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Libertad melenuda

El inusitado carácter político de la contracultura brasileña

Contra_hippiesEurico DantasHubo una vez un verano. Era el verano del llamado desbunde, de la locura, cuando miles de hippies de todo el país migraron a pie, a dedo o en auto como una romería hacia la pequeña playa de Arembepe, en el litoral bahiano, en diciembre de 1970. Como si allí fuera la meca y hubiera la necesidad de estar en ella como una forma de bautismo para aquel nuevo estilo de encarar la vida y el mundo. Eran los hippies que se propagaban por el país, para disgusto de la dictadura y de la moral vigente. Por eso, muchos no lograron llegar. Fueron arrestados en ciudades como Salvador, donde la represión a los melenudos era una prioridad para la policía local, que los consideraba meros vagos, según registraron los diarios de la época. Para la izquierda y demás comprometidos en la lucha contra el régimen, esas chicas y muchachos que no se preocupaban en bañarse, pregonaban el sexo libre y el consumo de marihuana no pasaban de unos alienados. Pero, ¿lo eran realmente?

¿Esa visión habría ayudado a la academia a mantener en el limbo al rico movimiento que se volvió conocido como contracultura o underground udigrudi?, en  buen portugués, mientras se dedicó exhaustivamente a estudiar el movimiento estudiantil y la lucha armada? Es probable que sí. Doctor en historia social egresado de la USP, Marcos Alexandre Capellari dice que se pueden esgrimir inicialmente algunas razones sobre escaso interés de la universidad en el tema. La primera, explica, tiene que ver con el hecho de que se trata de un fenómeno reciente en el que muchas de sus heridas (decepciones, malentendidos, etc.) aún no se han cicatrizado. No es agradable lidiar con un movimiento cuyas figuras implicadas, en su gran mayoría, están vivos y activos, y cuyo ideario todavía repercute culturalmente, dividiendo opiniones, sostiene el historiador, que defendió recientemente la tesis intitulada El discurso de la contracultura en Brasil: el underground a través de Luiz Carlos Maciel, bajo dirección de Raquel Glezer. Otra explicación se refiere a las tradiciones de investigación en las universidades, en el interior de las cuales determinados temas son o no considerados legítimos objetos de estudio.

Capellari concentró su investigación en la represión impuesta por el régimen militar, sobre todo a partir del AI-5, de diciembre de 1968, para investigar el ideario libertario de la contracultura, propagado por el periodista Luiz Carlos Maciel en la columna Underground, del semanario O Pasquim, lanzado en junio de 1969. Maciel sería apodado el gurú de la contracultura debido a la importancia que tuvo en la difusión de sus ideas en el país. El análisis de Capellari apunta a identificar las motivaciones del movimiento contracultural internacional y su introducción en Brasil en un período signado por fuertes rivalidades políticas e ideológicas. A partir del discurso del periodista, él cuestiona si la concepción de libertad planteada por el movimiento fue, como defiende la crítica, una mera expresión de escapismo hedonista o efectivamente fue revolucionaria. El trabajo procura también apuntar sus orígenes históricos.

Para elaborar su proyecto de doctorado, Capellari leyó en forma más sistemática desde obras de divulgación sobre el tema hasta teóricos evocados por el movimiento, tales como Theodore Roszak, Wilhelm Reich, Herbert Marcase y David Cooper, entre varios otros. Con la ayuda de mi directora, evalué posibles rumos de la investigación y surgió la decisión de abordar la columna de Luiz Carlos Maciel. Al trabajar con esa documentación, el historiador notó que era posible, analizando los elementos de su discurso, componer una interpretación no solamente de la difusión durante el período (1969-1972) del ideario contracultural en Brasil, sino también su contenido, compuesto de elementos provenientes de diversas tradiciones del saber. En tal contexto, la dictadura, de alguna manera, al reprimir la libertad sexual y otras manifestaciones, como el movimiento hippie, intentó contener la llegada de la contracultura a Brasil. En ese sentido, el autor observa que, además de los aspectos políticos y económicos implicados en el concepto, el término dictadura puede considerarse para el período como una representación sintética del conservadorismo en la esfera de las costumbres. No restan dudas de que se opuso de forma contundente al ingreso de la contracultura al escenario nacional, al considerarla como un elemento subversivo más debía ser combatido.

Para eso, la censura, de un lado, y la represión, atestiguada por testimonios de época, del otro, fueron utilizadas como medio de impedir la liberación de las costumbres. Creo que no solamente el régimen, sino y por sobre todo la cultura conservadora que él representaba fue vencedora, pero no solamente en Brasil. Sucede que, sigue Capellari, desde el ponto de vista de gran parte de los que se involucraron en la contracultura, quedó de la sensación de que los ideales libertarios que acompañaban la liberación de las costumbres menguaron a medida en que, en su lugar, la industria cultural transformaba las banderas del movimiento en mercadería, vaciándose de sus connotaciones políticas y filosóficas.

Juventud
Sobre ese aspecto, afirma el investigador, existe otra consideración que debe hacerse y que se relaciona con las disputas que ocurrían en Brasil en el ámbito político y cultural. De un lado, al contrario que en EE.UU., se vivía en el país un régimen de excepción, contra el cual parte de la juventud estudiantil y de otros segmentos sociales se manifestó hasta diciembre de 1968, cuando vino la represión con el AI-5. Por otro lado, en la arena cultural, había una fuerte disputa entre los defensores de una cultura nacional y políticamente comprometida, simbolizada por las propuestas del CPC (Centro Popular de Cultura), y los tropicalistas abiertos a las vanguardias estéticas nacionales e internacionales. Entiendo que no interesaba al régimen militar la introducción de elementos culturales alienígenas cuando los mismos tuvieran alguna connotación subversiva, y realmente hubo represión a ellos; pero yo creo que la contracultura también encontró obstáculos a su difusión en la propia coyuntura brasileña del período.

