 2,2 millones de habitantes a los actuales 37 millones, mientras la economía paulista conquistó una posición respetable, equivalente al 35% del Producto Bruto Interno (PBI) nacional. Hoy en día son claras las consecuencias de este avance, que no se detuvo por tener que derribar bosques naturales, que alguna vez llegaron a ocupar el 82% del territorio paulista.

De acuerdo con un relevamiento recientemente concluido por el Instituto Forestal de São Paulo, queda apenas un 13,9% de la cobertura vegetal natural paulista, el equivalente a 3,46 millones de hectáreas ó 34,6 mil kilómetros cuadrados (100 hectáreas equivalen a unkilómetro cuadrado). Curiosamente ese 13,9% corresponde al área de vegetación natural derribada durante uno de los más intensos períodos de devastación, la década del 60, cuando aún no existía una preocupación con los daños ambientales. Es también casi el mismo espacio actualmente ocupado por las plantaciones de caña de azúcar, que es lejos el cultivo agrícola que ocupa la mayor extensión de tierra paulista.

Este nuevo estudio, que lleva el nombre de Inventario Forestal de São Paulo, trae consigo también una buena noticia: en el estado de São Paulo, tras cuatro décadas de relevamientos periódicos, ha habido una inversión de la tendencia a la deforestación, que puede visualizarse en el póster adjunto a esta edición. Desde que los portugueses arribaron a estas tierras para dar inicio a la colonización, probablemente es la primera vez que la vegetación natural aumenta en lugar de disminuir. El área preservada hoy en día es un 3,8% mayor que hace diez años, fecha del anterior estudio realizado por el Instituto Forestal, que sigue la evolución de los ecosistemas paulistas desde 1962. Aunque es modesto, este crecimiento observado entre los dos inventarios más recientes sugiere un cierto progreso: son 126,6 mil hectáreas más, el equivalente a 1.266 veces el parque Ibirapuera, el más conocido espacio verde de la capital paulista, que en los domingos soleados recibe a unos 30 mil paulistanos [los habitantes de la capital].

De cualquier manera, es aún prematuro festejarlo. Puede de hecho haber una regeneración consistente de la vegetación natural en diez años, según el agrónomo Francisco Kronka, del Instituto Forestal, uno de los coordinadores del inventario. Pero el aumento de la cobertura vegetal del estado no se debe únicamente a la expansión de las áreas de bosque original. El uso de imágenes provenientes de los satélites Landsat 5 y 7 y de fotos tomadas desde aviones que vuelan cerca del suelo permitió lograr un nivel de detalle al menos tres veces mayor que el del inventario anterior, llevado a cabo a comienzos de los años 90.

De este modo fue posible identificar tramos de vegetación antes imperceptibles, de hasta 4 hectáreas, en especial aquéllos que se encuentran en proceso de regeneración. Otro punto importante: el incremento corresponde a una media y representa lo que ha sucedido con el conjunto de la cobertura vegetal paulista – un mosaico formado por bosques densos entremezclados con manglares situados a orillas del mar, mientras que en la vasta meseta que se extiende por el interior resisten tan solamente fragmentos de una vegetación consistente en algunos árboles tortuosos y raros bloques compactos de bosque. El panorama es otro cuando se analiza cada tipo de vegetación por separado: algunos espacios se encogieron, en ciertos casos incluso drásticamente, y otros tipos de vegetación lograron recuperar parte del espacio perdido durante las últimas décadas.

Mejoras y pérdidas
Primero, vamos a las buenas noticias. El ecosistema más extenso de São Paulo, el Bosque Atlántico, una vegetación cerrada y de verde perenne, aumentó un 2,86%, el correspondiente a 808 kilómetros cuadrados. El Bosque Atlántico volvió a crecer principalmente en el Valle do Paraíba, este del estado, con una mejora de un 27% con relación a la década anterior, y en casi toda la zona costera, con un 12,3% más. Es difícil determinar con exactitud las causas de este crecimiento. El equipo del Forestal lo atribuye en primer lugar a la toma de consciencia por parte de la población acerca de la necesidad de preservar el ambiente, lo que se suma a otros dos factores más tangibles: una legislación ambiental más rigurosa y la adopción de medidas de combate contra la deforestación.

Kronka considera eficaces iniciativas tales como el Proyecto de Preservación del Bosque Atlántico (PPMA, sigla en portugués), una sociedad entre la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y el banco alemán KfW (Kreditanstalt für Wiederaufbau). El PPMA, en el cual se han invertido hasta ahora 30 millones de dólares, sobre todo en fiscalización y en la consolidación de unidades de conservación, cubre un área de 22 mil kilómetros cuadrados de vegetación natural de 72 municipios del litoral y de los valles do Paraíba y do Ribeira, precisamente en donde la recuperación de la vegetación natural ha sido más significativa.

