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Rebeliones regionales

Los amotinados del Imperio

La participación popular en las revueltas del siglo XIX fue mayor de lo que se piensa

CATARINA BESSELLAun cuando es difícil de sustentarlo con profundidad, uno de los mitos de la historiografía brasileña tradicional que sigue estudiándose en las escuelas y abordándose en la prensa es la imagen disciplinada del Segundo Imperio. Al mismo tiempo, no constituye precisamente un secreto que el siglo XIX estuvo signado por numerosas rebeliones regionales, entre ellas célebres conflictos, como la Guerra de los Harapos [Guerra dos Farrapos] y la Confederación del Ecuador. Algunos de estos movimientos se extendieron durante varios años y tuvieron una complejidad que sigue siendo poco estudiada aún. La profesora Monica Duarte Dantas, docente de la cátedra de historia de Brasil del Instituto de Estudios Brasileños, que integra el programa de historia social de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas, ambos de la Universidad de São Paulo, se percató de ello por primera vez durante la década de 1990, cuando, en el marco de una investigación de posgrado que contó con apoyo económico de la FAPESP, estudió la población que migró a la aldea de Canudos para adherir al liderazgo de Antonio Conselheiro. Monica observó que esa “base” de la insurrección se había organizado contra los impuestos (motivo de varias otras revueltas en todo el país) mucho antes de adherir al movimiento del líder mesiánico. Es decir, parte de la sustentación de Conselheiro provenía a decir verdad de una movilización organizada y eminentemente política, y de entrada, totalmente ajena al aspecto religioso de Canudos; tanto es así que, en el futuro, la Justicia eximiría al líder del procesamiento que juzgó a los revoltosos.

Posteriormente, al organizar un curso sobre las rebeliones durante el siglo XIX, Monica se deparó con una bibliografía dispersa y plagada de lagunas con relación a varios movimientos, sobre todo aquéllos que no fueron capitaneados por las elites, y aun cuando hubiese abundantes textos, el enfoque se concentraba por encima de todo en las disputas políticas y en los conflictos internos entre los grupos de poder. La historiadora constató también que había estudios no publicados sobre la participación popular en estos movimientos, como en el caso de un artículo escrito por el historiador mexicano Guillermo Palacios sobre la poco conocida Revuelta del Zumbido de las Abejas [Revolta do Ronco da Abelha], acaecida entre 1851 y 1854 en el interior de cinco estados del nordeste brasileño contra el censo y contra el registro civil.

Esto la llevó a idear una compilación de artículos sobre las sediciones del siglo XIX, pero que pusiera de relieve la participación de los “hombres libres, pobres y horros”. Este proyecto, gestado desde 2007, con textos inéditos y otros reescritos, concluyó ahora, con la publicación del libro Revoltas, motins, revoluções, editado por Alameda Casa Editorial.

“Hasta la década de 1960, la producción histórica privilegiaba los llamados movimientos mesiánicos sebastianistas. Se hablaba mucho del aspecto cultural y religioso, pero no tanto acerca del aspecto sociopolítico”, dice Monica. “Esto terminaba produciendo una visión genérica de líderes carismáticos seguidos por una población pobre e ignorante, y así se perdía la dimensión de protesta”. No obstante, lo que los artículos del libro revelan, es un intenso aunque lento aprendizaje de la ciudadanía por parte de los participantes anónimos de los motines del siglo XIX. Muchos de ellos lograron que se atendiesen sus reivindicaciones. “Se percibe la constitución del Estado nacional en simultáneo a la historia institucional”, dice Monica.

“Una idea importante con la que trabajé implicó considerar que las elites, ya sea que fuesen conservadoras o hubiesen roto con el orden vigente, necesitaban tropas para los decisivos combates que trababan. Y esas tropas estaban formadas por los de abajo. Es fundamental no olvidar esto”, dice Denis Antônio de Mendonça Bernardes, docente del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Federal de Pernambuco, autor de dos capítulos del libro, uno sobre la revolución republicana de Pernambuco de 1817 y otro sobre la Confederación del Ecuador de 1824. “En los distintos campos en lucha puede hallarse una diversificada formación social y racial”, prosigue Bernardes. “Por ejemplo: indios del interior de Pernambuco que lucharon a favor de la monarquía portuguesa y contra los patriotas de 1817. Y los sacerdotes, los militares y los amos de ingenio, por citar tan sólo tres categorías de vasta participación en 1817, pagaron en ocasiones un precio muy caro por la rebeldía contra el Estado monárquico portugués.”

La participación de los esclavos libertos entre las tropas que lucharon bajo el mando riograndense en la Guerra de los Harapos [Guerra dos Farrapos] le llamó la atención a Cesar Augusto Barcellos Guazzelli, docente del Departamento de Historia y de los programas de posgrado en historia y relaciones internacionales de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul. En su artículo,  Guazelli enfoca la figura del “esclavo guerrero” – armado y a caballo – que, si bien es prácticamente desconocida, desempeñó un papel clave en el conflicto. Y no es por falta de estudios sobre la Guerra de los Harapos, un episodio muy caro a Rio Grande do Sul. Según Guazzelli, la historiografía tradicional (esto es, aquélla predominante hasta mediados del siglo pasado) siempre minimizó la presencia de la mano de obra esclava en el estado, restringiendo su presencia a las regiones de producción de charqui. No obstante, a comienzos del siglo XIX, la en ese entonces provincia sureña se ubicó en el tercer lugar entre las que más importaron esclavos desde África. Una peculiaridad local consistía en que llegaban muchos niños pequeños, en edad poco productiva, pero apropiada para empezar a aprender a andar a caballo. Cuando empezó la guerra, la presidencia de la provincia publicó una convocatoria a los ciudadanos para que, de cada tres esclavos que poseyesen, libertasen a uno para pelear.