Capellari cree que hasta 1968, la juventud comprometida tenía como objetivo común la caída de la dictadura, y otras preocupaciones relacionadas con la subjetividad en general quedaban relegadas en segundo plano. Cuando fue que el semáforo se cerró con el AI-5, la juventud se trifurcó (como dijo Alfredo Syrkis), y una parte de ella adhirió a la lucha armada, la otra a la sociedad de consumo y una tercera, ya abierta a las influencias culturales internacionales y desconfiada con relación a la lucha política tradicional, desbundó.

Maciel, cree él, ayudó y mucho en la difusión de la contracultura en Brasil. O Pasquim fue muy leído por la juventud de la época, vendiendo más de 200 mil ejemplares semanalmente, y la coluna Underground, responsabilidad suya, además de divulgar qué pasaba en el universo contracultural, discutía de forma sintética ideas que permeaban el imaginario de los implicados, en mayor o menor grado. Pero claro que la contracultura llegó de una forma más amplia por intermedio del rock y de la industria cultural como un todo. Y también de publicaciones similares, pero de menor repercusión, como A pausa, Rolling Stone, el tabloide paulistano O Bondinho y la revista Grilo, ambos editados por un grupo de periodistas provenientes de la revista Realidade.

El desbunde brasileño tenía motivaciones internacionales tales como el rechazo con relación al modelo occidental de cultura, entendido por los implicados como opresivo. Capellari observa que el no a la familia burguesa y a la contención sexual, al servicio militar, al trabajo y a la acumulación, a la religión institucionalizada y a sus dogmas, al conocimiento legítimo dictado en las escuelas, entre otros, aludía con claridad a un otro no. Es decir, al proceso civilizador que caracteriza a la modernidad occidental, sobre todo desde la revolución científica del siglo XVII, el Iluminismo y, por supuesto, el capitalismo industrial.

Represión
Para el investigador, se trata por lo tanto de una cuestión compleja, que él discute en la tesis. En el caso de Brasil, como ya he dicho, su introducción se dio en una coyuntura signada por la represión de extrema derecha de un lado y, del otro, por una oposición que terminó dividiéndose no solamente en la esfera política (el caso de los diversos frentes de izquierda), sino también en el ámbito cultural. En ese caso había por parte de una de las vertientes, la nacional y popular, una cierta desconfianza con relación al movimiento contracultural. Por esa razón, la contracultura sufrió la oposición en Brasil tanto de la derecha como de la izquierda tradicional, que la consideraba una forma de escapismo.

La concepción de libertad contracultural fue el objeto de análisis de Capellari. Él observa que sobre ello hay autores que entienden que no pasa de una forma de escapismo, toda vez que es una libertad que apunta solamente a la propia subjetividad. Habría entonces, como defiende Luciano Martins, una especie de negación de la condición de sujeto histórico por parte de los implicados. A pesar de que su análisis es pertinente desde el ángulo sociológico, creo que el ideal de libertad en la contracultura es un poco más refinado que eso, pues apunta efectivamente a una ruptura en el universo social, pero por un camino distinto, allí sí a partir de la subjetividad.

O PasquimARCHIVO/AEEn lugar de la acción positiva, en los moldes convencionales de la política, explica el autor, la contracultura defiende la ruptura a partir de dentro, del núcleo en el interior del cual la red cultural se cierra sobre el sujeto, su subjetividad, pues ésta conserva, como un nudo, la red como un  todo. Si hay un rompimiento de un  punto, la red tiende a deshilacharse, siendo ésa entonces la propia ruptura en la esfera social. Se trata pues de un ideal de libertad que exige en primer lugar la liberación del sujeto, para que de ella surja la liberación social como un todo. De allí la atracción ejercida por las drogas psicodélicas, por algunas vertientes del psicoanálisis y por las corrientes filosófico-religiosas orientales.

Brasil, en ese período, afirma Capellari, pasaba por un proceso de modernización autoritaria. La sociedad se urbanizaba y en virtud de la expansión de los medios de comunicación masivos se volvía permeable a las transformaciones que estaban ocurriendo allá afuera en la esfera de las costumbres, de los comportamientos, etc. Era inevitable que la contracultura se introdujera en el país. Y al introducirse sufrió la represión del régimen debido a su carácter subversivo, pero no solamente por eso. Sufrió también la oposición de sectores políticos y culturales de izquierda, para quienes la contracultura era considerada una forma de escapismo introducido junto con otros elementos alienantes producidos por el imperialismo cultural.

El investigador dedica buena parte del primero capítulo de la tesis a la discusión de ésta y de otras cuestiones. Coteja testimonios y opiniones favorables y desfavorables con relación a la introducción de la contracultura en Brasil. Más allá de la esfera nacional, discutí en profundidad la idea de libertad contracultural en el segundo capítulo de la tesis, dedicada al análisis de artículos de la columna Underground?. En ese capítulo analiza ciertas vertientes del psicoanálisis (Reich, Marcuse, Brown, etc.) y conceptos provenientes del universo filosófico y religioso oriental. Y compone un cuadro que puede aclarar ciertos comportamientos contraculturales.

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