Pero en el norte y noroeste del estado, es decir, las mismas tierras recorridas por Mamede da Rocha a comienzos del siglo pasado, la situación es desoladora – y a su vez agrava un cuadro que de por sí no era para nada bueno. “Las regiones que tienen menos vegetación natural son las que más perjudicadas”, dice Kronka, quien comparte la autoría del inventario con João Batista Baitello y Marco Nalon, del Instituto Forestal, Hilton Thadeu Zaratte do Couto, de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz de la Universidad de São Paulo (USP), y Carlos Alfredo Joly, de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp).

A la cabeza de la devastación aparecen los municipios de Araçatuba y São José do Rio Preto, que en diez años perdieron respectivamente un 16,2% y un 12,6% de sus bosques. Por allí, la llamada Sabana, de acuerdo con la terminología utilizada ahora por los investigadores [es conocida comúnmente como Cerrado en Brasil], fue reemplazada progresivamente por pastajes y plantaciones de caña de azúcar: son los mares de cañaverales, tal como alguna vez los definiera el poeta pernambucano João Cabral de Melo Neto. Hoy en día queda menos de un 1% (211 mil hectáreas) de ese tipo de vegetación, que hace un siglo ocupaba una quinta parte del territorio paulista. Los tramos restantes aparecen en el mapa como puntos dispersos por las regiones más bajas y levemente onduladas del estado.

Planificación
Con base en la imágenes de satélite de todo el estado tomadas durante los años 2000 y 2001, el equipo del Instituto Forestal trabajó en una escala de 1 en 50 mil, en la cual cada centímetro del mapa corresponde a 500 metros de suelo. Así ya era más minucioso que los mapeamientos similares hechos en Río Grande do Sul, Minas Gerais y Río de Janeiro. Pero el estudio paulista llegó a un nivel de detalle aún mayor: de 1 en 10 mil a lo largo del litoral, con el refuerzo de fotos aéreas digitales. Con esta ampliación, cinco veces mayor que la de los relevamientos anteriores, el equipo de Kronka detectó fragmentos de vegetación nativa de apenas 4 hectáreas, que anteriormente escapaban a la mira del satélite.

Considerado en junio como el mejor trabajo del Premio Excelencia en Informática Pública en dos modalidades – mejora de la gestión interna y proyectos -, el mapa verde de São Paulo, tal como se lo ha llamado a este mapeamiento de la vegetación, ha mostrado ser sumamente útil. En su vertiente pura y exclusivamente científica, es la base cartográfica sobre la cual se apoyan los 38 proyectos de investigaciones del Biota-FAPESP, un programa de estudio de la fauna y la flora paulista. “Este mapa digital brinda una mayor claridad respecto a la distribución de plantas y animales en el estado”, explica el botánico Carlos Joly, coordinador del Biota.

El estudio del Instituto Forestal se ha convertido también en un instrumento de planificación estratégica, pues apunta los blancos prioritarios delas acciones de protección ambiental. “El mapeamiento es una herramienta valiosa para identificar nuevas regiones, que pueden transformarse en unidades de conservación”, afirma el ambientalista Paulo Nogueira-Neto, uno de los fundadores del Departamento de Ecología General de la USP. Antes incluso de la conclusión del inventario, Nogueira-Neto encontró 109 manchas de vegetación natural candidatas a transformarse en áreas protegidas. Una de éstas es la hacienda Barreiro Rico, ubicada en el municipio de Anhembí, entre las ciudades de Botucatú y Piracicaba.

Con sus 2.300 hectáreas, Barreiro Rico alberga tramos de selva cerrada en los que los investigadores hallaron árboles típicos del Bosque Atlántico, tales como lapachos, cuaresmeras y cedros de hasta 30 metros de altura. Allí viven cuatro especies de monos amenazadas de extinción, como el mono aullador y el muriquí o mono araña lanudo, y alrededor de 350 especies de pájaros, identificadas con el auxilio de uno de sus propietarios, José Carlos Reis de Magalhães, un cazador convertido en conservacionista, fallecido en agosto del año pasado.

Debido a que fue estructurado en una base digital, con un banco de datos y mapas, el inventario del verde de São Paulo puede aplicarse tanto a áreas extensas – el estado íntegro -, como a regiones menores, a ejemplo de las cuencas de los ríos paulistas y de los propios municipios. La base digital permite también la producción de mapas que contienen modelos del terreno con detalles de altitud, inclinación y formas, además de los tipos de suelo. De este modo el relevamiento sugiere las mejores maneras de ocupar el espacio: el empirismo deja su lugar al planeamiento basado en informaciones recabadas mediante el uso del método científico.