CATARINA BESSELLEstancias
Esta condición les dio a los esclavos armados algún poder ante los comandantes, así como ya existían en el trabajo en las estancias relaciones de compadraje y préstamo, y la posibilidad de convertirse en agregados, hecho que explica en parte la ocurrencia relativamente rara de fugas fuera de la frontera, pese a la facilidad que brindaba el transporte animal. Al final de la guerra, los ex esclavos se transformaron en un problema para los revolucionarios y para el gobierno del Imperio. Eran demasiado numerosos como para que se los mantuviese en libertad sin que ello provocase la rebelión de los que aún eran mantenidos en la esclavitud; se temía que formasen bandas de delincuentes: si se fuesen al Uruguay, probablemente serían pagados para luchar y provocarían un problema diplomático. La “solución” fue entonces impulsar una masacre durante la última batalla de la guerra, la de Porongos.

En la investigación de Guazzelli, como así también en las demás que dieron origen a los artículos de Revoltas, motins, revoluções, constituyeron importantes fuentes los registros civiles, las correspondencias oficiales y particulares, las causas penales y los documentos policiales. En el caso de la Guerra de los Harapos, además, un aporte inédito provino de archivos de Argentina, fundamentalmente, y también de Paraguay y Uruguay, que mostraban intensas negociaciones con relación a los esclavos.

Los africanos también se encuentran en el centro de los episodios que analiza en su artículo João José Reis, docente del Departamento de Historia de la Universidad Federal de Bahía: una huelga de cargadores, esclavos y libertos, en 1857 en Salvador, y al año siguiente una manifestación contra la carestía que fue “reprimida con patas de caballos”, conocida como Carne sin Hueso y Harina sin Grumos [Carne sem Osso e Farinha sem Caroço]. Reis subraya que el movimiento de 1857 fue la primera huelga general de un sector de la clase trabajadora urbana de Brasil. “Ambos representan episodios de lucha por la ciudadanía,  pese a que en ellos se encuentran involucrados esclavos que legalmente no eran ciudadanos”, afirma Reis. “Uno de los movimientos le exige al gobierno que tome medidas para contar con comida barata y el otro es una protesta contra la imposición de un nuevo impuesto y otras medidas de reglamentación del trabajo informal en las calles.”

Movimientos
Pese a la diversidad de actores e intereses involucrados en las distintas insurrecciones que se abordan en el libro, en todas ellas estaba en juego, al decir de Bernardes, “la confrontación entre diversos proyectos posibles de nación”. Desde el punto de vista de la población pobre y libre, se trató siempre de demandas de derechos, participación y ciudadanía. “Hay indicios de otros movimientos que muestran que la población se organizaba cotidianamente en pro de reivindicaciones, y esto desde el período joanino”, dice Monica. En muchos casos, como el Motín del Vintén (en 1880, en Río de Janeiro, contra un impuesto sobre el transporte urbano) y el ya mencionado Zumbido de las Abejas, entre otros, se hizo lugar a las reivindicaciones, aun cuando antes haya habido una violenta represión de las protestas.

“Estos episodios muestran desde distintos ángulos que el Estado no se constituye por fuera de la sociedad y que su construcción no se restringe a las elites”, dice Monica. La investigadora pone de relieve un aspecto interesante entre la variedad de hechos que se abordan en el libro: hubo movilizaciones de protesta y también de apoyo a las autoridades, tal como en el caso de la solidaridad de la población con los ediles de Salvador, durante el movimiento denominado Carne sin Hueso y Harina sin Grumos. El Concejo había aprobado una medida de control de los precios de los alimentos y los concejales elegidos se vieron ante la amenaza de destitución emanada del gobierno imperial.

La construcción del Estado que se observa en el libro se da en alguna medida a través de la absorción de las consignas y los valores de la elite, tales como la libertad, la igualdad y la ciudadanía. Sin embargo, tal como apunta Monica, “lo que el amo del ingenio entiende por libertad no es lo mismo que lo que entiende el agregado de sus tierras”. Ocurre una “reinterpretación del vocabulario iluminista-liberal” al momento de contribuir para construir instituciones tales como la Justicia y el sistema electoral. Un caso ejemplar de esta dinámica es el de los vaqueros de la Balaiada, sublevados contra el gobierno imperial (entre 1838 y 1841, en Maranhão, Piauí y Ceará), que se apropiaron del discurso del periódico Bemtevi, portavoz del liberalismo con sede en la ciudad de São Luís, cuyo único redactor era Estêvão Rafael de Carvalho, catedrático de la Escuela de Comercio, egresado de la Universidad de Coimbra y ex diputado de la Corte. La relación entre ambas puntas de la sociedad – una elite “ilustrada” y trabajadores del interior en general analfabetos – es el tema del capítulo escrito por Matthias Röhrig Assunção, docente de la Universidad de Essex, Inglaterra, especializado en historia de Maranhão.

En una evidencia de que aún queda mucho por escribirse y pensarse acerca de la organización del pueblo durante el Segundo Imperio, este libro muestra en la introducción, escrita por la organizadora, un mapeo – considerado pionero por la historiadora Maria Odila Leite da Silva Dias en su texto de presentación – de la trayectoria de las medidas jurídicas y políticas de control de las sublevaciones, importadas desde el sur de Estados Unidos e incorporadas al Código Penal del Imperio.

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