Eso es lo que se hizo en Parque Estadual de Porto Ferreira, un terreno de 611 hectáreas ubicado en el nordeste de São Paulo, ocupado por Bosque Atlántico y fragmentos de Sabana. Con base en las imágenes de la cobertura vegetal y de informaciones sobre el suelo, el relieve y la fauna locales, los investigadores definieron cuáles son la áreas que deben permanecer intocables y cuáles pueden contemplar la apertura de senderos, para permitir el paso de visitantes sin ocasionar daños al ambiente.

Actualmente el equipo de Kronka trabaja a ritmo acelerado para terminar el inventario detallado de la cobertura vegetal de los 645 municipios paulistas. “Esta información estará a disposición de las municipalidades que se interesen en restaurar áreas devastadas”, dice Kronka. Quizá así los municipios logren revertir al menos en parte ese largo proceso que, si bien por una parte derivó en la devastación del verde paulista, por otra transformó São Paulo en el estado más rico de Brasil.

La pérdida de la vegetación natural comenzó en el siglo XVI con las plantaciones de caña de azúcar, y se intensificó con el avance de los cafetales. Entre 1890 y 1927, el número de cafetos en el estado de São Paulo trepó de 220 millones a 1.300 millones, de acuerdo con un estudio del agrónomo Mauro Antonio de Moraes Victor. En aquel tiempo, un buen suelo para el café era aquél que estaba cubierto por bosque virgen, con una espesa capa de nutrientes. Siempre que la productividad disminuía, los cafetales antiguos eran abandonados y se avanzaba bosque adentro en busca de tierras más fértiles. Con deforestaciones de hasta 150 mil hectáreas por año, la cobertura vegetal originaria del estado se redujo a la mitad a comienzos del siglo pasado. Acicateados por sus crecientes ganancias, los llamados barones del café apoyaron la construcción de vías férreas que unían el interior con el puerto de Santos, e impulsaron la llegada de inmigrantes europeos que ayudaban a derribar más extensionesde bosques y ampliar las plantaciones.

Reforestación
Pero, y ahora, ¿qué se puede hacer? Los investigadores sostienen que es casi imposible restaurar la situación forestal primitiva del estado. Pero también es verdad que es posible y factible avanzar mucho más allá del actual 13,9%. Según Kronka, la implementación de medidas que promuevan la regeneración de la flora nativa remanente y el aumento de la fiscalización para cohibir las quemas destinadas a limpiar el suelo permitirían que la vegetación natural alcanzase los niveles de inicios de los años 60, cuando ocupaba casi una tercera parte del estado – un parámetro cercano al mínimo exigido por la legislación ambiental, que determina que las propiedades rurales preserven un 20% de la cobertura vegetal nativa y también la vegetación situada a orillas de los ríos, los llamados bosques ciliares, y la de la cima de los cerros.Pero el papel restaurador no le cabría únicamente a la naturaleza.

La recuperación de los bosques y los campos naturales podría también contar con una ayuda proveniente de la reforestación. Un estudio del Instituto Forestal que resultó en la ampliación de la Estación Ecológica de Assis, en el oeste paulista, demostró que el plantío del eucalipto facilitó el resurgimiento de la vegetación nativa.El inventario de las especies utilizadas en la formación artificial de bosques para el suministro de madera a las fábricas de papel y de muebles indica que el área de eucaliptos se ha mantenido estable (612 mil hectáreas), mientras que la de Pinus disminuyó casi una quinta parte, y hoy en día ocupa 158 mil hectáreas – producto del interés comercial por árboles de fibras cortas, como lo es el eucalipto, para la fabricación de papel.

Asimismo, tal como sugirió otro estudio del Instituto Forestal, en este caso relativo a la región de Santana do Parnaíba, existen grandes extensiones de tierras cubiertas únicamente por pastajes mal cuidados, en donde son visibles las huellas de la erosión. “Una estrategia inicial podría ser la recuperación de estos puntos de mal uso del suelo”, sugiere Kronka.Aun en este estado crítico, lo poco que queda todavía de la vegetación natural no deja de sorprender. El biólogo João Batista Baitello, del Instituto Forestal, estudia desde hace tres años la flora del Parque Estadual Juquery, una extensión de casi 2.000 hectáreas con remanentes de la llamada Sabana (ex “Cerrado”), en la región metropolitana de São Paulo, y aún encuentra por allí plantas que se pensaba que no existiesen más. De las alrededor de 250 especies que él mismo catalogó, seis eran consideradas presumiblemente extinguidas, y cuatro en serio riesgo de extinción en el resto del país.

Son los casos de la Camarea hirsuta, con sus pétalos redondos y amarillentos, la Passiflora clathrata, una planta emparentada al maracuyá con flores violetas, escondida entre los arbustos, y de una especie con una flor blanquecina: la Alophia sellowiana, cuyos pétalos se abren únicamente por las noches. “De octubre a noviembre”, dice Baitello, “la increíble diversidad de formas, colores y tamaños de las flores hace que el parque parezca un hermoso jardín natural, donde las plantas florecen en secuencia, especialmente después de las quemas.”

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